Los humanistas luchan para transformar la práctica de
la representatividad dando la mayor importancia a la
consulta popular, el plebiscito y la elección directa
de los candidatos. Porque aún existen, en numerosos
países, leyes que subordinan candidatos independientes
a partidos políticos, o bien, subterfugios y
limitaciones económicas para presentarse ante la
voluntad de la sociedad. Toda Constitución o ley que
se oponga a la capacidad plena del ciudadano de elegir
y ser elegido, burla de raíz a la democracia real que
está por encima de toda regulación jurídica. Y, si se
trata de igualdad de oportunidades, los medios de
difusión deben ponerse al servicio de la población en
el período electoral en que los candidatos exponen sus
propuestas, otorgando a todos exactamente las mismas
oportunidades. Por otra parte, deben imponerse leyes
de responsabilidad política mediante las cuales todo
aquel que no cumpla con lo prometido a sus electores
arriesgue el desafuero, la destitución o el juicio
político. Porque el otro expediente, el que
actualmente se sostiene, mediante el cual los
individuos o los partidos que no cumplan sufrirán el
castigo de las urnas en elección futura, no interrumpe
en absoluto el segundo acto de traición a los
representados. En cuanto a la consulta directa sobre
los temas de urgencia, cada día existen más
posibilidades para su realización tecnológica. No es
el caso de priorizar las encuestas y los sondeos
manipulados, sino que se trata de facilitar la
participación y el voto directo a través de medios
electrónicos y computacionales avanzados.
En una democracia real debe darse a las minorías las
garantías que merece su representatividad, pero,
además, debe extremarse toda medida que favorezca en
la práctica su inserción y desarrollo. Hoy, las
minorías acosadas por la xenofobia y la discriminación
piden angustiosamente su reconocimiento y, en ese
sentido, es responsabilidad de los humanistas elevar
este tema al nivel de las discusiones más importantes
encabezando la lucha en cada lugar hasta vencer a los
neofascismos abiertos o encubiertos. En definitiva,
luchar por los derechos de las minorías es luchar por
los derechos de todos los seres humanos.
Pero también ocurre en el conglomerado de un país que
provincias enteras, regiones o autonomías, padecen la
misma discriminación de las minorías merced a la
compulsión del Estado centralizado, hoy instrumento
insensible en manos del gran capital. Y esto deberá
cesar cuando se impulse una organización federativa en
la que el poder político real vuelva a manos de dichas
entidades históricas y culturales.
En definitiva, poner por delante los temas del capital
y el trabajo, los temas de la democracia real, y los
objetivos de la descentralización del aparato estatal,
es encaminar la lucha política hacia la creación de un
nuevo tipo de sociedad. Una sociedad flexible y en
constante cambio, acorde con las necesidades dinámicas
de los pueblos hoy por hoy asfixiados por la
dependencia.
III.- La posición humanista
La acción de los humanistas no se inspira en teorías
fantasiosas acerca de Dios, la Naturaleza, la Sociedad
o la Historia. Parte de las necesidades de la vida que
consisten en alejar el dolor y aproximar el placer.
Pero la vida humana agrega a las necesidades su
previsión a futuro basándose en la experiencia pasada
y en la intención de mejorar la situación actual. Su
experiencia no es simple producto de selecciones o
acumulaciones naturales y fisiológicas, como sucede en
todas las especies, sino que es experiencia social y
experiencia personal lanzadas a superar el dolor
actual y a evitarlo a futuro. Su trabajo, acumulado en
producciones sociales, pasa y se transforma de
generación en generación en lucha continua por mejorar
las condiciones naturales, aun las del propio cuerpo.
Por esto, al ser humano se lo debe definir como
histórico y con un modo de acción social capaz de
transformar al mundo y a su propia naturaleza. Y cada
vez que un individuo o un grupo humano se impone
violentamente a otros, logra detener la historia
convirtiendo a sus víctimas en objetos "naturales". La
naturaleza no tiene intenciones, así es que al negar
la libertad y las intenciones de otros, se los
convierte en objetos naturales, en objetos de uso.
