Aquí va una aportación. Creo que aclarará algo, ya que el tema está llenos de mitos falsos que, no obstante, se mantienen. He dividido el texto en varios apartados:
- Diferencia “semita” e “Indoeuropeo”.
- Supuesto aspecto físico.
- ¿Qué son los judíos?
- ¿Raza judía?
- ¿Descendiente de judíos?
- Supuestos apellidos
- Resumen y origen de los castellanos.
- Lo más importante, debemos aclarar que los términos “semita” o “indoeuropeo” proceden exclusivamente del campo de la Filología (nunca se repetirá esto lo suficiente), es decir, que aunque cataloguemos como tales a diversos pueblos del cercano o medio oriente en torno al cuarto milenio antes de Cristo, lo hacemos exclusivamente en función de la lengua que hablaban. Si hoy, en Castilla, extendiésemos el arameo, por ejemplo, seríamos catalogados de semitas por los filólogos del futuro. Las lenguas semitas se caracterizan por la importancia de unas raíces peculiares, en las que aglutinan tres consonantes que dan el sentido a la palabra. Las vocales sólo presentan aspectos accesorios del sentido. Incluso escritas, o no se representan o se hace con signos accesorios. Por otra parte, el término indoeuropeo determina a los grupos humanos que usan estas lenguas, independientemente de su aspecto físico. Por ejemplo, hoy sabemos que el famoso Jerjes de “300” era tan indoeuropeo como sus oponentes griegos, como los iraníes o los hindúes que se asientan sobre las antiguas civilizaciones “harappa” del Valle del Indo. Los documentos más antiguos en esas lenguas no superan los dos mil años a. de C., pero sus sociedades son más o menos rastreables mediente la tesis de la trifuncionalidad (mitológica y social) de Georges Dumézil.
- Sólo podemos inferir el especto físico de aquellos hombres, en función de los habitantes de esas zonas asiáticas a día de hoy, y ni siquiera eso es exacto. Los fenotipos humanos varían con el tiempo, las mezclas y la climatología. Por tanto, las investigaciones genéticas pueden determinar el parentesco genético (la cercanía, pero no el origen, ojo) de poblaciones diversas, pero no el aspecto físico original. Creo que es suficientemente conocido y citado aquél estudio de la Universidad de Valencia que mostraba que el nivel de cercanía del parentesco genético de los “españoles” (por España y Portugal) era mayor con los belgas (¡sorpresa!), y apenas reseñable (dentro del escaso porcentaje, algo mayor, como es lógico, en Andalucía) con el norte de África (recordemos que la invasión norteafricana a partir del 711 es escasa. Se trata, sobre todo, de una conversión masiva a la fe de la nueva aristocracia dominante). Este resultado era debido, probablemente, al origen centroeuropeo de los grupos que durante el Hierro se afincan en nuestra Península. Sin embargo, nosotros somos más castaños o morenos que los belgas, el gen rubio es recesivo, el clima es diferente, y en nuestra base genética se hallan los pueblos no indoeuropeos ibéricos neolíticos nativos (íberos propiamente dichos, vascones y tartésico-turdetanos) influidos (en menor medida los vascones) por las culturas mediterráneas (muchos tampoco indoeuropeos, como los sardos, etruscos, etc). Por tanto, esa carga genética que nos liga a los belgas es lo suficientemente fuerte para perdurar en ese estudio, y sin embargo, somos muy diferentes, y contamos, además de con la base prerromana, con otras aportaciones de pueblos mediterráneos como romanos, griegos y hebreos, o germánicos como suevos, vándalos, alanos o visigodos (en alguno de estos casos, con dudas respecto a su origen, germánico o eslavo). Los hebreos serían efectivamente del tipo caucásico mediterráneo oriental (blanco morenillo, para entendernos), como otros pueblos mediterráneos, aunque esta reflexión nos lleva a otras dos: o es verdad que son tremendamente racistas, como algunos les acusan, y no se han mezclado con no judíos, con lo que a la vista de su actual tipo físico, tendremos que concluir que son o han sido siempre exactamente como los caucásicos mediterráneos o nórdicos (menos) europeos... O no han sido racistas en absoluto, y se han mezclado pero bien, lo que nos aclara aún más la imposibilidad de la llamada “sangre hebrea”, ya que no sería sino sangre proveniente de diversos orígenes, y a la vista de su tipo actual, preferentemente caucásica europea.
