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Autor Tema: Breve historia de la literatura palentina  (Leído 9210 veces)
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« : Octubre 09, 2010, 21:51:18 »




Vamos a recordar las aportaciones de Palencia al campo de la Literatura. Una aportaciones de las que se siente orgullosa esta provincia, puesto que cuenta con una galería de figuras preclaras que han trascendido sus propios límites geográficos para formar parte del más valioso patrimonio de las Letras hispánicas.
Como indispensable referencia bibliográfica palentina, hemos de referirnos a las publicaciones de la Institución Tello Téllez de Meneses, en las que se pueden encontrar diversos estudios sobre figuras y aspectos relevantes de la historia literaria provincial (Jorge Manrique, Sebastián Miñano, Francisco Vighi, etc) y a la colección de "Apuntes Palentinos" que editó Caja Palencia. Nos hemos referido a la bibliografía palentina, no a los innumerables estudios nacionales o internacionales sobre personalidades como Jorge Manrique, Santillana o Sem Tob... Que harían interminable la cita.


Siglo XIV


En los turbulentos años del reinado de Pedro I (ese soberano a quienes los historiadores han llamado "Cruel" y luego "Justiciero", y que tan ligado está a la historia palentina por su relación con María de Padilla y ciertas fundaciones en la villa de Astudillo), un rabino de Carrión llamado Sem Tob (Sem Tob ben Ishaq ibn Ardutiel) escribía una obra titulada Proverbios Morales, cuyo destinatario era el rey.
La población judía tuvo importantes aljamas en las villas palentinas: Frómista, Amusco, Carrión de los Condes... Sem Tob nació (o residió) en esta última localidad.



Su singularidad no consiste sólo en aclimatar a la lengua castellana uno de los rasgos más característicos de la literatura hebrea (la poesía gnómica o sentenciosa, influída por las máximas bíblicas o talmúdicas) sino en mostrarnos a través de su obra un cierto espíritu dubitativo, que le acerca (a pesar de la distancia en el tiempo) a la sensibilidad del hombre contemporáneo, cada vez más relativista y alejada de actitudes dogmáticas:

Por end non puedo cosa
loar nin denostarla
nin dezirle fermosa
sol´ nin fea llamarla.

Segunt qu´es el lugar
e la cosa qual es,
si s´faz´prissa vagar
e faz la llaman envés.


(Versión actualizada de Agustín García Calvo: "Por tanto no puedo alabar ni reprobar cosa ninguna, ni decirle sólo y sin más hermosa, ni llamarla fea./Según es el lugar y según cómo es la cosa, así el aprisa se hace despacio y al derecho lo llaman envés").
Su decidida vocación por el saber y su apasionado elogio de los libros ponen una nota pre-renacentista en la austeridad del páramo castellano:

En mundo tan cabdal
non ha comm´el saber

nin mejor compañón
comm´el libro nin tal


("Nada hay tan importante como el saber./Ningún compañero mejor que el libro").
Sem Tob escribe sus proverbios en cuartetas heptasilábicas, resultado de la división en dos hemistiquios del alejandrino utilizado por los autores del Mester de Clerecía en los siglos XIII y XIV; por Gonzalo de Berceo, el Arcipreste de Hita o el Canciller Ayala). Existen cuatro manuscritos de los Proverbios Morales: tres en España (Biblioteca Nacional, Biblioteca escurialense y Colección Privada) y uno, aljamiado, en Cambridge.
La obra de Sem Tob (el "rabí don Santos de Carrión") mereció las alabanzas del Marqués de Santillana en la siguiente centuria y luego cayó en el olvido...Hasta que en el siglo XIX, cuando los hispanistas extranjeros buceaban en nuestra Edad Media enfrebrecidos por el Romanticismo, los textos del rabino carrionés aparecen en la Historia de la Literatura Española de George Ticknor (1849). Hablar de la poesía castellana del siglo XIV es hablar de tres grandes figuras: Hita, Ayala y Sem Tob. La frase no es mía. Américo Castro le llamó "gran pórtico de la lírica castellana".


Siglo XV


Estamos en los tiempos del Renacimiento, y las viejas actitudes medievales dejan lugar a valores nuevos. La ruda figura del caballero medieval (cuya representación más emblemática podría ser Rodrigo Díaz de Vivar, orgulloso de su fuerza física y ajeno a la tradición cultural, que parecía considerar como "cosa de clérigos") dejaba paso a otras maneras de ser. El caballero se iba acercando al ideal que más tarde propondría el humanista Castiglione en El Cortesano: el de un hombre culto, refinado, buen conversador y diestro en las armas.
Iñigo López de Mendoza, señor de Hita y de Buitrago, conde del Real de Manzanares y Marqués de Santillana, era una figura próxima a este nuevo ideal. Existen dos retratos de López de Mendoza. Uno, el pintado por Jorge Inglés para la capilla del Hospital de Buitrago, en el que aparece un hombre de rasgos finos, elegante actitud y ropajes aterciopelados. El otro es la descripción literaria de Hernando del Pulgar (cronista de los Reyes Católicos) en su obra Claros varones de Castilla:

Fue onme de mediana estatura, bien proporcionado en la compostura de sus miembros e fermoso en las facciones de su rostro (...)
Fablava muy bien e nunca le oían dezir palabra que no fuese de notar, quier para doctrina, quier para plazer (...)
Tovo en su vida dos notables exercicios, uno en la disciplina militar, otro en el estudio de la ciencia; e nin las armas le ocupaban el estudio, no el estudio le impedía el tiempo para platicar con los caballeros e escuderos de su casa en la forma de las armas necesarias para defender, e quales avían de ser para ofender, e cómo se devía ferir al enemigo e en qué manera avían de ser ordenadas las batallas (...)
Tenía grand copia de libros, dábase al estudio (...)
Tenía siempre en su casa doctores e maestros con quien platicava."

