Vamos a recordar las aportaciones de Palencia al campo de la Literatura. Una aportaciones de las que se siente orgullosa esta provincia, puesto que cuenta con una galería de figuras preclaras que han trascendido sus propios límites geográficos para formar parte del más valioso patrimonio de las Letras hispánicas.
Como indispensable referencia bibliográfica palentina, hemos de referirnos a las publicaciones de la Institución Tello Téllez de Meneses, en las que se pueden encontrar diversos estudios sobre figuras y aspectos relevantes de la historia literaria provincial (Jorge Manrique, Sebastián Miñano, Francisco Vighi, etc) y a la colección de "Apuntes Palentinos" que editó Caja Palencia. Nos hemos referido a la bibliografía palentina, no a los innumerables estudios nacionales o internacionales sobre personalidades como Jorge Manrique, Santillana o Sem Tob... Que harían interminable la cita.
Siglo XIVEn los turbulentos años del reinado de Pedro I (ese soberano a quienes los historiadores han llamado "Cruel" y luego "Justiciero", y que tan ligado está a la historia palentina por su relación con María de Padilla y ciertas fundaciones en la villa de Astudillo), un rabino de Carrión llamado Sem Tob (Sem Tob ben Ishaq ibn Ardutiel) escribía una obra titulada
Proverbios Morales, cuyo destinatario era el rey.
La población judía tuvo importantes aljamas en las villas palentinas: Frómista, Amusco, Carrión de los Condes... Sem Tob nació (o residió) en esta última localidad.
Su singularidad no consiste sólo en aclimatar a la lengua castellana uno de los rasgos más característicos de la literatura hebrea (la poesía gnómica o sentenciosa, influída por las máximas bíblicas o talmúdicas) sino en mostrarnos a través de su obra un cierto espíritu dubitativo, que le acerca (a pesar de la distancia en el tiempo) a la sensibilidad del hombre contemporáneo, cada vez más relativista y alejada de actitudes dogmáticas:
Por end non puedo cosa
loar nin denostarla
nin dezirle fermosa
sol´ nin fea llamarla.
Segunt qu´es el lugar
e la cosa qual es,
si s´faz´prissa vagar
e faz la llaman envés.(Versión actualizada de Agustín García Calvo:
"Por tanto no puedo alabar ni reprobar cosa ninguna, ni decirle sólo y sin más hermosa, ni llamarla fea./Según es el lugar y según cómo es la cosa, así el aprisa se hace despacio y al derecho lo llaman envés").
Su decidida vocación por el saber y su apasionado elogio de los libros ponen una nota pre-renacentista en la austeridad del páramo castellano:
En mundo tan cabdal
non ha comm´el saber
nin mejor compañón
comm´el libro nin tal(
"Nada hay tan importante como el saber./Ningún compañero mejor que el libro").
Sem Tob escribe sus proverbios en cuartetas heptasilábicas, resultado de la división en dos hemistiquios del alejandrino utilizado por los autores del Mester de Clerecía en los siglos XIII y XIV; por Gonzalo de Berceo, el Arcipreste de Hita o el Canciller Ayala). Existen cuatro manuscritos de los
Proverbios Morales: tres en España (Biblioteca Nacional, Biblioteca escurialense y Colección Privada) y uno, aljamiado, en Cambridge.
La obra de Sem Tob (el
"rabí don Santos de Carrión") mereció las alabanzas del Marqués de Santillana en la siguiente centuria y luego cayó en el olvido...Hasta que en el siglo XIX, cuando los hispanistas extranjeros buceaban en nuestra Edad Media enfrebrecidos por el Romanticismo, los textos del rabino carrionés aparecen en la Historia de la Literatura Española de George Ticknor (1849). Hablar de la poesía castellana del siglo XIV es hablar de tres grandes figuras: Hita, Ayala y Sem Tob. La frase no es mía. Américo Castro le llamó
"gran pórtico de la lírica castellana".
Siglo XVEstamos en los tiempos del Renacimiento, y las viejas actitudes medievales dejan lugar a valores nuevos. La ruda figura del caballero medieval (cuya representación más emblemática podría ser Rodrigo Díaz de Vivar, orgulloso de su fuerza física y ajeno a la tradición cultural, que parecía considerar como "cosa de clérigos") dejaba paso a otras maneras de ser. El caballero se iba acercando al ideal que más tarde propondría el humanista Castiglione en El Cortesano: el de un hombre culto, refinado, buen conversador y diestro en las armas.
