Extraído de
http://juventudrebelde.org/index.php?mact=News,cntnt01,detail,0&cntnt01articleid=996&cntnt01returnid=56Desde Yesca, la juventud castellana y revolucionaria, queremos reivindicar la acción contra el monumento del cerro de San Cristóbal.
No es vandalismo, se trata de un acto de higiene pública que responde tanto a impulsos de legalidad como de legitimidad. Nadie nos ha encomendado esta tarea, pero si quienes alardean de “demócratas” no son capaces de poner en vigor sus propias normas (Ley de la Memoria Histórica de 2007) será la juventud concienciada la que actúe en consecuencia con todas las herramientas a su alcance. Ya hemos esperado más que suficiente y se nos ha agotado la paciencia. Si no hay ninguna voluntad de llevar la justicia y reparación institucional a las decenas de miles de personas represaliadas y a las que aún yacen en cunetas, al menos lograremos algo de tranquilidad para los vivos mostrando repulsa a este yugo que nos acompaña desde hace 53 años. Oímos a menudo hablar de la dignidad y el respeto a las víctimas; queremos hacer un llamamiento para que se deje de humillar al conjunto de la sociedad vallisoletana, que tiene que ver como asesinos y mercenarios mantienen el reconocimiento público que les dio la dictadura franquista. Especialmente infame es que los hijos e hijas de los represaliados tengan que pasear por calles bautizadas con los nombres de los verdugos de sus padres o abuelas. Algunas de ellas han sido modificadas recientemente con la oposición chulesca de León de la Riva (que llegó a disculparse por tener que retirar, obligado por la justicia, el nombre de los asesinos de algunas calles), pero otras todavía se mantienen. No nos olvidamos del siniestro recorrido de Onésimo Redondo, fundador de las JONS, golpista reincidente y culpable de innumerables asesinatos en nuestra provincia, al haber dirigido las “Patrullas del Amanecer”, pelotones de fascistas que se dedicaban a ‘pasear’ a decenas de republicanos/as cada día. Ese es el villano que preside y se eleva sobre nuestra ciudad, al que grupúsculos de neonazis recuerdan cada año, peregrinando a Valladolid.
En absoluto queremos olvidar la Historia, como podrán insinuar algunos. Al contrario: que el fascismo sea bien conocido, para que no pueda volver bajo ninguna de sus formas, como ya se lamentan en otros estados de Europa las fuerzas políticas consideradas democráticas. Pero que se conozca y comprenda donde es oportuno: en los museos, en los centros de estudio e interpretación, en los documentales o en los libros de Historia. Y que se acabe de una vez por todas con el ensalzamiento público de personajes que no aportaron nada a Valladolid ni a Castilla salvo oscurantismo, terror e involución intelectual sin límite. Porque usar el nombre de alguien para denominar un lugar común o erigir una estatua en su honor supone un reconocimiento social, reconocimiento que los fascistas no se han ganado, y por eso no permitiremos que se les reserve ningún espacio en nuestra ciudad.
Nuestro deseo no es que el monumento quede como lo hemos dejado, sino que ese vestigio infame del fascismo se retire para siempre del cerro, de la vista pública. Además de su naturaleza, su estado de mantenimiento ya era deplorable, magnífico ejemplo del rechazo que genera en la ciudad el fascismo español. Si la estatua destrozada es trasladada a algún museo, quedará constancia de que la memoria histórica y la dignidad los puso finalmente en su lugar. Exigimos además que por justicia y dignidad todas las reminiscencias que siguen alabando al régimen de la dictadura y a sus promotores en las calles de nuestros barrios y pueblos desaparezcan, recuperando sus antiguas denominaciones o designándose con nombres que puedan ser aceptados por una comunidad que se considere mínimamente democrática.
Aprovechamos para recordar hoy, un 18 de Julio, aniversario del golpe de estado de 1936, que nadie ha pagado ningún precio por sus crímenes en la dictadura, gracias a la imposición del silencio. Muy al contrario, a la mano derecha de Franco se le premió con la Jefatura del Estado y el mando supremo de las Fuerzas Armadas. Esta monarquía impuesta, pretendidamente renovada, hunde sus raíces en el Régimen de Franco.
Onésimo Redondo, ¿Caudillo de Castilla? ¡Castilla sin Caudillo!
¡Símbolos fascistas fuera de la vista!
Joven, ¡pasa a la acción!
Yesca, la juventud castellana y revolucionaria