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Autor Tema: El Palacio de Castilla de París.  (Leído 1201 veces)
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« : Febrero 19, 2007, 01:05:24 »


manda huevos cómo hasta en lo más nimio se cambia como quien no quiere la cosa la palabra Castilla por la de España como si de sinónimos se tratara. No les basta con llamar español al idioma castellano sino q hasta en cosas como el nombre de un palacio se cambia como si tal cosa. Es de vergüenza.

El Majestic. Palacio de Castilla, templo de la historia
POR JUAN PEDRO QUIÑONERO. PARÍS
Francia se dispone a vender al mejor postor, a un precio no inferior quizás a los 500 millones de euros, el edificio del actual Centre de Conferences Internationales (CCI), donde se fundó la Unesco tras haber sido durante 28 años la sede del legendario Hôtel Majestic, donde estuvo durante 36 años el mítico Palacio de Castilla, residencia oficial de Isabel II en el destierro, en cuyos salones abdicó a favor de su hijo Alfonso XII.
Se trata de un edificio que ha sufrido muchas reformas, transformaciones y metamorfosis, mal estudiadas, aunque por sus pasillos, alcobas, salones y sótanos se sucedieron historias imprescindibles para el conocimiento de Europa, España, Francia y sus historias literarias y periodísticas, con capítulos escritos por Galdós, Ernst Jünger y Azorín, en ABC, entre muchos otros.
De entrada, un recuerdo indispensable. Su solar y buena parte del edificio son indisociables de la historia de España y sus destierros. Cuando Isabel II se vio forzada a instalar su residencia oficial en el exilio, en 1868, eligió París y ese lugar, en unos terrenos que todavía se encontraban en las afueras de la capital y aún no podía saberse que allí crecería un barrio altamente aristocrático.
Y fue en ese sitio donde ella compró, restauró y reformó a su gusto lo que durante décadas fue el Palacio de Castilla en París. Por ese palacio desfilaron hombres de Estado, intrigantes, ministros y ex ministros, farándulas de distinta especie, grandes literarios, cantantes, bailaores, hombres de Iglesia y espectáculo. Basta releer a Larra y Espronceda, sin olvidar sus biografías, para recordar el puesto decisivo que París y sus desterrados políticos tuvieron en la vida pública española. El Palacio de España sigue siendo la majestuosa sombra que se cierne por tales paisajes, indisociables de numerosos Episodios Nacionales, entre los más grandes.
Con motivo del estreno de «Electra» en París don Benito Pérez Galdós hizo varios viajes. Su artículo «La reina Isabel», publicado en «El Liberal» (12 abril 1904) es un documento de primerísima mano, muy conocido por historiadores y especialistas, en el que se da cuenta de la peripecia humana de Isabel II desde el punto de vista del más grande de los novelistas españoles de los siglos XIX y XX.
En vísperas de la muerte de la Reina, a su lado estuvo otra española, en ese mismo Palacio de España, la última emperatriz de Francia, la granadina Eugenia de Montijo, esposa del emperador Napoleón III.
A la muerte de Isabel II, España perdió o vendió aquella propiedad, donde un hombre de mundo y grandes negocios instalaría el Hôtel Majestic, una leyenda en la historia del lujo de nuestra civilización. Allí se hospedó el primero de los más grandes enviados especiales y corresponsales de ABC en París, el joven José Martínez Ruiz, Azorín. Que en ese hotel escribió las crónicas de un libro canónico de la historia del periodismo español, «París bombardeado». Azorín vivió en París, como corresponsal y enviado especial de ABC, en muchos otros lugares. Pero fue en el antiguo Hôtel Majestic donde se forjó la leyenda de un primer libro escrito al fragor de una guerra mundial.
Entre 1908 y 1940 el Majestic ocupó un puesto capital en la historia del lujo, la moda y lo que entonces podía entenderse por gran mundo de las artes, las culturas, el ocio, etc. En los salones de ese hotel se celebró en 1922 una multitudinaria cena mundana que forma parte de la historia del gran arte. En esa cena se encontraron, por primera y única vez, tres de los más grandes creadores del siglo XX: Marcel Proust, James Joyce y Pablo Picasso. Es leyenda que Picasso pronunció un discurso ¡en catalán! Y se han escrito ensayos y libros intentando especular con lo que pudieron decirse Joyce y Proust. A juzgar por las últimas noticias, no se dijeron nada inolvidable. Joyce bebía demasiado. Y Proust estaba punto de mudarse, si no lo había hecho ya, a su último domicilio de la rue Laperouse, lindando con el Majestic.
Mientras tanto, el hotel había entrado ya en la historia de las leyendas, a través de las aventuras de Ars_ne Lupin, el ladrón de guante blanco, atraído, él o su creador, por el laberinto de pasillos, salones y sótanos llamados a jugar un papel muy siniestro pocos años más tarde.
En el Hôtel Majestic se instaló el comandante en jefe de las tropas del III Reich, tras la ocupación. Una de las numerosas residenciales oficiales y oficiosas de la Gestapo se instaló en el Hôtel Raphael, en la misma calle, frente al Majestic. Entre los oficiales que allí trabajaron destaca la figura de Ernst Jünger, uno de los dos o tres escritores alemanes más grandes del siglo XX. Sus legendarios «Diarios de París» se escribieron entre el Raphael y el Majestic, precisamente. Hubo otro español importante que también pasó por ambos hoteles: Dionisio Ridruejo, que contó de manera exquisita su paso por un burdel próximo, y recordó el comentario de una prostituta que intentaba atraerlo hacia el lecho con una sonrisa y este comentario ácido: «¡Aquí está Francia, trabajando!» (¡Voila la France, au travail!) (un archirrepetido lema de Petain).
En el Majestic residió el general Dietrich von Choltitz el día que recibió de Hitler la orden de destruir París, para dejar a los aliados un campo de ruinas. Von Choltiz fue detenido por un soldado español a las órdenes del general Leclerq orgulloso todavía de su militancia en la CNT-FAI. Anécdota esta última que me contó Dominique Lapierre, coautor de «¿Arde París?», que tenía un piso frente al Majestic, donde me invitó a tomar café con motivo de un encuentro cuyo rastro escrito debe vagar por los archivos de ABC.
En verdad, la leyenda del Palacio de Castilla y el Hôtel Majestic quizá continúe creciendo con el tiempo. Simenon le consagró una novela («Les caves du Majestic»). Buena parte de la obra narrativa de Patrick Modiano sigue la pista a personajes que se cruzaron por los pasillos de ese hotel. Y una memorable película de Jean-Pierre Melville («L´Armée des ombres») evoca las mismas sombras. En ese hotel se firmó el fin de la guerra de Vietnam, y se refundó la OSCE. Quienes hemos cubierto la actualidad europea en París guardamos del Palacio de Castilla, del Hôtel Majestic, el recuerdo del perfume embriagador de una vieja Europa difunta, dispuesta a vender sus últimos despojos a un afortunado inversor chino o a un príncipe saudí.
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