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Autor Tema: Ángel Pestaña, una vida al servicio del anarquismo  (Leído 3025 veces)
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« : Agosto 30, 2007, 02:42:16 »




Ángel Pestaña Núñez, uno de los más importantes dirigentes obreros españoles, nació el 14 de febrero de 1886 en Santo Tomás de las Ollas, localidad próxima a Ponferrada. Su padre era una humilde trabajador que llevaba una vida nómada en busca de trabajo por todo el Norte peninsular, ya fuera en la industria metalúrgica o en la minería.
Pestaña creció en una familia analfabeta, sin arraigo, viajando de ciudad en ciudad, sin asistir nunca al colegio. La vida familiar era conflictiva, a raíz del alcoholismo de su padre, lo que provoca que cuando apenas cuenta con siete años, su madre les abandone llevándose a su hermana, de las cuales no volverá a tener noticias.
A los 11 años comienza a trabajar haciendo pequeños recados en las minas donde está ocupado su padre. Al poco tiempo, éste fallece por una enfermedad pulmonar.
Sólo en la vida, Pestaña empieza a vagabundear por toda la cornisa cantábrica trabajando en los más variados oficios, desde la minería hasta una orquesta o una compañía de teatro. A los 15 años, mientras trabajaba en una fundición de Sestao (Vizcaya) tiene su primer encuentro con las protestas obreras al participar en una huelga en defensa de la jornada laboral de ocho horas, lo cual le costará su primera entrada en prisión (a lo largo de su vida estará encarcelado por diferentes causas cerca de 40 ocasiones).
Poco después, trabajando en la vendimia en Burdeos, conocerá a María Espés, con quien formará pareja. Se establece con ella en Argel, donde Pestaña estudia y lee todo lo que cae en sus manos. En 1913 se trasladan a Barcelona, ciudad en plena convulsión por el malestar reinante entre la clase obrera ante los continuos despidos de trabajadores, origen de no pocas huelgas y manifestaciones. Pestaña se hace socio del Ateneo Sindicalista, donde participará en debates encendidos sobre anarquismo y sindicalismo, en los que sus aportaciones van a ser cada vez más destacadas.
Poco a poco, gana amistades entre los líderes obreros barceloneses y, gracias a ello, empieza a escribir artículos en los periódicos anarquistas Tierra y Libertad y Solidaridad Obrera. Afiliado a la CNT,Pestaña participa en el congreso internacional anarquista de 1915 en El Ferrol, donde se acuerda reflotar el sindicato.



En el mes de octubre de 1917 se producía la revolución soviética, que llevaba a los bolcheviques al poder en Rusia. Este suceso repercutió en el movimiento obrero español como en todas las partes. Las primeras noticias del golpes de Estado bolchevique enfervorizaron por igual a socialistas que a los anarcosindicalistas, si bien el entusiasmo por el régimen soviético fue mayor entre los anarquistas durante 1918; debido a que se había difundido que la Rusia Comunista era gobernada por soviets democráticos.
Así, entre los días 10 y 18 de diciembre de 1919 la CNT celebró en Madrid su Congreso Nacional. El debate más importante a tratar fue, como no podía ser de otra manera, la actitud que debía tomar la CNT con respecto a la revolución rusa. Pues bien, la mayoría de anarcosindicalistas dieron su apoyo a la Internacional Comunista ( también llamada Komintern o III Internacional); creada por Lenin y Trotski en marzo de aquel año.  Varios dictámenes fueron aprobados, pero cabe señalar el siguiente:

“La Confederación Nacional del Trabajo se declara firme defensora de los principios que informan a la Primera Internacional, sostenidos por Bakunin. Declara que se adhiere, y provisionalmente, a la Tercera Internacional, por el carácter revolucionario que la preside, mientras que se organiza y celebra el Congreso Internacional en España que ha de sentar las bases por que ha de regirse la verdadera internacional de los trabajadores”.
 
Tras el Congreso Nacional de la CNT se recrudeció la represión contra esta organización en Barcelona, dirigida por el conde de Salvatierra, gobernador civil. Para contrarrestar los efectos de esta persecución, los anarcosindicalistas intentaron organizar un boicot internacional contra los productos españoles. Con estos fines salió Ángel Pestaña del país, que también debía entrar en Rusia para llevar a cabo los acuerdos dictados por el reciente Congreso Nacional del sindicato. Otros cenetistas, Eusebio C. Carbó y Salvador Quemades, debían unirse a Pestaña para colaborar en el último objetivo, pero el primero fue detenido en Italia y el segundo no consiguió ir más allá de París.



