Von Knobloch apenas conocía a José Antonio, pero se daba cuenta de que el creador de la Falange era el único que podía enfrentarse con los elementos clerical-monárquico-militares de la España nacional con alguna posibilidad de éxito. En consecuencia, pidió a la Wilhemstrasse que le autorizase a ejercer una presión diplomática sobre el gobernador civil de Alicante. Sin embargo, la oficina de Asuntos Exteriores no deseaba verse envuelta en el destino personal de José Antonio; incluso el propio NSDAP se negó a apoyar a la Falange en este asunto.
La petición de Von Knobloch fue rechazada por completo.
Ante el fracaso de esta maniobra, los jefes falangistas concibieron un plan más directo para tratar de conseguir la liberación de José Antonio: propusieron que un comando diese un golpe de mano en Alicante. Todos los principales dirigentes de la Falange apoyaron este plan, a pesar de que la vuelta de José Antonio produciría bastante alarma entre muchos oportunistas, ya que entre algunos mandos de la Falange se tenía mucho miedo a José Antonio, porque sabían que desaprobaría su conducta y quedarían fulminantemente destituídos.
Pero nadie se opuso al intento de rescatar al jefe. Hasta el propio Franco dio su apoyo al mismo, aunque con cierta cautela:
"Para Franco la cuestión era muy delicada, dada la poca confianza política que la Falange tenía en él. Si se hace cargo de la operación y fracasa, cae la responsabilidad a sus espalas. Si no hace nada, se le culpa de omisión...Dejó la iniciativa a la Falange y ayudó en la medida que pudo." 3 Se estableció un campo de entrenamiento en las afueras de Sevilla, pero también este plan se desbarató, ante las dificultades técnicas y debido a la incapacidad de los mandos falangistas. Por tanto, fue preciso recurrir a una nueva intriga política.
A primeros de octubre, el falangista
Manuel Hedilla pidió a Franco los fondos necesarios para organizar un viaje del escritor Eugenio Montes a Francia. Una vez obtenido el dinero, Montes trató de ponerse en contacto con importantes personalidades españolas y francesas, para que interviniesen en favor de José Antonio. Estas gestiones duraron seis semanas y en ellas estuvieron implicadas personas tan dispares como José Ortega y Gasset, el ministro francés Yvon Delbos y la esposa del embajador de Rumanía en España. La principal figura del bando izquierdista con la que se estableció contacto fue
Indalecio Prieto. Pero una vez más, no se consiguió ningún resultado. Parecía como si la suerte de José Antonio estuviese echada.
La última persona que visitó al encarcelado fundador de la Falange fue Jay Allen, un periodista estadounidense que se entrevistó con él a finales de octubre. Era evidente que José Antonio estaba muy mal informado acerca de los acontecimientos. Le pidió noticias a Allen, diciéndole que no podía saber con certeza lo que pasaba en el resto de España; el periodista eludió la cuestión preguntándole que diría si supiese que las fuerzas de Franco no representaban otra cosa que la vieja España conservadora, aferrada a sus privilegios. José Antonio le replicó que no creía que fuese cierto, pero que si lo fuese, sería algo distinto de aquello por lo que la Falange había luchado siempre. Allen le contó las sangrientas fechorías cometidas por bandas de falangistas durante los últimos meses. José Antonio dijo que creía y quería creer que aquello no era verdad, pero afirmó que sus jóvenes camaradas se encontraban sin jefe y habían sido víctimas de las mayores provocaciones.
Al recordarle Jay Allen que él había introducido la expresión de
"la dialéctica de las pistolas" en su discurso, José Antonio le dijo que las izquierdas habían sido las primeras en emplear la violencia. Manifestó que si el movimiento dirigido por Franco era verdaderamente reaccionario, él le retiraría el apoyo de la Falange y dentro de poco acabaría en la cárcel otra vez. José Antonio parecía confiar en que pronto iba a ser puesto en libertad. Pero a Allen le dio la impresión de que su actitud respondía a una perfecta comedia.
4Comedia con final trágico, porque el drama personal de José Antonio se deslizaba rápidamente hacia su desenlace. A medida que la guerra civil se iba endureciendo y las posiciones ideológicas se hacían más irreductibles, aumentaron las presiones para que se juzgase al creador de la Falange.
