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Autor Tema: Onésimo Redondo y Castilla  (Leído 2540 veces)
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comunero morado
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« : Febrero 06, 2009, 22:05:53 »


¿QUIEN ERA ONÉSIMO REDONDO?


 

Hasta ahora solamente se ha trazado una pincelada biográfica de los primeros años, un apunte incompleto, como fuerte indicativo de sus grandes cualidades. De aquí en adelante, la paleta se verá usada con intensidad, porque los cinco años restantes son los definitivos. De 1931 a 1936 vivió Onésimo entregado a la actividad política.


Años de turbulencia y de fundación, de proselitismo y de milicia, de sacrifico y de persecución, años de clandestinidad y de encarcelamiento, de ilusión, de esfuerzo, de esperanza y anuncio de la muerte.


La creación del Sindicato Remolachero y la coligación como abogado nos dicen ya un ordenamiento de apuntalarse en Valladolid, cuartel general del futuro de sus actividades. Es joven, dinámico e inteligente, y entre el despacho y los frecuentes desplazamientos a los pueblos, con sus veintiséis años, da comienzo a la más importante empresa que le ha de conceder la inmortalidad.


Onésimo, para los políticos de blandenguería, acomodaticios, sin el peso de la conciencia por lo que sucedió y sin vuelo en el pensamiento para lo que se acerca, para ésos, Onésimo es un cerebro enfermizo y un loco de ambiciones inconfesables; para los otros, para quienes se ven sujetos a sectas internacionales y obedecen órdenes extrañas que hipotecan la independencia. empequeñecen el decoro nacional y fomentan la dislocación de las tierras, de los hombres y de las clases de España, Onésimo es un joven peligroso, un enemigo cierto. Para sus camaradas es el fundador de una doctrina salvadora, el español práctico, el ejemplar falangista, que hace de su vida estilo y norma y es la síntesis más acabada del concepto y de la expresión. Para España, el monumento elevado en el pueblo de Labajos, la losa que definitivamente cubre sus restos en el cementerio de Valladolid, el calvario que se levanta entre los riscos del Guadarrama y la Laureada del escudo de aquella ciudad son las mejores razones para decir quién fue Onésimo Redondo.


Más bien alto, de complexión fuerte, de pelo rebelde, tan rebelde como las nuevas ideas que aportaba; de mirada penetrante y firme, con ojos de iluminado campesino; ágil de pensamiento, rígido de costumbres, fuerte en el mando, fácil de pluma, valiente y decidido. Este era Onésimo, el hombre ideal para despertar a Castilla de su letargo. Si fuese posible definir a los hombres por uno solo de sus conceptos, la definición de Onésimo estaría reflejada en esta frase lapidaria:


Si Castilla muere, España muere. Mientras Castilla esté dormida, dormirá España.


A quien analice sinceramente a través de este pensamiento el espíritu y la ambición nacionales del jefe castellano no le será permitido atribuir a Onésimo una visión localista, estrechez mental o pedantería provinciana, sin ojos para mirar la anchura que la Unidad de la Patria exige en todo propósito grande y libérrimo. Tal intento seria vano e inútil y bueno para ofender el sentimiento del que tuvo motivo, intuición y coraje para crear y dar aliento de alma a un movimiento de juventud. En su amor a España no había fijado límites, y solamente por convencimiento histórico y genio español sabía que Castilla se levantaría en algún momento por la gran responsabilidad que le estaba señalada en el resurgimiento nacional. De tal manera proclamaba esta gran verdad, que por ello -sin menosprecio para ningún otro lugar de España- reiteraba la afirmación:


Si Castilla muere, España muere. Mientras Castilla esté dormida, dormirá España.


Convendría precisar, no obstante, el concepto de Castilla según lo entendería Onésimo. Cuando él escribía de tal modo se refería a «Castilla pura, la que no es más que Castilla, la de siempre. Aquella que puede ser una sucesión de valles tenues y páramos nivelados, cortejando al Duero por las dos vertientes. La conexión suave y hermana de varias tierras muy parecidas entre sí: Tierra de Campos, tierra de Salamanca, tierra de Medina, tierra de Burgos, de Soria, de Segovia, de Zamora, etc; es decir, los 90.000 kilómetros de territorio central, con sus dos millones o pocos más habitantes que holgadamente la pueblan.» No por capricho circunscribía Onésimo de este modo a Castilla, porque él tenía completo conocimiento de lo castellano en España y sabía muy bien que «es condición de Castilla el ensancharse saliendo al mar por Santander y teniendo a sus hijos y sentimientos esparcidos por muchas ciudades del litoral y, lo que históricamente es de mucha mayor importancia, fundiéndose insensiblemente con Aragón, consorte perpetuo de Castilla». Onésimo hablaba de Castilla en España «en el sentido de contrastar su relación con el letargo de la Raza, su actividad durante la llamada decadencia y su postura cuando, sin posible aplazamiento, afirmaba él que se venía ventilando la nación española el rotundo dilema de volver a ser o resignarse a la ruina>>.


