Pero la discordia había empezado ya.
González Morago, que odiaba a
Francisco Mora (y cuyo odio era correspondido) editaba un semanario llamado
El Condenado, y desde él molestaba a Mora. La visita de Lafargue a Madrid importunó a Morago, que elevó el nivel de las ofensas en su publicación. Y ocurrió que allá por marzo de 1872, el Consejo Federal publicó en
La Emancipación un escrito en el que pedía a los asistentes a una asamblea del Partido Republicano Federal que expresasen su opinión sobre la I Internacional. González Morago llevó el escrito a una reunión de la Federación Madrileña de la Internacional, que acordó expulsar a sus redactores, o sea, al Consejo Federal en pleno. Lorenzo no estuvo entre los expulsados, por hallarse fuera de Madrid.
Bandera del Partido Republicano FederalY llegó el Congreso de Zaragoza, y la expulsión se resolvió con un borrón y cuenta nueva. No hubo tiempo para discutir el texto de Lafargue,y se nombró a Lorenzo secretario general del Consejo Federal, que se trasladría a Valencia, para llevar una vida de peripecias durante algún tiempo.
Despidióse cordialmente Lorenzo de su familia, de Lafargue y de sus camaradas de Madrid, para marchar a Valencia. En la capital del Turia sería recibido con alegría por sus compañeros, aunque no tan efusivamente como él esperaba. Partidarios de Bakunin y su Alianza a más no poder, los internacionalistas valencianos sospechaban de Lorenzo por haber colaborado con el marxista Lafargue.
Pero las disputas seguían:
La Emancipación, que se seguía publicando, publicó una serie de textos que provocaron las expulsión de los nueve hombres que redactaban el periódico, entre ellos José Mesa y Paul Lafargue. Crearon éstos una
"Nueva Federación Madrileña", de ideas marxistas.
En el V Congreso de la I Internacional en La Haya, celebrado en septiembre de 1872, Bakunin y sus partidarios fueron expulsados de la organización, quedando ésta en manos de los autoritarios Marx y Engels. Se acusaba a Bakunin y a los suyos de mantener en secreto la Alianza, para captar partidarios a través de la I Internacional. Lafargue participó en éste Congreso, representando a la "Nueva Federación Madrileña", de corta vida.
Lorenzo (que, recordemos, estaba en Valencia como secretario general del Consejo Federal) estuvo indeciso, sin dejar por ello de cumplir sus deberes. Los expulsados de Madrid le invitaban a sumarse a ellos y él, que profesaba las ideas de la Alianza, que era anarquista casi sin saberlo, contestaba con vaguedades. Por otra parte, sus colegas del Consejo General le interrogaban sobre el tema y le abrían las cartas a él dirigidas desde Madrid. Al final, decidió dimitir. El Consejo General admitió su dimisión, afirmando que Lorenzo había cumplido su tarea con plena satisfacción de todos.
Así, Lorenzo abandonó Valencia para recalar en Barcelona. Se dirigió después a Vitoria, donde se instaló en casa de Manuel Cano Martínez, un antiguo camarada. Vivió de su hospitalidad durante dos meses, y contra su voluntad marchó a Bilbao, no sin antes haber creado una sección de la I Internacional.
En Bilbao trabajó algún tiempo; organizó algo más de lo que había hecho, y como su situación era un poco insegura, decidió irse a Burdeos. Estaría una temporada en aquella ciudad francesa, haciendo propagandas antielectorales que le trajeron algún disgusto.
Anduvo perplejo. París le atraía, España también (Lorenzo siempre quiso a España y a Castilla) pero al final se encaminó a Marsella, tan escaso de recursos económicos que tuvo que detenerse en Montpellier y Cette para trabajar no más que medio día. Gracias a la ayuda de sus correligionarios ( y a la venta de su reloj por 20 francos) pudo llegar a Marsella.
Después de un tiempo subsistiendo con empleos inseguros, Anselmo Lorenzo dejó Marsella y se dirigió a Barcelona, en vísperas del pronunciamiento del general Pavía contra la I República; en vísperas de las persecuciones contra la I Internacional en suelo español, sancionadas desde el Ministerio de Gobernación por el señor García Ruiz, persecuciones que continuaron durante los días del presidente Cánovas del Castillo.
