Todo este asunto es la forma que tiene de abordar el Régimen la cuestión evidente de la plurinacionalidad del Estado y del desgaste de su proyecto: negación de un conflicto político, económico, social y territorial tapándonos los ojos con la bandera rojigualda o la idea de que España se rompe y el séptimo sello se abre. No hay más, es una paletada hacer juras y homenajes a la bandera (a cualquier bandera) para satisfacer a la gente más irreflexiva y patriotera y alentarla en sus sentimientos cañís: la gloria de la España una, grande, indivisible. No es extraño que en los últimos tiempos se multiplique la publicidad españolista, las banderas enormes en todas las ciudades, los actos de desagravio a España, etc.
Esa estrategia funciona muy bien aquí, ellos lo saben y por eso la utilizan. Si queremos que Castilla tenga algún tipo de identidad y reconocimiento dentro del Estado y deje de estar instrumentalizada tan burdamente por el proyecto del españolismo, debemos oponernos a este tipo de estrategias y denunciarlas como lo que son: patrioterismo barato que deslumbra a muchos incautos pero que no aporta ninguna solución a los problemas que tiene la gente.
Por último, por enésima vez sobre el tema de la bandera. La gente progresista no se siente identificada con la bandera rojigualda, ni siquiera la parte izquierda del Régimen (desde UGT y PSOE hacia la izquierda). No es que sea paradójico, es que responde a un elenco amplio de cuestiones históricas, sociales, culturales, etc. que no se han producido en otros países y que sería demasiado complejo exponer en profundidad aquí, pero que se pueden esbozar rápidamente:
- La izquierda, excepto por aquellos años turbios en los que el PCE claudicaba sobre la bandera y la monarquía, ha utilizado esencialmente otra bandera, que es la republicana. Ese uso se consolida en el tardofranquismo y en la Transición, porque buena parte de la izquierda quería restablecer la legitimidad y legalidad previa a la dictadura, y los símbolos/banderas sirven para transmitir mensajes e ideas.
- El regionalismo y el nacionalismo en el Estado español, al contrario que lo que sucede en otros países, es en sus líneas generales un movimiento de izquierdas con la excepción de las burguesías vasca y catalana de toda la vida.
- La plurinacionalidad del Estado tan obvia para algunos y su negación sistemática por parte de la derecha hacen necesaria una distinción en materia de símbolos muy profunda. La bandera rojigualda se consolida como la del proyecto triunfante y dominador, y los que no nos sentimos satisfechos en el plano nacional no podemos jamás asumir esa bandera. Todas las banderas son trapos, pero unas representan al poder vigente y otras al contrapoder.
- Por muy corto que fuera el tiempo en el que se utilizó la tricolor, y muchos los errores de la República, aún no ha pasado suficiente tiempo como para que nos olvidemos de que la restauración de la bicolor se hizo mediante un golpe de estado, una guerra civil y una cruenta dictadura fascista. Tampoco que la transición a la democracia es un proceso vigilado, tutelado por el Ejército, y en el que mediante el pacto de silencio se normalizan y asumen políticas, leyes e ideas del fascismo, empezando por la jefatura del Estado.
- Durante décadas prácticamente ninguna bandera rojigualda ha aparecido en las luchas clásicas de la izquierda, mientras que la republicana o las banderas de los pueblos han estado siempre presentes.
- Por último, y esto es para el castellanismo un hecho de singular importancia: la bandera bicolor puede representar por defecto los colores del pendón carmesí, pero la tricolor nace conscientemente para dar una representatividad a Castilla que subjetivamente nuestro pueblo echaba en falta. No será necesario explicar que los Caballeros Comuneros que luchan contra Fernando VII visten una banda morada, o que en 1869, cuando se firma el PFC, el castellanismo organizado se manifiesta con pendones morados; esa gente no era imbécil, sabía perfectamente que el color histórico de nuestra bandera era el carmesí, pero la toma de conciencia y la transposición política de esas ideas exige nuevos símbolos.
En los años 70 en Villalar se quemaban banderas rojigualdas para júbilo del espectador (que por otra parte, es un acto igual de cañí que las juras de bandera). Evidentemente la bandera rojigualda se asociaba, adecuadamente en buena medida, con la dictadura. De aquellos polvos, estos lodos.

