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Autor Tema: Artículo en la web de TC.  (Leído 815 veces)
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el antes llamado pucela
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« : Octubre 12, 2006, 15:03:12 »


¿Alguien me puede decir quien ha escrito esto?

Es que lo he leido en la web de TC y no se si lo ha escrito un militante de TC o lo han cojido de la opinión de alguien en el periodico digital de Castilla-La Mancha.
Me estoy haciendo un pequeño lio  :oops:
El artículo en cuestión es este:
Citar
LAS MENTIRAS DE LA IZQUIERDA SOBRE EL TRASVASE TAJO-SEGURA. (Octubre'2006)

.  
 
Acabo de leer en Eldigitalcastillalamancha que el debate sobre el estado de la región que habrá de tener lugar en los próximos días en las Cortes, podría ofrecer como noticia estrella, anunciada a bombo y platillo por el presidente Barreda, el solemne anuncio de la famosa “fecha de caducidad” del trasvase. Y no puedo por menos que recobrar mi antigua condición de luchador, al final en solitario, en defensa de las aguas del Tajo, y con ese modesto bagaje de mérito hacer algunas reflexiones, ya con perspectiva de tiempo suficiente como para que se hayan atemperado la viejas pasiones ante la cruda realidad.

Para quien mantenga todavía alguna capacidad moral de juzgar críticamente su propia conducta, una de las más terribles experiencias debe ser la de confrontar la evidencia de la implacable realidad con las propias mentiras. He de suponer que una experiencia de parecida naturaleza, si es que no es falsa también la hipótesis inicial, debió ser la que experimentara José Bono como miembro, y muy significado por cierto, del Gobierno que, una vez tras otra, al poco de tomar posesión, decretaba nuevas sangrías del río Tajo, ya en el límite de su extenuación, a través del trasvase a la cuenca del Segura. En aquella hora límite de la verdad - ¡maldita sequía! – se puso al descubierto, con claridad deslumbrante, todo lo que había de falso, sujeto sólo a conveniencias políticas de coyuntura demagógica y electoral, en aquellas indignadas protestas de antaño, tan tardías como inútiles, en las que el señor Bono, en su condición de presidente regional de Castilla-La Mancha, aireaba la bandera de la defensa a ultranza de las aguas del Tajo.

Quizá tan a ultranza como su oposición a la instalación de un campo de tiro exigido por intereses de la defensa nacional, para terminar siendo Ministro de Defensa, asunto que, por cierto, se ha querido que pase desapercibido por comentaristas y tertulianos de todo jaez, siendo así que suponía uno de los más escandalosos síntomas de inmoralidad del gobierno Zapatero y, por supuesto, del propio designado para esa cartera ministerial. Esperpento del Celtiberia Show en estado químicamente puro. No por casualidad, aquellos tiempos del “cabañerismo” eran los del posfelipismo, abiertas ya a la voz del “rompan filas” todas las expectativas sucesorias, en los que Narcís Serra y José Borrell en sus respectivos Ministerios - ¡qué casualidad!, los de sus asuntos conflictivos - también podían postularse como delfines en la lucha por el poder partidario. No venía nada mal poner chinas en su camino.

Pero viene todo esto a cuento de la larga historia de mentiras de la izquierda, y del PSOE muy en particular, en relación con el trasvase Tajo-Segura. Algunos –quizá muy pocos, y hasta llego a pensar ahora que yo solo- ingenuamente, nos las creímos. Hasta tal punto en mi ingenuidad que esa estúpida fe resultó determinante en mi caso para adquirir militancia política, y adoptarla además en el partido en que lo hice, partido al que, por cierto, le venía muy bien entonces presentar para su beneficio electoral en Toledo un abanderado tan entusiasta de la defensa del Tajo. Pero, tranquilos, que todo está escrito, y se irá sabiendo. Con pelos y señales. No cunda el pánico.

La primera de estas mentiras era que del trasvase, como obra típica de la dictadura, nos podríamos ver redimidos con el advenimiento a España de un sistema democrático. Las grandilocuentes palabras de “megalomanía”, “obra franquista”, “gestión antidemocrática de los recursos” y otras por el estilo fueron de inmediato incorporadas por la izquierda a la pomposa jerga habitual de la “lucha” antitrasvase. De hecho, las pocas manifestaciones que hubo en Toledo y Talavera, por lo demás tampoco excesivamente multitudinarias, más parecían, a la vista de los emblemas de banderas, pancartas, siglas y eslóganes coreados, algaradas protagonizadas en exclusiva por los partidos y sindicatos de izquierdas que manifestaciones contra el trasvase.

