La manifestación de esta mañana sólo ha tenido un objetivo: hacer una demostración de fuerza. A la jerarquía católica sólo le mueve el miedo a perder la enorme influencia política que ha tenido durante tantos y tantos años en este país. La actual cúpula de la Iglesia Católica no puede soportar una sociedad moderna de ciudadanos libres.
Cuando afirman que las nuevas leyes sociales son un ataque a la familia mienten porque es todo lo contrario. ¿Acaso a los padres con 5 niños portando tan felices las banderas portuguesas y españolas de turno esta mañana les afectan esas leyes más que el poder vivir en una sociedad más justa y que reconoce mejor los derechos de todos sus ciudadanos?
En definitiva añoran los viejos tiempos. Aquella época pasada en que esto era una teocracia, la moral católica era impuesta a la sociedad. El poder de la Iglesia Católica era tal que casi nada se movía sin su consentimiento.
Por eso frente a las leyes que facilitan el divorcio, la Iglesia prefiere lo anterior: el matrimonio para toda la vida al precio que sea. Que la pareja se deterioraba y dejaba de quererse, una lástima. Que el marido tenía algún "desliz", un accidente. Que el marido llegaba a las tantas borracho y pegaba a la mujer hasta dejarla casi muerta, una prueba de Dios. Luego en el confesionario ya estaría el párroco de turno a recordar a la mujer que ese era el precio que debía pagar en la Tierra para alcanzar el cielo. Lo importante era ser una buena familia cristiana, aunque fuera de fachada. Lo importante, guardar las apariencias.
Por eso ante leyes como las del matrimonio civil entre personas del mismo sexo, la Iglesia prefiere lo anterior. ¿Cuántas personas habrán vivido atormentadas por sus afectos, odiándose a sí mismas por su orientación sexual "antinatural y pecaminosa"? ¿Cuántas personas muertas en vida, conviviendo con alguien a quien nunca podrían llegar a amar completamente? ¿Cuántas personas encarceladas y torturadas como bestias por "vagos y maleantes"? Y la Iglesia Católica amparándolo, apoyándolo, impulsándolo. Eso sí, cuando dentro de su seno se producían abusos, no era más que un triste accidente que debía ser ocultado. Lo importante, guardar las apariencias.
Por eso ante asignaturas como Educación para la Ciudadanía, la Iglesia prefiere lo anterior: una sociedad uniforme, moldeada según el concepto moral de la jerarquía nacionalcatólica de la época. Todo lo que se salía del molde establecido debía ser borrado, fuera como fuera. Al que tuviera unas ideas políticas diferentes, al que se le ocurriera pensar más de la cuenta, al que tuviera unos sentimientos "enfermos",... se le debía sacar de la sociedad. Lo importante es que todo se rigiera según el orden establecido, aunque hubiera que guardar las apariencias.
Todas esas cosas son las que no soporta la jerarquía eclesiástica actual. ¿Pero cómo osa un Estado a inculcar a sus ciudadanos valores de respeto y tolerancia?
En fin... alguna vez ESTA Iglesia tendrá que pedir perdón por tanto daño cometido, aunque a lo mejor cuando lo haga su relevancia será tal que nadie lo llegue a escuchar.