Ya en la capital de Cataluña, se presentó a los amigos. Gracias a ellos tuvo trabajo como corrector en una imprenta. Y un camarada de Madrid, José Miranda, le llevó a vivir con él. Anselmo fue como un familiar más en aquel hogar ocupado por Miranda, su esposa (una alcarreña limpia y hacendosa) y un niño de unos cuatro o cinco años. Pero por desgracia, Miranda murió repentinamente, dejando desamparados a la mujer y al pequeño, y tal vez con deudas. Lorenzo se hizo cargo de los dos, y acabó uniendo su suerte a la de aquella mujer, con la que llegó a tener hijas.
En junio de 1874 se celebró en Madrid el IV Congreso internacionalista, de poca trascendencia. Se resolvió que el Consejo Federal se trasladase a Barcelona, y Lorenzo, residente en ésta ciudad, fue elegido miembro de su Consejo Local. Como los internacionalistas que lo formaban no podían reunirse sin riesgos, periódica y frecuentemente, se designó una comisión formada por tres compañeros con poderes para resolver los asuntos de extrema urgencia. Los tres individuos veíanse en un café, en el paseo o en casa de cualquiera de ellos; el Consejo Local en pleno se congregaba donde podía, o sea, o aquí y mañana ni se sabe...
Lorenzo se comportó con discreción y con diligencia, como de costumbre. A los pocos meses, su correligionario García Viñas (que, al igual que él, había sido adoctrinado por Fanelli) le preguntó a Lorenzo qué opinaba. Dijo éste su sentir: debía restaurarse la Alianza, crear un núcleo de elementos ilustrados y resueltos que trabajaran unidos, y que dieran conciencia a los afiliados del montón. García Viñas aparentó estar contentísimo con la opinión de Lorenzo, y le invitó a reunirse con él y sus amigos en un almuerzo al aire libre. Lorenzo acudió a la cita. Allí, en grata camaradería, se juntaron 12 hombres, y Lorenzo se dió cuenta de que lo que él proponía existía y funcionaba de verdad. Y fue admitido en la organización secreta. El grupo secreto de la Alianza en el que entró Lorenzo se trasladó a Manresa.
El Congreso internacionalista de 1875 se celebró de manera totalmente clandestina, con un mínimo de riesgos personales y de gastos. En vez de celebrar una reunión de internacionalistas en una ciudad determinada, se resolvió que en cada comarca (Norte, Sur, Este, Oeste, Centro) se reuniera una conferencia, a la que asistiría un representante del Consejo Federal. Y se llegó a dividir cada comarca, de modo que estas conferencias venían a ser pequeñas reuniones y tertulias de unos pocos hombres. Reunidos después los representantes del Consejo Federal, se computaban los votos y se publicaban los acuerdos en una circular fechada en España. Se redujo el papeleo todo lo posible, se usaron claves secretas, se suprimió el sello en los documentos y se sustituyeron nombres y apellidos por iniciales.
A pesar de las dificultades, los internacionalistas se las apañaron para editar un semanario público (
La Revista Social) más tres periódicos mensuales clandestinos, dos en Madrid y tres en Barcelona. Según nos cuenta el propio Lorenzo, trabajó como cajista de imprenta en la revista de Barcelona, dirigida por García Viñas.
En 1877 Lorenzo asistió a la Conferencia Comarcal de Sants, y un año después sería elegido representante de los internacionalistas españoles para un Congreso en París, convocado principalmente por elementos "autoritarios" (esto es, marxistas). Pero no asistió a él, ya que el Gobierno francés encarceló a a los responsables de la convocatoria. Si este Congreso se hubiera celebrado, Lorenzo se habría encontrado con sus antiguos camaradas José Mesa y Pablo Iglesias.
La rama de la I Internacional controlada por los anarquistas (o bakuninistas) se disolvió en Verviers en 1877, mientras que la rama marxista se había deshecho en Nueva York dos años atrás. En aquellos años de decadencia pasó Lorenzo ciertas amarguras. Un compañero influyente le acusó de haber falseado los resultados de unas elecciones. Lorenzo se defendió, pero fue excluído y hasta se intentó dejarle sin empleo. Sufrió en silencio, sin protestar, estoicamente. Por estos años, se inició en el seno del anarquismo español la pugna entre el anarco-colectivismo (representado por teóricos como José Llunas o Ricardo Mella) y el anarco-comunismo del príncipe
Kropotkin, difundido por militantes andaluces. El tipógrafo suizo E. Sergi Herzig anduvo por Barcelona, precediendo a su amigo Kropotkin. Difundiendo el anarco-comunismo, se topó con Lorenzo, que se adhirió a esta doctrina.