El progreso de la humanidad, en lento ascenso,
necesita transformar a la naturaleza y a la sociedad
eliminando la violenta apropiación animal de unos
seres humanos por otros. Cuando esto ocurra, se pasará
de la prehistoria a una plena historia humana. Entre
tanto, no se puede partir de otro valor central que el
del ser humano pleno en sus realizaciones y en su
libertad. Por ello los humanistas proclaman: "Nada por
encima del ser humano y ningún ser humano por debajo
de otro". Si se pone como valor central a Dios, al
Estado, al Dinero o a cualquier otra entidad, se
subordina al ser humano creando condiciones para su
ulterior control o sacrificio. Los humanistas tienen
claro este punto. Los humanistas son ateos o
creyentes, pero no parten de su ateísmo o de su fe
para fundamentar su visión del mundo y su acción.
Parten del ser humano y de sus necesidades inmediatas.
Y, si en su lucha por un mundo mejor creen descubrir
una intención que mueve la Historia en dirección
progresiva, ponen esa fe o ese descubrimiento al
servicio del ser humano.
Los humanistas plantean el problema de fondo: saber si
se quiere vivir y decidir en qué condiciones hacerlo.
Todas las formas de violencia física, económica,
racial, religiosa, sexual e ideológica, merced a las
cuales se ha trabado el progreso humano, repugnan a
los humanistas. Toda forma de discriminación
manifiesta o larvada, es un motivo de denuncia para
los humanistas.
Los humanistas no son violentos, pero por sobre todo
no son cobardes ni temen enfrentar a la violencia
porque su acción tiene sentido. Los humanistas
conectan su vida personal con la vida social. No
plantean falsas antinomias y en ello radica su
coherencia.
Así está trazada la línea divisoria entre el Humanismo
y el Antihumanismo. El Humanismo pone por delante la
cuestión del trabajo frente al gran capital; la
cuestión de la democracia real frente a la democracia
formal; la cuestión de la descentralización frente a
la centralización; la cuestión de la
antidiscriminación frente a la discriminación; la
cuestión de la libertad frente a la opresión; la
cuestión del sentido de la vida frente a la
resignación, la complicidad y el absurdo.
Porque el Humanismo se basa en la libertad de
elección, posee la única ética valedera del momento
actual. Así mismo, porque cree en la intención y la
libertad distingue entre el error y la mala fe, entre
el equivocado y el traidor.
IV.- Del humanismo ingenuo al humanismo consciente
Es en la base social, en los lugares de labor y
habitación de los trabajadores donde el Humanismo debe
convertir la simple protesta en fuerza consciente
orientada a la transformación de las estructuras
económicas.
En cuanto a los miembros combativos de las
organizaciones gremiales y los miembros de partidos
políticos progresistas, su lucha se hará coherente en
la medida en que tiendan a transformar las cúpulas de
las organizaciones en las que están inscriptos,
dándole a sus colectividades una orientación que ponga
en primer lugar, y por encima de reivindicaciones
inmediatistas, los planteos de fondo que propicia el
Humanismo.
Vastas capas de estudiantes y docentes, normalmente
sensibles a la injusticia, irán haciendo consciente su
voluntad de cambio en la medida en que la crisis
general del sistema los afecte. Y, por cierto, la
gente de Prensa en contacto con la tragedia cotidiana
está hoy en condiciones de actuar en dirección
humanista al igual que sectores de la intelectualidad
cuya producción está en contradicción con las pautas
que promueve este sistema inhumano.
Son numerosas las posturas que, teniendo por base el
hecho del sufrimiento humano, invitan a la acción
desinteresada a favor de los desposeídos o los
discriminados. Asociaciones, grupos voluntarios y
sectores importantes de la población se movilizan, en
ocasiones, haciendo su aporte positivo. Sin duda que
una de sus contribuciones consiste en generar
denuncias sobre esos problemas. Sin embargo, tales
grupos no plantean su acción en términos de
transformación de las estructuras que dan lugar a esos
males. Estas posturas se inscriben en el Humanitarismo
más que en el Humanismo consciente. En ellas se
encuentran ya protestas y acciones puntuales
susceptibles de ser profundizadas y extendidas.