La biblioteca que fue formado el Marqués de Santillana resulta sorpredente para su época. Desconocedor de las lenguas clásicas, buscó doctores traductores que le acercaran a Homero y Virgilio. Comisionó a hombres de su confianza para que le adquirieran obras italianas, no sólo de Dante y Petrarca, sino de contemporáneos itálicos empapados de renacentismo. Transformó su casa en auténtica academia de debates literarios y filosóficos, rodeándose de inquietos intelectuales que se carteaban con humanistas extranjeros; todo esto hacía el Marqués sin dejar de tomar parte en guerras para defender y ampliar su ya extenso patrimonio. Fue toda una celebridad en la Corte literaria de Juan II.



Dividido ideológicamente entre su fidelidad al rey castellano y sus simpatías hacia la Corte aragonesa, de cuyo monarca había sido copero en su juventud, muestra el Marqués de Santillana un eclecticismo intelectual entre la tradición popular castellana, la influencia catalano-provenzal, el influjo italianizante y la reflexión filosófica de raíz clásica.
Se equivocaba López de Mendoza cuando escribía aquella carta al Condestable de Portugal como introducción al envío de sus obras. Le había conocido en la batalla de Olmedo (1445), y le mandaba sus obras con una larga misiva que bien puede considerarse como el primer texto castellano de crítica literaria, hecho por un gentilhombre sensible y culto, con indudables aciertos en muchos de los comentarios sobre la literatura de su tiempo. Pero erraba al infravalorar como "obras menores" sus preciosas y delicadas serranillas y valorar más sus poemas didáctico-morales (como el Doctrinal de Privados, el Diálogo de Bías contra Fortuna) o su poesía alegórica (La Comedieta de Ponza, El Infierno de los enamorados).
Las serranillas son canciones populares que narran el encuentro del caballero con una pastora-serrana. Canciones que se engarzan, en la tradición literaria castellana, con las agrestes y bravías "serranas" del Arcipreste; pero transformadas por el Marqués en gracia y finura, influido sin duda por el recuerdo de las pastorelas francesas que conoció en su juventud. Las serranillas son (justamente) las composiciones poéticas más memorables de este ilustre palentino, y las que más le acercan al lector actual. Algunas forman ya parte de la memoria literaria colectiva, como la de la vaquera de la Finojosa. Leamos ahora la Serranilla IX, en la que se relata un encuentro erótico (lleno de gracia y frescura) con la serrana de Bores. Una "guerra de amor", como diría Góngora, sólo que en esta ocasión los "campos de pluma" se han tornado en campos de brama y flores ("cabe Espinama"):

Moçuela de Bores
allá do la Lama
púsom'en amores.

Cuydé que olvidado
Amor me tenía,
como quien s'avía
grand tiempo dexado
de tales dolores,
que más que la llama
queman amadores.

Mas ví la fermosa
de buen continente,
la cara plaçiente,
fresca como rosa,
de tales colores
qual nunca vi dama
nin otra, señores.

Por lo qual: "Señora
(le dixe), en verdat
la vuestra beldat
saldrá desd'agora
dentre estos alcores,
pues meresçe fama
de grandes loores."

Dixo: "Cavallero,
tiratvos á fuera:
dexat la vaquera
passar al otero;
ca dos labradores
me piden de Frama,
entrambos pastores."

"Señora, pastor
seré si queredes:
mandarme podedes,
como á servidor:
mayores dulçores
será á mí la brama
que oyr ruyseñores."

Asy concluymos
el nuestro proçesso
sin facer exçesso,
é nos avenimos.

É fueron las flores
de cabe Espinama
los encobridores.


Gómez Manrique (1412-¿1491?) nació en la villa de Amusco. Era sobrino del Marqués de Santillana y hermano de don Rodrigo Manrique (Maestre de Santiago); miembro, por tanto, del ilustre linaje de los Manrique, orgullosos de sus antepasados godos, uno de los motivos de nobleza que recordaría más tarde su sobrino Jorge Manrique en sus Coplas: "pues la sangre de los godos/ y el linaje y la nobleza/tan crescida." Los Manrique constituían un poderoso clan familiar castellano, más ricos en blasones que en doblones, forzados como estaban a desangrar sus arcas en interminables guerras mantenidas, de continuo, para conservar sus posesiones o para enfrentarse al rey Juan II y al odiado valido Álvaro de Luna y (más tarde) a Enrique IV. Servirán después, con gran fidelidad, a la causa de la reina Isabel.



Gómez Manrique es (como su tío, el Marqués de Santillana) un caballero pre-renacentista, que alterna el oficio de las armas con la pluma, la lectura y las reflexiones filosóficas. De carácter conciliador y de conducta intachable, demostró su grandeza humana en el ejercicio del difícil cargo de Corregidor de Toledo, una ciudad conflictiva por la coexistencia de cristianos, judíos y mudéjares; con el antisemitismo propagándose en la sociedad de entonces. El famoso bando de Gómez Manrique intentando apaciguar los exaltados ánimos resulta hoy concorde con la más exigente interpretación de los Derechos Humanos, en el punto de la igualdad de los hombres:

E habéis de creer que Dios fizo homes, e no fizo linajes en que escogiesen. A todos fizo nobles en su nacimiento; la vileza de sangre e la oscuridad del linaje con sus manos la toma aquel que, dexando el camino de la eterna virtud, se inclina a los vicios del camino errado.

