POLTRONAS Y BANDERAS
Si establecemos la prevalecía y la prelación de las banderas por su antigüedad y por sus glorias, no cabe la menor duda que la de Castilla ocupó siempre la vanguardia..
La bandera de Castilla: 1.200 años de existencia administrativo-política, 2.500 años de raíz identitaria étnica, y otros tantos de glorias y avatares, desde los arévacos numantinos hasta hoy.
Bandera bicolor de España: 200 años de antigüedad y los mismos de vicisitudes y de rechazos.
Hasta el siglo V d. c., la península fue colonia del imperio romano. Los latinos destruyeron la identidad y la organización social de los pueblos celtas prerromanos e impusieron la PAX romana por las armas. Hispania quedó como una provincia más del imperio, nos impusieron su modus vivendi, sus símbolos, sus leyes y su organización social, nos humillaron y vivimos con esa humillación sin cuestionarla hasta hoy. Cuando en el siglo V d.c. los visigodos vencen al imperio romano y lo destruyen, las castas patricia, militar y la plebeya de las legiones de Roma que ocupaban la península ibérica, se quedaron, quizá por que ya no tenían donde ir; destruida previamente la sociedad indígena, les fue fácil consolidar su forma de vida y ocupar puestos relevantes en la nueva sociedad, aquella casta colonialista dominante ha llegado hasta hoy incuestionada.
Está probado que los celtas vacceos, vettones y arévacos ya estaban en las cuencas del Duero y del Tajo antes del año 450 a.c. Aquí hunden sus raíces la identidad de Castilla y sus símbolos. En Padilla de Duero en Valladolid, en la necrópolis de Las Ruedas, este verano, se han encontrado esqueletos de tres princesas vacceas y cerámicas fabricadas con barro del Báltico que datan del siglo V a. c., lo que nos sitúa en el probable lugar de donde vinieron: de lo que hoy conocemos como islas y repúblicas bálticas. Las excavaciones arqueológicas podrían sorprendernos cualquier día con fechas aún más remotas. Cuando los visigodos ocupan la península hacia el año 450 d.c., encuentran comunidades de estos pueblos celtas que habían sobrevivido al exterminio de Roma y que se comunican con ellos en una lengua indoeuropea muy similar a la suya. Eran el mismo pueblo llegado por diferentes causas y caminos.
El reino visigodo en la península se estableció en Castilla hacia el siglo V d. c., en la ciudad de Toledo. Los visigodos se regían por la tradición oral y sus leyes consuetudinarias, sin tradición escrita. La conversión al cristianismo de los visigodos, impulsa la romanización de la sociedad visigoda, las clases pudientes patricias que se habían acomodado en la península, no tardan en emparentar con la casta dominante visigoda y, como consecuencia de ese parentesco, se tolera y se va instituyendo paulatinamente el Ius o derecho romano escrito, se siguen practicando las formas de organización social del imperio romano y se consolidan.
Aún así, cada reino surgido como consecuencia de la fragmentación del reino visigodo causada por la invasión islámica, tiene su propia organización territorial que perdura hasta 1833. Nada menos que 2.285 años después de caer el imperio romano, un jesuita llamado Javier de Burgos nos retrotrae a la forma romana de organización territorial en PROVINCIAS, hoy seguimos encadenados a Roma, a su derecho, a su organización territorial en provincias, a la organización de las instituciones políticas, a su forma de burocracia y a la valoración del daño moral y del honor en pecunia. En el ostracismo quedan las asambleas abiertas electivas visigodas en las que quizá deberíamos buscar las raíces de los concejos abiertos castellanos, el derecho concejil, en suma, la democracia de base castellana.
En este marco podría entenderse la actual quimera por el rechazo de la Bandera del estado en algunos territorios de la España constitucional de 1978. Para quienes tenemos conciencia de nuestra identidad castellana, nuestra bandera cuartelada hunde sus raíces en las estelas y necrópolis inmemoriales de Castilla, son, al menos, 2.233 años anteriores a la existencia del estado español político-administrativo y, por tanto, a la bandera bicolor del estado español. De tal antigüedad, se sustancia la prelación de los símbolos, Castilla fue antes que España y antes debe ser. Nadie ha relegado la bandera bicolor española en Castilla, pero se relega la bandera castellana ignorándola u obviándola para que prime la común del estado. Sabemos de municipios castellanos gobernados por los que solo se sienten “españoles” que hacen ostentación casi folclórica de la bandera bicolor estatal y que esos mismos españolistas obvian o ignoran la milenaria bandera cuartelada de Castilla. Ambas son constitucionales, los que nos sentimos “castellanos y españoles”, las pondríamos pareadas, pero si persisten en esa actitud excluyente de lo castellano, conseguirán que ese mismo criterio lo sigamos los castellanos a contrario senso, y quienes se sienten hoy “castellanos y españoles” se sentirán luego solo castellanos. Si se obvia, se ignora o se retira la bandera estatal, los “solo españoles” braman, se exaltan, pierden los papeles. Los castellanos condenamos la exclusión de los símbolos estatales comunes. Pero si la que se ignora es la de una Comunidad Autónoma, tan constitucional como la del estado, callan, todos son cómplices inconfesos de ese agravio. Del lado del PSCL, la realidad es igualmente humillante, solo le tienen apego al trapo rojo con la estrella o el capullo, Castilla no les hace vibrar.
Estas cosas ocurren en Castilla, son las viejas glorias del franquismo y del marxismo instaladas en las poltronas autonómicas y estatales.
Sin Castilla, podría haber otra cosa, pero no España. ¡Castilla unida ya!
riopadre