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Autor Tema: La AIT en Valladolid (1869-1874)  (Leído 3704 veces)
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Maelstrom
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« : Enero 17, 2012, 17:48:58 »


Bakunin, Fanelli y la AIT. Los primeros internacionalistas españoles.

En septiembre de 1868, la revolución “Gloriosa”  destronaba a Isabel II. La insurrección, promovida por personalidades como Juan Prim, el brigadier Topete o Francisco Serrano, fue apoyada desde los primeros momentos por el pueblo; surgiendo por doquier las Juntas Locales y los batallones de Milicianos. Tan exitosa revolución, que abriría una nueva etapa en la Historia de España, no tardaría en llamar la atención en el extranjero. Y entre quienes más se fijaron en la situación española se hallaba el ruso Mijaíl Bakunin, hombre fuerte de la AIT (Asociación Internacional de los Trabajadores) y artífice de la Alianza de la Democracia Socialista, una sociedad libertaria que actuaba en el seno de aquella.
El carácter pasional de Mijaíl Bakunin se puso al rojo vivo tan pronto como saltaba hecha añicos la monarquía de Isabel II. El manifiesto “A los trabajadores españoles”, inspirado por él, es un claro testimonio de sus pensamientos acerca de la rebelión española. Pero Bakunin, como dejó bien claro a lo largo de su vida, no era precisamente un intelectual de salón, ni un revolucionario de gabinete, sino un verdadero hombre de acción. Por lo tanto, no podía conformarse con enviar un saludo a los obreros de España, considerando más acertado pasar a la acción efectiva. Y no encontró otra manera que la de organizar una expedición a España compuesta por hombres de la Alianza.
Pero... ¿Quién iba a componer esa delegación que fuera capaz de propagar en España las ideas libertarias? En principio, Bakunin pensó en Elisée Reclus como el hombre ideal para tan elevada misión, pero éste rechazó llevar a cabo la tarea que Bakunin pretendía encomendarle. Finalmente, el escogido sería el italiano Giuseppe Fanelli, pese a ser un individuo vacilante y hasta tímido en los momentos más decisivos.



Algo después, Fanelli abandonaba Ginebra en dirección a tierras españolas. Hacia mediados de noviembre de aquel 1868, más o menos, nuestro personaje llegaba por tren a Barcelona. No tardó el italiano en contactar con Fernando Garrido y José María Orense, destacadas personalidades del republicanismo español, que eran inmensamente populares entre la clase obrera. Fanelli se unió a la comitiva de ambos políticos, dedicados por aquel entonces a realizar una gira propagandística por Cataluña y Levante. Tras conocer a fondo los asuntos españoles y relacionarse con las multitudes proletarias que escuchaban las promesas de Garrido y Orense, Fanelli se trasladó a Madrid con el firme propósito de fundar el núcleo obrerista que debería instaurar la AIT en España. Según parece, Garrido le proporcionó las señas del tipógrafo Rubau Donadeu.
Fanelli llegó a Madrid el 24 de noviembre, llevando consigo cartas de recomendación dirigidas a Rubau Donadeu y José Guisasola. Este último no era sino el director del periódico “La Igualdad”, quien “le orientó hacia un grupo de obreros de ideas muy avanzadas”. Sea como fuere, el caso es que Fanelli pudo encontrar, gracias a su actividad proselitista, a los hombres capaces de fundar el primer núcleo de la AIT en España. Y así, ante un reducido grupo de jóvenes obreros que frecuentaban el “Fomento de las Artes” madrileño, Fanelli expuso sus teorías libertarias en italiano y francés, ya que no conocía ni una palabra de la lengua castellana. Este pequeño cónclave tuvo lugar en el Círculo Republicano Antón Martín, situado en la calle de la Yedra. Los obreros allí congregados declararon que aceptaban los principios de la AIT, fundando así su sección de Madrid, constituyendo al mismo tiempo tres comisiones organizadoras y decidiendo la redacción de un reglamento orgánico interno. Quedó, pues, instaurada la Internacional en España, inclinándose sus primeros responsables (Anselmo Lorenzo, Tomás González Morago, Rubau Donadeu...) hacia los matices ideológicos de la Alianza de la Democracia Socialista que fundara Bakunin tiempo atrás.