- ¿Qué son los judíos, o el judaísmo? Teniendo ya claro que el término “semita” es exclusivamente filológico, y que el fenotipo humano es variable (lógicamente, dentro de un conjunto de caracteres generales), rechazándose como argumento científico aquellos viejos estudios craneales etc., vamos a avanzar sobre las bases más firmes que tengamos. En primer lugar, recordemos que el término “judío” que designa a los hebreos es de origen romano. Y designa a un pueblo de orígenes variables, conformado en torno a una fe monoteísta. Detectamos desde el cuarto milenio a. de C. Una serie de pueblos, a los que denominamos semitas, como acadios, arameos , o amorreos que aniquilan al imperio sumerio, crearán importantes civilizaciones, y serán antepasados de otros como los fenicios o los hebreos. Estos hebreos han tratado de ser identificados como los “habiru” de las fuentes egipcias, o pastores nómadas que se mueven entre la Península Arábiga y Egipto, pero apenas sabemos nada de ellos, y, en todo caso, no estaríamos ante una sociedad monoteísta cohesionada, como sí lo serían ya los clanes que acompañan a Abraham en su salida de Ur. Amorreos, por tanto, formarían parte de ese futuro pueblo hebreo. Pero sabemos que otra de las tribus que conformarán Israel, los Danaeos, la tribu de Dan, tienen origen en uno de los pueblos del mar que en torno al 1200 a. de C. siembran el pánico en el Mediterráneo. Por tanto, en la base de los futuros judíos, hallamos desde semitas como los amorreos hasta pueblos mediterráneos de filiación no clara como los danaeos (otros pueblos del mar más conocidos serían los sardos, los cretenses, etc. ), y otras muchas gentes y clanes que se unieran a ese importante jefe que fue Abraham, probablemente genética y culturalmente emparentadas ya desde tiempos de los acadios. Por ejemplo, cuando los fenicios instalan sus primeras bases comerciales en el Mediterráneo occidental, es probable que llevasen entre sus tripulaciones gentes que no profesaban el culto a Baal, o al hércules oriental, Melkart, sino al todopoderoso Yahvé. Cuando se produzca la diáspora definitiva, entre los hebreos que vengan a Europa, las antiguas poblaciones fenicias no serían sino primos hermanos suyos, y probablemente, en muchos casos ya existiría bien establecido el culto a Yahvé. No existe, por tanto, una raza judía asentada en Europa, sino, en todo caso, una etnia, un grupo humano más bien similar cultural y físicamente, ligado entre sí religiosamente, similar a otros pueblos mediterráneos con los que están en contacto, hasta el punto de que, aun teniendo en cuenta el hermetismo de la sociedad hebrea durante los siglos medievales provocado por las persecuciones, físicamente son similares al resto de los pueblos mediterráneos europeos, y difieren más de los pueblos mediterráneos norteafricanos. Ni siquiera el pretendido monoteísmo sería una seña de identidad de los judíos, como quieren hacer ver algunos nacionalsocialistas, frente al “paganismo” ario, ya que los hebreos, antes de profesar la fe en Yahvé, fueron tan paganos como el resto, e incluso ya durante el reinado de Yahvé, la población cayó más de una vez en prácticas paganas (a veces institucionalizadas, caso del gobierno de Salomón) similares a las del resto del mundo mediterráneo preindoeuropeo, como la creencia en un Dios celeste y una Diosa a veces asimilada a la Tierra (aún quedan rasgos de ello en el Eclesiastés).
