Desde el respeto que me merece la opinión de cántabros y riojanos opino que son castellanas y sus particularidades no son otras que las que tiene cualquier otro territorio de Castilla respecto a sus vecinos.
El castellanismo es una mano tendida para que se integren en Castilla como piezas importantes del proyecto, tan importantes como cualquier otra, sin subordinación ni sometimiento a ninguna otra autonomía o territorio de cuantos conforman el proyecto de Castilla.
Por tanto Cantabria o La Rioja son piezas importantes en si mismas, tanto como cualquier otra autonomía castellana.
Pero esta integración debe hacerse por convencimiento y voluntad de sus respectivos ciudadanos. El castellanismo no pretende la construcción de ningún imperio sino la integración de mutuo acuerdo de las cinco comunidades castellanas en un proyecto común en el que se respeten y tengan en cuenta las peculiaridades y necesidades de cada una de ellas, sin sometimientos respecto a las demás.
No existe ninguna ley inmutable, los estatutos cambian y se reforman e igual que las clausulas de reintegración han desaparecido podrían reestablecerse si los ciudadanos de La Rioja o Cantabria así lo decidiesen.
Pero además el castellanismo no propugna el retorno de La Rioja o Cantabria a Castilla y León sino la integración de todas ellas más Castilla-La Mancha y Madrid en un proyecto común en pie de igualdad. No se trata de contruir un imperio de Castilla y León anexionandole las otras cuatro autonomías sino de que las cinco acuerden la integración en un proyecto diferente.
La desaparición de esas clausulas no es realmente un problema, me parece normal que los ciudadanos de una autonomía pequeña no quieran convertirse en provincia de una autonomía vecina ya que el actual marco les garantiza una capacidad de gestión mayor sobre sus recursos y más aún teniendo en cuenta que esa autonomía vecina tiene a provincias como Soria absolutamente abandonadas.
El proyecto del castellanismo es totalmente diferente en ese sentido y no hay ninguna razón por la cual haya de renunciarse a él. Es una mano tendida hacia los ciudadanos de las cinco autonomías que voluntariamente pueden estrechar o rechazar. Muchos manchegos o madrileños,por ejemplo, no se sienten o consideran castellanos, pero historica y culturalmente lo son y el castellanimo les ofrece en virtud de ellpo una alternativa política, social y territorial perfectamente válida. Es su voluntad aceptarla o rechazarla y frente a su voluntad no hay objeción posible, pero eso no resta legitimidad a las ideas y proyectos del castellanismo pues estos se plantean siempre desde el acatamiento y respeto por la voluntad de la ciudadanía.

