Disculpa la tardanza, Panadero. Te respondo un poco a todo lo que me has contestado, que más o menos gira en torno a la misma idea. Has comentado que he realizado un alegato antidemocrático, comparándome con aquel señor del bigote mosca... creo que es excesivo, bastante excesivo de hecho.
Vamos a ver: no censuro ningún proyecto político que una sociedad vote en un momento determinado ni quiero imponer a nadie nada. Simplemente he afirmado que la voluntad (porque como bien dices la democracia expresa voluntades) de una generación no puede acabar con el legado de las precedentes ni hipotecar el futuro de las subsiguientes. ¿Es eso antidemocrático?
No, pero para bien o para mal, sucede. Las sociedades cambian precisamente por eso. Castilla merece conservar su legado cultural pero es absurdo fiarlo todo al legado del pasado ignorando siglos de cambio social.
Mi concepción de la Humanidad y de su Historia es la de la evolución de una serie de grupos humanos con mayores o menores características similares que viajan a lo largo de la Historia y progresan manteniendo un patrón socio-cultural sostenido en el tiempo, lo que constituye el legado histórico-cultural de un pueblo. ¿Acaso eso niega el progreso, como me has acusado?
No soy yo, era la dinámica de tu discurso la que conduce a eso. Dicho lo cual vuelvo a negar: las culturas cambian, las sociedades cambian, las lenguas cambian. Castilla ha cambiado.
La identidad castellana contemporánea está ahí... pero como conduzcamos el porcentaje de cambio que le toca a nuestro tiempo es nuestra voluntad; como lo fue en el pasado de las gentes de ese pasado. No somos Alfonso VIII, él fue soberano en su tiempo y nosotros lo somos en el nuestro: el modelo de la Castilla de nuestro tiempo nos corresponde a las gentes de nuestro tiempo. Ese será nuestro legado, que no será igual que el que recibimos de nuestros antepasados, como el de nuestros antepasados no fue igual que el que recibieron de sus ancestros...
Quiero decir: yo me puedo comprar un coche de última generación, puedo construirme una casa informatizada "inteligente" o puedo comprarme el último modelo de ordenador. Lo que no puedo hacer es inventarme un concepto que ya existía antes que yo.
Cada vez que das un paso hacia una forma de vida diferente a la de tus antepasados estas cambiando de raíz los conceptos de tus antepasados. Da igual que la palabra no cambie... tu Castilla no es la Castilla de 1400.
Y a tu pregunta de ¿Quién decide eso? Nadie. Un concepto que ya existe no puede "decidirse", es decir, puede aceptarse o rechazarse por la sociedad actual, puede actualizarse... pero no puede reinventarse. En este sentido yo creo que sería bueno que las Reales Academias no hubieran abandonado el objetivo para el que fueron creadas y se dedicaran a intentar ilustrar a la sociedad, que buena falta nos hace como país. Y cuando seamos una sociedad madura que sea capaz de decidir su presente sin destrozar el legado que nos ha sido confiado (Naturaleza, Historia, Cultura, Folclore, etc) y no comprometa el futuro de las generaciones venideras, entonces quizá hayamos conseguido convertirnos en un país cuya existencia verdaderamente merezca la pena.
No preguntaba exactamente eso.
Mi pregunta es ¿quien es el que decide quien es castellano y quien no?
Mi respuesta está clara "el individuo por sí mismo" y si resulta que no es castellano pues estate tranquilo, que no se declarará como tal. Lo que cuestiono es el derecho de nadie a expulsar o incluir a individuos contra su voluntad. Vuelvo al ejemplo del sevillano que nunca se declarará vasco... porque sabe lo que significa y le resultaría algo antinatural y contradictorio consigo mismo.
¿Qué es ser castellano en el siglo XXI?
Esa es la clave de la cuestión.
Plantea la identidad y deja que la gente la acepte o la rechace libremente.
De la democracia hay que aprovechar todo lo bueno que tiene pero no elevar el proceso a los altares de lo "universal", porque en tal caso habremos caído en uno de los principales errores de nuestro sistema: votarlo todo (y consiguientemente decidir barbaridades constantemente).
Es que no te queda otra: no puedes obligar a la gente a ser "castellana" a dedo ni puedes negarle la identidad sin incurrir en nazismo.
