Asistimos en estos días al 489 aniversario de las Comunidades de Castilla. Entonces, miles de castellanos y castellanas se levantaron para defender la dignidad de su pueblo, pisoteada por el absolutismo imperialista de Carlos V. Se levantaron para defender los fueros y libertades de esta tierra, para defender a Castilla de la amenaza que se cernía sobre su industria textil, sobre las condiciones de vida del campesinado y sobre la autonomía de las Cortes castellanas frente a la Corona. Lucharon juntos campesinos, clérigos, artesanos de todos los oficios, miembros de la pequeña burguesía urbana e incluso elementos de la baja nobleza defensores de los intereses nacionales, a lo largo y ancho de las mesetas y montañas castellanas. Lucharon contra el entonces ejército más poderoso de la Tierra, compuesto por mercenarios de toda laya y apoyado por la alta nobleza y otros elementos traidores locales. Lucharon y perdieron contra las tropas imperiales de Carlos V y su camarilla flamenca, cuyo proyecto uniformizador y sometedor de los pueblos de Europa, pronto comenzó a tambalearse, desangrado por las innumerables guerras de conquista en las que se embarcó.
A pesar de la derrota, la llama comunera siguió encendida y otros recogieron el testigo. Por eso reivindicamos a Padilla, a Bravo, a Maldonado, a María Pacheco, Juan de Zapata, Antonio de Acuña y a tantos comuneros anónimos que lucharon con ellos. Porque sus ideales siguieron y siguen vivos. Siguieron vivos con el Empecinado, defensor de Castilla contra otro imperialismo, esta vez el napoleónico, del que salió vencedor. Posteriormente defendió las libertades constitucionales frente al absolutismo borbónico de Fernando VII, lo que le costó la vida. Pero otros recogieron el testigo y en el primer tercio del siglo XX floreció en Castilla un movimiento regionalista y regeneracionista defensor de nuestra economía y reivindicador de nuestra cultura, y cuya obra fue continuada por el nacionalismo castellano contemporáneo.
Hoy, los comuneros del siglo XXI tenemos que luchar contra un imperialismo de dos caras: una que invade países, a la vieja usanza, y otra que actúa muy sibilinamente, en forma de una mala entendida globalización, que anula las culturas locales, y en forma de deslocalización, que destruye nuestro tejido empresarial.
Los comuneros de hoy tenemos que apostar por la cultura de la paz y por el entendimiento entre pueblos y reforzando nuestras señas de identidad. Desde la Asociación Cultural Mesta nos comprometemos a impulsar la unidad y el autogobierno de la nación castellana, basándonos en nuestra trayectoria histórica. Asimismo, queremos contribuir a ser un instrumento útil para nuestro resurgimiento económico, luchando contra la deslocalización de las empresas instaladas en Castilla, contra la emigración juvenil por falta de trabajo, por la defensa y protección de nuestro medio ambiente, evitando el expolio de nuestros ríos y la nuclearización de nuestro país; por la recuperación de nuestra cultura tradicional, hoy tan amenazada y minusvalorada, por el fomento de nuestro sentimiento identitario como pueblo.
Este año, hacemos un llamamiento especial al pueblo castellano para que luche contra la instalación de un cementerio nuclear en las localidades de Congosto de Valdivia, Melgar de Arriba, Villar de Cañas, Santervás de Campos y Yebra. Para que el pueblo castellano luche por la paralización del los injustos e insolidarios trasvases, como el Tajo-Segura, que contribuyen al expolio de agua castellana y a la depredación de la fauna y flora de nuestros ríos.
Por todo esto y por mucho más, desde Mesta queremos homenajear a los comuneros, no por nostalgia, sino porque ellos nos marcaron el camino a seguir y porque sus ideales están más de actualidad que nunca y serán las bases de una sociedad más justa y próspera en el futuro.
¡¡VIVA CASTILLA LIBRE Y COMUNERA!!