«Obsérvese cómo en esa Castilla pura, o sea la España castellana y rural, resulta ser un hecho la Unidad admirable. Lo mismo que es sensiblemente uniforme su altitud terrenal es uno también el temperamento, una la creencia y una la tradición. Saliendo de nuestras extensiones, nadie sabe ni puede recordar diferencias entre el hombre de Soria y el de Salamanca, entre el campesino y el «charro», el burgalés o el segoviano. De la tierra del Cid - continuaba diciendo Onésimo- se va sin transición notable a la de Isabel la Grande- Felipe II contempló en su niñez horizontes bien parecidos a los que profetizaba Fray Luis; desde Almazán se baja a las tierras charras sin que la curiosidad de lo vario distraiga al caminante. Los mismos alimentos, idénticas labores, canciones semejantes y espíritu gemelo. Nada se encuentra en extensión y en intensidad que sea tan uno como la meseta castellana, ni en fraternidad de suelo, necesidades, creencias y filosofía colectiva. Y a esta cordial y concentrada unidad se junta la condición y también el camino de esa voluntad unitiva. Sólo Castilla quiso siempre y supo unir. Y unir a través de millares de lenguas y por encima de los mares y de las cordilleras.


"Por fortuna, en lo que se llamó europeización de España, Castilla permaneció incontaminada ea su retiro. No perdió el equilibrio; pero su sopor de dos siglos es lo que explica la persistencia de los males españoles. La renuncia, la apatía pertinaz de Castilla ha sido la dolencia radicular del árbol español".


Se ha recogido este pensamiento porque latía en su corazón generoso, afectivo e intransigente, con el intento de perfilar una semblanza y recoger después las pruebas que desde las páginas de Libertad le acreditan el calificativo de «Caudillo de Castilla».


* * *


Onésimo no se conforma con haber iniciado su etapa sindicalista, no le basta con haber despertado entre la gente labradora un espíritu de solidaridad económica y social. Presiente que lo principal de su acción ha de moverse en otro campo de actividades de mayor trascendencia y es ahora cuando debe iniciar esa empresa que libere a España de la quebradura territorial, de la disociación de sus hombres y de la hostilidad de sus clases. Esta labor política es la que pretendemos poner ante la consideración del lector; pero sirva el anticipo de que, por temperamento y sentido ideológico, no ha de ajustarse a las estrechas miras de cualquier parlamentario. En este fondo de rebelión es donde está el germen de su tarea y la base de su doctrina política.


Nos hallamos ya ante la triste realidad de la segunda República española. El régimen fraguado en las logias masónicas ha descorrido el trasfondo de sus torpes intenciones y acusa su línea antinacional y marxista. Muy pocos días fueron suficientes para que apareciese la verdad de un pensamiento desalmado en aquella provisionalidad de Gobierno que hizo posible la humeante jornada del 11 de mayo, para escarnio de la fe y para mejor ejemplo de la anarquía y de la incivilidad, en aquella provisionalidad de Gobierno que se precipitó a la legislación más desordenada y hostil. hiriendo tradiciones y sentimientos.


Han transcurrido solamente dos meses y Onésimo comienza los escarceos entre la juventud con la publicación del semanario Libertad. Estamos exactamente en el 13 de junio de 1931 cuando aquel pasquín volandero aparece como un reto y una esperanza, como un clarín de llamada y un principio de algo nuevo y renovador. Su título confunde a todos. A los unos, porque piensan que Libertad no puede titularse así otra cosa que no sea vehículo de un libertinaje; a los otros, porque tras la palabra encuentran textos de una vibración desconocida, con un lenguaje seco y fiscal. ¿Es

un periódico de la reacción? ¿Es una publicación izquierdista? Ni lo uno ni lo otro; Onésimo se desentiende de los dos polos y busca la Libertad de España, aunque el título desconcertante sirva para inutilizar uno de los tres mitos de la antipatria. Ahí está el valor y el acierto: enarbolar un título que penetre en los oídos de todos y envuelva una consigna fundamental para la revolución que aspira.


