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Autor Tema: Humanismo y Humanistas  (Leído 1185 veces)
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El Surralismo es una forma mas de vivir el Arte.


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« : Septiembre 12, 2007, 04:31:56 »


Documento Humanista

Fue presentado ante la Segunda Internacional Humanista
y el Primer Foro Humanista los días 7 y 8 de octubre
de 1993 en Moscú. Constituye el ideario del Nuevo
Humanismo. Está dividido en una introducción y seis
parágrafos, a saber: 1. El Capital mundial; 2. La
democracia formal y la democracia real; 3. La posición
humanista; 4. Del humanismo ingenuo al humanismo
consciente; 5. El campo antihumanista y 6. Los frentes
de acción humanista.

El texto completo del Documento, sigue a continuación:


"Los humanistas son mujeres y hombres de este siglo,
de esta época. Reconocen los antecedentes del
humanismo histórico y se inspiran en los aportes de
las distintas culturas, no solamente de aquellas que
en este momento ocupan un lugar central. Son, además,
hombres y mujeres que dejan atrás este siglo y este
milenio, y se proyectan a un nuevo mundo.

Los humanistas sienten que su historia es muy larga y
que su futuro es aún más extendido. Piensan en el
porvenir, luchando por superar la crisis general del
presente. Son optimistas, creen en la libertad y en el
progreso social.

Los humanistas son internacionalistas, aspiran a una
nación humana universal. Comprenden globalmente al
mundo en que viven y actúan en su medio inmediato. No
desean un mundo uniforme sino múltiple: múltiple en
las etnias, lenguas y costumbres; múltiple en las
localidades, las regiones y las autonomías; múltiple
en las ideas y las aspiraciones; múltiple en las
creencias, el ateísmo y la religiosidad; múltiple en
el trabajo; múltiple en la creatividad.

Los humanistas no quieren amos; no quieren dirigentes
ni jefes, ni se sienten representantes ni jefes de
nadie. Los humanistas no quieren un Estado
centralizado, ni un Paraestado que lo reemplace. Los
humanistas no quieren ejércitos policíacos, ni bandas
armadas que los sustituyan.

Pero entre las aspiraciones humanistas y las
realidades del mundo de hoy, se ha levantado un muro.
Ha llegado pues, el momento de derribarlo. Para ello
es necesaria la unión de todos los humanistas del
mundo.

I.- El Capital mundial

He aquí la gran verdad universal: el dinero es todo.
El dinero es gobierno, es ley, es poder. Es,
básicamente, subsistencia. Pero además es el Arte, es
la Filosofía y es la Religión. Nada se hace sin
dinero; nada se puede sin dinero. No hay relaciones
personales sin dinero. No hay intimidad sin dinero y
aun la soledad reposada depende del dinero.

Pero la relación con esa "verdad universal" es
contradictoria. Las mayorías no quieren este estado de
cosas. Estamos, pues, ante la tiranía del dinero. Una
tiranía que no es abstracta porque tiene nombres,
representantes, ejecutores y procedimientos
indudables.

Hoy no se trata de economías feudales, ni de
industrias nacionales, ni siquiera de intereses de
grupos regionales. Hoy se trata de que aquellos
supervivientes históricos acomodan su parcela a los
dictados del capital financiero internacional. Un
capital especulador que se va concentrando
mundialmente. De esta suerte, hasta el Estado nacional
requiere para sobrevivir del crédito y el préstamo.
Todos mendigan la inversión y dan garantías para que
la banca se haga cargo de las decisiones finales. Está
llegando el tiempo en que las mismas compañías, así
como los campos y las ciudades, serán propiedad
indiscutible de la banca. Está llegando el tiempo del
Paraestado, un tiempo en el que el antiguo orden debe
ser aniquilado.

Parejamente, la vieja solidaridad se evapora. En
definitiva, se trata de la desintegración del tejido
social y del advenimiento de millones de seres humanos
desconectados e indiferentes entre sí a pesar de las
penurias generales. El gran capital domina no solo la
objetividad gracias al control de los medios de
producción, sino la subjetividad gracias al control de
los medios de comunicación e información. En estas
condiciones, puede disponer a gusto de los recursos
materiales y sociales convirtiendo en irrecuperable a
la naturaleza y descartando progresivamente al ser
humano. Para ello cuenta con la tecnología suficiente.
Y así como ha vaciado a las empresas y a los estados,
ha vaciado a la Ciencia de sentido convirtiéndola en
tecnología para la miseria, la destrucción y la
desocupación.