En Berlín, Pestaña, que había salido de Barcelona en marzo de 1920, tuvo noticias del II Congreso de la Internacional Comunista, convocado para julio de aquel mismo año. En Moscú se le invitó a las reuniones preliminares del Congreso, celebradas por el Comité Ejecutivo de la Internacional Comunista; en las cuales se hizo un exaltado panegírico de la dictadura del proletariado. Además, las organizaciones sindicales de signo apolítico (como la propia CNT) eran atacadas despiadadamente.
Pestaña se negó a firmar todo documento haciéndose fuerte en esta salvedad: “Todo cuanto se refiere a la conquista del poder político, a la dictadura del proletariado(...) queda a las resultantes de los acuerdos posteriores que la CNT tome una vez haya yo regresado a España y tenga el Comité Confederal conocimiento de lo aquí acordado”.
Afirma Pestaña que los comunistas accedieron a enmendar la redacción del documento en lo referente a la dictadura del proletariado, pero estando él ausente se dio publicidad al texto original con su firma al pie.
Sobre el desarrollo del Congreso propiamente dicho, le llamó mucho la atención a Pestaña la pugna que se produjo por la ocupación de la Presidencia. Pero pronto se dio cuenta de que la Presidencia era el Congreso, y éste una caricatura. La Presidencia hacía el reglamento, presidía el Congreso, modificaba a su manera las propuestas, alteraba el orden del día y presentaba ella misma proposiciones.
Una muestra de tales irregularidades podría ser la siguiente :cuando Zinoviev, presidente del comité ejecutivo de la Internacional Comunista, pronunció un discurso de hora y media de duración, a pesar de que el turno de intervención duraba sólo 10 minutos. Pestaña rebatió éste discurso, siendo interrumpido por la Presidencia reloj en mano. Después, el mismo Pestaña fue rebatido por Trotski con un largo discurso de tres cuartos de hora, y cuando el cenetista se dispuso a contestar los ataques que Trotski le había dirigido, la Presidencia dio por terminado el debate.
Por si fuera poco, no se levantaban actas de los debates, ni se votaba por delegaciones, sino por delegados. Estaba previsto el voto proporcional, pero no se aplicaba, así el Partido Comunista ruso se aseguraba una confortable mayoría. Además, determinados acuerdos no se tomaban en el salón de sesiones, sino entre bastidores. Ni que decir hay que todas estas irregularidades aquí mencionadas causaron una desfavorable impresión a Pestaña.
Éste calificará a Lenin como “autoritario y absorbente”. El líder ruso lo hace llamar para conocer a ese anarquista español tan sincero y osado. Mantienen una breve conversación, en la que Pestaña le recrimina que haya creado un partido a su imagen y semejanza, donde sus ideas y opiniones no podían ser debatidas, sólo aceptadas.
En un artículo aparecido en el periódico “Pravda” días después, Lenin escribiría del cenetista que “es un obrero inteligente y puritano, dotado de un gran don de observación, con sentido crítico, para quien la idea de libertad es la piedra angular de su edificio ideológico”.La década de los 20 está marcada en la CNT por la escalada de violencia interna, así como por la agresividad de sus reivindicaciones. Tras el Congreso de Zaragoza, en 1922, Ángel Pestaña se convierte en el número 1 del sindicato, lo cual le crea numerosos enemigos. Ya en 1920 había sufrido el primer atentado contra su persona, pero es en este momento cuando descubre una conspiración contra él y decide huir a Francia.
El 25 de agosto de 1922, en una visita a la ciudad industrial de Manresa, Pestaña es tiroteado por unos pistoleros del Sindicato Libre (organización sostenida por la Patronal Catalana). Gravemente herido, sobrevive milagrosamente a una bala que atraviesa sus pulmones y allí mismo es hospitalizado. Los pistoleros, amparados en la impunidad gubernativa, montaron guardia alrededor del hospital donde el destacado cenetista se debatía entre la vida y la muerte, expresando descaradamente su deseo de rematar al herido. El hecho fue denunciado por los socialistas Indalecio Prieto y Gabriel Alomar. El clima de crispación interna que existe en la CNT de la época llega a su máximo grado con el asesinato de Salvador Seguí y su camarada Francisco Comas el 10 de marzo de 1923, perpetrado también por matones del Sindicato Libre.