- ¿Raza judía? No puede hablarse de una raza judía (o sangre judía) ya que en su origen, los hebreos son un conjunto de pueblos de orígenes diversos, ligados culturalmente entre sí, y en algunos casos más cercanos, y en otros más lejanos, genéticamente hablando, y fenotípicamente hablando. Esos pueblos estarían asentados ya en Europa desde el segundo milenio a. de C., (por tanto antes incluso que algunas oleadas indoeuropeas, con lo que resulta ridículo establecer que son ajenos a Europa), incluso en algunos casos practicando su nuevo monoteísmo, posiblemente, junto a otros fenicios y mezclándose con la población autóctona.
- ¿Cómo saber quién es descendiente de algún judío o judeoconverso? Lo primero que tiene que quedarnos claro es que se trataría de una descendencia que no implicaría una diferencia genética, habida cuenta de lo dicho más arriba. Un descendiente de judeoconversos puede ser de tipo nórdico o mediterráneo, como todo habitante de Europa, especialmente del sur, quizá es más probable que tenga un tipo de sangre grupo B, del mismo modo que los europeos más cercanos a oriente (austriacos, búlgaros, etc), donde se expandió este grupo sanguíneo hace unos 6 ó 7 mil años, procedente de Asia central. Por ejemplo, entre sefardíes y askenazis es el grupo más extendido, pero existen los cuatro. La similitud física a los cristianos sería la responsable de aquellas prácticas típicas en siglos anteriores, que pretendían detectar a los practicantes del judaísmo por su consumo de cerdo o no, por su falta de actividad los sábados, etc. Del mismo modo, comienzan a aparecer las típicas caricaturas de judíos bajitos, siniestros, enclenques, morenos, con el pelo rizado o las narices enormes que nadie sabe muy bien cómo son (¿alguien se ha pateado la Euskadi o Montaña profunda, o la Italia central, por ejemplo), la cara como Kafka, etc. Todo en un intento de alejar el estigma, en un momento en el que ya nadie sabía quién descendía de los judíos, pues una vez siendo ya todos cristianos, se buscaba una élite diferenciando nuevos o viejos. Basta un simple vistazo a los hebreos actuales para observar la estupidez, pero la imagen triunfó, fue explotada, y causó problemas a no pocos europeos del sur, como cuenta Sartre en algunas anécdotas (concretamente, un aristócrata francés amigo suyo, descendiente de rancia familia, más feo que Picio, y que debía llevar continuamente su pasaporte en la Francia ocupada para que no le deportasen a Dachau... O el caso del francés judío, rubio y de ojos azules, que en una muestra de ánimo que la madre que lo parió, se iba de copas con los SS que presumían oler un judío a 30 metros de distancia...) .
- ¿Apellidos, familia, multitud de abuelos? Saber si uno es descendiente de judíos, suele ser fácil porque la mayoría conservan bastante bien su herencia familiar y su religión, además de procurar enlaces con los de su misma religión. Saber si uno desciende de judeoconversos es prácticamente imposible, como conocer con seguridad el árbol genealógico de cualquiera más allá del siglo XVIII. Hemos de tener claro que tenemos 4 abuelos, 8 bisabuelos, 16 tatarabuelos, etc., y a su vez cada uno proveniente de familias y herencias genéticas similares o variadas. Por otra parte, una cosa es este emparentamiento genético, y otra cosa muy diferente es el apellido. Debido a esa multitud de antepasados, uno puede tener un apellido norteafricano (es un suponer) y ser de tipo nórdico, ya que la carga genética y el apellido pueden venir de zonas muy distintas. Un puede recibir de alguno de sus progenitores o abuelos un apellido supuestamente (y digo supuestamente por lo que luego explicaré) hebreo, y no tener ascendencia hebrea alguna. Del mismo modo, uno puede tener un apellido con blasón, pero no pertenecer al linaje (es decir, a la descendencia directa de ese apellido hidalgo, como ocurre en el 95% de los casos de aquellos que se emocionan viendo los tratados de heráldica y pensando que vienen de gloriosas familias). Es ridículo, por tanto, creer que uno es o no descendiente de hebreos o judeoconversos por cuestiones