Los humanistas no necesitan abundar en argumentación
cuando enfatizan que hoy el mundo está en condiciones
tecnológicas suficientes para solucionar en corto
tiempo los problemas de vastas regiones en lo que hace
a pleno empleo, alimentación, salubridad, vivienda e
instrucción. Si esta posibilidad no se realiza es,
sencillamente, porque la especulación monstruosa del
gran capital lo está impidiendo.

El gran capital ya ha agotado la etapa de economía de
mercado y comienza a disciplinar a la sociedad para
afrontar el caos que él mismo ha producido. Frente a
esta irracionalidad, no se levantan dialécticamente
las voces de la razón, sino los más oscuros racismos,
fundamentalismos y fanatismos. Y si es que este
neoirracionalismo va a liderar regiones y
colectividades, el margen de acción para las fuerzas
progresistas queda día a día reducido. Por otra parte,
millones de trabajadores ya han cobrado conciencia
tanto de las irrealidades del centralismo estatista,
cuanto de la falsedades de la democracia capitalista.
Y así ocurre que los obreros se alzan contra sus
cúpulas gremiales corruptas, del mismo modo que los
pueblos cuestionan a los partidos y los gobiernos.
Pero es necesario dar una orientación a estos
fenómenos que, de otro modo, se estancarán en un
espontaneísmo sin progreso. Es necesario discutir en
el seno del pueblo los temas fundamentales de los
factores de la producción.

Para los humanistas existen como factores de la
producción el trabajo y el capital, y están de más la
especulación y la usura. En la actual situación los
humanistas luchan por que la absurda relación que ha
existido entre esos dos factores sea totalmente
transformada. Hasta ahora se ha impuesto que la
ganancia sea para el capital y el salario para el
trabajador, justificando tal desequilibrio con el
"riesgo" que asume la inversión... como si todo
trabajador no arriesgara su presente y su futuro en
los vaivenes de la desocupación y la crisis. Pero,
además, está en juego la gestión y la decisión en el
manejo de la empresa. La ganancia no destinada a la
reinversión en la empresa, no dirigida a su expansión
o diversificación, deriva hacia la especulación
financiera. La ganancia que no crea nuevas fuentes de
trabajo, deriva hacia la especulación financiera. Por
consiguiente, la lucha de los trabajadores ha de
dirigirse a obligar al capital a su máximo rendimiento
productivo. Pero esto no podrá aplicarse a menos que
la gestión y dirección sean compartidas. De otro modo,
¿cómo se podría evitar el despido masivo, el cierre y
el vaciamiento empresarial? Porque el gran daño está
en la subinversión, la quiebra fraudulenta, el
endeudamiento forzado y la fuga del capital, no en las
ganancias que se puedan obtener como consecuencia del
aumento en la productividad. Y si se insistiera en la
confiscación de los medios de producción por parte de
los trabajadores, siguiendo las enseñanzas del siglo
XlX, se debería tener en cuenta también el reciente
fracaso del socialismo real.

En cuanto a la objeción de que encuadrar al capital,
así como está encuadrado el trabajo, produce su fuga a
puntos y áreas más provechosas, ha de aclararse que
esto no ocurrirá por mucho tiempo más ya que la
irracionalidad del esquema actual lo lleva a su
saturación y crisis mundial. Esa objeción, aparte del
reconocimiento de una inmoralidad radical desconoce el
proceso histórico de la transferencia del capital
hacia la banca resultando de ello que el mismo
empresario se va convirtiendo en empleado sin decisión
dentro de una cadena en la que aparenta autonomía. Por
otra parte, a medida que se agudice el proceso
recesivo, el mismo empresariado comenzará a considerar
estos puntos.

Los humanistas sienten la necesidad de actuar no
solamente en el campo laboral sino también en el campo
político para impedir que el Estado sea un instrumento
del capital financiero mundial, para lograr que la
relación entre los factores de la producción sea justa
y para devolver a la sociedad su autonomía arrebatada.


II.- La democracia formal y la democracia real

Gravemente se ha ido arruinando el edificio de la
democracia al resquebrajarse sus bases principales: la
independencia de poderes, la representatividad y el
respeto a las minorías.

La teórica independencia entre poderes es un
contrasentido. Basta pesquisar en la práctica el
origen y composición de cada uno de ellos, para
comprobar las íntimas relaciones que los ligan. No
podría ser de otro modo. Todos forman parte de un
mismo sistema. De manera que las frecuentes crisis de
avance de unos sobre otros, de superposición de
funciones, de corrupción e irregularidad, se
corresponden con la situación global, económica y
política, de un país dado.