Los más extremistas exigían que se le fusilase, mientras que varios periódicos republicanos iniciaron una campaña para que se le sometiera rápidamente a un proceso. Al fin, las autoridades locales se decidieron a tomar la iniciativa de hacer comparecer a José Antonio ante un tribunal. El gobernador civil de Alicante,
Jesús Monzón, era un comunista deseoso de librarse del fundador de la Falange. Indalecio Prieto escribió a este respecto:
Al enterarse de que agentes míos se acercaron a Don Miguel Primo de Rivera para buscar testimonios de José Antonio desfavorables a la subversión militar [ Monzón]
ordenó una investigación policíaca sobre dichas gestiones para ver si le era posible - según públicamente confesó- tener un arma política contra mí. 5 José Antonio fue acusado de haber colaborado en los preparativos de la rebelión contra la República. Con él fueron juzgados su hermano y su cuñada. La vista del juicio se celebró el 13 de noviembre de 1936 ante un Tribunal Popular de los recientemente establecidos por la República. Presidía el Tribunal
Federico Enjuta Errán, un magistrado de carrera 6. En su defensa, José Antonio leyó varios editoriales de
Arriba escritos por él, en los que atacaba violentamente a las derechas y procuraba diferenciar a la Falange de aquellas. Recalcó que el hecho de que los elementos militares de Alicante y sus alrededores no habían efectuado el menor intento de liberarle, y que los periódicos de la zona sublevada habían publicado listas con los nombres del futuro Gobierno "nacionalista" sin que en ellas figurase el suyo. José Antonio se declaró inocente:
"Por el hecho, sencillísimo, de estar allí en la cárcel, hecho que ha sido buscado directamente por las fuerzas de derechas que están en la calle. Han querido aprovechar el brío y la energía combatiente de los muchachos de Falange Española, impidiendo mi control sobre ellos." Se refirió asimismo a las cartas y ofertas de mediación que dirigió a Echevarría y a Martínez Barrio.
Nada de ello impresionó al Tribunal, ya que el veredicto estaba echado de antemano. El último relato de la última sesión del juicio fue escrito por un periodista local:
"Ajeno el hervidero de tanta gente heterogénea amontonada en la sala, José A. Primo de Rivera lee, durante un paréntesis de descanso del Tribunal, la copia de las conclusiones definitivas del fiscal. No parpadea. Lee como si se tratara en aquellos pliegos de una cosa banal que no le afectara. Ni el más ligero rictus; ni una mueca; ni el menor gesto alteran su rostro sereno. Lee, lee con avidez, con atención concentrada sin que el zumbido incesante del local le distraiga un instante.
...
Primo de Rivera oye la cantinela como quien oye llover: no parece que todo aquello tan espeluznante, rece con él. Mientras lee el fiscal, el lee, escribe, ordena papeles...Todo sin la menor afectación, sin nerviosismo.
Margarita Larios está pendiente de la lectura y de los ojos de su esposo, Miguel, que atiende, perplejo, a la lectura que debe parecerle eterna.
José Antonio sólo levanta la cabeza de sus papeles, cuando, retirada la acusación contra los oficiales de Prisiones, los ve partir libremente entre el clamor aclamatorio del público.
Pero sólo dura un leve momento esa actitud con la que no expresa sorpresa, sino, quizás, vaga esperanza.
Inmediatamente comienza a leer reposada, tranquilamente sus propias conclusiones definitivas que el público escucha con intensa atención.
...
Margot se lleva su breve pañolito a los ojos, que se llenan de lágrimas.
Miguel escucha, pero no mira al fiscal: sus ojos están pendientes del rostro de su hermano, en el que escruta ávidamente un gesto alentador o un rasgo de derrumbamiento. Pero José Antonio sigue siendo una esfinge que sólo se anima cuando le toca el turno de hablar en su defensa y en la de los otros dos procesados.
Su informe es rectilíneo y claro. Gesto, voz y palabra se funden en una obra maestra de oratoria forense que el público escucha con recogimiento, atención y evidentes muestras de interés.
...
Al fin, la sentencia.
Una sentencia ecléctica en la que el Hurado ha clasificado la responsabilidad según la jerarquía de los procesados.
Y aquí quebró la serenidad de José Antonio Primo de Rivera ante la vista de su hermano Miguel y de su cuñada.
Sus nervios se rompieron.
La escena surgida la supondrá el que leyere.
Su emoción, su patetismo, alcanzaron a todos."7 José Antonio fue sentenciado a morir ante el pelotón de ejecución. Se pidió la misma sentencia para su hermano y su cuñada, pero José Antonio apeló en su favor. Y así, Miguel Primo de Rivera fue condenado a treinta años de cárcel y Margarita, su esposa, a tres años. La causa, aunque basada en pruebas bastante circunstanciales, habían quedado clara: en tales casos, el castigo habitual para la conspiración contra el Estado es la pena de muerte.
Se recurrió en apelación a la autoridad suprema del Gobierno y el propio Consejo de Ministros se reunió para estudiar el recurso. Entre los miembros del Gobierno no había unanimidad y algunos se oponían a la ejecución del líder falangista. Pero, como ocurría a menudo, las autoridades perdieron demasiado tiempo en sus deliberaciones. Según Largo Caballero, presidente del Gobierno, todavía no se había llegado a una decisión final cuando se recibió la noticia de que el gobernador de Alicante ya había hecho cumplir la sentencia. Pero no se tomó ninguna medida contra las autoridades alicantinas; en realidad todavía se ejecutaban muchas sentencias sin consultar con el Gobierno. La princesa Bibesco, esposa del embajador rumano en Madrid, telefoneó a Azaña para pedirle que salvara a José Antonio. El presidente de la República contestó sombríamente que nada podía hacer, porque él también era un prisionero.
