El castellano surgió en el condado de Castilla (que pertenecía a León). Este fue creado por Alfonso II en la zona conocida como Vardulia (tierra de várdulos), y que se extendería al sur gracias a la repoblación del Alto Duero efectuado por Alfonso III y sus sucesores. Castilla, en este tiempo, englobaba las actuales provincias de Cantabria, Burgos, Soria, La Rioja y Valladolid. Por lo tanto, el castellano primitivo surge con la mezcla de las lenguas que traían los que repoblaron la región del Alto Duero: una mayoría de cántabros, seguidos de foramontanos asturianos y gallegos, junto con otros pocos vascones y francos, y una gran parte de mozárabes andalusíes. Por lo tanto el castellano primitivo surge de la mezcla de esas lenguas cantábricas (gallego primitivo, bable primitivo y cántabro primitivo), con un importante sustrato prerromano; por otro lado de influencias del euskera, otras influencias del francés primitivo, y una influencia de la lengua andalusí traída por los mozárabes (aunque poco arabizada en este tiempo). Al expandirse el reino de Castilla en abanico, hacia el Sur, Este y Oeste, la lengua de esos castellanos primitivos, llamados castellanos viejos, se mezcló con la de los andalusíes (tanto mozárabes, como mudéjares y judíos) al mezclarse con ellos por medio de la repoblación. Así, el castellano primitivo fue recibiendo una importante influencia del andalusí, que consistía sobre todo en un importante sustrato arábigo, que era mayor conforme mas al sur se extendía; así se formaron los diferentes dialectos del castellano (extremeño, murciano y andaluz).
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