En su libro autobiográfico “Lo que aprendí en la vida” (1934) escribe Pestaña que en los últimos años de la década de los 20, “la CNT caminó hacia su destrucción por su falta de ambición política”.  Sufre el veterano cenetista una evolución en su pensamiento. Después de cumplir los 40, Pestaña cambia el ánimo revolucionario de su juventud por lo que denomina una nueva visión revisionista de la sociedad. Piensa ahora que el anarquismo no debe ser implantado por la fuerza, la tarea de esta ideología debe ser formar y preparar al hombre, a través de la educación y el convencimiento hasta alcanzar la Anarquía.
La llegada de la II República supone aún una mayor división entre los sindicalistas que representa Pestaña y los anarquistas más radicales de la FAI (Federación Anarquista Ibérica). Ésta era una sociedad secreta creada en Valencia durante el verano de1927; con la Dictadura de Miguel Primo de Rivera ya en franca decadencia; a partir de grupos ácratas de Cataluña y de la Federación de Grupos Anarquistas de Lengua Española (radicada en Marsella). El objetivo de la extremista FAI, que nunca fue una organización coherente, era apartar a la CNT de la política o de cualquier pacto con los patronos. Era la FAI un cuerpo heterogéneo, sostenido por grupos con diferencias cualitativas importantes: “Los Iguales” del madrileño Mauro Bajatierra, “Nosotros” (más tarde llamados “Los Solidarios”), que integraba a Buenaventura Durruti, García Oliver, Ricardo Sanz y Francisco Ascaso y el grupo “Nervio”, del que formaba parte Diego Abad de Santillán.
Así pues, Pestaña y los cenetistas que le siguen opinan aprovechando las libertades de la II República podrá reforzar su influencia la CNT, mientras que los faístas son partidarios de la violencia continua y prolongada que acelerase el proceso revolucionario. Estos últimos provocaron una sucesión de huelgas mal preparadas y peor resueltas, duramente reprimidas. En agosto de 1931, un grupo de 30 dirigentes cenetistas (entre ellos veteranos como Sebastián Clará, Ricardo Fornells, Pedro Massoni o Progreso Alfarache) firman un manifiesto redactado por Pestaña que condena las aspiraciones de la FAI a convertirse en la élite dirigente de la CNT. Decía el texto que los faístas tenían la culpa “de este concepto simplista, clásico y un tanto peliculero de la revolución (...) que actualmente nos llevaría a un fascismo republicano (...) No fía la revolución exclusivamente a la audacia de minorías más o menos eficaces sino que quiere que sea un movimiento arrollador del pueblo en masa, de la clase trabajadora caminando hacia su liberación definitiva, de los sindicatos y de la Confederación determinando del hecho, el gesto y el momento preciso a la revolución”.
La corriente anarquista moderada (denominada treintista) que lidera Pestaña fue expulsada de la CNT por la FAI, que fue lo bastante fuerte como para resistir todas las críticas. Ésta fue la victoria de la juventud sobre la edad madura: la mayoría de los faístas tenían entre 20 y 40 años, mientras que casi todos los treintistas superaban los 40. Sin embargo, el movimiento quedó debilitado, porque algunas de las federaciones locales siguieron a aquellos de sus dirigentes que habían firmado el polémico “Manifiesto de los Treinta”.
Las secciones sindicales escindidas de la CNT que dirigían los treintistas pasaron a formar la Federación Sindicalista Libertaria en 1933, sin mantener cohesión. Entre sus dirigentes estaban Juan López ( más tarde ministro de Comercio en el Gobierno de Largo Caballero), Joan Peiró i Belis (también ministro en el citado Gobierno), Moix, Alfarache y Mascarell. En Levante, el treintismo tuvo un poder considerable y sus efectivos llegaron a rebasar a los de la CNT oficial. Según el escritor faísta J. Peirats, en Sabadell se dio el caso de que los sindicatos treintistas se entregaron a la política nacionalista de ERC.



