Vale vale vale
La verdad es que ando liado ultimamente, y se me había pasado
Te parece este?
Érase una vez una bonita tierra a orillas del Mediterráneo, llamada Murcia.
Vivía en armonía con la naturaleza según sus costumbres ancestrales: usaba el agua del río Segura para regar en sus vegas sus famosas huertas, y en las tierras alejadas del río aprovechaba los tradicionales cultivos de secano: olivos, vides y cereales y practicaba la pesca en un Mediterráneo de aguas limpias y saludables.
Pero un día alguien decidió llevarse a Murcia las aguas de otro río, el Tajo de Castilla. Como algo había que hacer con tanta agua, en Murcia se les ocurrió extender los regadíos por todas las zonas que antes eran de secano, y construir miles de urbanizaciones y campos de golf para atraer a extranjeros de tierras lejanas como ingleses, alemanes, suecos, etc.
En Castilla, el Tajo se quedó casi sin agua limpia de las montañas, y el antiguo gran río castellano se convirtió en una cloaca inmunda que miraban con repugnancia quienes visitaban ciudades como Toledo, Talavera de la Reina o Aranjuez.
Mientras tanto en Murcia, pronto las huertas tradicionales se perdieron por tanto desarrollismo sin medida, el río Segura se convirtió también en una cloaca y el agua del Tajo ya no era suficiente para abastecer tanto regadio insostenible y tanto campo de golf.
Entonces Murcia se fue a ver a otro vecino, llamado Aragón.
-"Toc, toc...".
-"¿Quién es?", preguntó Aragón
-"Soy yo, tu vecina Murcia".
Mientras esperaba a que le abrieran la puerta vio como su vecina no había abusado de sus recursos, apenas tenía regadío
y vivía del secano por lo que su desarrollo era mucho más controlado y razonable.
Aragón abrió la puerta:
-"Tengo sed, he agotado toda el agua de Castilla, y vuelvo a estar sedienta, vecina", sollozaba Murcia.
-"¿¡Pero qué me estás contando!?" ¡Que has dejado a Castilla sin agua!, replicó Aragón.
-"¿Y qué haces en verano?", preguntó.
-"Desarrollarme sin medida todo el día, desarrollarme sin medida todo el día", contestó Murcia.
Aragón vio lo que Murcia había hecho con el agua de Castilla, y vio la cloaca en la que se había convertido el Tajo. Aragón no quería que pasase lo mismo con su Ebro. Y exclamó: ¡Ya te has aprovechado de Castilla, pero no se te ocurra llamar otra vez a la puerta de Aragón!
-¿Y ahora qué, Murcia? ¿Por qué no sigues desarrollándote sin control y cargándote ríos? y de un portazo Aragón cerró la puerta negándole el agua a la gandula e irresponsable Murcia.