Marcar la agenda y condenar el asesinato a sangre fría son cosas distintas.
Con la excusa de no marcar la agenda, quien muestra simpatías por el tiro en la nuca puede callarse y encima justificar con chulería su posición totalitaria.
Me parece perfecto que no se tenga que sacar a relucir ETA en cada debate político. Que no se use como arma electoral como en teoría prometió Zapatero hace 3 semanas.
Pero eso no quiere decir que cuando haya que demostrar de qué lado está cada uno, se demuestre.
Y eso marca la diferencia. Los que condenan, estén o no amenazados, y los que en el fondo se alegran de la muerte de policías, sean incluso castellanos.
A lo que hay que añadir la impresionante hipocresía que rodea algunos círculos de la izquierda. En su día se apuntaba con el dedo a quien no condenaba la guerra de Irak, como se ha hecho posteriormente con quien no apoyara el matrimonio homosexual o a quien no condenara la muerte del chico este del Metro.
En esos casos, había que posicionarse de inmediato, salir a la calle, insultar al Gobierno de turno. Si no, eras ultraderechista o digno de cualquier otro adjetivo que los medios de comunicación o determinadas siglas meten con total facilidad vía intravenosa al rebaño de la hoz.
Pero cuando son los de la herriko, resulta que se puede estar callado.