Está sepultado en el convento de Nuestra Señora de la Consolación, en el municipio cerrateño de Calabazanos. Este cenobio fue fundado por su madre, doña Leonor de Castilla, y en él yacen también su propia esposa y su hermana María, abadesa. A este convento está ligada una parte de la obra de Gómez Manrique, la dramática, cuyo especial interés radica, más que en el valor de la obra en sí, en la rareza y escasez de textos dramáticos en lengua castellana durante el Medievo; hecho que confiere una importancia añadida a las dos obritas dramáticas que nuestro autor dedicara a su hermana abadesa y que estaban destinadas a ser representadas por la comunidad religiosa: Lamentaciones hechas para Semana Santa y Representación del Nacimiento de Nuestro Señor.
Desde el anónimo Auto de los Reyes Magos (siglos XII-XIII), hasta la obra de Juan del Enzina (1468-1529) hay una total ausencia de textos dramáticos, a excepción de las dos obritas de Gómez Manrique, que celebran los dos ciclos religiosos tradicionales (Navidad y Semana Santa). Todavía se conserva en el convento una cuna vestida y bordada por las propias manos de la reina Isabel para la Representación del Nacimiento. Y todavía las clarisas de Calabazanos siguen escenificando, cada Navidad, la obra que para ellas escribiera Gómez Manrique...
Del resto de sus obras (amatorias, satíricas y didáctico-morales) cabe destacar, porque son un claro precedente de las Coplas de su sobrino Jorge Manrique, las llamadas Coplas para el señor Diego Arias de Ávila. Quedará patente la semejanza en estos versos:

Pues si son perecederos
y tan caducos y vanos
los tales bienes mundanos,
procura los soberanos
para siempre duraderos;
que so los grandes estados
y riquezas
hartas hallarás tristezas
y cuidados.


Jorge Manrique (1440-1479), hijo del valeroso Maestre de Santiago don Rodrigo Manrique y sobrino del anterior, nació en Paredes de Nava. Este nuevo miembro del linaje de los Manrique es honra de su familia, de la tierra donde nació y de la poesía lírica de Castilla.
Desde hace unos años se ha querido discutir el lugar de nacimiento de Jorge Manrique. Lo hizo Antonio Serrano de Haro cuando publicó su (por otra parte admirable) biografía de este egregio poeta, Personalidad y destino de Jorge Manrique, sosteniendo la idea de que debió nacer en Segura de la Sierra (Jaén), porque don Rodrigo casó con doña Mencía de Figueroa, natural de esas tierras, cuando era comendador en esa frontera castellana. De esos hechos infiere Serrano de Haro que el hogar de los Manrique estaría en Segura de la Sierra y allí probablemente nacería nuestro lírico. Frente a estas afirmaciones, nosotros defendemos el origen paredeño de nuestro poeta, basándonos en argumentos de difícil refutación:

1) Hay pruebas documentales de la presencia de don Rodrigo en Paredes de Nava en 1440 (fecha del nacimiento de Jorge Manrique) para hacerse cargo del Señorío de Paredes, así como de su presencia (y seguramente la de doña Mencía, aunque en tales documentos no era costumbre citar a las mujeres) en las bodas del futuro Enrique IV, en Valladolid, en la misma fecha.

2) El análisis detenido del texto de las Coplas nos lleva a la afirmación de que el molde sintáctico en que han cuajado es propio de un decir castellano, sin concesiones a ese pre-barroquismo de los andaluces (apreciable en Juan de Mena). La ponderación, el equilibrio, la diafanidad del léxico son también castellanos, de la tierra del pan y el vino, menos propicio a los cultismos latinizantes de que hace gala el andaluz Mena.

3) El punto débil de la argumentación de Serrano de Haro y de otros estudios jienenses que tienen idéntica pretensión está en que ninguno presenta alguna prueba documental de la hipótesis sostenida.

4) A nuestro favor está el testimonio de la tradición. Los historiadores de la literatura, los críticos, los comentaristas y la voz del pueblo han señalado siempre a Paredes de Nava como cuna de Jorge Manrique.

En derecho hay un principio de inveterada aplicación, de pertinente referencia al caso que nos ocupa. Es el concepto de "posesión", definido como un estado reconocido de hecho. Si alguien la impugna, debería demostrar palmariamente su derecho, que sólo así anularía la situación de hecho. Así pues, estamos en posesión de una creencia: que Jorge Manrique nació en Paredes de Nava. La creencia, además, ofrece una razonable verosimilitud; consecuentemente, seguirá siendo palentino mientras no se demuestre lo contrario...



Jorge Manrique es otro ejemplo de ejercicio de las armas y manejo de la pluma al mismo tiempo, como comentábamos a propósito de Santillana y Gómez Manrique. A los 24 años está ya considerado como capitán de tropa, y se curte en diversas guerras: en la "guerra divinal" contra los moros y en enfrentamientos bélicos privados, que se multiplicaban por la debilidad real y la ambición de los nobles. Unas veces eran los pactos de ayuda familiar los que le obligaban a galopar, espada en mano, en auxilio del pariente en peligro; como cuando acude contra don Juan de Valenzuela en ayuda de Álvaro de Stuñiga, alzándose con la victoria de Aljofrín. Otras veces las luchas son para conquistar determinadas prebendas de la Orden de Santiago, como la sostenida para alcanzar la encomienda de Montizón, o la mantenida en Uclés (Cuenca) por la defensa del Maestrazgo de don Rodrigo, en disputa con el Marqués de Villena.
Y, alfin, después de tanto guerrear, siendo capitán de Hermandades (nombramiento concedido por los Reyes Católicos), el caballero Jorge Manrique moría a la edad de 39 años, tras haber luchado cuerpo a cuerpo en las cercanías del castillo de Garcimuñoz (Cuenca). Dicen que llevaba la banda en la que estaba bordada su famosa divisa: "Ni miento ni me arrepiento". Y dicen también que guardaba un poema que empezaba así:

¡Oh mundo! Pues que nos matas
fuera la vida que diste
toda vida;
mas según acá nos tratas
lo mejor y menos triste
es la partida.
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« Respuesta #1 : Octubre 09, 2010, 22:05:41 »