Pestaña, por su parte, decide pasar al campo de la política. Tratará de captar para su causa a históricos anarquistas como Eleuterio Quintanilla y Joan Peiró i Belis, que se niegan. Pero el antiguo dirigente de la CNT no retrocede ante esas dificultades, y el 7 de abril de 1933 funda el Partido Sindicalista. Esta organización política no se concibió, como se ha dicho, a imagen y semejanza del Partido Laborista británico; sino para lograr que el sindicalismo revolucionario tuviera representación política, y llevar a la práctica la revolución de manera racional, coherente y democrática, renunciando a la violencia.
La implantación fundamental del Partido Sindicalista estuvo en Huelva, Cádiz y Sevilla ( donde recogió los restos del Partido Social Ibérico), así como en Valencia y Alicante. Pestaña no conseguirá apoyo social para su minúsculo Partido Sindicalista, que llevará una vida lánguida. Ante esta contrariedad, el histórico sindicalista no ve otra salida que unir su partido al Frente Popular, a través del cual conseguiría un acta de diputado por Cádiz en los comicios de 1936.
En esta etapa Ángel Pestaña vive una hecho curioso, como lo es la entrevista que mantendrá con José Antonio Primo de Rivera, líder (y fundador) de Falange Española. Tras reiteradas peticiones por parte de éste último para tener un encuentro Pestaña accede, aunque no comprende muy bien qué puede buscar en él una persona de ideas tan opuestas.
Todo obedece a que Mussolini había explicado a Primo de Rivera que sólo podría dotar al fascismo español de base social si contaba con un líder popular al que siguieran las masas, y alguien señaló a Pestaña como el hombre adecuado. Éste responde educadamente al falangista que si había rechazado el bolchevismo por dictatorial, con mayor razón rechazaría el fascismo, un instrumento del capitalismo para destruir los movimientos reivindicativos obreros.
El golpe de Estado perpetrado por Franco sorprende a Pestaña en Barcelona. Al oír disparos al amanecer sale a la calle, donde es detenido por un grupo de militares sublevados. La intentona golpista en Barcelona apenas dura 24 horas, tras lo cual es puesto en libertad y viaja inmediatamente a Madrid para ponerse al servicio del Gobierno republicano.



Desde el principio se une a quienes daban prioridad a la Guerra sobre la Revolución y crea una brigada de milicianos con los militantes de su partido para luchas en la sierra de Madrid. En octubre del 36, por resolución del Gobierno y orden del ministro de la Guerra, se creó el Cuerpo de Comisarios del Ejército; con el objetivo de establecer un control político- social sobre los soldados y coordinar a las fuerzas combatientes. Pestaña es uno de los vicecomisarios de dicho cuerpo. También en octubre de aquel año la CNT entra a formar parte del Gobierno, rompiendo así con sus principios apolíticos. El secretario general de la CNT, Horacio Martínez Prieto, ofrece a Pestaña una cartera ministerial a cambio de que disuelva su Partido Sindicalista, pero éste se niega.
Por orden del Gobierno, permanece Pestaña en Albacete como responsable de la recepción y distribución de material de guerra. El frío de aquel invierno le provoca una neumonía cuyo origen datan los médicos en las heridas del atentado sufrido en Manresa, años atrás. Tras una recuperación temporal en Valencia, viaja a Madrid para leer un discurso en Unión Radio titulado “Doce palabras para la Victoria”.
 Pese a su débil salud, cuando el socialista Juan Negrín asume la Presidencia del Gobierno en mayo del 37, le propone a Pestaña ser ministro de Gobernación, pero la URSS desautoriza esa propuesta.
 En la madrugada del 11 de diciembre de aquel año, Ángel Pestaña fallece en la soledad de su domicilio de Barcelona. Días antes había reingresado en la CNT. Muere así uno de los anarquistas de mayor peso en la Historia de España. Su entierro constituye todo un suceso en la capital de Cataluña, miles de personas acompañan su féretro en un homenaje póstumo. Asisten al funeral todas las fuerzas políticas del bando republicano, excepto los comunistas. En la puerta del cementerio, el socialista Indalecio Prieto afirmará: “Hemos perdido a un gran hombre, justo cuando más falta nos hacía”.
« Última modificación: Abril 22, 2010, 20:55:45 por Maelstrom » En línea
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