… y nadie, nadie sabrá nunca lo ocurrido
cuando pasó la muerte devastándome, y ya, con celo y desmesura,
fue mi cuerpo un témpano decrépito de huecos y silencios;
… porque llevo mi muerte
por la calle
y no puedo colmar dos gritos de tristeza;
... aun así, lejos, muy lejos, en mi íntima estancia, recuerdo la alegría:
aquel poder sublime que llenó mi sangre de rosas inmortales;
... conservadla, lucidla ahora, aquellos que venís con los brazos en alto.
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