Hombre, la eterna "provincia castellanovieja de Santander", la antiquísima, ya hablaron de ella los griegos y los fenicios, en las cuevas de Altamira hay inscripciones con el escudo de las dos cabezas y la conquista de Sevilla con la leyenda "esto es la provincia castellano vieja de Santander. Firmado Noe. Viva Castilla. Vivan los quintos del 87."
Aquello si que fue un invento. Y un invento a mala leche. Cuando se decidió llamar Cantabria a la nueva provincia, los de Santander se negaron, querían dejar claro quien mandaba ahora. Les daba igual que los abuelos de los castreños, laredanos, barquereños de las Cuatro Villas, (aquellos que hacían mudarse al corregidor constantemente para que no diese la sensación, sólo la sensación, de que una villa sobresalía sore la otra) se estuviesen revolviendo en sus tumbas. Es más, les gustaba la idea. Y lo de incluirnos en Castilla la vieja, también invento de Javier de Burgos, que disgustos, sobre todo económicos, nos ha dado. En 1968 Cantabria no fue incluida en el Consejo Económico Sindical del Norte de España por estar incluida en la provincia de Castilla la Vieja, un golpe del que no nos hemos repuesto.
Yo desde luego, no me apuntaré nunca a vuestro proyecto si seguís en ese plan. Ni aunque Castilla se convierta en un país próspero, progresista, avanzado y acojonante. No quiero ser paisano de gente que no me respeta y se cisca en mis antepasados, que politiza el nombre de mi tierra y lo usa con desprecio. Cantabria se llamó también en la edad moderna a la versión culta de un territorio más extenso que el actual, conocido popularmente como Vizcaya (Cantabria, norte de Burgos, Álava, Guipuzcoa, La Rioja y Vizcaya misma). Ahí debemos volver, ese es nuestro sitio natural. Si nos proclamamos hermanos de los vascos, estos defenderan Cantabria y su nombre con uñas y dientes, si nos unimos a Castilla me temo que desapareceremos diluídos bajo el nombre de una ciudad de por aquí cerca. Y eso por encima de mi cadáver.