Parecía una melancólica y profética adivinación. Fue sepultado en Uclés, junto a su progenitor; una losa negra cubría su tumba, en la que se habían escrito estas palabras: "Aquí yace Jorge Manrique, el que hizo las Coplas". El guerrero esforzado, que había buscado "la fama" (vencedora de la muerte) por el camino de la acción bélica, la encontró, sin embargo, por la senda de la contemplación poética. La propia inscripción demuestra que el poeta había prevalecido sobre el guerrero. En el siglo XIX se pierde el rastro de su tumba (¿saqueada tal vez por los franceses?). Desde entonces, Jorge Manrique es un misterioso y becqueriano "huésped de las tinieblas", y en nuestra imaginación se corresponde con el poeta así descrito por Azorín: "Jorge Manrique es una cosa etérea, sutil, frágil, quebradiza... Un escalofrío ligero que nos sobrecoge y nos hace pensar."
De la pluma de Jorge Manrique salieron, además de las Coplas, 48 poemas más, la mayoría de contenido amoroso y unos pocos de temática burlesca; pero ninguno de ellos hubiera dado a su autor la justa fama de que goza. Jorge Manrique es para siempre, como se escribió en su tumba, el que hizo las Coplas.
¿Y qué tienen de extraordinario las Coplas? Se nos presentan como un poema elegíaco, dedicado a la muerte del Maestre don Rodrigo, padre del poeta. Están estructuradas en tres partes bien diferenciadas: la primera, y a través de las 13 coplas iniciales, nos introduce en unas consideraciones filosófico-morales de tipo general sobre la vida y la muerte: la brevedad del tiempo, el poder igualatorio de la muerte, etc. A continuación, de las copla 14 a la 24, demuestra históricamente (a través de figuras, algunas de pasado cercano) la verdad de los asertos anteriores; para, finalmente y hasta la copla 40, entrar en el tema que ha evocado la poesía: don Rodrigo y su muerte.
Lo cierto es que las Coplas hicieron inmortal a su autor, y el éxito de esta obra fue inmediato. Tuvieron el honor de casi estrenar las prensas españolas, después de ser recogidas en códices y manuscritos. Surgieron muchísimos glosadores, versiones musicales, menciones por parte de los grandes patriarcas de la literatura en castellano: Fray Luis de León, Lope de Vega, Quevedo, Baltasar Gracián...Ni siquiera el filtro del neoclasicismo español eclipsó la influencia de Manrique, que se disparó en la época romántica. Y empezaron las traducciones al inglés, al francés y (más tarde) al italiano, al latín, al holandés, al alemán, al noruego... Los estudios sobre Manrique continúan en nuestros días. Relevantes personalidades le han dedicado páginas: Menéndez Pelayo, Azorín, Unamuno, Machado, D´Ors, Salinas, Cernuda... Y el gran poeta Jorge Guillén tituló el segundo libro de su inolvidable obra Clamor con un verso manriqueño: "Que van a dar a la mar". Tal es la influencia de Jorge Manrique, un palentino universal.


Del siglo XVI al XIX


En los comienzos de siglo XVI se abrió España a Europa, recibiendo el aire fresco del Renacimiento: un nuevo modo de vivir la vida, tomando como ejemplo el mundo clásico, un nuevo concepto del hombre y una secularización de la cultura. Es un fenómeno complejo que invade lo político, lo económico, lo social y lo religioso. Alguien ha dicho que dentro del Renacimiento hay una aristocracia formada por los humanistas: hombres estudiosos de la Antigüedad, mezcla de filósofos, eruditos y artistas.
Los Reyes Católicos y Carlos I serán decididos protectores de la cultura, protegerán a los humanistas nacionales (Nebrija, los hermanos Valdes...) y a sus Cortes vendrán distinguidos extranjeros (Pedro Mártir, Lucio Marinero, Erasmo de Rotterdam, P. Aretino...). Dentro de este ambiente humanista, con fuerte influjo de los ideales reformistas de Erasmo, cabe situar la figura de Alfonso Fernández de Madrid, Arcediano del Alcor y prestigioso varón palentino.



Alonso Ferández de Madrid (1474-1559) nació en Palencia, en el seno de una poderosa familia burguesa de posibles raíces judías. Desde su cargo eclesiástico, en el cabildo catedralicio, pondrá de manifiesto sus simpatías por Erasmo de Rotterdam, su admiración por la figura de fray Hernando de Talaveran y su decidida posición reformista. Aparte de realizar diferentes traducciones (entre las que sobresale la que hizo del Enchiridion de Erasmo, alabada por humanistas como Marineo Sículo) el Arcediano escirbió dos obras: una biografía de fray Hernando de Talavera, que fue una atrayente personalidad espiritual de la época, nimbada de santidad; y una obra heterogénea y miscelánea, la Silva Palentina, que mezcla ensayo, narración histórica y ficción. Hay en la Silva Palentina una historia episcopal de la diócesis y las llamadas "concurrencias notables acaecidas", agrupables en materias eclesiásticas (referencias al papado, herejías, concilios, etc.), materias políticas y civiles (referentes al reinado de los Reyes Católicos y Carlos I) y, en fin, pequeñas cuestiones de diversa índole (eclipses, pestes, prodigios, etc). En resumen, esta obra es una interesantísima recopilación de datos e historias.