Libertad es de jóvenes, y a los jóvenes se consagra preferentemente. No nos importa contar o no con una mayoría borreguil ante las urnas y repudiamos el concurso de las multitudes embragadas de desorden por las calles. Disciplina y audacia es nuestro lema. Las naciones pertenecen siempre a las minorías con fe y organización. Dándolo todo al ideal antes de comenzar, a nadie tememos.


«¡Por España grande, por España verdaderamente libre, a la lucha!»


En junio de 1931, dos de los tres gritos que hoy firman en el escudo de España se daban como consigna desde las páginas del naciente semanario de Onésimo. Y en ese mismo número, como anuncio de un arranque transformador, un ligero artículo, titulado «La revolución social», del cual son los siguientes párrafos:


"Dicen los sindicalistas: La revolución política está hecha; falta la revolución social. En pugna con ellos, dicen, no obstante, lo mismo muchos socialistas y otros elementos que para halagar a las masas se aproximan, como esos feroces parlantes de hace unas noches en la plaza de toros".


"Dicen los comunistas: Negamos que la revolución política esté hecha. Esta y la revolución social sólo puede hacerla el soviet. Nosotros somos asimismo entusiastas de la revolución social. Lo queremos declarar desde el principio. Estamos conformes con que hay que resolver muchas instituciones, volcar cabeza abajo en el campo de lo social innumerables abusos. Estamos enamorados de cierta saludable violencia, por el convencimiento de que en otra forma se escurrirán siempre los explotadores y acabarán al final de cada prueba flotando sobre sus oprimidos, con el nombre trocado y la casaca siempre nueva.


Hay que acabar, sí, con esos hijos y nietos de la desamortización, que no han tenido tiempo de recorrer sus inacabables fincas, mientras en el municipio donde radican otros pasan hambre..."


"Debemos acorralar con un genuino movimiento revolucionario todas las formas de usura, incluso esa moderna, que consiste en pagar al labrador un mínimo bastante para que no muera y siga trabajando, pero insuficiente para que sostenga los hijos que da a la Patria... Hay que redimir, en fin, al que trabaja y resolver violentamente, si es preciso, como lo será, a la burguesía, encastillada en sus numerosos fondos económicos. Pedimos, pues, la revolución social para que todo hombre apto encuentre trabajo dignamente remunerado y para que nadie se vea privado de la posibilidad cierta de elevar su condición según sus medios y para que el campo -que es España- sacuda las cadenas de la hegemonía burguesa. Pero si la revolución social es una necesidad y un grito de justicia, hay que defender. Ese movimiento sano y juvenil de las corrupciones traidoras que proceden de la democracia judaizante superburguesa, como de las máximas internacionales con sello marxista, que descaracterizaría la genuina revolución hispánica para hacernos siervos de Moscú. Revolución social, enérgica y urgente, a cargo de la juventud española".


En esas líneas, con frases desgarradas y valientes, se afirma una posición de avanzada social que enfada a las "gentes de orden" y confunde al griterío socialista. Originales modos de exponer un pensamiento, si se sitúa uno en aquellas lejanas fechas de 1931, apenas llegados al Poder los que pedían el desarme de la Policía y el pertrecho de sus respectivos correligionarios.


Antes acusó recibo a Lo Conquista del Estado con palabras de bienvenida y comunidad de estilo, y a continuación lanzaba sus alertas a los campesinos de la siguiente manera:


"Fiemos mucho, camaradas, del valor cierto de las masas campesinas: en Castilla es axiomático que ningún hombre merece más ni puede mas que cada uno desde el momento en que la lucha surge. La minoría de provocadores será, por tanto, la que nos dé el tiempo, porque a continuación del reto brota en todos los labriegos el amor propio que los pone en actividad, y desde ese momento son indomables. Sin contradicción no hay vida. Para nosotros, la pugna es la victoria. Salimos al mundo con gesto de auténtica autoridad".


