Hace algún tiempo juré sobre la Biblia (Bueno en realidad no era la Biblia sino una casette con los mejores momentos de "Las mañanas de la COPE", que para para los efectos prácticos es casi lo mismo) no volver a alimentar a un troll. Desgracidamente rompí ese sacrosanto juramento con el camarada Gran Jefe Polla Kilómetrica y Dios (o Jiménez Losantos, que para los efectos prácticos es casi lo mismo) me ha castigado. Y además lo ha hecho de una manera severa, injusta casi me atravería a decir, si no temiera despertar su ira (la de Dios o la de Rouco Varela que para los efectos prácticos es casi lo mismo): no puedo parar de contestar sus memeces, perdon sus mensajes. Y aunque la tentación es fuerte, casi sobrehumana, esta vez la voy a superar, si, tengo el convencimiento de que lo voy a conseguir.
Por eso compañeros, amigos, permitidme desde la humildad que os dé un consejo, que es él de un pecador, él de alguien que se ha visto arrastrado al torbellino de la ignominia, pero que ha visto la luz: PLEASE DON'T FEED THE TROLL.
Amén.