Terminada su misión, Fanelli regresó a Barcelona, donde entró en contacto con otro núcleo de trabajadores susceptibles de interesarse por los objetivos de la AIT. Surgió así el primer grupo de internacionalistas barceloneses, que celebrarían sus reuniones en el taller del tipógrafo Farga Pellicer.
La importante labor proselitista llevada a cabo por Fanelli en nuestro país, mostrada aquí a grandes rasgos, fue el punto de arranque de la Federación Regional Española de la AIT, que celebraría su primer Congreso en el “Teatro del Circo” de Barcelona (1870). Asistirían a él un total de 90 delegados; entre los cuales había 5 representantes de las Castillas: 3 de Castilla la Nueva (Madrid, Almadén y Villafranca de los Caballeros) y 2 de Castilla la Vieja (Valladolid y Ezcaray). El delegado vallisoletano era el tipógrafo Francisco Cea García, uno de los fundadores de la AIT en Valladolid y miembro de la tendencia más radical que se hizo notar en aquel Congreso.
La ciudad de Valladolid contaba, por aquel entonces, con uno de los núcleos internacionalistas más antiguos de España. Nos consta que, ya en 1869, la AIT ya estaba presente en la capital del Pisuerga. Vamos a examinar, pues, la trayectoria de la Internacional en esta ciudad castellana durante la convulsa época del Sexenio Democrático (1868-1874).



Los inicios del asociacionismo obrero en Valladolid

El asociacionismo obrero dará sus primeros pasos en Valladolid a través de las sociedades de socorros mutuos, que serán alentadas por la misma burguesía local en varias ocasiones. En dichas asociaciones, no era extraño que se prestase especial atención a la instrucción de sus afiliados. Conocemos dos de estas sociedades que, al menos formalmente, combinaban los socorros mutuos y la instrucción, ambas son anteriores a 1868 y tienen  gran importancia en la historia del movimiento obrero de Valladolid. Nos referimos, como no podía ser de otra manera, a la “Sociedad Filantrópica Mercantil de los Dependientes de Comercio de Valladolid” (la “Filantrópica Mercantil”) y la “Filantrópica Artística”. Ésta última, que tenía un gran parecido con el “Fomento de las Artes” de Madrid, se hallaba estrechamente relacionada con el Partido Demócrata, figurando entre su cuadro de colaboradores las más destacadas personalidades del republicanismo vallisoletano: Lucas Guerra, Emilio Vaquero Concellón, Tomás Nieto Imaz, José Muro López...
Los núcleos obreros más conscientes, situados en torno aún al Partido Demócrata, evolucionarán ideológicamente, dando lugar a otras formas de asociación obrera que acreditan un nivel superior de conciencia de clase: las cooperativas de producción y consumo y las sociedades de resistencia (sindicatos).

Hacia la Federación Local de la AIT.

