EL DÍA DE CASTILLA, CULO DE ESPAÑA. (Abril 2009). Artículo de opinión de Pedro de Hoyos en SIGLO XXI Diario digital.
Hoy es 23 de abril, fecha que recuerda la derrota de los Comuneros de Castilla en una de las más definitorias páginas de la Historia de España. Es la fiesta de Castilla y León y de Aragón. Sin embargo en los telediarios esto no ocupará más que unos breves segundos en el cierre del noticiario. Previamente, ocupando largos minutos en el centro de los informativos, nos ilustrarán con amenas imágenes de la celebración del día de la bella costumbre catalana de regalar un libro y una rosa en el día de San Jordi, amable costumbre que deberíamos imitar en el resto de España.
La anécdota es significativa de lo poco que Castilla pinta en esta España de las autonomías. Si Castilla junto a Aragón fue la clave de la unión de diversos reinos en uno solo, el pago que recibe es el olvido absoluto. Castilla vivió más siglos independiente que los que lleva unida a España, pero esa unión ha servido, (sin hablar de atraso, despoblación y envejecimiento) para que Castilla fuera troceada en cinco autonomías de la señorita Pepis, autonomías de segunda, inservibles, ineficaces y poco competitivas.
El Castellano nació en lo que hoy es La Rioja y por algo se llamó Castellano y no Riojano, Santander siempre fue el puerto de Castilla. Sin embargo ambas forman ahora autonomías uniprovinciales diferenciadas. Cabeza de ratón, vaya. Por otra parte, si Madrid no es Castilla, ¿entonces qué diablos es...? Y respecto a la invención política de Castilla-La Mancha... ¿Por qué no se sacaron de la manga también una Castilla -La Tierra de Campos o Castilla-La Alcarria?
Pero eso podemos igualmente trasladarlo a la actualidad: Andan todos los medios informativos poniéndonos al cabo de la calle de las circunstancias políticas de Euskadi, de Galicia, de Cataluña... pero casi nadie fuera de Castilla y León conoce ni de lejos el nombre de nuestro presidente autonómico (incluso pocos castellanos y leoneses lo conocen), es muestra del poco peso político y de la nula influencia que los castellanos, germen de España, tenemos en ella. Somos unas autonomías "cuchara": ni pinchamos ni cortamos.
Y si hablamos de actualidad hemos de hablar de la financiación autonómica e imprescindiblemente debemos aludir al chollo constitucional que tienen el País Vasco y Navarra, prueba irrefutable de que no todos los españoles somos iguales ante la Ley, así como a la financiación catalana, una vez conseguida la relación bilateral con el Estado. ¿Por qué unos españoles tienen privilegios que otros no tenemos? ¿En nombre de qué democracia se otorgan beneficios a unos que no a otros ciudadanos? ¿En esa "megasuperfinanciación" que Cataluña va a conseguir se descontará lo que los políticos catalanes gastan en embajadas en el extranjero? Que se sepa Cataluña no tiene competencias para ello pero bien que se gasta sus millones. O en potenciar la lengua de los indios jíbaros, de lo que sin duda el ciudadano medio catalán sacará enorme provecho en su vida cotidiana. O en las siempre deficitarias televisiones autonómicas catalanas (E incluyo también la de Castilla-La Mancha; Castilla y León no tiene televisión autonómica pública sino privada).
Sí, sé que estoy siendo superficial al abordar los temas sin profundizar en ellos por falta de espacio. Y por supuesto no se me olvida la enorme responsabilidad que tienen nuestras propias autoridades y los mismos castellanos en esta situación. Desde Franco, con quien empezó la emigración y el despoblamiento, pasando con los responsables "regionales" del PSOE que lejos de imitar a sus hermanos catalanes, vascos o gallegos aceptan cabizbajos y sumisos todo lo que diga "Ferraz", hasta los repetidos gobernantes del PP, que una y otra vez se turnan en el gobierno autonómico sin conseguir jamás el objetivo de subir a Castilla a la primera división en la toma de decisiones nacionales.
Los castellanos somos el culo de esta España hecha, cuando la famosa Transición, a la medida de unos cuantos, quizá si tuviésemos un partido político propio con el que presionar al Gobierno de todos, con unos parlamentarios cuyos votos fuesen decisivos, otro gallo nos cantaría, quizá se nos tendría en cuenta a la hora de tomar decisiones.