V.- El campo antihumanista
A medida que las fuerzas que moviliza el gran capital
van asfixiando a los pueblos, surjen posturas
incoherentes que comienzan a fortalecerse al explotar
ese malestar canalizándolo hacia falsos culpables. En
la base de estos neofascismos está una profunda
negación de los valores humanos. También en ciertas
corrientes ecologistas desviatorias se apuesta en
primer término a la naturaleza en lugar del ser
humano. Ya no predican que el desastre ecológico es
desastre, justamente, porque hace peligrar a la
humanidad sino porque el ser humano ha atentado contra
la naturaleza. Según algunas de estas corrientes, el
ser humano está contaminado y por ello contamina a la
naturaleza. Mejor sería, para ellos, que la medicina
no hubiera tenido éxito en el combate con las
enfermedades y en el alargamiento de la vida. "La
Tierra primero", gritan histéricamente, recordando las
proclamas del nazismo. Desde allí a la discriminación
de culturas que contaminan, de extranjeros que
ensucian y polucionan, hay un corto paso. Estas
corrientes se inscriben también en el Antihumanismo
porque en el fondo desprecian al ser humano. Sus
mentores se desprecian a sí mismos, reflejando las
tendencias nihilistas y suicidas a la moda.
Una franja importante de gente perceptiva también
adhiere al ecologismo porque entiende la gravedad del
problema que este denuncia. Pero si ese ecologismo
toma el carácter humanista que corresponde, orientará
la lucha hacia los promotores de la catástrofe, a
saber: el gran capital y la cadena de industrias y
empresas destructivas, parientes próximas del complejo
militar-industrial. Antes de preocuparse por las focas
se ocupará del hambre, el hacinamiento, la
mortinatalidad, las enfermedades y los déficits
sanitarios y habitacionales en muchas partes del
mundo. Y destacará la desocupación, la explotación, el
racismo, la discriminación y la intolerancia, en el
mundo tecnológicamente avanzado. Mundo que, por otra
parte, está creando los desequilibrios ecológicos en
aras de su crecimiento irracional.
No es necesario extenderse demasiado en la
consideración de las derechas como instrumentos
políticos del Antihumanismo. En ellas la mala fe llega
a niveles tan altos que, periódicamente, se publicitan
como representantes del "Humanismo". En esa dirección,
no ha faltado tampoco la astuta clerigalla que ha
pretendido teorizar en base a un ridículo "Humanismo
Teocéntrico". Esa gente, inventora de guerras
religiosas e inquisiciones; esa gente que fue verdugo
de los padres históricos del humanismo occidental, se
ha arrogado las virtudes de sus víctimas llegando
inclusive a "perdonar los desvíos" de aquellos
humanistas históricos. Tan enorme es la mala fe y el
bandolerismo en la apropiación de las palabras que los
representantes del Antihumanismo han intentado
cubrirse con el nombre de "humanistas".
Sería imposible inventariar los recursos,
instrumentos, formas y expresiones de que dispone el
Antihumanismo. En todo caso, esclarecer sobre sus
tendencias más solapadas contribuirá a que muchos
humanistas espontáneos o ingenuos revisen sus
concepciones y el significado de su práctica social.
VI.- Los frentes de acción humanista
El Humanismo organiza frentes de acción en el campo
laboral, habitacional, gremial, político y cultural
con la intención de ir asumiendo el carácter de
movimiento social. Al proceder así, crea condiciones
de inserción para las diferentes fuerzas, grupos e
individuos progresistas sin que éstos pierdan su
identidad ni sus características particulares. El
objetivo de tal movimiento consiste en promover la
unión de fuerzas capaces de influir crecientemente
sobre vastas capas de la población orientando con su
acción la transformación social.
Los humanistas no son ingenuos ni se engolosinan con
declaraciones propias de épocas románticas. En ese
sentido, no consideran sus propuestas como la
expresión más avanzada de la conciencia social, ni
piensan a su organización en términos indiscutibles.
Los humanistas no fingen ser representantes de las
mayorías. En todo caso, actúan de acuerdo a su parecer
más justo apuntando a las transformaciones que creen
más adecuadas y posibles en este momento que les toca
vivir".