Así, se producen ya en Valladolid las primeras manifestaciones del societarismo, es decir, una forma más compleja de asociación obrera: la cooperativa de producción (y subsidiariamente también de consumo), forma más compleja y superior en tanto que ligada a un proyecto global, aunque utópico, de emancipación social. Como es sabido, esta forma de asociación obrera será difundida en España por los republicanos (como Fernando Garrido, su introductor y principal teórico) y por ello presupone todavía la subordinación ideológica de los trabajadores al republicanismo federal.
Hay que observar, sin embargo, que la formación en Valladolid de tales cooperativas no va a ser propiciada por los republicanos federales, sino por los internacionalistas, al poco tiempo de formar éstos últimos un primer grupo de organización de la AIT en agosto de 1869. Según Francisco Cea (delegado por Valladolid al Congreso Obrero de Barcelona de 1870), habrían sido estos primeros internacionalistas los responsables de la fundación de tales sociedades, después de ver paralizados los trabajos de 1869... Es decir, habrían optado por esa vía alternativa, más aceptable quizás por las autoridades (aunque también por los trabajadores, muy dependientes aún del republicanismo federal) como medio de extender de influencia sobre la clase obrera local, dado que no les era posible hacerlo de forma directa en aquellos momentos.
Estas cooperativas se establecieron en Valladolid a principios de enero de 1870. Eran cinco, en total: de tejedores, sastres, zapateros, tipógrafos y sombrereros fulistas; que contaban con sus propios talleres, donde  sus socios trabajaban los lunes y domingos. Según Francisco Cea, uno de ellos trabajaba continuamente. Debía tratarse del taller perteneciente a la cooperativa de sombrereros, conforme se desprende de una información periodística que anuncia lo siguiente: ciertos oficiales de sombreros piensan abrir, con sus modestos recursos, una fábrica de sombreros en competencia por el buen género, economía y buena elaboración, con las primeras fábricas de Valladolid. Sabemos también el nombre de otra de estas cooperativas (la de tipógrafos, que se llamaba “La Protectora Tipográfica”) y el número total de socios que forman parte de ellas (448 en mayo de 1870; y de ellos, unos 213 pertenecían a la cooperativa de tejedores).
Por aquellas fechas, existía también otra cooperativa (aunque no sabemos si se dedicaba a la producción) integrada por obreros en madera, si bien no estaba directamente influida por los miembros de la AIT.
En el momento del Congreso de Barcelona, y según las declaraciones de F. Cea (que asiste al mismo como delegado de dichas sociedades, pero también de la sección local de la AIT, recientemente constituida) estas cooperativas son formalmente independientes de la Internacional. Sin embargo, los internacionalistas vallisoletanos gozaban de enorme predicamento sobre ellas. Y esto se advierte en que, en el dictamen sobre cooperación, Cea vota porque las cajas de las cooperativas sean colectivas en vez de independientes (como hasta entonces eran), a pesar de que, como él mismo reconoce, si le hubieran dado un mandato expreso acerca de la cuestión lo habría hecho en sentido contrario, cosa que justifica expresando su convencimiento de que estas sociedades se someterán en un todo a las deliberaciones del Congreso, y que todos sus socios se afiliarán a la AIT. Así debió ser, y como el Congreso se pronunció negativamente en lo relativo a las cooperativas de producción, en tanto que las consideraba ligadas a una teoría inaceptable para lograr la emancipación social, aquéllas desaparecieron de Valladolid. Al menos, no hay constancia alguna, a partir de estos momentos, de sus actividades. Hemos de pensar que se convertirían en secciones de oficio de la Federación Local de la AIT.
Hubo, sin embargo, otras manifestaciones de cooperativismo en Valladolid; aunque en su versión como cooperativas de consumo, y que se desarrollaron (en algunos casos) al margen o incluso en contra de la AIT... Así, conocemos la existencia de una sociedad cooperativa de empleados y obreros del ferrocarril del Norte, que abre una tienda de comestibles en diciembre de 1870. Y también la de una asociación de tejedores que (a nuestro juicio) es la que abre una cooperativa de consumo. Esta última asociación, enfrentada a la Federación Local de la AIT, recibiría el 21 de julio de 1872 un donativo de 2.000 reales con ocasión de la visita de Amadeo I a Valladolid.