Esto fue algo muy perjudicial para la causa de la defensa del Tajo. Con este sesgo, exclusivamente partidario de la reivindicación, la recuperación de la integridad del río dejaba de ser un objetivo unitario del pueblo de Toledo. De todo el pueblo de Toledo, fuera cual fuera su ideología o tendencia política. Así, en la lucha antitrasvase, con ese totalitario afán “ocupacionista” de la calle que siempre ha caracterizado a la izquierda, se excluía de este compromiso de todos a la derecha toledana de aquellos años, a la que de una manera más o menos implícita se la consideraba directa heredera del régimen franquista, y en su consecuencia, responsable y cómplice de la obra. Como hoy. Como siempre. No cambian.

Grave y sectario error entonces, pero transcurridos casi treinta años de democracia y con el trasvase aún “vivito y coleando”, más que error, y a la vista están los hechos, flagrante mentira. La triste realidad ha demostrado que, por encima de la contextura ética que algunos atribuíamos entonces a la democracia para dirimir con equidad sobre situaciones injustas, ha prevalecido la estricta aritmética de los votos que cosechan los partidos en cada provincia o región. Es así como esta demagógica falacia ha quedado bien patente, ante la constatación de que el censo votante de las provincias y regiones que reciben el agua es abrumadoramente superior al de las que son expoliadas de este recurso. Así de elemental. Una pura cuestión de estrategia de acceso al poder o de mantenimiento del mismo cuando se ha conseguido.

Por mucho que pueda resultar sorprendente para algunos, hasta escandaloso decirlo a estas alturas y se haya silenciado hasta ahora, no es de extrañar así que las instituciones y los políticos toledanos de la dictadura fueran bastante más firmes y contundentes en la defensa de los intereses y derechos que veían vulnerados con el trasvase del Tajo, que lo ha sido la clase política de la democracia. Obran en mi poder numerosos documentos escritos para probarlo que si algún día me decido a publicarlos podrían poner a prueba la capacidad de sonrojo de algunos, si es que no la han perdido ya definitivamente. Se trata, por lo que hace a partidos y personas de la izquierda toledana y regional, de auténticos monumentos a la incoherencia y a la ambigüedad. La segunda mentira, congruente con la anterior, casi otra versión de la misma, consistía en hacer creer que la injusticia del trasvase se vería remediada con el sistema de reparto territorial del poder que significaba el Estado de las Autonomías. El trasvase, se decía, era fruto del abominable concepto centralista del franquismo, y la izquierda, el PSOE en particular, conocidos sus “méritos” históricos y derivas hacia el federalismo y asimetrías similares – bien estamos viendo, por cierto, en estos días a qué nos pueden conducir – pregonaba que de su mano, con gobiernos autonómicos en su poder – el rentable invento para algunos de Castilla-La Mancha ya estaba en marcha – cesaría el sangrante expolio de las aguas del Tajo. Con un gobierno regional de color socialista eso de esquilmar al Tajo se iba a terminar. ¡Qué maravilla!

Si el primer embuste quedó pronto bien patente, el segundo ha resultado aún mucho más lacerante, porque si “vivito y coleando” sigue el trasvase tras treinta años de democracia, no menos lo continúa al cabo de más de veinte años de gobierno regional de signo invariablemente socialista, con el agravante en este caso, para añadir mayor sarcasmo al engaño, de haberse pretendido hacer creer – eso sí, con medios de propaganda y publicidad bien amaestrados y dóciles para no cuestionar la patraña – que las sucesivas sangrías del agua se producían ante las indignadas iras del gobierno regional que incluso, ¡oh atrevimiento!, hasta llegaban al enfrentamiento con el Gobierno central. ¡Y del mismo signo!, se insistía, para conferir a la pataleta tintes casi heroicos. ¡Plantar cara a Felipe, ahí es nada! ¡Qué protestas tan enérgicas y...sobre todo, tan eficaces! Al final no se sabía bien si lo que se trasvasaba era agua del Tajo o un torrente de lágrimas de cocodrilo.

En todo caso, el asunto venía funcionando a la vista de que la pantomima tenía efectos electorales milagrosos. Con lo fácil que habría sido, con la Constitución en la mano, valerse del artículo 87.2 de nuestra Carta Magna para plantear ante el Gobierno, tan del mismo signo también durante muchos años, ¿ o no lo era?, o ante el Congreso de los Diputados, con la misma mayoría parlamentaria igualmente, ¿o tampoco lo era?, una iniciativa legislativa de las Cortes autonómicas que propusiera derogar la Ley del trasvase o, al menos, sustituirla por otra alternativa menos onerosa para los intereses regionales.