Iñigo López de Mendoza, señor de Hita y de Buitrago, conde del Real de Manzanares y Marqués de Santillana, era una figura próxima a este nuevo ideal. Existen dos retratos de López de Mendoza. Uno, el pintado por Jorge Inglés para la capilla del Hospital de Buitrago, en el que aparece un hombre de rasgos finos, elegante actitud y ropajes aterciopelados. El otro es la descripción literaria de Hernando del Pulgar (cronista de los Reyes Católicos) en su obra Claros varones de Castilla:
Fue onme de mediana estatura, bien proporcionado en la compostura de sus miembros e fermoso en las facciones de su rostro (...)
Fablava muy bien e nunca le oían dezir palabra que no fuese de notar, quier para doctrina, quier para plazer (...)
Tovo en su vida dos notables exercicios, uno en la disciplina militar, otro en el estudio de la ciencia; e nin las armas le ocupaban el estudio, no el estudio le impedía el tiempo para platicar con los caballeros e escuderos de su casa en la forma de las armas necesarias para defender, e quales avían de ser para ofender, e cómo se devía ferir al enemigo e en qué manera avían de ser ordenadas las batallas (...)
Tenía grand copia de libros, dábase al estudio (...)
Tenía siempre en su casa doctores e maestros con quien platicava."La biblioteca que fue formado el Marqués de Santillana resulta sorpredente para su época. Desconocedor de las lenguas clásicas, buscó doctores traductores que le acercaran a Homero y Virgilio. Comisionó a hombres de su confianza para que le adquirieran obras italianas, no sólo de Dante y Petrarca, sino de contemporáneos itálicos empapados de renacentismo. Transformó su casa en auténtica academia de debates literarios y filosóficos, rodeándose de inquietos intelectuales que se carteaban con humanistas extranjeros; todo esto hacía el Marqués sin dejar de tomar parte en guerras para defender y ampliar su ya extenso patrimonio. Fue toda una celebridad en la Corte literaria de Juan II.
Dividido ideológicamente entre su fidelidad al rey castellano y sus simpatías hacia la Corte aragonesa, de cuyo monarca había sido copero en su juventud, muestra el Marqués de Santillana un eclecticismo intelectual entre la tradición popular castellana, la influencia catalano-provenzal, el influjo italianizante y la reflexión filosófica de raíz clásica.
Se equivocaba López de Mendoza cuando escribía aquella carta al Condestable de Portugal como introducción al envío de sus obras. Le había conocido en la batalla de Olmedo (1445), y le mandaba sus obras con una larga misiva que bien puede considerarse como el primer texto castellano de crítica literaria, hecho por un gentilhombre sensible y culto, con indudables aciertos en muchos de los comentarios sobre la literatura de su tiempo. Pero erraba al infravalorar como "obras menores" sus preciosas y delicadas serranillas y valorar más sus poemas didáctico-morales (como el
Doctrinal de Privados, el
Diálogo de Bías contra Fortuna) o su poesía alegórica (
La Comedieta de Ponza, El Infierno de los enamorados).
Las serranillas son canciones populares que narran el encuentro del caballero con una pastora-serrana. Canciones que se engarzan, en la tradición literaria castellana, con las agrestes y bravías "serranas" del Arcipreste; pero transformadas por el Marqués en gracia y finura, influido sin duda por el recuerdo de las pastorelas francesas que conoció en su juventud. Las serranillas son (justamente) las composiciones poéticas más memorables de este ilustre palentino, y las que más le acercan al lector actual. Algunas forman ya parte de la memoria literaria colectiva, como la de la vaquera de la Finojosa. Leamos ahora la Serranilla IX, en la que se relata un encuentro erótico (lleno de gracia y frescura) con la serrana de Bores. Una "guerra de amor", como diría Góngora, sólo que en esta ocasión los "campos de pluma" se han tornado en campos de brama y flores ("cabe Espinama"):
Moçuela de Bores
allá do la Lama
púsom'en amores.
Cuydé que olvidado
Amor me tenía,
como quien s'avía
grand tiempo dexado
de tales dolores,
que más que la llama
queman amadores.
Mas ví la fermosa
de buen continente,
la cara plaçiente,
fresca como rosa,
de tales colores
qual nunca vi dama
nin otra, señores.