La siguiente fase en la historia del asociacionismo obrero vallisoletano estaría constituida por la resistencia solidaria, encarnada en la aparición de los primeros sindicatos obreros, encaminados a luchar contra el sistema capitalista. Tales sindicatos aparecerán en Valladolid tras el Congreso de Barcelona y, como es fácil de suponer, el tratamiento de este asunto exige hablar de la formación y el desarrollo de la AIT en esta ciudad castellana. Y es que los sindicatos surgidos en Valladolid durante el Sexenio Revolucionario son piezas imprescindibles del esquema organizativo de la AIT en su propósito declarado de resistir al capital.
Anteriormente, hemos señalado como la AIT aparece en Valladolid en fechas tempranas, bajo los auspicios de un pequeño grupo de trabajadores que habría comenzado las tareas organizativas. Es posible que al mismo tiempo que fundan la AIT, organicen también un núcleo de la Alianza bakuninista, y para afirmarlo nos remitimos al marcado carácter antipoliticista que acredita F. Cea en el mencionado Congreso de Barcelona: en el debate que siguió al dictamen sobre la actitud de la Internacional en relación con la política, y que propugnaba la abstención en esta materia de las sociedades obreras (pero dejando libertad a sus miembros para que, individualmente, obrasen como les pareciese), éste aconsejará a los trabajadores “que no sólo abandonen la política dentro de la Internacional, sino que, hasta si quieren (y esto es opinión mía y no del dictamen, pues expreso lo que se me ha encargado como representante o delegado de la Sociedad en Valladolid), debían individualmente abandonarla, para tratar siempre y dedicarse sólo y exclusivamente a la cuestión de su emancipación”.
Es decir, los internacionalistas de Valladolid eran partidarios (a título personal) de abandonar toda relación con la política. Seguramente, este apoliticismo se deba a su desencanto y subsiguiente hostilidad con respecto a los republicanos locales, como acredita otra intervención de Cea, en la cual afirma: “la parte de la Internacional se encuentra un tanto agobiada por la cuestión política. Hay una sección de políticos, nuevos burgueses y aspirantes a comer el pan general del presupuesto, los cuales van a todos los sitios públicos diciendo que se aparten de toda idea social por un momento hasta establecer la república federal; pero sin embargo, donde aparece uno de éstos, siempre hay un internacional que le repele”.
Pensamos, además, que la Alianza se funda en Valladolid al mismo tiempo que la AIT por otra razón: como es sabido, cuando Fanelli llega a Madrid en noviembre de 1868, entra en contacto (a través de diversas personalidades republicanas) con un núcleo de obreros procedentes del “Fomento de las Artes”. Dado que esta sociedad había mantenido estrechos contactos con la “Filantrópica Artística” de Valladolid, es presumible que los fundadores de la AIT en Madrid se pusieran en contacto con José Rodríguez Herrero y otros miembros prominentes de esta sociedad vallisoletana para que formasen un núcleo provisional de la Internacional en la ciudad del Pisuerga... Y los vallisoletanos, al igual que los madrileños, fundarían la AIT con los estatutos de la Alianza, a causa del error de Giuseppe Fanelli reseñado por Bakunin en su carta a González Morago.
Ya hemos indicado cómo ese núcleo provisional de la AIT en Valladolid se ve obligado a paralizar sus trabajos organizativos a raíz de los sucesos de 1869, es decir, a causa de la insurrección federal. Imaginamos que la razón de esta interrupción se debería a las medidas adoptadas por el Gobierno para suspender las garantías constitucionales, lo que llevó consigo la supresión de los clubs y asociaciones políticas. En esta coyuntura, los primeros internacionalistas vallisoletanos optaron (como vía alternativa para extender su influjo) por fundar cooperativas de producción, como ya hemos visto. El paso siguiente sería, contando ya con unas condiciones más favorables, la constitución formal de la sección de la AIT de Valladolid el día 4 de marzo de 1870, teniendo como presidente y secretario a los ya conocidos José Rodríguez Herrero y Francisco Cea, tipógrafos de oficio. De esta forma, la sección vallisoletana de la AIT se convierte (según “La Solidaridad”) “en una de las primeras secciones formadas en España”. Seguramente, este proceso constitutivo se llevó a cabo en los locales de la “Filantrópica Artística”; y es que, poco tiempo después, sabremos de la celebración en la sede de dicha sociedad de una votación para elegir el comité de la AIT.
Unos meses después del Congreso de Barcelona, la sección vallisoletana comienza a dar pruebas de su existencia. Sección que, de acuerdo con lo establecido en el Congreso, habría iniciado ya su proceso de transformación en Federación Local (por ello tendríamos que calificarla como Federación provisional) y contaba ya con sus correspondientes secciones de oficio (esto es, de sindicatos) en varias ramas de la producción.

