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Autor Tema: El universo poético de León Felipe  (Leído 2641 veces)
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« : Mayo 17, 2010, 21:06:08 »




León Felipe Camino Galicia nació el 11 de Abril de 1884 en Tábara, provincia de Zamora. Casi es obligado decir que en su célebre poema “Autorretrato” declara no recordar absolutamente nada de su localidad natal:


"¡Qué lástima!
que yo no pueda cantar a la usanza
de este tiempo lo mismo que los poetas que hoy cantan!
¡Qué lástima
que yo no pueda entonar con una voz engolada
esas brillantes romanzas
a las glorias de la patria!
¡Qué lástima
que yo no tenga una patria!
Sé que la historia es la misma, la misma siempre, que pasa
desde una tierra a otra tierra, desde una raza
a otra raza,
como pasan
esas tormentas de estío desde ésta a aquella comarca.
¡Qué lástima
que yo no tenga comarca,
patria chica, tierra provinciana!
Debí nacer en la entraña
en la estepa castellana
Y fui a nacer en un pueblo del que no recuerdo nada:
Pasé los días azules de mi infancia en Salamanca,
Y mi juventud, una juventud sombría, en La Montaña.
Después ... Ya no he vuelto a echar el ancla
y ninguna de estas tierras me levanta
ni me exalta
para poder cantar siempre en la misma tonada
al mismo río que pasa
rodando las mismas aguas,
al mismo cielo, al mismo campo y en la misma casa."



Si hay una falta de recuerdos del espacio físico es porque dos años después la familia se trasladó a la localidad de Sequeros (Salamanca), si bien quedó en León Felipe un sello indeleble de la nobleza de ánimo y de la rectitud humana propia de los pueblos con recia y consolidada tradición histórica. Y si en 1920 adopta la actitud poética ya vista respecto a su patria chica, en los 60, con más serenidad, rectifica sus versos anteriores y afirma lo siguiente:


"¡Soy español!
Tal vez soy el español desconocido...
Me echaron un día de la casa.
dijeron que yo era la oveja negra de la familia,
y nadie se ha acordado ya de mí.
Pero soy español... Nací en Castilla".



Siete años más tarde la familia Camino se traslada a Santander, y el futuro poeta estudia en el Colegio de los Escolapios de Villacarriedo, terminando sus estudios de Bachillerato en el Instituto de la capital. Pero pasa algunas temporadas en los escenarios de su niñez y en capitales como Palencia o Valladolid, siendo ésta última la ciudad de origen de sus padres. Su temperamento se adapta más a las gentes de la llanura que al verdor de La Montaña. Su vida, “guijarro humilde de las carreteras”, no sirve para las grandes solemnidades, no encaja en una Lonja ni en un Palacio, es adusta y aventurera, pero sin sobresaltos. Su existencia es el canto que rueda por las carreteras de Castilla…
Después siguen unos años movidos en los que no “echa el ancla”: estudia en Madrid, y a la muerte de su progenitor abre una farmacia en Santander, con el objetivo de sacar adelante a su madre y hermanas… Pero aquel negocio sólo sirvió, por culpa de una mala gestión económica, para llevarle a la cárcel durante una temporada.
Como León Felipe sentía una gran atracción por el teatro, ingresa como cómico en la Compañía de Tallaví, donde trabaja con actrices de la talla de María Gámez. Más tarde se incorpora a una compañía trashumante con la que recorre lugares de España y Portugal con más ilusión que posibilidades reales de supervivencia económica. Lo que sí hacía era tomar el pulso a los pueblos por los que pasaba, recordemos aquellos versos suyos que dicen:


"Que no se acostumbre el pie
a pisar el mismo suelo,
ni el tablado de la farsa,
ni la losa de los templos,
para que nunca recemos
como el sacristán
los rezos,
ni como el cómico
viejo
digamos
los versos."


