Free. Como bien dice Leka, hay que reconocer que si bien estamos en el antagonismo argumentativo, he de reconocer que al menos sueles ser educado en tus contestaciones, razón por la cual voy a seguir exponiendo mi opinión.
El porcentaje de castellanismo que sienta o deje de sentir no es asunto de debate para los que, en mayor o menos medida, sólo entendéis el castellanismo como vuestra opción. Con el respeto justísimo hacia quienes también nos sentimos españoles, o sin el menor de los respetos, como es el caso del individuo que firma como Villapanillo.
En todo caso, si te place comprobar lo que siento por Castilla, no tengo ningún problema en hablarlo contigo en persona si fuera necesario. Sería un placer, aunque te costaría entender que hay quien entiende la política y esta tierra de modo diferente al pensamiento único que muchos defendéis a golpe de dialéctica, y creo que en algún caso si fuera posible, a golpe literal.
Respeto que a ti te la finfle olímpicamente la bandera española. Estás en tu derecho. Pero la bandera española, y da la casualidad de que entre las estupideces en las que he perdido mi vida está la vexilología, ha podido pasar por un período de asimilación con el fascismo. Pero históricamente, partiendo de la base de que era un pabellón naval considerablemente visible en el mar (de ahí su mutación en enseña nacional), no ha tenido jamás ese significado.
Puestos así, la bandera rojigualda ahora podría ser interpretada como la de la democracia, pues a pesar de vuestra amada II República de la que ya ni me voy a molestar en debatir, el período iniciado en 1978 hasta la actualidad es el de mayor prosperidad de la historia de España, tanto en lo económico, como en lo político y lo social.
Así que igual que quien hace lectura facilona, y escandalosamente falsa, igualando bandera y fascismo, podría hacerla de bandera y período democrático.
Ojo, aquí no estoy hablando de sentimientos nacionales. Ni de España, ni de Castilla ni de su madre en verso. Es única y puramente historia de un símbolo y revisión histórica. Nótese que ni siquiera he hecho mención a ningún grupo político de ninguna ideología.
Partiendo de esa base, dejando a un lado los sentimientos que os empeñáis en buscar, es evidente que se tergiversa la visión de la bandera.
El pueblo, por cierto, decidió cambiarla no por la revolución popular y proletaria que intentáis buscar mientras os la cogéis con papel de fumar, sino únicamente como símbolo de que España no tenía rey. Ni más, ni menos.
De ahí que se tomara para la nueva bandera el color morado, recordando con él a las Comunidades de Castilla como el ejemplo más claro de lucha contra un rey en este país.
De ahí al fascismo podemos hablar como de comida china y los chorizos de Ávila.
Respecto al constitucionalismo, acepto que la Constitución del 31 tiene un apartado destacado en la historia de la humanidad, como también lo tiene, de hecho es el máximo exponente, la Constitución Estadounidense que con orgulloso puño en alto tanto repudiáis, como lo tiene la del 78 que os oprime hasta dejados morados cual pendón ondeando al viento o la francesa, país que por lo que leo aquí ahora debe ser el ejemplo del pacifismo democrático a lo largo de la historia.
Estimado Villapanillo.Insisto sorprendido al comprobar tu extenso conocimiento de la ideología y movimiento falangista. También hallo con no menos estupor una visión del mundo en tu persona que me fascina.
Trabajo en Madrid, he estudiado en Madrid, y debo ir al oculista, pues además de Arcos de la Victoria, no dejo de ver banderas con yugos y flechas, colores rojinegros y camisas azules por las calles. Incluso pobres inocentes que piden el taxi alzando su brazo derecho en actitud evidentemente anticastellana y peligrosa para la integridad de los salvadores de la sociedad, las libertades y la democracia como tú.
Por ello, te aconsejo no venirte, pues los centralistas adscritos a Falange de mi calaña quizá hasta te escucharíamos, lo que seguramente pondría de los nervios tus ansias de encontrar enemigos que muestras a diario.
Conclusión.Me entristece soberanamente que me den clases de castellanismo quienes basan su pensamiento única y exclusivamente en la oposición a España.
Por un lado lo entiendo. Os diré por qué. Yo soy anticulé. Aborrezco el Barcelona con toda mi alma, a pesar de ser de familia catalana.
Supongo que igual que mi antibarcelonismo me convierte en un becerro retrógado capaz de justificar cualquier inocente mano de un jugador del Madrid en área culé, a vosotros os ha tocado lo mismo con España.
Si es normal, si entiendo tales forofismos.
Pero lo que nos diferencia, queridos amigos, nos llamemos liberales o nos llaméis como mejor venga a vuestro odio visceral, totalitario y racista (sólo me falta leer que sois castellanos de sangre más pura), es que nosotros no os odiamos.
Supongo que en el fondo os debe molestar que haya castellanos que también se sientan españoles y que encima no se pongan frente a vosotros. No os vamos a insultar.
No os vamos a decir que sois menos castellanos.
De verdad que lo siento, me gustaría compartir vuestra cultura del odio y de la desintegración, vuestro deseo de deportar ideas contrarias mediante la acusación fácil y mentirosa.
Pero lo más que me da es lástima. Por vosotros y por la tierra que compartimos.
Y yo, si fuera taxista, bajaría los seguros del coche ante tanto brazo en alto.