La tauromaquia no es más que un obsceno negocio que trafica con la tortura y la crueldad. Las corridas de toros constituyen un crimen, un asesinato a sueldo, donde se martiriza a seres vivos por diversión.
A tal salvajada algunos energúmenos la califican de tradición, otorgando a la palabra un carácter sacrosanto.
Pero el circo romano y la quema de herejes también fueron tradiciones centenarias hasta que, por suerte, la sociedad superó semejantes barbaries.
Igualmente hay quienes pretenden enmascarar esta orgía de sangre como “manifestación cultural”. Por la misma regla de tres podríamos entonces admitir el canibalismo, presentándolo como una peculiar cultura gastronómica de ciertos pueblos.
Pero no nos engañemos, cultura es aquello que contribuye a volver al ser humano más sensible, inteligente y evolucionado.
La violencia, la sangre y la crueldad, todo lo que humilla a la vida, jamás podrá disfrazarse de arte o cultura.
Alegan además los taurinos que de los toros viven muchas familias a lo que cabría decir que también es muy rentable el contrabando de armas, la prostitución o el narcotráfico, siendo lo cierto que los únicos que se lucran con la inmundicia taurina son un puñado de terratenientes, empresarios y matadores que medran a costa del suplicio de miles de toros y caballos.
Aparte de torturar a un animal hasta la muerte, de ser un negocio lucrativo de una mafia de oligarcas, la tauromaquia también es una parte más de la cultura del españolismo, del nacionalismo español más carca machista y reaccionario.
Todo es repugnante, cobarde y vil en este inframundo maquillado bajo una hortera capa de lentejuelas y pasodobles.
Desde que el toro es secuestrado de su rebaño empieza el calvario de un animal capaz de experimentar angustia y desamparo infinitos.
Con razón Félix Rodríguez de la Fuente llamó a tan terrible carnicería “exaltación máxima de la agresividad humana”.
¡Y todavía hay políticos sinvergüenzas que nos hablan de paz al tiempo que nos venden violencia taurina!
Este negocio carroñero tiene su fin anunciado ya que las nuevas generaciones nada quieren saber del negocio de sangre de la tauromafia.
Mientras tanto no podemos permanecer pasivos y mirar a otro lado, debemos concienciar y luchar como se está haciendo en otras partes para acabar cuanto antes con este juego macabro.
Castilla Republicana
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La sociedad actual no debería permitir este tipo de prácticas, que consisten en torturar a un animal, que se encuentra en inferioridad de condiciones, hasta la muerte. Este espectáculo, al que incluso acuden menores, tendría que desaparecer por completo, puesto que no encaja con los valores de respeto a la vida de otras especies que debieran fomentarse en el siglo XXI. Festejar el dolor y sufrimiento de un animal es un acto degradante e inaceptable para nuestra especie. No puede llamarse arte a torturar a un animal asustado de forma cruel hasta su muerte.
Aproximadamente el 69% de la población española se muestra contraria a las corridas de toros y no muestra interés por la mal llamada “fiesta nacional”. La lidia cada vez es un negocio menos rentable, y sobrevive tan solo por las astronómicas subvenciones de los organismos públicos, incluso de la UE. El dinero que se emplea para este tipo de actividades, que solo repercute en el negocio de unos pocos, debería ser invertido en actividades que realmente supongan un beneficio colectivo. Y, que al contrario que las corridas de toros, sirvan para proteger el medioambiente, objetivo primordial en estos momentos dada la repercusión que problemas como el cambio climático o la pérdida de la biodiversidad, van a tener en nuestro futuro.
El domingo 24 de junio, a partir de las 17.30 horas, tendrá lugar una concentración contra la lidia frente a la Plaza de Toros. Ecologistas en Acción, Libera y la Plataforma Antitaurina quieren protestar de este modo contra esta actividad que consideran cruel, arcaica y salvaje.