Eso sí que habría sido ir al grano, entrar en el fondo de la cuestión y no quedarse en fuegos fatuos. He de decir que redacté una ley alternativa de esas características, cuyos ejemplares aún conservo, de cuya constitucionalidad tuve diagnóstico favorable de persona tan insigne como el profesor D. Gaspar Ariño, y que hice llegar a quienes me parecía que podían haberla tomado en consideración. Por respeto al papel en que la escribí creo que huelga decir para qué serviría y cuál sería su destino final. Supongo que no demasiado distinto al que, en los días actuales, con una recalcitrante tenacidad por mi parte ya casi masoquista, se viene dispensando a mi propuesta de Ley de Protección y Fomento del Buen Uso de la Lengua Castellana, también remitida a las personalidades políticas más relevantes de nuestra región.

Una tercera mentira, ya claramente en el folclórico terreno de la milonga, era que esta obra representaba el ejemplo más acabado y representativo de la expansión del capitalismo, asentados sus depredadores intereses, según este peculiar análisis, en el levante y sureste español. Se trataba de la necesaria dosis de marxismo-leninismo residual, en inefable mezcla de churras con merinas, pero que tenía todavía buena venta en el inocente – o no tan inocente – mercado de la progresía “pancartera”. Vista la ruina ideológica de ciertos dogmas sobre los que sólo ha sido necesario el paso del tiempo, no merece la pena esgrimir a estas alturas de la película argumento alguno contra tan peregrina falacia.

Y, ¿qué sucedió para que un asunto como el del trasvase Tajo-Segura que se daba ya por fosilizado, política y mediáticamente amortizado, “resucitara” de repente como un viejo dinosaurio al poco de llegar al Gobierno el señor Rodríguez Zapatareo? Pues muy sencillo: Que por aquellos días, en una de las fechas más infaustas de nuestra historia, llegó una cuadrilla de homicidas cargada de odio y de instinto asesino y se producía un inesperado cambio de gobierno en España. Surgió un nuevo gobierno minoritario y débil, que para componer una mayoría parlamentaria que le aupase al poder – siempre, ¡y cuándo no!, cuestiones de poder- creyó conveniente establecer una alianza con la izquierda radical y con el separatismo catalán, fuerzas políticas que impusieron como una de sus primeras condiciones para prestar su apoyo la inmediata derogación por decreto del Plan Hidrológico Nacional, impulsado por el Partido Popular en su etapa de gobierno, y la principal y más vertebradora de sus obras, el trasvase del Ebro. La exigencia fue inmediatamente satisfecha.

De esta manera, la única posibilidad que jamás se le había presentado al Tajo, como mal menor, de encontrar un compañero de fatigas en el expolio de sus aguas, en este caso el Ebro, y ver así algo atenuada su triste y doble condición de cuenca cedente, solidaria y solitaria, desaparecía como por ensalmo con la llegada del nuevo gobierno. Con cara de tontos, como un Gary Cooper ridículo, seguíamos como únicos protagonistas de “Solo ante el peligro”, preparados para recibir cualquier cuchufleta si a alguien se le ocurría decir, tímidamente, aquello de que “o todos o ninguno”. La cosa tenía mucho mayor inri si se consideraba, por una parte, que el gobierno de Castilla-La Mancha había dado su apoyo al derogado Plan Hidrológico Nacional y a su consecuente trasvase del Ebro, y por otra parte, ya en el terreno del más descarnado esperpento surrealista, que su presidente regional casi vitalicio – más de veinte años pregonando su denodada lucha por defender los intereses regionales y las aguas del Tajo – entraba a formar parte como Ministro de Defensa de ese gobierno que consumaba el expolio del Tajo al despojarnos del único trapillo con el que hubiéramos podido cubrir nuestra solitaria desnudez, y nos asignaba, también a nosotros con carácter vitalicio, ese lamentable rol de héroes forzosos de ese western del “reparto” exclusivo y unidireccional de las aguas nacionales. La palabra deslealtad acaso resulte un misericordioso eufemismo para calificar esta claudicante actitud.