Por lo qual: "Señora
(le dixe), en verdat
la vuestra beldat
saldrá desd'agora
dentre estos alcores,
pues meresçe fama
de grandes loores."
Dixo: "Cavallero,
tiratvos á fuera:
dexat la vaquera
passar al otero;
ca dos labradores
me piden de Frama,
entrambos pastores."
"Señora, pastor
seré si queredes:
mandarme podedes,
como á servidor:
mayores dulçores
será á mí la brama
que oyr ruyseñores."
Asy concluymos
el nuestro proçesso
sin facer exçesso,
é nos avenimos.
É fueron las flores
de cabe Espinama
los encobridores.Gómez Manrique (1412-¿1491?) nació en la villa de Amusco. Era sobrino del Marqués de Santillana y hermano de don Rodrigo Manrique (Maestre de Santiago); miembro, por tanto, del ilustre linaje de los Manrique, orgullosos de sus antepasados godos, uno de los motivos de nobleza que recordaría más tarde su sobrino Jorge Manrique en sus Coplas: "
pues la sangre de los godos/ y el linaje y la nobleza/tan crescida." Los Manrique constituían un poderoso clan familiar castellano, más ricos en blasones que en doblones, forzados como estaban a desangrar sus arcas en interminables guerras mantenidas, de continuo, para conservar sus posesiones o para enfrentarse al rey Juan II y al odiado valido Álvaro de Luna y (más tarde) a Enrique IV. Servirán después, con gran fidelidad, a la causa de la reina Isabel.
Gómez Manrique es (como su tío, el Marqués de Santillana) un caballero pre-renacentista, que alterna el oficio de las armas con la pluma, la lectura y las reflexiones filosóficas. De carácter conciliador y de conducta intachable, demostró su grandeza humana en el ejercicio del difícil cargo de Corregidor de Toledo, una ciudad conflictiva por la coexistencia de cristianos, judíos y mudéjares; con el antisemitismo propagándose en la sociedad de entonces. El famoso bando de Gómez Manrique intentando apaciguar los exaltados ánimos resulta hoy concorde con la más exigente interpretación de los Derechos Humanos, en el punto de la igualdad de los hombres:
E habéis de creer que Dios fizo homes, e no fizo linajes en que escogiesen. A todos fizo nobles en su nacimiento; la vileza de sangre e la oscuridad del linaje con sus manos la toma aquel que, dexando el camino de la eterna virtud, se inclina a los vicios del camino errado.
Está sepultado en el convento de Nuestra Señora de la Consolación, en el municipio cerrateño de Calabazanos. Este cenobio fue fundado por su madre, doña Leonor de Castilla, y en él yacen también su propia esposa y su hermana María, abadesa. A este convento está ligada una parte de la obra de Gómez Manrique, la dramática, cuyo especial interés radica, más que en el valor de la obra en sí, en la rareza y escasez de textos dramáticos en lengua castellana durante el Medievo; hecho que confiere una importancia añadida a las dos obritas dramáticas que nuestro autor dedicara a su hermana abadesa y que estaban destinadas a ser representadas por la comunidad religiosa:
Lamentaciones hechas para Semana Santa y
Representación del Nacimiento de Nuestro Señor.
Desde el anónimo
Auto de los Reyes Magos (siglos XII-XIII), hasta la obra de Juan del Enzina (1468-1529) hay una total ausencia de textos dramáticos, a excepción de las dos obritas de Gómez Manrique, que celebran los dos ciclos religiosos tradicionales (Navidad y Semana Santa). Todavía se conserva en el convento una cuna vestida y bordada por las propias manos de la reina Isabel para la Representación del Nacimiento. Y todavía las clarisas de Calabazanos siguen escenificando, cada Navidad, la obra que para ellas escribiera Gómez Manrique...
Del resto de sus obras (amatorias, satíricas y didáctico-morales) cabe destacar, porque son un claro precedente de las
Coplas de su sobrino Jorge Manrique, las llamadas
Coplas para el señor Diego Arias de Ávila. Quedará patente la semejanza en estos versos:
Pues si son perecederos
y tan caducos y vanos
los tales bienes mundanos,
procura los soberanos
para siempre duraderos;
que so los grandes estados
y riquezas
hartas hallarás tristezas
y cuidados.Jorge Manrique (1440-1479), hijo del valeroso Maestre de Santiago don Rodrigo Manrique y sobrino del anterior, nació en Paredes de Nava. Este nuevo miembro del linaje de los Manrique es honra de su familia, de la tierra donde nació y de la poesía lírica de Castilla.
