José de Espronceda, extremeño, escribía estas estrofas como final de su poema al Dos de Mayo.
Tumba vosotros sois de vuestra gloria,
de la antigua hidalguía,
del castellano honor que en la memoria
sólo nos queda hoy día.
Verted juntando las dolientes manos
lágrimas ¡ay! que escalden la mejilla;
mares de eterno llanto, castellanos,
no bastan a borrar nuestra mancilla.
Llorad como mujeres, vuestra lengua
no osa lanzar el grito de venganza;
apáticos vivís en tanta mengua
y os cansa el brazo el peso de la lanza.
¡Oh! en el dolor inmenso que me inspira,
el pueblo entorno avergonzado calle;
y estallando las cuerdas de mi lira,
roto también, mi corazón estalle.