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« Respuesta #1 : Enero 17, 2012, 17:58:11 »


Acabamos de decir que empieza a dar pruebas de su existencia: en efecto, el 30 de marzo de 1870 celebra un mitin propagandístico al que acuden entre 300 y 400 obreros de las artes mecánicas e industriales, y que reviste un tono muy virulento, a juzgar por la reseña que del mismo hace “El Norte de Castilla”. En efecto, según este diario, uno de los oradores pronunció un discurso de corte socialista que podría refundirse en estas cuatro palabras: “¡Guerra a los ricos!”. En este discurso se ataca a todos aquellos fabricantes que pagan unos salarios muy bajos a sus obreros, con lo que se embolsan directamente un dinero salido del trabajo de aquellos. Tal vez esta alusión tenga que ver con una reciente huelga de tejedores de una de las fábricas de Valladolid, y que fue organizada por la sección de oficio correspondiente.
Y es que esas secciones de oficio también empiezan a salir a la luz, dan pruebas de sus esfuerzos por poner en práctica el principio de resistencia solidaria: el sindicato de tejedores antes aludido, insta a los compañeros de otras provincias a organizarse y, más concretamente, pide a los de Madrid que no venga ninguno de allí a romper la huelga...O el sindicato de sombrereros fulistas, que envía a su compañeros de oficio de Madrid una cantidad para el sostenimiento de la huelga que están llevando a cabo.
Entre estas actividades iniciales de la sección vallisoletana de la AIT cabe referirse a la organización (en el mes de diciembre de 1870) de una función benéfica en un teatro local para recaudar fondos destinados a socorrer a los obreros de Barcelona atacados por la fiebre amarilla. O la celebración, a finales de ese mismo mes, de bailes en su propio local a beneficio de sus socios pobres.
Aunque no tenemos constancia de ello, parece claro que la Federación provisional de Valladolid prosiguió con  bastante afán sus trabajos organizativos y de propaganda en 1871, como sugiere la atención creciente que la prensa local empieza a mostrar a la AIT. Prueba de ello es que, hasta “El Norte de Castilla” reproduce el manifiesto del Consejo Federal de la Región Española, de 7 de marzo de 1871. Sabemos, eso sí, que la Federación vallisoletana publica un periódico quincenal llamado “La Voz del Trabajador” (según referencias indirectas de “La Crónica Mercantil”, obtenidas del nº 105 de “La Federación”) y tenemos noticias también la de la posible publicación de un periódico satírico, “El Petróleo”, supuesto portavoz de los partidarios de la Commune (aunque tal vez sin dependencia orgánica de la AIT).