 
Pero llegó un día en que León Felipe se cansa de vivir a salto de mata, y decide estabilizarse. Pasaría unas temporadas en Madrid y otras haciendo sustituciones y regencias en farmacias de las dos Castillas:


"He andado perdido por el mundo pidiendo pan y luz.
¡Y el sol es pan y luz!
¡Miradle como sale del horno y asciende en el alba para
todos,
con su doble corona de harina y de cristal!...
¡Oh, Dios antiguo y generoso, proscrito por el hombre!
Tu ahí siempre, puntual en la espiga y en la aurora
y yo aquí hambriento y ciego, con mi grito mendigo perdido
tantas veces en la historia:
¡Dejadme hoy el pan para ganar mañana mi sitio junto
al sol!".


 
León Felipe, que había andado mucho “pidiendo pan y luz”, está a punto de alcanzarlos a través de la poesía, tras conquistar la paz interior necesaria para ello. Durante sus regencias en farmacias en Villaluenga de la Sagra (Toledo), algunos pueblos de Ávila y, sobre todo, en Almonacid de Zorita (Guadalajara), su espíritu se fue impregnando del ambiente y de la psicología de las gentes; y su inteligencia (según cuentan sus biógrafos) despertó con las lecturas de Jorge Manrique, Lope de Vega, Calderón, Unamuno, Machado, Shakespeare, Ibsen y el Romancero castellano.
Su primer intento como poeta fue frustrante… Pero ahora, tras el contacto con la geografía castellana, todo iba a cambiar. Ya había pasado algún tiempo desde que su amigo Silverio de la Torre congregó y presentó a Juan Ramón Jiménez los mejores poemas de León Felipe para que le diera una opinión acerca de ellos. Un día el zamorano se presentó en casa de Juan Ramón a recoger su manuscrito y a escuchar las palabras del maestro. Zenobia y Juan Ramón lo recibieron amablemente, hablaron de poesía, de proyectos de libros y de otras cosas que surgían al hilo de la conversación. En un momento dado, Juan Ramón cogió de encima de un anaquel el manuscrito de León Felipe y se lo entregó. En vano esperó León Felipe algún comentario al respecto por lo que, al cabo de unos minutos, decidió despedirse y salir de la paz, compostura y orden de la casa de Juan Ramón Jiménez al tráfago de la calle. Allí, con gran calma, pero con mucho dolor, rompió en pequeños pedazos las cuartillas y se acabó todo.
Más tarde, en un día con un estado de ánimo similar, escribiría:


"Y el llanto que se niega también vale:
el del valiente matutero
que dice: yo no llevo nada, registradme,
tengo los ojos secos.
Los hombres nunca lloran".



La primavera del año 1919 fue muy dura. León Felipe la pasó casi entera enfermo en la pensión madrileña en la que vivía. Al final, ya restablecido, se marcha como regente de farmacia a Almonacid de Zorita. No es que llevase muchos ánimos:


"Porque... ¿qué voy a cantar si no tengo ni una patria,
ni una tierra provinciana,
ni una casa
solariega y blasonada,
ni el retrato de un mi abuelo que ganara
una batalla,
!Qué voy a cantar si soy un paria
que apenas tiene una capa!".



Pero poco a poco la paz de Almonacid, la esencia de Castilla (diría yo) va entrando en León Felipe, y su poesía de derrota cambia de tono:


"Sin embargo...
en esta tierra de España
y en un pueblo de la Alcarria
hay una casa
en la que estoy de posada
y donde tengo, prestadas,
una mesa de pino y una silla de paja.
Un libro tengo también. Y todo mi ajuar se halla
en una sala
muy amplia
y muy blanca
que está en la parte más baja
y más fresca de la casa.
Tiene una luz muy clara
esta sala
tan amplia
tan blanca.
Una luz muy clara
que entra por una ventana
que da a una calle muy ancha.
Y a la luz de esta ventana
vengo todas las mañanas.
Aquí me siento sobre mi silla de paja
y venzo las horas largas
leyendo en mi libro y viendo cómo pasa
la gente a través de la ventana.
Cosas de poca importancia
parecen un libro y el cristal de una ventana
en un pueblo de la Alcarria,
y, sin embargo, le basta
para sentir todo el ritmo de la vida a mi alma."