El 18 de noviembre, José Antonio redactó su testamento. En él consignaba con tristeza las muestras de comprensión y de simpatía que habían manifestado hacia él algunos miembros del Tribunal Popular cuando expuso la ideología de la Falange; lamentaba una vez más el vacío político en el cual su partido se había visto obligado a ir a la lucha. Y llegaba a preguntarse hasta qué punto su insistencia en recurrir a ciertas formas fascistas había contribuído a provocar la trágica situación en la que España se encontraba. Indalecio Prieto, que después del fusilamiento de José Antonio recogió sus papeles privados, se sintió impresionado por ellos. Más tarde, escribiría:
"Data de muchísimo tiempo la afirmación filosófica de que en todas las ideas hay algo de verdad. Me viene esto a la memoria a cuenta de los documentos de José Antonio Primo de Rivera dejó en la cárcel de Alicante. Acaso en España no hemos confrontado con serenidad las respectivas ideologías para descubrir las coincidencias, que quizás fueran fundamentales, y medir las divergencias, probablemente secundarias, a fin de apreciar si éstas valían la pena de ventilarlas en el campo de batalla". 8Al día siguiente, redactó José Antonio una docena de breves notas dirigidas a sus más íntimos amigos y colaboradores. También se despidió de los meimbros de su familia que se encontraban en Alicante (su hermano fue canjeado más tarde, junto a su mujer, y trasladado a Mallorca en un buque de guerra británico).
El 20 de noviembre, al amanecer, José Antonio fue fusilado en el patio de la cárcel, junto a dos carlistas y dos falangistas. Su última voluntad fue que, después de su ejecución, limpiaran bien el suelo del patio,
"para que mi hermano Miguel no se vea obligado a pisar mi sangre" . Sus últimas palabras fueron de consuelo para los hombres que iban a morir con él. No hubo en su actitud la menor jactancia romántica; sólo una lacónica dignidad. Sus restos mortales, registrados con el nº 22405, fosa 5, fila 9, cuartel 12 en el cementerio alicantino, serían trasladados años más tarde al Escorial a hombros de falangistas, en una larga marcha de 10 jornadas adornada con parafernalia franquista. En 1959, Primo de Rivera será sepultado en la basílica del Valle de los Caídos.
Como es bien sabido, José Antonio contaba era visto con simpatía y admiración entre notorios personajes de las filas republicanas, como Félix Gordón de Ordás, Buenaventura Durruti, Victoria Kent y el ya mencionado Indalecio Prieto. Pero tal vez el testimonio en defensa de José Antonio más conocido fuera el que escribió Diego Abad de Santillán, de la FAI, en su obra
"Por qué perdimos la guerra":
"A pesar de la diferencia que nos separaba, veíamos algo de ese parentesco espiritual con José Antonio Primo de Rivera, hombre combativo, patriota en busca de soluciones para el porvenir del país. Hizo antes de julio de 1936 diversas tentativas para entrevistarse con nosotros. Mientras toda la Policía de la República no había descubierto cual era nuestra función en la FAI, lo supo José Antonio Primo de Rivera, jefe de otra organización clandestina, la Falange Española. No hemod querido entonces, por razones de táctica consagrada entre nosotros, ninguna clase de relaciones. Ni siquiera tuvimos la cortesía de acusar recibo a la documentación que nos hizo llegar para que conociésemos una parte de su pensamiento, asegurándonos que podía constituir una base para una acción conjunta en favor de España. Estallada la guerra, cayó prisionero y fue condenado a muerte y ejecutado. Anarquistas argentinos nos pidieron que intercediésemos para que ese hombre no fuese fusilado. No estaba en manos nuestras impedirlo, a causa de las relaciones tirantes que manteníamos con el Gobierno central, pero hemos pensado entonces y seguimos pensando que fue un error de parte de la República el fusilamiento de José Antonio Primo de Rivera; españoles de esa talla, patriotas como él no son peligrosos, ni siquiera en las filas enemigas. Pertenecen a los que reivindican España y sostienen lo Español aun desde campos opuestos, elegidos equivocadamente como los más adecuados a sus aspiraciones generosas. ¡ Cuánto hubiera cambiado el destino de España si un acuerdo entre nosotros hubiese sido tácticamente posible, según los deseos de Primo de Rivera!"
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1 Éste y otros textos de José Antonio fueron publicados en un folleto del PSOE titulado
"El Testamento de Primo de Rivera", con comentarios de Indalecio Prieto.
2 Texto taquigráfico del juicio, pág. 87.
3 Stanley G. Payne, "Historia del Fascismo Español", págs. 148-149.
4 News Chronicle de Londres, 24 de octubre de 1936.
5 "Cómo y por qué salí del Ministerio de Defensa Nacional" , 1940
6 Años más tarde, siendo profesor en Puerto Rico, sus alumnos le arrojaron por la ventana de un aula, matándole. Este asesinato nunca quedó totalmente aclarado.
7 Ximénez de Sandoval,
"José Antonio", págs. 800-802
8 Prólogo a su obra
"Palabras de ayer y de hoy".