Malcampo y Sagasta contra la Internacional

Y hablando de la Commune, es más que probable que el clima de histerismo suscitado por la misma fuese el causante de las detenciones llevadas a cabo entre miembros de la Federación provisional de Valladolid a finales de mayo de 1871, al haber éstos firmado un manifiesto internacionalista que suscitó un gran malestar incluso entre los sectores políticos más progresistas de la ciudad. Manifiesto bastante duro, y que atacaba los fundamentos principales de la sociedad.
Tales detenciones se enmarcan en la campaña represiva que desata Sagasta contra la AIT en los meses de abril, mayo y junio del citado año y que, en lo referente a Valladolid, persiste durante el verano, incluso con posterioridad a la llegada al poder de Ruiz Zorrilla. Pese a que en términos generales se atribuye a este último político una actitud más benévola hacia la AIT, no parece que esa benevolencia se hiciese notar en Valladolid. Y es que, en agosto de 1871, continúan presos los firmantes del manifiesto de mayo; y el gobernador civil de turno se empecina en afirmar que la AIT es una organización ilegal.
De creer a “La Crónica Mercantil”, en el verano de este mismo año se asiste al intento de formar en Valladolid una asociación de trabajadores contrapuesta a la AIT. Son sus promotores un grupo de artesanos del sector textil (tejedores, al parecer) que se encuentran en paro y que, desengañados de las propuestas emancipadoras de la Internacional, pretenden simplemente asegurarse un trabajo. En concreto, dicen de sí mismo que “separándose de los fines que se proponen determinadas sociedades, buscan en la ocupación el medio de procurarse su subsistencia y la de sus familiares...”. Y para ello, en vez de la vía de la confrontación, elegirán la de las peticiones a las autoridades, a los diputados, e incluso tratarán de entrevistarse con el Ministro de la Guerra a su paso por Valladolid, reclamando siempre lo mismo: la desaparición del taller de tejidos del presidio que, según ellos, les hace la vida imposible. Esta misma reclamación, y los términos mismos en que José Muro (diputado republicano federal por Valladolid) se hace eco en las Cortes de tan petición, parecen indicar que nos hallamos ante una asociación formada por pequeños artesanos independientes (y no por asalariados). Es posible que entre ellos se cuenten los tejedores que en enero de 1870 formaron una cooperativa de producción a instancias de los primeros internacionalistas de Valladolid; y lo decimos porque ciertas informaciones posteriores indican que la Federación Local de la AIT había perdido influencia sobre este colectivo de trabajadores.
En cualquier caso, esta asociación cuenta con el beneplácito de las autoridades y la burguesía local, e instituye más adelante (como ya señalamos) una cooperativa de consumo.
En el mes de octubre de 1871, el Gobierno concedió una amnistía general que hubo de afectar a los internacionalistas detenidos de Valladolid y, poco después, la Federación Local daría un paso importantísimo de cara a su consolidación: nos referimos a su constitución definitiva. No sabemos la fecha exacta, pero sí que se anota en las actas del Consejo Federal el día 3 de diciembre de 1871.
Según Maz Nettlau, contaba por aquel entonces con 9 secciones de oficio (8, según carta de Valladolid publicada en “La Emancipación” el 9 de marzo de 1872). Este paso adelante se llevó a cabo, sin embargo, en un momento poco propicio, justo cuando las Cortes se hallaban enfrascadas en una discusión acerca de la ilegitimidad jurídica de la Internacional, lo que tal vez explique los contradictorios rumores recogidos por la prensa sobre sobre si la organización vallisoletana de la AIT iba o no a disolverse.
No obstante, lo que es evidente es que con Malcampo (y sobre todo con Sagasta), se abre un período de especial dureza en la trayectoria de la Internacional, especialmente en la época comprendida entre diciembre de 1871 y abril de 1872 (hay que recordar, sobre todo, la circular enviada a los gobernadores civiles fechada el 17 de enero de 1872, autorizándoles a disolver los sindicatos y secciones de la AIT). En tan adversas circunstancias, la Federación Local debió ocultar sus actividades e incluso aparentar su desaparición. A este respecto, es significativa la alusión que efectúa un periódico de Valladolid en junio de 1872, cuando ya soplan mejores vientos, afirmando que “La AIT reanuda su interrumpida marcha en esta capital”.
Pese a la afirmación anterior, la Federación Local no había interrumpido sus actividades, las había proseguido incluso con entusiasmo, tal y como atestiguan las cartas remitidas desde Valladolid a “La Emancipación” en marzo de 1872. Según se atestigua en una de ellas, los internacionalistas vallisoletanos llegaron a organizar hasta un acto conmemorativo de la Commune (eso sí, celebrado de forma clandestina); y, sobre todo, se llevó a cabo una actividad huelguística a la que nos referiremos más adelante.
