... mientras se irisa y brilla el leve tiemblo con que discurre y marcha el río,
- cual si ascua ingente de luz y oro -
a
r
d
e
y
c
a
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la
t
a
r
d
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sobre los mástiles dorados de los cactus, del aura de los árboles y del frescor de la hierba;
... pero aquí, y en este instante, no, no hay temores ni odios, ni tampoco incendios, ni prisas,
pues que el dios del mundo ha incendiado el tiempo y el aire, la paz y el silencio,
- y azul y altísimo, allá, muy arriba, alto, muy alto -
fulge y esplende la infinitud total y sideral del cielo;
... tras esta mirada – con un himno de alas – rompe y surge de repente la brisa,
la cual, en su olímpico vuelo,
va arrojando canelas, mieles, éteres y ámbares, no, no sólo al swing transmutador de la ira,
sino, y también, a estos nimios y fragilísimos versos de aprendices eternos o novicios humanos.
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Antonio Justel
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