En este ambiente, en esta casa y tras los cristales de la ventana por la que toma el pulso a La Alcarria, León Felipe se puso a escribir. Lo hacía con palabras desconocidas para él, con otros brillos, otros sonidos y recogidas en las onces sílabas y los catorce versos del soneto. Otras palabras, soberbiamente rebeldes a los ritmos que acostumbraba a oír. Ellas solas se acomodaban, desdeñado la voluntad de León Felipe. La asonancia, si es que el poema salía con ella, era muchas veces la que se imponía para, siguiéndola, romper el verso...Pero no era ella sóla quien mandaba; a veces, el énfasis mayor con que una palabra salía de su alma exigía que la mano del poeta la aislara en un verso altanero, con ella sola; a veces eran palabras serviles, instrumentales (una conjunción, una frase conjuntiva), las que se colocaban aparte, como no osando emparejarse con otras...A veces, también, la necesidad de subrayar un ritmo especial dentro de la polirritmia que venía siguiendo el poema exigía romper los versos. León Felipe había encontrado su propia voz, y en dos o tres meses construyó todos los poemas de Versos y oraciones del caminante.
Acudió entonces a la tertulia del café “Universal”, que estaba en la Puerta del Sol. Allí entregó el manuscrito a Emilio de Madariaga, el escultor, con quien tenía cierta amistad. Pretendían ambos que, a través de Salvador (hermano de Emilio), el escrito llegara al grupo de la prestigiosa revista “España” y más concretamente al crítico Enrique Díez-Canedo, como así sucedió.
En su primera etapa, “España” tuvo un marcado sello orteguiano, ya que es el gran filósofo quien la dirige, pero su espíritu y tendencia será liberal y reformista, características que le daban sus redactores: Pío Baroja, Ramón Pérez de Ayala, Gregorio Martínez Sierra, Luis de Zulueta, Eugenio D`Ors, Ramiro de Maeztu, Juan Guixé y el ya mencionado Díez Canedo. Esta publicación evolucionó hacia otras ideas, pero siempre colaboraron en ella las mejores firmas del país y la élite de la intelectualidad. Y de sus filas se nutrió, en su día, la mayor parte de la plantilla del diario “El Sol”.
Era, por tanto, muy importante para León Felipe publicar unos versos en “España”, pero a Díez-Canedo se le olvidaron las cuartillas del poeta zamorano entre muchos otros papeles de su mesa de trabajo. Cuando Madariaga le preguntó por el manuscrito, se lo leyó de un tirón y, con su fina sensibilidad de poeta y crítico, encontró en los versos de León Felipe valores innegables:


 “Mis compañeros de España recordarán como yo que, convocando a cuantos había en la casa, les hice inmediatamente partícipes del descubrimiento, y la revista se honró publicando enseguida  una selección”.


 
La decidida intervención de Díez-Canedo para dar a conocer la poesía de León Felipe no se limitó a la publicación de versos en la revista, sino que fomentó el interés hacia su quehacer poético, teniendo que hacer el zamorano una lectura pública en el Ateneo madrileño. En 1920, cuando un grupo de amigos costeó su libro Versos y oraciones de caminante, Díez-Canedo y Cirpiano Rivas Cherif escribieron sendos artículos (en “El Sol” y “La Pluma, respectivamente), dando el espaldarazo al nuevo poeta, contribuyendo de una manera decisiva a su éxito.
Evidentemente, nade fue fácil. Años después el propio León Felipe lo contará así:

 
“No entré por la puerta tradicional. En realidad, por entonces, 1918-1920, comenzaban a derrumbarse todas las puertas y abrirse grandes boquetes en las viejas paredes sagradas, por donde se colaban en escuadrilla los jóvenes poetas revolucionarios. Tampoco entré por esos boquetes. Llegué en un mal momento. Cuando la pelea era más encarnizada. Yo creo que las piedras de los dos bandos me alcanzaron a mí en la frente. Yo no venía a defender a nadie ni pertenecía a ninguna cofradía. Por entonces no tenía ningún credo. Ni político ni religioso. Pero hablaba con un dolorido acento castellano de derrota que luego he visto que era más universal que castellano. Quiero decir que la derrota era menos nacional, menos doméstica y menos individual de lo que yo sentía. Se acababa de firmar el Tratado de Versalles y alguien había ganado una victoria. Pero el hombre se sentía derrotado. Contra la deshumanización naciente yo traía una vaga humanización colectiva. Sin embargo, no tenía creo político tampoco. En realidad, yo no era más que un vagabundo sin casa y sin escuela, que andaba perdido por los cafés y las calles de Madrid.”

 
En realidad, León Felipe refleja un clima de tensión social, política, religiosa y literaria. Una lucha de rescoldos del Modernismo y de la Poesía Pura frente a una poesía desgarbada, social y comprometida. Una poesía deshumanizada frente a la poesía más humana, tal vez, de toda nuestra literatura: muchos “-ismos”, metáforas, pocos adornos, supresión de la rima, ruptura con los sistemas lógicos de pensamiento, puntuación libre… Tal vez el poeta zamorano exagere un poco las circunstancias por las que se le abrieron las puertas de la Poesía, pero precisamente por esto, sabemos que él no entró ni ordinariamente ni en las páginas de una revista anodina.
La forma de entrar y la recia personalidad de León Felipe, formada por la observación del mundo tras la ventana de una casa de Castilla, le ayudaron mucho. Guillermo de la Torre, en el epílogo a la Antología Rota de la Editorial Losada, reconoce que a pesar de su valía, “aquel era un mal momento para que la voz de León Felipe fuera escuchada sin rumores”.
Sus poemas son como salmos, como versos que leídos en el coro y “bajo la luz de mediodía” tienen un sonido transparente, aunque parecen dichos por un poeta sólo y cansado, agotado ya de tanto caminar. Son los versos de sus primeras obras: Versos y oraciones de caminante (Madrid, 1920); Versos y oraciones de caminante (Nueva York, 1929) y Drop Star, con cuatro variantes escritas en México entre 1933 y 1935.
Otras veces la canción suena como en plena noche, se vuelve obsesiva y habla de guerra y exilio. Son los versos de La Insignia (Valencia, 1937), poema con dos versiones tituladas “La Insignia” y “La Oferta”, respectivamente; al que siguen El payaso de las bofetadas y el pescador de caña (1938), El hacha y el español del éxodo y del llanto (1939) y Ganarás la luz (1943)… En éste último libro culminan, en buena medida, los versos oscuros referentes a la Guerra Civil y al exilio; con él se abre un ciclo poético en el que León Felipe baja a un abismo trágico y contempla al mundo como un lugar siniestro de aniquilación y absorción en la Nada. Aquí hay que incluir (además de numerosos poemas de Ganarás la luz), los de Llamadme publicano (1950); Cuatro poemas con epígrafe y colofón (1958) y El Ciervo, aparecido en México en 1958 y que contiene el poema “Bertuca”, dedicado a su mujer.
A partir de aquí, sus composiciones poéticas tendrán una voz cada vez más humilde, preguntándose León Felipe por el destino de la Humanidad. De esta manera, con el tranfondo del paisaje castellano, se gestó la poesía de este zamorano que va de la Luz a la Sombra...

« Última modificación: Junio 24, 2015, 22:09:54 por Maelstrom » En línea
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« Respuesta #1 : Mayo 18, 2010, 02:36:25 »


Comunero Maelstrom, te has convertido en el auténtico pilar cultural de Foros Castilla. Gracias por tu aportación... 27 27 27
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