Entre el último cuarto del siglo XVIII y la primera mitad del XIX transcurre la vida de Sebastián Miñano (1779-1845), un clérigo palentino célebre por sus escritos satírico-políticos.
Nacido en Becerril de Campos, se ordenó sacerdote y no tardó en ser nombrado secretario del arzobispo de Sevilla, Luis de Borbón. Toma parte activa en la vida intelectual y literaria de esta ciudad, donde traba amistad con intelectuales liberales como José María Blanco White, Félix Reinoso, Alberto Lista...Y aquí se estrena en el oficio literario. Al producirse la ocupación de España por las tropas napoleónicas, Miñano se afilia a la Masonería afrancesada y se convierte en consejero del usurpador José Bonaparte. Exiliado en Francia tras el fin de la Guerra de la Independencia, vuelve a España en 1816, y alcanza el éxito como periodista durante el Trienio Liberal. Publica textos en los que defiende la libertad y el constitucionalismo, al tiempo que satiriza los valores del Antiguo Régimen. Acabaría por renegar del liberalismo y dar su apoyo a Fernando VII, pero muchos no le perdonaron su antigua militancia progresista. Tuvo que volver al exilio francés, falleciendo en Bayona (1844).



Y para rematar el siglo XIX, una personalidad conocida y celebrada en todo el ámbito nacional: Modesto Lafuente (1806-1866), renombrado historiador, periodista y político liberal.
Nació Modesto Lafuente en Rabanal de los Caballeros, localidad que se haya bajo la jurisdicción de Cervera de Pisuerga. Pasó unos años en el Seminario de León, primero como estudiante y luego como maestro, aunque sin recibir la definitiva ordenación sacerdotal. Hombre de gran intelecto, no tardó en interesarse por la "cosa pública".
Como quien no quiere la cosa, Modesto Lafuente se afilia al Partido Progresista y comienza a publicar el periódico satírico Fray Gerundio (1837), publicación de resonancia nacional que, por su estilo fácil y llano, llegará a muchos hogares. Trasladado a Madrid, nuestro escritor prosigue con su exitoso periódico, que al cabo de un año llegó a agotar los 6000 ejemplares. Como el negocio era próspero, acordó con el impresor la fórmula de encuadernar la colección en volúmenes trimestrales, de los que llegó a vender más de 15000. Aquellos fueron años de esplendor para Lafuente: hizo giras por varias provincias del Reino, recibiendo todo tipo de agasajos (fiestas con cohetes, convites de ayuntamientos y diputaciones, serenatas nocturnas...). En 1850 empezó a redactar la Historia General de España, monumental obra en 29 volúmenes que sitúa a Modesto Lafuente como uno de los más eximios historiadores españoles. Los presupuestos histórico-filosóficos de los que parte este genial historiador son: una idea providencialista de la Historia (que comparte con Vico) y la creencia en el progresivo perfeccionamiento de la Humanidad (al igual que Bousset).
Hemos de añadir que Modesto Lafuente desempeñó con eficacia los puestos de Director de la Escuela Diplomática y Presidente de la Junta Superior de Archivos. A partir de 1854, abandonó el progresismo y buscó acomodo en la Unión Liberal de O´Donnell, interviniendo en política desde posturas centristas y moderadas. Aunque falleció en Madrid, sus restos fueron trasladados a la localidad vallisoletana de Mayorga, donde se reunió su legado de libros y condecoraciones (entre ellas la Cruz de Isabel la Católica).


El siglo XX


En esta centuria, la primera eminencia palentina a destacar es Ramón Carande (1887-1986), conspicuo historiador y economista. Nacido en la ciudad de Palencia, pasó sus primeros años en Carrión de los Condes, villa natal de su padre. Estudió Economía en Alemania (1911) y en España fue discípulo de Flores de Lemus. De nuevo en tierras teutonas, estudió con Von Below y Finke (1921-1922). Alternó las enseñanzas como Catedrático de Economía y Hacienda en Sevilla (1918) con sus investigaciones históricas, fruto de las cuales fue su obra más importante: Carlos V y sus banqueros (1943-1966), en la que analiza el peso y las consecuencias de la política imperial hispánica. Publicó también Siete estudios de la Historia de España (1969) y Sevilla, fortaleza y mercado (1972). Fue miembro de la Academia de la Historia, de la Academia de Buenas Letras de Barcelona y de la Oficina Internacional de Investigaciones Históricas; siendo además uno de los fundadores del Anuario de Historia del Derecho Español.



Ha llegado el momento de referirnos a Marciano Zurita (1887-1929), hombre de letras que siempre tuvo una vocación poética de tendencia modernista. Seminarista frustrado, estudió Derecho en Valladolid, si bien se inició tempranamente en el periodismo de la mano de su padre, el impresor y periodista Abundio Zurita. Después de dirigir durante un tiempo El Día de Palencia, se instaló en Madrid, donde frecuentó las tertulias artísticas que se prodigaban en aquellos años. Aunque cultivó el teatro y la novela, siempre será recordado por su poesía. Fue un apasionado cantor de Castilla:

Campo de pan llevar abierto y raso
 y de espumoso albillo de garrote,
como los cruzara Don Quijote
y los enalteciera Garcilaso.
   Monte de leña arder, en leña escaso;
pueblo desolador, de misa y pote;
viejos de grave andar y ancho capote;
viejas de mal gruñir y lento paso.
   Mozos ennegrecidos en la era;
mozas encanecidas en el huerto;
un pastor, un zagal, una chiquilla...
   Los trigos tienen un color de cera.
Los pueblos tienen un olor a muerto...
¡ Y aquí he nacido yo ! ¡ Y ésta es Castilla !



Como es bien sabido, Marciano Zurita escribió la letra del Himno de Burgos, al que puso música el maestro Rafael Calleja Gómez:


Cantemos unidos la insigne grandeza
de nuestra Castilla, de nuestro solar,
sus piedras sagradas que son fortaleza,
y escuela y alcázar y trono y altar.

Cantemos a Burgos, tesoro bendito
que España venera con honda emoción,
robusto poema tallado en granito
cual timbre glorioso de nuestro blasón.