En cuanto a la representatividad. Desde la época de la
extensión del sufragio universal se pensó que existía
un solo acto entre la elección y la conclusión del
mandato de los representantes del pueblo. Pero a
medida que ha transcurrido el tiempo se ha visto
claramente que existe un primer acto mediante el cual
muchos eligen a pocos y un segundo acto en el que
estos pocos traicionan a los muchos, representando a
intereses ajenos al mandato recibido. Ya ese mal se
incuba en los partidos políticos reducidos a cúpulas
separadas de las necesidades del pueblo. Ya, en la
máquina partidaria, los grandes intereses financian
candidatos y dictan las políticas que éstos deberán
seguir. Todo esto evidencia una profunda crisis en el
concepto y la implementación de la representatividad.

En línea


 Movimiento Neo Surrealista Fundador.
Arte William Pintor Escultor Escritor Surrealista.
http://movimiento-neo-surrealista.foro.ws/
http://todas-las-artes-y-artistas-unidos.foro.ws
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« Respuesta #1 : Septiembre 12, 2007, 04:33:42 »


Los humanistas luchan para transformar la práctica de
la representatividad dando la mayor importancia a la
consulta popular, el plebiscito y la elección directa
de los candidatos. Porque aún existen, en numerosos
países, leyes que subordinan candidatos independientes
a partidos políticos, o bien, subterfugios y
limitaciones económicas para presentarse ante la
voluntad de la sociedad. Toda Constitución o ley que
se oponga a la capacidad plena del ciudadano de elegir
y ser elegido, burla de raíz a la democracia real que
está por encima de toda regulación jurídica. Y, si se
trata de igualdad de oportunidades, los medios de
difusión deben ponerse al servicio de la población en
el período electoral en que los candidatos exponen sus
propuestas, otorgando a todos exactamente las mismas
oportunidades. Por otra parte, deben imponerse leyes
de responsabilidad política mediante las cuales todo
aquel que no cumpla con lo prometido a sus electores
arriesgue el desafuero, la destitución o el juicio
político. Porque el otro expediente, el que
actualmente se sostiene, mediante el cual los
individuos o los partidos que no cumplan sufrirán el
castigo de las urnas en elección futura, no interrumpe
en absoluto el segundo acto de traición a los
representados. En cuanto a la consulta directa sobre
los temas de urgencia, cada día existen más
posibilidades para su realización tecnológica. No es
el caso de priorizar las encuestas y los sondeos
manipulados, sino que se trata de facilitar la
participación y el voto directo a través de medios
electrónicos y computacionales avanzados.

En una democracia real debe darse a las minorías las
garantías que merece su representatividad, pero,
además, debe extremarse toda medida que favorezca en
la práctica su inserción y desarrollo. Hoy, las
minorías acosadas por la xenofobia y la discriminación
piden angustiosamente su reconocimiento y, en ese
sentido, es responsabilidad de los humanistas elevar
este tema al nivel de las discusiones más importantes
encabezando la lucha en cada lugar hasta vencer a los
neofascismos abiertos o encubiertos. En definitiva,
luchar por los derechos de las minorías es luchar por
los derechos de todos los seres humanos.

Pero también ocurre en el conglomerado de un país que
provincias enteras, regiones o autonomías, padecen la
misma discriminación de las minorías merced a la
compulsión del Estado centralizado, hoy instrumento
insensible en manos del gran capital. Y esto deberá
cesar cuando se impulse una organización federativa en
la que el poder político real vuelva a manos de dichas
entidades históricas y culturales.

En definitiva, poner por delante los temas del capital
y el trabajo, los temas de la democracia real, y los
objetivos de la descentralización del aparato estatal,
es encaminar la lucha política hacia la creación de un
nuevo tipo de sociedad. Una sociedad flexible y en
constante cambio, acorde con las necesidades dinámicas
de los pueblos hoy por hoy asfixiados por la
dependencia.