Desde hace unos años se ha querido discutir el lugar de nacimiento de Jorge Manrique. Lo hizo Antonio Serrano de Haro cuando publicó su (por otra parte admirable) biografía de este egregio poeta,
Personalidad y destino de Jorge Manrique, sosteniendo la idea de que debió nacer en Segura de la Sierra (Jaén), porque don Rodrigo casó con doña Mencía de Figueroa, natural de esas tierras, cuando era comendador en esa frontera castellana. De esos hechos infiere Serrano de Haro que el hogar de los Manrique estaría en Segura de la Sierra y allí probablemente nacería nuestro lírico. Frente a estas afirmaciones, nosotros defendemos el origen paredeño de nuestro poeta, basándonos en argumentos de difícil refutación:
1) Hay pruebas documentales de la presencia de don Rodrigo en Paredes de Nava en 1440 (fecha del nacimiento de Jorge Manrique) para hacerse cargo del Señorío de Paredes, así como de su presencia (y seguramente la de doña Mencía, aunque en tales documentos no era costumbre citar a las mujeres) en las bodas del futuro Enrique IV, en Valladolid, en la misma fecha.
2) El análisis detenido del texto de las Coplas nos lleva a la afirmación de que el molde sintáctico en que han cuajado es propio de un decir castellano, sin concesiones a ese pre-barroquismo de los andaluces (apreciable en Juan de Mena). La ponderación, el equilibrio, la diafanidad del léxico son también castellanos, de la tierra del pan y el vino, menos propicio a los cultismos latinizantes de que hace gala el andaluz Mena.
3) El punto débil de la argumentación de Serrano de Haro y de otros estudios jienenses que tienen idéntica pretensión está en que ninguno presenta alguna prueba documental de la hipótesis sostenida.
4) A nuestro favor está el testimonio de la tradición. Los historiadores de la literatura, los críticos, los comentaristas y la voz del pueblo han señalado siempre a Paredes de Nava como cuna de Jorge Manrique.
En derecho hay un principio de inveterada aplicación, de pertinente referencia al caso que nos ocupa. Es el concepto de "posesión", definido como un estado reconocido de hecho. Si alguien la impugna, debería demostrar palmariamente su derecho, que sólo así anularía la situación de hecho. Así pues, estamos en posesión de una creencia: que Jorge Manrique nació en Paredes de Nava. La creencia, además, ofrece una razonable verosimilitud; consecuentemente, seguirá siendo palentino mientras no se demuestre lo contrario...
Jorge Manrique es otro ejemplo de ejercicio de las armas y manejo de la pluma al mismo tiempo, como comentábamos a propósito de Santillana y Gómez Manrique. A los 24 años está ya considerado como capitán de tropa, y se curte en diversas guerras: en la "guerra divinal" contra los moros y en enfrentamientos bélicos privados, que se multiplicaban por la debilidad real y la ambición de los nobles. Unas veces eran los pactos de ayuda familiar los que le obligaban a galopar, espada en mano, en auxilio del pariente en peligro; como cuando acude contra don Juan de Valenzuela en ayuda de Álvaro de Stuñiga, alzándose con la victoria de Aljofrín. Otras veces las luchas son para conquistar determinadas prebendas de la Orden de Santiago, como la sostenida para alcanzar la encomienda de Montizón, o la mantenida en Uclés (Cuenca) por la defensa del Maestrazgo de don Rodrigo, en disputa con el Marqués de Villena.
Y, alfin, después de tanto guerrear, siendo capitán de Hermandades (nombramiento concedido por los Reyes Católicos), el caballero Jorge Manrique moría a la edad de 39 años, tras haber luchado cuerpo a cuerpo en las cercanías del castillo de Garcimuñoz (Cuenca). Dicen que llevaba la banda en la que estaba bordada su famosa divisa: "Ni miento ni me arrepiento". Y dicen también que guardaba un poema que empezaba así:
¡Oh mundo! Pues que nos matas
fuera la vida que diste
toda vida;
mas según acá nos tratas
lo mejor y menos triste
es la partida.