Aprendamos todos juntos
a cantar a nuestra tierra,
a leer en su pasado
y a labrar su porvenir,
a ofrendarle los cariños
que ardorosa el alma encierra
y a dejar bien cimentado
su potente resurgir.
(bis de la estrofa)

Tierra sagrada donde yo nací,
suelo bendito donde moriré,
yo te prometo consagrarme a ti
y dedicarte mis cariños
mis cariños más fervientes,
mis cariños y mi fe.

(bis del último verso)
(bis de la estrofa)

¡Salve, tierra sagrada de mis amores!
¡Salve, tierra adorada de mis mayores!

¡Salve! ¡Salve! ¡Salve!

Prestemos atención ahora a otro recordado versificador: Francisco Vighi (1890-1962), hombre de aguda ironía y fino ingenio. Era hijo de un ingeniero italiano, venido de su patria para trabajar en los ferrocarriles españoles, lo que explica el apellido tan poco castellano del poeta. Vighi fue un buen representante de la bohemia literaria de los años 20. En su dilatada vida de estudiante que aspiraba al título de ingeniero industrial y en su posterior empleo profesional, ya como ingeniero y profesor de la Escuela de Ingenieros madrileña, Paco Vighi fue un rapsoda bohemio, conversador y noctámbulo ("poeta murciélago", se llamó a sí mismo). Miembro del Ateneo Palentino, Vighi fue una figura de las tertulias literarias de Madrid (la del Henar, la de Pombo o la del Café de Lyon), y las anécdotas sobre su persona se multiplicaban, poniendo de manifiesto su ingenio. Pasó por la vida desperdigando versos, que fueron recogidos por la previsora mano de Julia Arroyo, su esposa.
En una historia de la literatura palentina (aunque sea tan breve como ésta) no puede faltar el romance que Vighi dedicó al río Carrión:

Enorme cuna este valle
para merecer este río,
tan llorón y tan pequeño;
llanto de recién nacido.
Cobertor de lana suave
la nieve del valle frío.


En Guardo, el carbón minero
tiznó la cara del niño.
Cuando pasó por Saldaña
otra vez estaba limpio.


En Carrión le bautizaron
-era hasta entonces morito-;
la ciudad le dio su nombre,
todo eufonía y prestigio.


De cantar tanto en Villoldo,
ronco se quedó en Husillos.
Cuando atravesó Palencia
era ya mozo garrido.


Dieciocho puentes le peinan,
anda lento y presumido.
Por verle, villas y aldeas
se ponen en su camino.


La torre de San Miguel
quiere ser novia del río,
y asomándose a mirarle
tiembla de amor y de frío.


Es burgués en los remansos;
laborioso en los molinos;
ladrón de frutas caídas
en las huertas del Obispo.


Sueña un viaje largo: el mar.
Traiciona sueño y destino,
de Villamuriel el mosto
le hace perder el sentido:
lleva ya una vida turbia
y un derrotero torcido.


Por no ir a Valladolid
-cosas del nacionalismo-
se suicida junto a Dueñas
arrojándose en el río
Pisuerga, labrador manso,
competidor y enemigo.


Nace y muere en la provincia;
no hay otro más palentino.
Recen por él un responso
los frailes de San Isidro.
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« Respuesta #2 : Octubre 09, 2010, 22:16:34 »




César Muñoz Arconada (1890-1964) nació en Astudillo, en el seno de una familia pequeñoburguesa. Realizó sus estudios primarios en la localidad que le vio nacer, continuando con su educación en Valladolid. Regresó después a Astudillo y se empleó como escribiente, trabando amistad con gente considerada atea y anarquista, lo que fue causa de interminables discusiones familiares. Por ello, Arconada se trasladó a Madrid, donde consiguió un puesto en el Cuerpo de Correos. En 1920 empezó a trabajar en una oficina postal de Palencia, mientras colaboraba regularmente con el Diario Palentino. Era un ávido lector de Machado, Villaespesa, Bécquer y Wilde; se veía a sí mismo como un intelectual asfixiado por un ambiente social hostil y conservador. El joven Arconada digiría su mirada hacia Madrid y los movimientos vanguardistas que allí tenían lugar. Afincado en Madrid desde 1922, no tarda César M. Arconada en incorporarse a varias tertulias literarias, muchas de ellas adscritas a las mejores revistas del momento. A partir de 1923, nuestro biografiado comienza a colaborar como crítico musical para la revista Alfa, realizando una importante labor de difusión de las últimas novedades musicales. Al mismo tiempo, logró formar parte de La Gaceta Literaria, dirigida por Ernesto Giménez Caballero. Esta publicación se editó entre 1927 y 1931, llegando Arconada a ser su redactor jefe (1929), en sustitución del poeta ultraísta Guillermo de la Torre. Esporádicamente, el astudillano publicó textos en otras revistas de vanguardia (Papel de Aleluyas, Meseta, Parábola, Manantial y Atlántico).
Ya en los inquietos años 30, César M. Arconada deja atrás la experimentación vanguardista y asume ideas revolucionarias: se afilia al PCE y al Socorro Rojo Internacional, siendo también miembro del Comité Restringido de la Unión de Periodistas y Escritores de la UGT. Entabló correspondencia con la Unión Internacional de Escritores Proletarios: entre los destinatarios de sus cartas estaban los traductores soviéticos Fédor Kelin y David Vygodski, tratando con ellos la traduccion al ruso de sus obras y su publicación en la URSS. En 1933, Arconada participa en la revista propagandística Octubre, fundada por Rafael Alberti y María Teresa León, cuyo objetivo era la difusión del marxismo-leninismo. También aporta sus artículos a publicaciones de tendencia izquierdista (no siempre divulgadoras del marxismo, también filomarxistas o radicales) como Nueva Cultura, Nosotros, Leviatán, El Tiempo Presente (continuadora de Octubre); y más tarde en Línea, Sur y Letra, entre otras. Se ocupará, además, de la sección literaria de Mundo Obrero (órgano de expresión del PCE).
Al estallar la Guerra Civil, veremos a Arconada involucrado en diversas actividades propagandísticas. Fue corresponsal de Mundo Obrero en el frente de Asturias, y la lucha contra los nacionales se convierte en el tema principal de su obra: así lo demuestran sus Romances de la Guerra (1937) o La Conquista de Madrid (1938), farsa grotesca que fue galardonada con el Premio del Departamento de Propaganda del Consejo de Asturias-León. El escritor entregó el dinero del premio al Socorro Rojo Internacional. En 1938, Arconada gana el Premio Nacional de Literatura por su extensa novela Río Tajo, escrita en tierras valencianas. La novela estuvo en la imprenta de la editoral Nuestro Pueblo, pero la caída de Barcelona impidió su publicación.
El escritor vivió la derrota republicana en Cataluña, donde pasó los últimos meses de la Guerra Civil. Huyó a Francia, donde fue internado en el campo de concentración de Argèles-sur-Mer (campo nº 7, funcionarios sección Correos). Aunque salió de aquel terrible lugar poco después, volvió a ser internado en otro campo similar, del fue liberado gracias a las gestiones de Louis Aragon. Arconada se intaló en Moscú, donde prosiguió con su labor literaria. Llegó a manejar con soltura la lengua rusa, si bien siempre redactó sus artículos en castellano y mandaba que se los tradujeran al ruso. Sus artículos, obras de teatro y novelas tuvieron éxito en la URSS de la época, siendo Arconada un literato célebre y muy respetado. Visitó muchos sitios de la URSS, y tuvo la oportunidad de viajar a Checoslovaquia (1954) y China (1955). Intervino en los programas culturales de Radio Moscú y en las veladas sobre literatura española: el astudillano realizó homenajes a Valle Inclán, García Lorca, Tirso de Molina, Cervantes...
A finales de 1964, la vida de César M. Arconada se extinguió en el Hospital Central Clínico de Moscú. Fallecía un egregio escritor, comprometido fielmente con los ideales de Marx y Lenin.