III.- La posición humanista

La acción de los humanistas no se inspira en teorías
fantasiosas acerca de Dios, la Naturaleza, la Sociedad
o la Historia. Parte de las necesidades de la vida que
consisten en alejar el dolor y aproximar el placer.
Pero la vida humana agrega a las necesidades su
previsión a futuro basándose en la experiencia pasada
y en la intención de mejorar la situación actual. Su
experiencia no es simple producto de selecciones o
acumulaciones naturales y fisiológicas, como sucede en
todas las especies, sino que es experiencia social y
experiencia personal lanzadas a superar el dolor
actual y a evitarlo a futuro. Su trabajo, acumulado en
producciones sociales, pasa y se transforma de
generación en generación en lucha continua por mejorar
las condiciones naturales, aun las del propio cuerpo.
Por esto, al ser humano se lo debe definir como
histórico y con un modo de acción social capaz de
transformar al mundo y a su propia naturaleza. Y cada
vez que un individuo o un grupo humano se impone
violentamente a otros, logra detener la historia
convirtiendo a sus víctimas en objetos "naturales". La
naturaleza no tiene intenciones, así es que al negar
la libertad y las intenciones de otros, se los
convierte en objetos naturales, en objetos de uso.

El progreso de la humanidad, en lento ascenso,
necesita transformar a la naturaleza y a la sociedad
eliminando la violenta apropiación animal de unos
seres humanos por otros. Cuando esto ocurra, se pasará
de la prehistoria a una plena historia humana. Entre
tanto, no se puede partir de otro valor central que el
del ser humano pleno en sus realizaciones y en su
libertad. Por ello los humanistas proclaman: "Nada por
encima del ser humano y ningún ser humano por debajo
de otro". Si se pone como valor central a Dios, al
Estado, al Dinero o a cualquier otra entidad, se
subordina al ser humano creando condiciones para su
ulterior control o sacrificio. Los humanistas tienen
claro este punto. Los humanistas son ateos o
creyentes, pero no parten de su ateísmo o de su fe
para fundamentar su visión del mundo y su acción.
Parten del ser humano y de sus necesidades inmediatas.
Y, si en su lucha por un mundo mejor creen descubrir
una intención que mueve la Historia en dirección
progresiva, ponen esa fe o ese descubrimiento al
servicio del ser humano.

Los humanistas plantean el problema de fondo: saber si
se quiere vivir y decidir en qué condiciones hacerlo.

Todas las formas de violencia física, económica,
racial, religiosa, sexual e ideológica, merced a las
cuales se ha trabado el progreso humano, repugnan a
los humanistas. Toda forma de discriminación
manifiesta o larvada, es un motivo de denuncia para
los humanistas.

Los humanistas no son violentos, pero por sobre todo
no son cobardes ni temen enfrentar a la violencia
porque su acción tiene sentido. Los humanistas
conectan su vida personal con la vida social. No
plantean falsas antinomias y en ello radica su
coherencia.

Así está trazada la línea divisoria entre el Humanismo
y el Antihumanismo. El Humanismo pone por delante la
cuestión del trabajo frente al gran capital; la
cuestión de la democracia real frente a la democracia
formal; la cuestión de la descentralización frente a
la centralización; la cuestión de la
antidiscriminación frente a la discriminación; la
cuestión de la libertad frente a la opresión; la
cuestión del sentido de la vida frente a la
resignación, la complicidad y el absurdo.

Porque el Humanismo se basa en la libertad de
elección, posee la única ética valedera del momento
actual. Así mismo, porque cree en la intención y la
libertad distingue entre el error y la mala fe, entre
el equivocado y el traidor.

IV.- Del humanismo ingenuo al humanismo consciente

Es en la base social, en los lugares de labor y
habitación de los trabajadores donde el Humanismo debe
convertir la simple protesta en fuerza consciente
orientada a la transformación de las estructuras
económicas.

En cuanto a los miembros combativos de las
organizaciones gremiales y los miembros de partidos
políticos progresistas, su lucha se hará coherente en
la medida en que tiendan a transformar las cúpulas de
las organizaciones en las que están inscriptos,
dándole a sus colectividades una orientación que ponga
en primer lugar, y por encima de reivindicaciones
inmediatistas, los planteos de fondo que propicia el
Humanismo.

Vastas capas de estudiantes y docentes, normalmente
sensibles a la injusticia, irán haciendo consciente su
voluntad de cambio en la medida en que la crisis
general del sistema los afecte. Y, por cierto, la
gente de Prensa en contacto con la tragedia cotidiana
está hoy en condiciones de actuar en dirección
humanista al igual que sectores de la intelectualidad
cuya producción está en contradicción con las pautas
que promueve este sistema inhumano.

Son numerosas las posturas que, teniendo por base el
hecho del sufrimiento humano, invitan a la acción
desinteresada a favor de los desposeídos o los
discriminados. Asociaciones, grupos voluntarios y
sectores importantes de la población se movilizan, en
ocasiones, haciendo su aporte positivo. Sin duda que
una de sus contribuciones consiste en generar
denuncias sobre esos problemas. Sin embargo, tales
grupos no plantean su acción en términos de
transformación de las estructuras que dan lugar a esos
males. Estas posturas se inscriben en el Humanitarismo
más que en el Humanismo consciente. En ellas se
encuentran ya protestas y acciones puntuales
susceptibles de ser profundizadas y extendidas.