Eso lo tiene que decidir la gente. La identidad es un concepto íntimo, no es una pegatina que se ponga y se quite voluntariamente.
La identidad no se da y no se quita. Se tiene o no se tiene pero no se otorga.
Lamento haberte dado una mala impresión. Pero creo que hay valores y conceptos del ser humano que están por encima de las votaciones. Eso no quiere decir que haya que imponerlos a nadie ni mucho menos. Ahí me estás imputando una intención que no es la mía, te lo puedo asegurar. Pero lo que tengo claro es que con una votación contingente no se soluciona todo. Se puede aprobar un proyecto político, eso sí. Pero si a ese proyecto político "nacional" se le quiere dar un nombre histórico, al menos debería parecerse lo más posible a ese ente histórico que de una u otra forma nos llegó (más maltrecho que otra cosa) hasta 1983.
Si todo es una cuestión de nombres, no creo que sea difícil que nos pongamos de acuerdo. Pero la pertenencia o no a un territorio, tenga la denominación que tenga... tiene que votarse. Por contingente que tal cosa sea.
Toda mi argumentación va en sostenimiento de esta idea: una generación no puede redefinir lo que le ha sido legado: no puede talar los bosques de Soria y plantar otros sustitutorios en Tierra de Campos, por ejemplo. No puede desecar un río o trasvasar su caudal a otro. No puede coger los paloteos y cambiar los palos por cepillos barrenderos para danzar. Y tampoco puede inventarse Castilla.
No opino pero observo: puede, claro que puede, y lo hace y lo ha hecho continuamente. El folklore castellano no ha parado de cambiar, el territorio no ha dejado de cambiar, la sociedad no ha dejado de cambiar.
Ahora si opino: el reto es definir la Castilla que nos ha llegado, la Castilla del s. XXI pero para ello, en una sociedad democrática como la nuestra, la voluntad de la ciudadanía, contingente o no, es insoslayable.
Puede definir y votar lo que quiera, eso sí. El problema es cuando se vota algo (ya sea en un plebiscito o dentro mismo de una organización), se le da un nombre histórico y ese nombre no coincide con lo que se está definiendo "ex novo".
Si todo se reduce a una cuestión de nombres, creo que es cosa que tiene fácil arreglo.
¿Te imaginas que a CyL le hubieren llamado simplemente "Castilla"? Alegarían que se votó, que los alcaldes lo apoyaron, etc. Entonces esa generación habría incurrido en aquello contra lo que estoy argumentando, porque eso que hubieran votado en 1980, independientemente de que lo hubiera apoyado todo el mundo o no, sería una falsedad.
Nada obliga a los proyectos políticos a ser "veraces" ni los políticos son historiadores. La falsedad no restaría legitimidad a su decisión, ya fuese esta rigurosa o no.
Y si hoy nuestra generación define una nación y para ello dice lo de "que entre aquí quien quiera", pues definirá la nación al gusto como las sopas de sobre, lo cual es totalmente respetable y será la voluntad de esta generación, pero el ente definido no será ni podrá llamarse Castilla. Podría llamarse "Corona de Castilla", "Castilla y León", "Castilla y Andalucía", "Castilla y Galicia", lo cual no es lo mismo ni de lejos.
Es que no va a entrar quien quiera... ¿te ha dado a ti por proclamarte catalán? ¿y a tus vecinos?
¿Cuantos gallegos crees que valorando su identidad con un proyecto castellano dirán... ¡si soy castellano y no me había enterado! ¿el friki del pueblo borracho de orujo después de intoxicarse con un percebe?
La identidad es algo tan personal que nadie medio normal acepta otra que no sea la suya propia Define la identidad y que la gente elija... ¡no te queda otra! la identidad es como el mear... nadie puede hacerlo por ti... es cosa tuya y solo tuya.
¿Cual es la identidad castellana del s. XXI?
No es la del s.XIV- El mundo no es igual, la sociedad no es igual, Castilla no es igual.
Castilla no ha sido capaz de construir su identidad del presente, por eso se refugia en el pasado. En el pasado y en los mapas, cuyas nítidas fronteras ofrecen una sensación de certezas, eso sí, irreales.
No hay frontera sin pueblo detrás de ella.
¿Qué identidad acorde al s. XXI, por más que derive del legado recibido, le vamos a vender a ese pueblo?