Pues eso, Puertas Norma quiere empezar a hacer limpia por "falta de beneficios" (despues, eso si, de gastarse la de dios solo en maquinaria). No os podeis hacer a la idea lo que supone esto para la zona de pinares de Soria.
http://www.heraldodesoria.es/index.php/mod.noticias/mem.detalle/idnoticia.77978/relcategoria.301Se sienten como si se movieran sobre arenas movedizas, asustados, sorprendidos, impacientes... apenas tienen espacio para la indignación, no elevan el tono ni lanzan improperios contra los directivos de la multinacional, se sienten paralizados por el temor de que su pueblo se convierta en un «cementerio», «un asilo por donde pasa una carretera», «un lugar sin vida»...
Y es que los vecinos de San Leonardo no entienden el futuro de esta localidad sin la gran factoría que saluda a quienes llegan desde Soria al municipio pinariego y que ha sido su sustento principal desde hace 56 años.
No es sólo San Leonardo, es toda la comarca pinariega, pero poner un pie en este lugar es suficiente para darse cuenta de que, cuando el representante del comité de empresa Oskar Costalago habla de «nuestra empresa», no lo hace coma licencia dialéctica sino como una realidad. Todos los establecimientos lucen carteles con el lema «Todos somos Norma» y cualquier vecino interrogado mantiene un vínculo con la firma de puertas. «Yo no dependo directamente de ella, pero mis cinco cuñados sí», apostilla un responsable de una tienda de electrodomésticos, a la vez que tres mujeres comparten un café en el Bar Portalón y añaden, «mi marido se jubiló en Norma, pero ahora tengo a mi hija, ella a su hijo y mi otra amiga a su marido». Resulta casi una misión imposible hablar con alguien del pueblo ajeno al discurrir de esta empresa y que no esté informado al detalle de las novedades de la negociación.
Da igual la edad y el perfil, todos saben lo que significa Norma para el pueblo. En la puerta del hogar de jubilados, tres abuelos aprovechan las cálidas temperaturas para conversar sobre la fábrica y recordar su pasado y «aquel 83, que también fue tan duro». Uno trabajó unos meses de joven antes de emigrar, otro casi una década y otro se jubiló en la empresa tras más de cincuenta años, una cicatriz en la mano se lo recuerda a diario.
«Norma siempre ha sido el motor de este pueblo, aunque recuerdo que en el 83 lo pasamos mal con impagos, retrasos en las nóminas...», añade. Los vecinos de San Leonardo recuerdan esa fecha como la gran crisis de la empresa, entonces propiedad de Ángel Solanes, «el hijo del señor Solanes», de quien aún hablan concediéndole galones. «El señor Solanes vendió a una multinacional porque sus hijos ya no querían seguir con la empresa, que comenzó como una carpintería, y a partir de ese momento, todo fue bien».