Por aquella época estaba Lorenzo dentro de la
Sociedad Tipográfica de Barcelona, peleando contra su dirigente, un tal Manuel Fernández Herrero. Éste quería mantener a su Sociedad Tipográfica al margen de las luchas sindicalistas, en una esfera estrictamente laboral. Lorenzo intentó hacerse con el liderazgo de aquella Sociedad, pero fue derrotado por Toribio Reoyo.
Pero he aquí que llegó el florecimiento en Barcelona del anarquismo. Lorenzo, solicitado por todos, escribía textos revolucionarios después de su agotadora jornada laboral de 10 horas. Escribió en perfecto castellano artículos bellos, llenos de emoción, en publicaciones como
Tierra y Libertad,
Solidaridad Obrera,
La Revista Blanca,
El País y
El Porvenir del Obrero. Reclamado por sociedades obreras, Lorenzo daría conferencias y mítines aquí y allá. Escribió también no pocos folletos, y hasta un libro titulado
El Pueblo. Ayudó al anarquista
Farga Pellicer en la redacción de una extensa obra sobre Garibaldi. Tradujo
Las Aventuras de Nono (de Jean Grave),
El Hombre y la Tierra (de Réclus) y
La Gran Revolución (de Kropotkin). También publicó una novelita (titulada Justo Vives) acompañada de un manual para el ejercicio de los derechos políticos, escrito por José Llunas. Esta novelita es emocionante, se lee con gusto y hay en ellas hermosos pasajes.
Presidiendo el Ateneo Barcelonés el republicano federal
J. Tutau y Verges, se organizó un debate cuyo tema era:
"El Socialismo ¿es contrario al progreso humano?". Entre los que participaron en aquella discusión estaban Anselmo Lorenzo y José Llunas, en representación de los anarquistas.
Trabajó Anselmo Lorenzo en la Escuela Moderna de
Ferrer y Guardia. Al ser éste arrestado y fusilado en Montjuich, acusado de los graves disturbios de la Semana Trágica, Anselmo Lorenzo se encontró sin trabajo y con pocas posibilidades de encontrar alguna ocupación (a causa de su avanzada edad). Ocupó con la escritura sus forzados ocios. Levantado el secuestro judicial a la Escuela Moderna, volvió a traducir libros revolucionarios.
Volvió a Madrid en 1911, para dar una conferencia titulada
"El Proletariado Emancipador". Tuvo lugar en aquella ciudad una extraña huelga general y el Gobierno, presidido por el liberal
Canalejas, suspendió las garantías constitucionales y empezó a encarcelar obreros. Lorenzo se escondió en casa de su hermana. Temía que le detuvieran en Madrid, estaba débil y enfermo, necesitaba volver a Barcelona. Habló con el socialista Juan José Morato. Éste habló con Canalejas, gran amigo suyo. A su vez, Canalejas trató el asunto con
Manuel Portela Valladares, gobernador civil de Barcelona. Y gracias a las gestiones de éste último, pudo Lorenzo regresar sin contratiempos a su amada Barcelona.
En septiembre de 1911, en el salón de Bellas Artes de Barcelona, tuvo lugar el I Congreso de la
CNT (Confederación Nacional de Trabajadores). La CNT, prolongación a escala catalana de los anarco-sindicalistas de
Solidaridad Obrera (organización que agrupaba a diversos sindicatos), contaba en el momento de su aparición con el apoyo de 96 sociedades obreras. Anselmo Lorenzo apoyó tanto a Solidaridad Obrera como a la CNT, aunque ambos movimientos le parecieran poca cosa.
Idolatrado por las masas proletarias de toda España, tras cerca de medio siglo de actividad revolucionaria, Anselmo Lorenzo falleció en diciembre de 1914. Legiones de obreros marcharon tras su féretro, su muerte fue llorada por los humildes y los oprimidos. Anselmo Lorenzo, llamado por entonces
"el santo laico" , había dejado de existir.