Ya busca Onésimo, desde la fundación de Libertad. que sus colaboradores universitarios sientan inclinación al campo y a sus problemas. "Castilla desamparada", clama también el 13 de junio, y su pluma lo argumenta así:


"No queremos unir nuestra voz a la de las plañideras castellanas, que son casi todos los hombres de levita y de casino, tenidos comúnmente por padres de la región. Estamos hartos de oír los clamores fúnebres de los importantes, llorando ver a Castilla como la región más despreciada por el Estado nodriza, por los Gobiernos defensores del presupuesto. Abominemos de esos menguados que atribuyen la decadencia de Castilla al desamparo en que Madrid nos tiene. Uno y otro hecho, que no negamos serán, cuando más, el reflejo oficial de otro más importante. Del único pecado a que los hombres jóvenes con ansias creadoras y alma realmente revolucionaria deben atender es ésta: Castilla languidece porque empieza por no existir para los mismos que la habitan".


Con ese estilo tan preciso, con esas frases tajantes y seguras, ausentes de lírica, pero con afirmaciones de puño y acusadoras, de ahora en adelante martilleará, todos los lunes, en la conciencia de la juventud, a la cual, desde un principio se dirige. No puede prolongarse por más tiempo el precipicio a donde caerá la generación española, que tiene asignada una tarea con rotundas afirmaciones de valores positivos. Son hombres útiles para la acción de la antipolitíca y urge rescatarlos de la política mezquina al uso, que observe las máximas atenciones; antes de que puedan contaminarse más en la ponzoña y en el odio, en la materialización y en la ausencia del sentimiento español, es preciso ganarles para que formen en las filas avanzadas de un camino nacionalmente revolucionario. La prosa de Onésimo -como se ve y como se verá- huye del adorno y va derecho a lo que interesa; está llena de protestas, mas hay en ella una emoción española con fuerza bastante para penetrar en los ilusionados corazones de la juventud que busca la auténtica transformación de los modos y de las personas en lo que responde a la denominación política. El molde de Libertad ha roto con lo viejo y caduco y nada quiere con lo que, apareciendo como nuevo, no es sino un fraude más con ropaje demo-marxista y orientación extranjerizante y masónica. España está ausente de aquel triunfo inesperado y turbio que entrega el Poder a los hombres del desgraciado Pacto de San Sebastián, y el naciente portavoz de Castilla habla duramente de grandeza y revolución nacional, de justicia y de imperio, de unidad y de lucha, de libertad, audacia y disciplina. Es un lenguaje que confunde, sugestivo y directo, valiente y que desconcierta, el de este hombre que ha fundado el semanario Libertad como anuncio y pregón de un genuino movimiento de juventud y de revolución. Y hemos visto cómo en junio de 1931 emprende una captación de voluntades aireando consignas que en aquellos tiempos pocos pudiesen sospechar que constituyesen augurio de realidad cuando llegase el mes de madurar el grano, en el verano del 1936. Desea hombres útiles, corazones vírgenes, para la acción de esa antipolítica que España necesita y la juventud espera. Sabe el punto de apoyo que tiene en su periódico -aunque sea solamente un semanario-, porque "la prensa -escribe Onésimo- ha intervenido como actor principal en ese desastre; ella es un valor mayúsculo entre todos los que ejercen poder en el mundo político; ella es la que ha creado este cuadro de turbulencias, aunque al final de la tragedia entierre con desfachatez en sus archivos mil pruebas acusadoras de sus propias columnas". Generalmente –continúa escribiendo-, la mayoría de los periódicos no han tenido la moral que presidiera eficazmente el derecho de escribir. Gran parte de las rotativas han estado ausentes del interés nacional, sirvieron únicamente de caza para el mejor lucro de sus empresas, aunque la empresa de España quedara sometida a la infecundidad de los profesionales de la discordia". Por eso, por la significación de la prensa como arma poderosa, tuvo prisa en desahogar su ímpetu de eficiencia y funda Libertad con el más sincero espíritu revolucionario, que a la vez sea conciliador de su fe católica. "La verdad no puede ser discutible, y España, que es la primera verdad nacional, no puede quedar impunemente puesta a las sórdidas apetencias de escándalo de cualquier delincuente de la pluma".


"Los que a un elevado precio juegan a la Revolución sin ideal de verdad revolucionario, llevados del odio y del apetito de cuando, desprovistos de un contenido renovador, merecen una extirpación, porque su subsistencia sólo se paga con la ruina. Este es el caso de la prensa burguesa que fue revolucionaria. Burguesía ciega, prensa venal y socialismo aburguesado son el mejor caldo para el fermento comunista.»