Tras su retorno a la luz pública, la Federación Local conocerá (en la segunda mitad de 1872) su época de mayor actividad, tanto en materia de propaganda como en el aspecto huelguístico y organizativo. En  efecto, es en este período, que cabe prolongar hasta los primeros meses de 1873, cuando el núcleo vallisoletano conoce su momento más brillante, lo que se verá confirmado cuando en el Congreso internacionalista de Córdoba, celebrado en diciembre de 1872, Valladolid resulte elegida como sede del siguiente Congreso de la AIT en España (que no llegaría a celebrarse, debido a las circunstancias políticas).
En lo que a propaganda se refiere, la Federación Local llevará a cabo varias asambleas, así como dos manifestaciones públicas (una de ellas el 29 de septiembre y la otra el 23 de octubre, siendo protagonizada esta última por los miembros de la sección de curtidores). Participará, además, en una manifestación que organizan los republicanos federales el día 31 de diciembre, en apoyo de las reformas en Ultramar. También se ocupará, durante estos meses, de difundir profusamente los reglamentos de la AIT, así lo prueban los frecuentes pedidos que de los mismos hace al Consejo Regional.
Actividades propagandísticas en las que detectamos una cierta radicalización de los internacionalistas vallisoletanos. Esto se hace notar, por ejemplo, en uno de los discursos pronunciados en el mitin con que finaliza la manifestación del 29 de septiembre, cuando uno de los oradores califica de “miserables” a todos aquellos que cuenten con algún capital, y otro anima a sus compañeros a unirse para constituir una fuerza que concluya con todos los que “no gasten blusa, tengan callosas las manos y duerman en malas camas”.
Este clima de radicalización se relaciona con el grave enfrentamiento que mantienen los obreros de las fábricas de curtidos con sus patronos, como consecuencia de los despidos de obreros pertenecientes a la AIT que éstos últimos han efectuado. Este conflicto se convertirá en la huelga más dura y larga que los obreros vallisoletanos llevaron a cabo durante el Sexenio Democrático. Señalemos, simplemente, que este enfrentamiento parece expresar la máxima tensión entre la burguesía y la clase obrera de Valladolid en aquella época. Se trata de una prueba de fuerza, y como tal será vivida por ambas partes, de forma plenamente consciente.
Es decir, esta radicalización se relaciona con un clima enrarecido en lo que atañe a las relaciones laborales, y que ha venido preparándose con la creciente actividad huelguística que tiene lugar durante el año de 1872 y con la extensión del espíritu asociativo y reivindicativo entre amplias capas de la población laboral vallisoletana.
Esa mayor actividad de la Federación Local de la AIT va a dar sus frutos. Así, va a aumentar el número de sus secciones de oficio, de sus sindicatos. En efecto, éstos ascienden ya a 10 durante el verano; y algo más tarde (seguramente debido a la relación con la huelga que mantienen los curtidores) se formarán 3 nuevas secciones que, sumadas a las 10 anteriormente citadas, hacen las 13 que estarán representadas en el Congreso de Córdoba. Como es lógico, también creció el número de afiliados a la AIT (como testimonia un periódico local en el mes de octubre), número de afiliados que era de 550 al celebrarse el Congreso de Córdoba, lo que convertía a la Federación vallisoletana de la AIT en la más importante fuera de las zonas donde los internacionalistas se hallaban mejor implantados (Andalucía, Levante y Cataluña). Desde luego, era incluso más importante que la de Madrid, compuesta sólo por 380 afiliados...
Parece que se trataba, además, de una Federación Local especialmente cohesionada, unida, de tono marcadamente aliancista y a la que, por tanto, no han llegado las disensiones entre los partidarios del Consejo General y los de la Alianza. Desde luego, no hay referencia alguna a las actividades de los primeros en Valladolid. Esa cohesión, más el deseo de impulsar a la AIT en Castilla la Vieja, parece que fueron las razones que llevaron a elegir a Valladolid como sede del futuro Congreso internacionalista de España, que debería celebrarse en mayo de 1874, si bien no se llevó a cabo por razones obvias. Y es que la Federación vallisoletana estaba en la línea antipoliticista marcada por el Consejo (luego Comisión) Federal. Prueba de ello es que su delegado en el Congreso de Córdoba, Marcelino Yarza, es elegido para formar parte de la comisión que, durante el transcurso del mismo, elabora un dictamen sobre la cuestión de la Alianza, y que resulta sumamente elogioso y favorecedor de este última.

