Medio millón, según las últimas estimaciones de los historiadores. Una pequeñísima parte aristócratas, pero la gran mayoría gente del pueblo, campesinos y personas inocentes. Como en todas las revoluciones que en el mundo han sido.
Mesonero, no lo he dicho con ningún tono, si así se ha entendido, no era mi intención, disculpas por adelantado. En cualquier caso, eso de la igualdad de todos es una ficción. Siempre lo ha sido, y lo sigue siendo. ¿Acaso el Presidente del Gobierno es igual que tú? ¿Acaso ante la justicia tu palabra vale lo mismo que la del Presidente del Gobierno? ¿Acaso tu puedes emprender una causa judicial contra la persona del Presidente del Gobierno y ganarla? Claramente no. Por lo menos, no mientras esté en el cargo. Esa igualdad que hablas es igualdad de papel, no de realidad. Por ello, mi posición es clara: para tener ese tipo de "igualdad", pues prefiero mil veces que se digan las cosas a las claras, que el Presidente del Gobierno no es como yo ante el Estado, que el Rey no es como yo ante el Estado, y que Don Emilio Botín no es como yo ante el Estado. Ni ante los jueces. Ni ante nadie.
Seguir sustentando la "falsa igualdad" de los papeles es tontería, la realidad la desmiente. Más vale que nos dijeran las cosas a la cara: "Jose, tú no eres igual que un cargo público, ni tu palabra vale lo mismo. No lo eres y no lo serás jamás. Cada uno tiene su puesto. El maestro es maestro, el alumno es alumno, el panadero es panadero, el empresario es empresario, el presidente es presidente, y el Rey es Rey." El mundo sigue siendo así. Y todos hemos de saber de sobra dónde está nuestro puesto y nuestro lugar en este Estado, y en cualquier Estado de los que en el mundo existen.
Decir que todos somos iguales ante la ley, que todos tenemos los mismos derechos, y encima enarbolar ese argumento vacío e irreal como sostén de algo me parece absurdo. No es la realidad. Son palabras. La realidad es otra. Muy distinta, de hecho. Igual que ayer. Igual que siempre. Igual que mañana. No somos todos iguales, y cuanto antes se dé cuenta la gente, mejor para el país. Porque el Estado no puede seguir haciendo creer a la gente que vivimos en el limbo de la igualdad de todos, porque sencillamente es mentira. Como decía Pérez-Reverte:
"Y es que, oigan. Nada más cursi y empalagoso que el Estado cuando se pone en plan simpático, o lo pretende. Porque el Estado no puede ser simpático nunca. Lo suyo es recaudar, reprimir, organizar. Dar por saco. El Estado es el mal necesario, a menudo en manos de golfos innecesarios. Intrínsecamente antipático hasta las cachas. Así que no veo por qué sus ministerios, direcciones generales o quien sea, deben componer sonrisitas cómplices a mi costa. En lo que al arriba firmante se refiere, el Estado puede meterse el paternalismo amistoso en la bisectriz. Cada uno en lo suyo, qué diablos. En un mundo ideal, tipo bosquecito de Bambi, todo eso estaría de perlas. Valses de la Cenicienta, ya saben. Eres tú el príncipe azul. Pero éste es el mundo real. Lo demás es demagogia, buenismo idiota y milongas. Y además es mentira."