El recuerdo de estas afirmaciones pueden ser consideradas como pasadas de moda, pero no se olvide que en estos momentos se trata de perfilar históricamente la labor de Onésimo. Él no ha fundado Libertad con la sola intención de fijar ideas sobre la altiva misión de la prensa, sino que trabaja constantemente en proyectar el único camino que él tiene concebido para la decisión futura de España.


Un joven zamorano se levantó desde Madrid sobre el problema de su tiempo con , el propósito ambicioso de restaurar un anhelo colectivo de expansión en el ánimo del pueblo y con una bandera desplegada nacionalmente para la conquista del proletariado, como instrumento también de grandeza española. Y para que sus ideas recorran los ámbitos de la Patria y arrebaten la acción y el pensamiento de los más jóvenes. Ramiro Ledesma Ramos– he aquí el jóven zamorano- alumbró el primer periódico del sindicalismo nacional bajo el título de La Conquista del Estado.


Onésimo coincide con la comezón interna de Ramiro, con la necesidad de salir por unos postulados fundamentales que aprovechen la oportunidad histórica más ambiciosa y gigantesca y ha fundado Libertad, el gran periódico que, desde Valladolid, ampara el entusiasmo por la salud de la Patria y la transformación social.
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Au revoire dijo Voltaire tirando el chapeau al aire.
riopadre
Visitante
« Respuesta #1 : Febrero 07, 2009, 00:17:54 »


Onésimo españolista:
La restauración del estado nacional.

"Es sobradamente ingenuo, y ridículo a fuerza de ser cobarde, esperar todavia que habrá redención para España sin sangre de sacrificio"

Onésimo analista e ideológo:
Rehabilitación del patriotismo.
"...la juventud revolucionaria debe expulsar a los estómagos insaciables y a las gargantas huecas de tanto charlatán encumbrado, de los bastardos que han hecho su fortuna política sobre la ruina del patriotismo"

Textos políticos
"...el socialismo es una idea reaccionaria"

Onesimo castellanista:
Castilla en España
" Es indispensable precisar el concepto de Castilla. Hay una Castilla pura, la que no es más que Castilla, la de siiempre. Son 80 o 90 mil kilometros mal contados de territorio central. Grande extensión para los dos millones o pocos más habitantes que holgadamente la pueblan. Son, incompletas, las provincias que convencionalmente se llaman de Castilla y León. Es una sucesión de valles tenues y páramos nivelados cortejando al Duero por las dos vertientes.
La conexión suave y hermana de varias <<tierras>>, muy parecidas entre sí: tierra de Campos, tierra de Salamanca, tierra de Medina, tierra de Burgos, tierra de Soria, tierra de Segovia, de Zamora...
No por capricho circunscribimos de este modo la definición de Castilla ni desconocemos la extensión de los castellanos en la peninsula, pues precisamente es condición de Castilla el ensancharse. Sale al mar íntegramente por Santander; tiene sus hijos y sentimientos esparcidos por muchas urbes del litoral; ..........y por el sur no se detiene hasta el estrecho, ya que histórica y étnicamente -¡no se olvide!- los andaluces son castellanos.
Todo lo dicho es Castilla o es castellano. Pero nosotros hablamos aquí intencionadamente de la otra Castilla pequeña descrita antes, para contrastar en ella lo que al principio de este artículo nos proponáamos: su relación con el letargo de la raza, su actitud durante la llamada decadencia y su postura actual cuando, sin posible aplazamiento, ventila la nación española el rotundo dilema de volver a ser o resiganrse a la ruina. En este sentido es como hablamos de <<Castilla en España>> y afirmamos lo que nos viene sirviendo de motivo: Si Castilla muere, España muere; mientras Castilla esté dormida, dormirá España."

Fijemonos en la sentencia: "si Castilla muere...." Quienes más aprendieron de Onésimo fueron sus enemigos. La actual partición de Castilla fué posible durante la transición por las presiones de quienes la querían rota primero y, después, muerta: Tarradellas y sus nacionalistas catalanes y Leizaola y sus aranistas. Ya sé que arias y comunero morado me dirán que tengo animadversión a esos nacionalismos, pero ca, en todo caso no más de lo que ellos le tienen a Castilla.

