La matanza del cerdoErmua, Palencia, Soria y Toledo // Estado español // diciembre - abril 2015
Entre los meses de diciembre y abril he logrado acceder a ocho matanzas del cerdo. Tres de ellas han sido realizadas de forma pública [1].
Es muy difícil saber la cifra exacta pues es una práctica poco regulada pero son decenas de miles los cerdos que mueren acuchillados en matanzas familiares y públicas que, amparadas en la tradición —muchas de ellas ilegales [2], como algunas documentadas en este reportaje—, tienen lugar a lo largo de toda la geografía española entre los meses de invierno.
En todas las matanzas familiares a las que he tenido acceso los cerdos vivían en un cobertizo oscuro y sucio. En ellas, y durante nueve meses, fueron cebados hasta el día de su muerte en una práctica brutal que puso fin a sus vidas.
En las matanzas, al cerdo se le clava un gancho de hierro en la garganta y se le arrastra hasta el tajo —el banco de madera donde tradicionalmente se le mata— o hasta el tractor donde se le cuelga boca abajo.
Una vez se le inmoviliza se le clava un cuchillo varias veces en la arteria carótida —no siempre se acierta— provocando una muerte agónica que puede durar varios minutos.
Entre gritos, arcadas y convulsiones la familia entera mira, ríe y conversa, mientras la vida de su víctima se apaga.
Además de cruel y violenta, la matanza del cerdo es una práctica sexista que se lleva a cabo en presencia de niñ@s. Mientras los hombres son los encargados de matar y despiezar al cerdo las mujeres son las que elaboran los embutidos, sirven la comida, los aperitivos y las bebidas alcohólicas.
Los niños y las niñas son invitados a participar —en una de las matanzas era un menor el encargado de manejar el tractor del que colgaba el cerdo mientras se desangraba— en un acto cruel donde aprender a someter con violencia, maltratar y a acabar con la vida de un animal que en muchas ocasiones incluso ha podido ser su amigo y jugar con él —como todos ya conocemos a través de los testimonios de amig@s y conocid@s—.
En el museo de la matanza del cerdo situado en el Burgo de Osma, una localidad donde se realiza una de las matanzas más conocidas, se exponen dibujos de niñ@s. Uno de ellos, realizado por una niña de seis años, muestra a un cerdo colgado boca abajo desangrándose.
Explotados en granjas industriales o en cobertizos caseros, ejecutados en mataderos, en un banco de madera o colgados boca abajo de un tractor, la matanza y la explotación en granjas son prácticas que causan daños muy graves a animales que aprecian su vida tanto como nosotr@s la nuestra. Y estas razones, tan simples como poderosas, son las que convierten el acto de comer carne en una discriminación tan intolerable como lo es el racismo o como lo es el sexismo.
Si perseguimos una sociedad libre e igualitaria llevar una vida vegana y defender a los animales oprimidos son dos responsabilidades que no podemos seguir obviando en nuestras reivindicaciones sociales y políticas.
Mientras existan mataderos habrá campos de batalla - León Tolstoi
http://traslosmuros.com/matanza-del-cerdo.phphttp://www.eldiario.es/sociedad/matanza-cerdo_12_402579739.html Los gritos del cerdo de la matanza son de alegría ¿no? O quizás que como no pagan alquileres ni IRPF, pues da igual su sufrimiento.
Pero ya no solo es el hecho de hacer sufrir a un animal de esa manera brutal, es el hecho de convertirlo en un puto espectáculo público, en el que incluso participan niños. Qué buena enseñanza eh, insensibilizándoles ante la brutalidad. Luego no nos quejemos si el día de mañana se convierten en maltratadores, la semilla fue sembrada y tarde o temprano se recogerá la cosecha. Enhorabuena.