A veces me da lástima... por España, digo. No en plan facha, sino en plan cultural. Somos uno de los países de Europa que más pluralidad y riqueza cultural tenemos. Esta Península ha sido un cruce de civilizaciones, Reinos e identidades durante siglos. Tenemos una pluralidad bestial, que si se explotara adecuadamente nos daría muchos réditos económicos y políticos.
Pero lo mejor es cargárselo todo, pasar el rodillo a todos y provocar que unos se quieran marchar, que el Patrimonio y la Cultura de esta Península se devalúen y se tiren por el suelo, que se borren identidades de siglos... es que hay que ser imbéciles. Imbéciles y estúpidos.
Sin ir más lejos, y por no poner un ejemplo de aquí, que los conocemos todos, ahora cuando vas al Reino de Valencia ya no estás en el Reino de Valencia, en tanto que no puedes admirar sus fortalezas, sus vegas hortelanas, sus alquerías... su identidad histórica hecha espacio. No. Ahora solo ves autopistas, resorts vacacionales, campos de golf y hoteles a pie de playa. Y como en Valencia, en tantos otros lugares.
Hemos destruido la tradición confederal hispánica por un centralismo jacobino francés que nos está destruyendo y está enterrando a esta Península culturalmente bajo una losa de hormigón armado. Como digo, hay que ser imbéciles.
Da igual la Constitución. Ya da igual todo. Lo han podrido todo. Que hagan lo que quieran. Este país es una basura, una basura literalmente, y con pescado podrido que huele a kilómetros. De la España histórica, confederal, plural, la de los Reinos y las identidades, de esa ya no queda nada. Y justamente eso es España: pluralidad, confederación. Amalgama de identidades cementadas históricamente por el roce y la convivencia. Pero identidades diferentes. En el momento que rompes esa idea, esa esencia, rompes a España y lo que resulta es Francia II.
Así que, como digo, que hagan lo que les venga en gana. Mi voto no lo van a tener jamás, y mi desprecio lo tendrán siempre. Hagan lo que hagan. Digan lo que digan. Han cruzado hace mucho tiempo la delgada línea roja que lleva a un ciudadano a tomar la determinación de no reconciliarse con ellos nunca más.