De esta manera, la segunda de las mentiras enunciada, aquella que atribuía al reparto autonómico del poder efectos casi milagrosos para oponernos con eficacia desde nuestra autonomía regional al trasvase ha resultado ser precisamente, merced a la exacerbación del modelo propiciada por el independentismo catalán cogobernante con el PSOE, nuestro peor enemigo. Nunca podría producirse una más terrible paradoja de los efectos de una mentira. El Estado de las Autonomías no sólo no nos ha servido para defender nuestras aguas del Tajo sino que al final ha venido a convertirse en el peor de nuestros adversarios para encontrar algún precario remedio.

Sería difícil encontrar un más elocuente epílogo justificativo del título de este artículo. Ante tan escandalosa evidencia, debió pensarse que algo había que hacer: Urdir alguna nueva patraña, idear algún nuevo embuste. Allí estaban, con ese poder de falso talismán que tienen las solemnes mentiras, las nuevas consignas para incautos o para interesados. ¡Oh, aleluya, feliz invento!: “La fecha de caducidad”, descubrimiento realizado al cabo de treinta años de expolio, a tiempo justo de perpetrar la última mentira, la de vender como éxito político un final de trasvase que sólo viene impuesto por la irresponsable sangría permanente de la cabecera del Tajo y por el inexorable rigor impuesto por la madre Naturaleza con su severa sequía. Esas dos circunstancias son las que imponen “la fecha de caducidad”, y no ningún falso alegato de mérito político exhibido ahora como tal al cabo de tantos años.

Mientras tanto, el Tajo a su paso por Toledo, sin que el caudal expoliado en la cabecera del río sea capaz de remediar la ruina de espumarajos y chapapote que cruzan bajo los Puentes de Alcántara y San Martín – nuestro Prestige de cada día, escaso y sucio, sin nunca mais que nos ampare - ahora nuestros gobernantes, tan autonomistas, tan regionalistas ellos, tan demagogos, nos pretenden convencer de que “aquí hay pa tos”, también para La Mancha conquense y para los secarrales albaceteños. ¡Faltaría más, hay que hacer algo de patria, hay que lavar algo la conciencia, que no se diga! Hay que pregonar, para salvar el tipo, que el trasvase también lo utilizamos “nosotros”, aunque sea para mantener artificialmente ese cadáver ecológico que se llamaba Tablas de Daimiel. O sea que el invento autonómico, también ahora en esta última hazaña, en contra de Toledo. Nunca nos habría venido mejor a los toledanos aplicarnos aquello del chiste de “virgencita, que me quede como estoy”. Eso sí, les faltará el tiempo para repetir como unos papagayos la vieja cantinela, el falso lamento hipócrita, de que el Tajo a su paso por Toledo “es una cloaca a cielo abierto”. ¡Se la saben tan de memoria! ¡Son ya tantas las campañas electorales en las que ha sido necesario repetir el latiguillo!

Sin embargo, la realidad de las cosas, antes o después, se acaba imponiendo y sobre las falsedades e imposturas, las antiguas y las nuevas, se eleva como verdad incuestionable la contumacia de los hechos. Lo único cierto, a la altura del día de hoy, derogado ya el trasvase del Ebro, conocida esta nueva pantomima “histórica”, es que la región de Castilla-La Mancha, el pueblo de Toledo como principal perjudicado en la cuenca del Tajo expoliado, ha recibido como pago a su solidaridad de tantos años la insolidaridad de la izquierda y del nacionalismo catalán con los que gobierna el señor Rodríguez Zapatero. Este es, entre otros, el motivo de agradecimiento que los toledanos debemos tener al nuevo gobierno y, en particular al que fue uno de sus más cualificados miembros como Ministro de Defensa. El que cruzó el Tajo. Esa es la cruda realidad. Cuesta trabajo pensar que, en estas condiciones, se pueda volver a pisar esta tierra sin sentir sobre la conciencia una mínima sensación de impudicia.

Por más que el señor Barreda sea una persona de la mejor voluntad, con un estilo personal y político bien diferenciado a su favor en relación con su predecesor, la deplorable realidad para él es que, en este asunto, ha heredado una pesada y ominosa carga. La derogación del trasvase del Ebro, como pago de precio político, por ser una auténtica traición histórica a esta región, sería razón más que suficiente como para que ningún toledano o castellano manchego volviera votar de por vida, en ningún ámbito electoral, a nadie que se presentase bajo las siglas socialistas. Resume, en síntesis lamentable, todo el conjunto de las mentiras de la izquierda sobre el trasvase Tajo-Segura.

Es de esperar que la señora Cospedal tenga la valentía suficiente como para hacer recordatorio en la próxima campaña electoral de estas elementales verdades.
 

Si alguien me lo puede decir, quien escribe esto, tal vez me lo pueda aclarar Manolo.

Un saludo!
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