El de Tomas Pérez Viejo me parece un artículo valiosísimo y tremendamente interesante. Sostiene algo con lo que yo coincido plenamente. El "problema" catalán como cualquier proceso nacionalista no es en su origen económico, ni esta basado en que la estructura del Estado sea así o asao, más o menos federal con más o menos competencias. Todo esto influye, por supuesto. Pero ni está ahí el origen ni se soluciona dando más competencias y financiación, como a estas alturas ya hasta el más zote debería haber comprendido.
Y efectivamente, hace ya mucho que cada vez más catalanes (o vascos, o incluso canarios y gallegos) NO se identifican con la nacion española sino con la suya propia. Y ese sentimiento nacionalista parte de una exaltación de la propia identidad cultural y sobre todo una visión histórica configurada de manera distinta (Y OPUESTA) a la española. Básicamente existe un nacionalismo catalán porque hay un elevado porcentaje de catalanes que interiorizan una visión de la historia en clave catalanista, ya sea más o menos exaltada.
Y como estamos hablando de sentimientos y de creencias, ha habido y hay gente que menosprecia el problema. Que lo mira desde el desden, reduciéndolo todo a la vertiente económica o jurídica y que piensan que es algo pasajero que terminará pasando de moda ¡Qué equivocados están los que menosprecian así la fuerza de un nacionalismo!
Me recuerdan a los que en la europa del XIX veian al nacionalismo como paparruchas, que lo importante era el absolutismo o el liberalismo. O los que en el siglo XX estaban convencidos que la controversia era entre comunismo y capitalismo, que el nacionalismo era un invento pequeñoburgués destinado a desaparecer sin dejar rastro. Cayó el imperio austrohúngaro, y el otomano, pasó la Unión Soviética, y pasó Yugoslavia. Pero el nacionalismo croata, o ucranio, o ruso siguen. Y los espinosos conflictos nacionalistas a los que algunos ilusos veían como minucias en medio de la gloria del imperio, del moderno estado del bienestar, o de la hermandad comunista siguen como si nada hubiera pasado. Ahí están los casos de Kosovo, Crimea o Transilvania, Flandes, Cataluña o Escocia...
Entre los castellanos, por contra, parece un camino arduo la interiorización del concepto nación: por un lado el sentimiento españolista y por otro las connotaciones negativas con que ha sido cubierto el término por una suerte de establishment intelectual progre, que ha jugado a hacerse el internacionalista, cuando en realidad es más paleto que nadie. Bueno, pues peor para los castellanos...