Jacinto Toryho (1902-1989) fue otro periodista y escritor palentino de ideas avanzadas. Estudió en un colegio religioso de León, trasladándose años después a Madrid, desde donde colabora con periódicos de toda España (El Norte de Castilla, El Adelantado de Segovia, La Gaceta Regional, El Heraldo de Madrid). Trabajó en el diario católico El Debate, que abandona por "incompatibilidades ideológicas", ingresando en la CNT madrileña. Participó en la fundación de las Juventudes Libertarias de Madrid (1932) y lanzó el libelo clandestino Revolución (1933-1934). Colaborador de El Día Gráfico, es al mismo tiempo redactor y corresponsal de Solidaridad Obrera (órgano de expresión de la CNT catalana). Durante la Guerra Civil, representó a los anarcosindicalistas en el CENU y fue secretario de Propaganda de la CNT-FAI; pero cabe destacar su labor como director de Solidaridad Obrera. A finales de 1938 pasó a Francia, instalándose posteriormente en Cuba, Estados Unidos y Argentina, continuando con su labor periodística en numerosos medios hasta su fallecimiento en Buenos Aires. Sus artículos se hallan desperdigados por periódicos libertarios como Despertar, La Revista Blanca, La Tierra, Tiempos Nuevos, etc. Es autor de los siguientes libros y panfletos: Cómo viven y cómo mueren las prostitutas (sin fechar), La hoja de las juventudes (1933), Informe del camarada Jacinto Toryho como director de Solidaridad Obrera (1937), Joaquín Costa y la revolucion española (sin fechar), La independencia de España (1938), En los caminos de la libertad (1939), La traición del señor Azaña (1939), Una traición al proletariado mundial ; el pacto entre Hitler y Stalin (1939), Stalin: análisis espectral (1946), Anverso y reverso de la Union sovietica (1947), Del triunfo a la derrota: las interioridades de la guerra civil en el campo republicano revividas por un periodista (1978), No éramos tan malos (1975).
Teófilo Ortega (1905-1965) es un literato a caballo entre la segunda y la tercera generación del siglo XX, el Novecentismo y la del 27. Llegó a ser una figura conocida en los ambientes literarios e intelectuales nacionales del primer tercio de siglo. Escribió artículos para los periódicos más importantes y colaboró en diversas revistas literarias. Publicó ensayos como La voz del paisaje, El amor y el dolor en la tragicomedia de Calixto y Melibea, Vuelo y surco de Teresa Sánchez...Y obras de reflexión política como ¿A dónde va el siglo? Su voz se silenció por motivos extraliterariosm más bien por causas que pudiéramos llamar de pesadumbre política, y su nombre se oscureció hasta borrarse del recuerdo de las gentes...