Onésimo y Madrid:
  "Por imperar Madrid en España hemos llegado a una nación madrileña en vez de castellana. Decir <<madrileño>> , -sin injuria, pero con el dolorde un convencimiento indeseable, pero ineludible- es decir imprevisión, alegre superficialidad, arrepentimiento mañanero y calaverada cotidiana. ¿Porqué negar que España viene pagando las calaveradas de Madrid desde que empezó la édad media?. Madrid, si no se transforma, debe perder el centro espiritual de la nación para que la nación se salve"

A mí entender, a Onésimo le falta matizar que decir Madrid, no es decir España ni Castilla, sino el gobierno de España en Madrid mayoritariamente integrado por políticos NO castellanos.


Hay más citas de Onésimo y Castilla, pero por hoy ...lo dejo aquí
« Última modificación: Febrero 10, 2009, 01:36:17 por riopadre » En línea
castilla1521
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« Respuesta #2 : Febrero 07, 2009, 00:21:30 »


Onésimo españolista:
La restauración del estado nacional.

"Es sobradamente ingenuo, y ridículo a fuerza de ser cobarde, esperar todavia que habrá redención para España sin sangre de sacrificio"

Onésimo analista e ideológo:
Rehabilitación del patriotismo.
"...la juventud revolucionaria debe expulsar a los estómagos insaciables y a las gargantas huecas de tanto charlatán encumbrado, de los bastardos que han hecho su fortuna política sobre la ruina del patriotismo"

Textos políticos
"...el socialismo es una idea reaccionaria"

Onesimo castellanista:
Castilla en España
" Es indispensable precisar el concepto de Castilla. Hay una Castilla pura, la que no es más que Castilla, la de siiempre. Son 80 o 90 mil kilometros mal contados de territorio central. Grande extensión para los dos millones o pocos más habitantes que holgadamente la pueblan. Son, incompletas, las provincias que convencionalmente se llaman de Castilla y León. Es una sucesión de valles tenues y páramos nivelados cortejando al Duero por las dos vertientes.
La conexión suave y hermana de varias <<tierras>>, muy parecidas entre sí: tierra de Campos, tierra de Salamanca, tierra de Medina, tierra de Burgos, tierra de Soria, tierra de Segovia, de Zamora...
No por capricho circunscribimos de este modo la definición de Castilla ni desconocemos la extensión de los castellanos en la peninsula, pues precisamente es condición de Castilla el ensancharse. Sale al mar íntegramente por Santander; tiene sus hijos y sentimientos esparcidos por muchas urbes del litoral; ..........y por el sur no se detiene hasta el estrecho, ya que histórica y étnicamente -¡no se olvide!- los andaluces son castellanos.
Todo lo dicho es Castilla o es castellano. Pero nosotros hablamos aquí intencionadamente de la otra Castilla pequeña descrita antes, para contrastar en ella lo que al principio de este artículo nos proponáamos: su relación con el letargo de la raza, su actitud durante la llamada decadencia y su postura actual cuando, sin posible aplazamiento, ventila la nación española el rotundo dilema de volver a ser o resiganrse a la ruina. En este sentido es como hablamos de <<Castilla en España>> y afirmamos lo que nos viene sirviendo de motivo: Si Castilla muere, España muere; mientras Castilla esté dormida, dormirá España."

Fijemonos en la sentencia: si España muere Quienes más aprendieron de Onésimo fueron sus enemigos. La actual partición de Castilla fué posible durante la transición por las presiones de quienes la querían rota primero y, después, muerta: Tarradellas y sus nacionalistas catalanes y Leizaola y sus aranistas. Ya sé que arias y comunero morado me dirán que tengo animadversión a esos nacionalismos, pero ca, en todo caso no más de lo que ellos le tienen a Castilla.

Onésimo y Madrid:
  "Por imperar Madrid en España hemos llegado a una nación madrileña en vez de castellana. Decir <<madrileño>> , -sin injuria, pero con el dolorde un convencimiento indeseable, pero ineludible- es decir imprevisión, alegre superficialidad, arrepentimiento mañanero y calaverada cotidiana. ¿Porqué negar que España viene pagando las calaveradas de Madrid desde que empezó la édad media?. Madrid, si no se transforma, debe perder el centro espiritual de la nación para que la nación se salve"

A mí entender, a Onésimo le falta matizar que decir Madrid, no es decir España ni Castilla, sino el gobierno de España en Madrid mayoritariamente integrado por políticos NO castellanos.


Hay más citas de Onésimo y Castilla, pero por hoy ...lo dejo aquí



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