La Federación Local durante la Primera República (1873-1874)

En lo que respecta a las actividades de la Federación Local durante la I República, las mismas parecen decaer. Da la impresión de que la organización pierde influencia sobre los trabajadores vallisoletanos, como lo prueba el radical descenso del número de sus afiliados: en junio de 1873 sólo cuenta con 247, algo menos de la mitad que en el mes de noviembre de 1872. Además, la actividad huelguística prácticamente desaparece, y son escasos los actos públicos y reuniones que se llevan a cabo. Como también son escasas, lo que nos parece significativo, las referencias de la prensa local. Es más, cuando tales referencias aparecen, es para indicar, directa o indirectamente, la atonía y el carácter inofensivo de la Federación vallisoletana. En el mes de junio, por ejemplo, “El Norte de Castilla” afirmará que Valladolid es una de las ciudades más tranquilas de España, entre otras cosas porque en ella no tienen eco los excesos de la AIT. Más tarde, en agosto, “La Crónica Mercantil” se referirá explícitamente a la poca peligrosidad de la Internacional en Valladolid, por el desinterés con el que se miran sus actividades, patente en la escasa afluencia a sus reuniones. Parece como si la “prensa burguesa” pasara del temor al menosprecio...
Ese alejamiento de los trabajadores respecto a la AIT, ese decaimiento en las actividades de la Federación Local, pudo deberse a varias razones. En primer lugar, a la persistencia del Consejo local en la línea antipolítica tras el establecimiento del régimen republicano. Lo que se pone claramente de manifiesto en el mitin celebrado el 2 de marzo de 1873, en el que se descalifica todo tipo de autoridad e implícitamente toda participación en la política, y como alternativa se exhorta a los trabajadores a asociarse para luchar con éxito contra el capital. Es evidente que esa descalificación de la actividad política y de cualquier forma de gobierno va dirigida contra la militancia federalista y la República. Es decir, ese antipoliticismo es fundamentalmente en estos momentos un antirrepublicanismo y, en consecuencia, las relaciones de los internacionalistas con los republicanos federales van a ser especialmente malas, adquiriendo un marcado tono de crispación.
Relaciones que, por otra parte, nunca habían sido buenas. Entre otras razones porque, en nuestra opinión, los dirigentes del Partido Republicano Federal venían intentando (desde hacía cierto tiempo) contrarrestar la influencia de la AIT sobre los trabajadores. A base de montar, por ejemplo, una completa campaña sobre la cuestión social desde una óptica reformista, que se va a llevar a cabo en aquellos lugares que pueden tener una mayor credibilidad entre la clase obrera, como la “Filantrópica Artística” o determinados clubs republicanos. Esta campaña se va a llevar a cabo, precisamente, en los primeros meses de 1872, cuando arrecia la persecución de Sagasta contra la AIT y cuando, por tanto, esta organización no puede replicar. Las conferencias de campaña que nos ocupa serán pronunciadas por el Gobernador Civil (Oller y Cánovas), así como por destacados dirigentes del republicanismo vallisoletano como Manuel Pérez Terán o Lucas Guerra. Sospechamos, además, que la dirección del Partido Republicano Federal apoyó ese intento de crear una asociación obrera contrapuesta a la AIT... Véase, si no, la celeridad con que José Muro (diputado republicano federal por Valladolid) tramitó en las Cortes en julio de 1871 la queja de los integrantes de esa presunta asociación obrera sobre los perjuicios que les infería el Taller del Presidio.
El problema, sin embargo, es que ese antirrepublicanismo obró efectos contrarios a los deseados por los internacionalistas desde el momento en que los trabajadores vallisoletanos mostraron su entusiasta apoyo al régimen republicano, tal y como se advierte en el abandono generalizado de talleres, fábricas y obras que efectuaron el mismo 12 de febrero de 1873, con objeto de sumarse a la alegría causada por el cambio política. Y si bien es cierto que había serias diferencias entre la base obrera del Partido Republicano Federal y sus dirigentes benévolos, no lo es menos que con el advenimiento de la República se produjo un reagrupamiento de las clases populares en torno a la misma, confiando sin duda en que muchas de sus aspiraciones iban a ser losatisfechas. La tenaz resistencia que, en la ciudad del Pisuerga, opondrá la Milicia Nacional al pronunciamiento de Pavía ( el 4 de enero de 1874) es bien expresiva de la fe que los trabajadores vallisoletanos tenían en la República.
Otra razón del decaimiento de la AIT en Valladolid, en fin, sería la represión ejercida por las autoridades republicanas, bastante intensa al parecer, hasta el punto de que el Consejo local manifestará al Federal en el mes de agosto de 1873: “esta federación, durante los ominosos tiempos de Sagasta, no ha sido tan perseguida como lo es hoy por los cafres que se llaman republicanos bené volos (sic).” Desconocemos que modalidades adoptó tal persecución, pero sin duda hay que ponerla en relación con el frustrado intento de provocar una insurrección cantonal en Valladolid, en el que tal vez participase la AIT, en connivencia con los intransigentes; o bien que, en todo caso, la Federación Local quisiera aprovechar la proclamación del cantón en la ciudad para poner en marcha la revolución social. De creer a González Morago en la carta que envía el día 6 de julio a la sección belga de la AIT, la Federación de Valladolid y sus homólogas de la Comarca del Centro estarían preparadas para desencadenar la revolución, hallándose sus miembros armados y a la espera de las consignas del comité federal madrileño para pasar a la acción.
Participaran o no los internacionalistas en este intento insurreccional, nos parece indicativo de su pérdida de influencia entre la clase obrera el que el mismo fuese paralizado exclusivamente por los Voluntarios de la República: por los trabajadores, en suma. Supuesta esa participación de la AIT, no debe extrañarnos la animosidad y las medidas represivas de las autoridades republicanas, quejándose de ellas los internacionalistas.
Tras el golpe del general Pavía, sabemos de la existencia normal de la Federación Local de Valladolid en los primeros meses de 1874. No parece que sus dificultades fueran especialmente graves desde el momento en que, en varias ocasiones, remite a la Comisión Federal dinero para los presos y emigrados de otras Federaciones. Y esto nos confirmaría, por otra parte, la poca peligrosidad de la Federación vallisoletana, como ya hemos sugerido. La noticias que proporcionan Max Nettlau y Josep Termes indican que la AIT se mantiene en Valladolid durante el periodo represivo siguiente, consiguiendo sobrevivir hasta la llegada de los liberales al poder, en febrero de 1881...

« Última modificación: Febrero 21, 2017, 22:24:21 por Maelstrom » En línea
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« Respuesta #2 : Enero 17, 2012, 18:03:14 »


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