Eduardo de Guzmán (1909-1991) ha sido uno de los más memorables periodistas de nuestro pais. Sus libros son un valiosísimo testimonio de su tiempo: los años republicanos, la Guerra Civil y el régimen franquista. Nacido en Villada, residió en el madrileño barrio de Atocha desde los 10 años. Compaginará sus estudios con colaboraciones en numerosos periódicos, como Diario del Pueblo, y ejercerá como "negro" en más de una publicación. Fue redactor jefe de La Tierra (diario de extrema izquierda en el que participaban personajes como Cánovas Cervantes, José García Pradas o Eduardo Barriobero) y realizó dos reportajes muy famosos en la época: uno sobre Casas Viejas y otro sobre Hildegart Rodríguez. En 1935 escribe para el diario republicano La Libertad, permaneciendo en él hasta los inicios de la Guerra Civil. Afiliado a la CNT por influencia de Orobón Fernández, publica sus artículos en Frente Libertario y CNT, pero no tardará en desempeñar la dirección de Castilla Libre (órgano de expresión del cenetismo de la Región Centro). Detenido por los nacionales en 1939, Eduardo de Guzmán sufrirá penalidades en campos de concentración y prisiones. Condenado a muerte en enero de 1940, es indultado gracias "a la virtud y a la decisión generosa y cristiana del Caudillo" y puesto en libertad. Parece que fue miembro del Comité Nacional cenetista que encabezaba Manuel Amil y que se ofreció a sus camaradas para redactar un informe sobre la represión franquista. Eduardo de Guzmán vivirá durante años de escribir guiones de cine, reportajes, críticas taurinas o literatura de consumo rápido (no menos de 100 novelillas policíacas y 400 del Salvaje Oeste, publicadas todas bajo pseudónimos). En los 70 y 80, nuestro villadino alcanza el éxito como escritor y conferenciante, recibiendo el Premio Internacional de Prensa (1974) y el Premio Libertad de Expresión (1982). De gran erudición, es considerado un experto en cuestiones taurinas. En los últimos años de su vida presidió la Fundación Salvador Seguí, vinculada a la CGT. Fue autor de las siguientes obras: Sevilla la trágica: ochos dias que estremecieron España (1931), España trágica (1932), Sevilla la trágica (1932), 24 horas (1936), Vida y lección de Anselmo Lorenzo (1938), Un momento decisivo en la vida de España (1938), Madrid rojo y negro: milicias confederales (1938), Teodoro Mora (¿1938?), Aurora de sangre (1972), Historia política de un año decisivo (Madrid, 1973), La muerte de la esperanza (1973), Vida y muerte de Hildegart (1973), El año de la victoria (Madrid, 1974), El confidente: España entre la dictatura y la democracia (1976), Nosotros los asesinos (Madrid, 1976), Aurora roja (1977), La segunda republica fue así (1977), Historia de la prensa (1982).
En los años de la Postguerra, un grupo de inquietos jóvenes palentinos forman la "peña Nubis" (nombre antiguo del río Carrión) buscando un medio que pudiera sacudir el marasmo cultural que se produjo en los años inmediatos a la Guerra Civil, como ocurría en otros puntos de la geografía meseteña: "Juventud Creadora" (Madrid), "Espadaña" (León), etc. Editan una revista (Nubis), que se mantiene de 1946 a 1951 y que puede clasificarse dentro de las publicaciones de temática cultural, en las que la poesía sólo ocupa una parte.
En 1955, y en relación con Nubis, sale la revista Rocamador (1955-1968). Dirigida por el escritor terracampino José María Fernández Nieto, esta gaceta literaria predente "dar fe de vida poética desde este rincón de Castilla". Fue una excelente noticia que la labor poética de Rocamador cuajase en una obra más permanente, la Colección Rocamador, que sobrevivió gracias a los desvelos de Fernández Nieto, poeta y boticario. De Nubis y Rocamador surgieron conocidos poetas palentinos: Gabino Alejandro Carriedo, Juan José Cuadros, Marcelino García Velasco, Roque Nieto, Manuel Carrión...Y algunos palentinos de adopción; como Carlos Urueña. los hemanos Quintanilla, Álamo Salazar, Jesús Castañón y otros.



De esta generación de poetas, Gabino Alejando Carriedo (1923-1981) es el más célebre a nivel nacional. Su nombre figura al lado del de Carlos Edmundo de Ory en el Postismo, un movimiento poético marginal a medio camino entre la Poesía Social y un Surrealismo a la española. Sin embargo, sus inicios líricos están dentro del llamado Tremendismo. Prueba de ello es su primera obra, un volumen titulado Poema de la condenación de Castilla:

Teníamos racimos de crepúsculos
como sangre aterida por las venas.
Discurrían caudales recrecidos
debajo de la dermis esclerótica,
y el perfil vertical, propenso al vuelo,
era en ambos a dos ave de presa
que aprestada a la lucha acecha el paso
de la historia y el hombre
para absorber su vida.

 ¡La sed, la sed, Castilla, pregonando
tu dolomía torturada, el grito,
Castilla, aquel aullido de los chopos
inquisidoramente para siempre ahogados
en mares de silencio!

Castilla, reo de delitos múltiples,
de infracciones sin palpo, delincuente
del secreto profundo del abismo
mudo e impenetrable...

Carne de tierra proclamando el fallo
de una justicia que falló temprana,
Castilla en cueros, prodigada inútil
por todos los rincones del planeta.
Siempre sed de extensión, y el hambre torva
gimiendo a flor de labio en calentura,
solicitando un puesto en el yantar.

... Pero fuimos excluidos del convite.


Entre las figuras más recientes de las letras palentinas, cabría destacar al filólogo Manuel Carrión Gutiérrez, el historiador Pablo García Colmenares y la poetisa Casilda Ordóñez Ferrer; sin olvidar a escritores o periodistas como Matías Antolín, César Alonso de los Ríos y Jesús Cacho.
« Última modificación: Marzo 01, 2015, 21:31:08 por Maelstrom » En línea
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« Respuesta #3 : Noviembre 08, 2010, 09:56:15 »


Muchas gracias, Maelstrom, por tus mensajes tan trabajados y tan bien documentados. Te hago una puntualización, el segundo apellido de Manuel Carrión es Gútiez, y no Gutiérrez.

También te incluyo un enlace a la biografía del que probablemente sea el mejor poeta palentino vivo actualmente: José María Fernández Nieto, recientemente homenajeado por el Ayuntamiento de Palencia, que ha puesto un centro cívico a su nombre.

http://es.wikipedia.org/wiki/Jos%C3%A9_Mar%C3%ADa_Fern%C3%A1ndez_Nieto
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Viva Padilla alguien grita
nadie su voz sofocara
que amapola comunera
en todo el trigal se ampara
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