como el tipo físico o el apellido. Por otra parte, ¿existen apellidos judíos? Esta es otra cuestión que por mucho que se diga, jamás, desgraciadamente, triunfa sobre el mito, pero es obligado insistir en la verdad. Apenas existen apellidos judíos, por lo menos en España o en Castilla (curiosamente sí existen moriscos como Benalmexí, o Bardaxí, etc). Lo que existen son apellidos castellanos usados por los conversos. Algún apellido claramente judío, de los escasos que hay, es, por ejemplo, Baruque (procedente de Baruch), como el segundo apellido de nuestro insigne historiador y académico pucelano Don Julio Valdeón (pregunta obligada, por tener ese apellido, ¿a alguno se le ocurre pensar que Julio Valdeón es judío por tener ese apellido? Habría que ser muy cretino para responder afirmativamente, salvo que esa fuera, en efecto, su confesión religiosa). Existe también el tremendo mito de que los apellidos de profesiones o de lugares son hebreos, y esto conviene aclararlo todavía más, pues no es así ni mucho menos. Los apellidos toponímicos o de profesión son, no abundantes, son abundantísimos en Castilla (de hecho, si uno viaja por la geografía peninsular, hallará miles de pueblecillos de nombre extraño que, inmediatamente, relacionará con un apellido que conocía y que le parecía de significado extraño), por encima de la tradicional –ez, reservada en tiempos medievales al linaje noble, y a veces adoptado por los clientes más cercanos al señor. El común de los mortales llevaba, junto a su nombre de pila, otro dato para diferenciarse del resto, consistente en su oficio o su lugar de nacimiento. Más aún, con el desarrollo de las ciudades y la revolución industrial, el éxodo a las ciudades obligará a los obispados a pedir a la población que no se pongan de apellido a los hijos en los bautizos, o a los adultos en cualquier documento, su lugar de nacimiento, el de su padre, o su oficio, porque, por ejemplo, podía dar lugar a mil “Pepe Linares” en esta localidad, andaluza o cántabra. Algo más extraños son los apellidos religiosos como Santángel o Pascual. Efectivamente, su sonoridad y relación con un uso religioso (caso de la Pascua hebrea) parecen indicar su origen hebreo, especialmente porque se los ponían miembros enriquecidos de esta religión al bautizarse, y en muchos casos emparentaron con la nobleza (Fernando el Católico tenía una abuela conversa, por ejemplo, lo que no le impidió ser un gran gobernante y modelo de Maquiavelo). Los practicantes del judaísmo no enriquecidos, una vez convertidos trataban de ponerse apellidos habituales entre la población, para evitar problemas.
- En resumen, todo esto del antijudaísmo es una gran tragedia de orígenes estúpidos. La iglesia tiene culpa en parte, ya que los iniciales ataques contra la religión judía se dieron ya en los siglos IV y V d.C., cuando, convirtiéndose cada vez más feligreses al nuevo monoteísmo cristiano, encontraron, no obstante, competencia en el monoteísmo tradicional hebreo. Sabemos, por ejemplo, que en el sur de Hispania e Italia, hubo población cristiana que, en un deseo de acercarse más a Jesús, se convirtió al judaísmo (de nuevo vemos orígenes hebreos no ligados a una supuesta herencia genética). Por su parte, la tradicional manía persecutoria hebrea los ha mantenido extrañamente unidos, en una gigantesca asociación de socorro mutuo, cada vez más ajenos al mundo. Es prácticamente imposible saber el origen de alguno de los apellidos, pero en cualquier caso, no es sino uno entre cientos, así como es ridículo pensar en unas supuestas consecuencias genéticas ya que, en origen, como hemos visto arriba, no existen, y en la actualidad, habida cuenta de nuestra mezcla, la población española o castellana es bastante homogénea como también se ha dicho, ya que, pese a aportes germánicos o mediterráneos (y entre estos estarían los judíos), la base es aquella celtíbera. De un modo u otro, más o menos, procedemos todos de aquella. Otra cosa es preguntarse qué extraños sentimientos y temores se les pasan por la cabeza a los antijudíos que se empeñan en mantener los mitos.