V.- El campo antihumanista

A medida que las fuerzas que moviliza el gran capital
van asfixiando a los pueblos, surjen posturas
incoherentes que comienzan a fortalecerse al explotar
ese malestar canalizándolo hacia falsos culpables. En
la base de estos neofascismos está una profunda
negación de los valores humanos. También en ciertas
corrientes ecologistas desviatorias se apuesta en
primer término a la naturaleza en lugar del ser
humano. Ya no predican que el desastre ecológico es
desastre, justamente, porque hace peligrar a la
humanidad sino porque el ser humano ha atentado contra
la naturaleza. Según algunas de estas corrientes, el
ser humano está contaminado y por ello contamina a la
naturaleza. Mejor sería, para ellos, que la medicina
no hubiera tenido éxito en el combate con las
enfermedades y en el alargamiento de la vida. "La
Tierra primero", gritan histéricamente, recordando las
proclamas del nazismo. Desde allí a la discriminación
de culturas que contaminan, de extranjeros que
ensucian y polucionan, hay un corto paso. Estas
corrientes se inscriben también en el Antihumanismo
porque en el fondo desprecian al ser humano. Sus
mentores se desprecian a sí mismos, reflejando las
tendencias nihilistas y suicidas a la moda.

Una franja importante de gente perceptiva también
adhiere al ecologismo porque entiende la gravedad del
problema que este denuncia. Pero si ese ecologismo
toma el carácter humanista que corresponde, orientará
la lucha hacia los promotores de la catástrofe, a
saber: el gran capital y la cadena de industrias y
empresas destructivas, parientes próximas del complejo
militar-industrial. Antes de preocuparse por las focas
se ocupará del hambre, el hacinamiento, la
mortinatalidad, las enfermedades y los déficits
sanitarios y habitacionales en muchas partes del
mundo. Y destacará la desocupación, la explotación, el
racismo, la discriminación y la intolerancia, en el
mundo tecnológicamente avanzado. Mundo que, por otra
parte, está creando los desequilibrios ecológicos en
aras de su crecimiento irracional.

No es necesario extenderse demasiado en la
consideración de las derechas como instrumentos
políticos del Antihumanismo. En ellas la mala fe llega
a niveles tan altos que, periódicamente, se publicitan
como representantes del "Humanismo". En esa dirección,
no ha faltado tampoco la astuta clerigalla que ha
pretendido teorizar en base a un ridículo "Humanismo
Teocéntrico". Esa gente, inventora de guerras
religiosas e inquisiciones; esa gente que fue verdugo
de los padres históricos del humanismo occidental, se
ha arrogado las virtudes de sus víctimas llegando
inclusive a "perdonar los desvíos" de aquellos
humanistas históricos. Tan enorme es la mala fe y el
bandolerismo en la apropiación de las palabras que los
representantes del Antihumanismo han intentado
cubrirse con el nombre de "humanistas".

Sería imposible inventariar los recursos,
instrumentos, formas y expresiones de que dispone el
Antihumanismo. En todo caso, esclarecer sobre sus
tendencias más solapadas contribuirá a que muchos
humanistas espontáneos o ingenuos revisen sus
concepciones y el significado de su práctica social.

VI.- Los frentes de acción humanista

El Humanismo organiza frentes de acción en el campo
laboral, habitacional, gremial, político y cultural
con la intención de ir asumiendo el carácter de
movimiento social. Al proceder así, crea condiciones
de inserción para las diferentes fuerzas, grupos e
individuos progresistas sin que éstos pierdan su
identidad ni sus características particulares. El
objetivo de tal movimiento consiste en promover la
unión de fuerzas capaces de influir crecientemente
sobre vastas capas de la población orientando con su
acción la transformación social.

Los humanistas no son ingenuos ni se engolosinan con
declaraciones propias de épocas románticas. En ese
sentido, no consideran sus propuestas como la
expresión más avanzada de la conciencia social, ni
piensan a su organización en términos indiscutibles.
Los humanistas no fingen ser representantes de las
mayorías. En todo caso, actúan de acuerdo a su parecer
más justo apuntando a las transformaciones que creen
más adecuadas y posibles en este momento que les toca
vivir".
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