... un canto o himno de infinita voz, amor y libertad
- el que se teje y construye en nuestro templo interior sin laúd ni martillos -
un sonido-esplendor irradiando a partir del dorado vestido de bodas
- bodas de espíritu y alma -
las del valiente y filántropo príncipe con su emblema civil:
el de fe y amor, compasión y piedad,
y las de ella, la novia,
cual sublime belleza y poder terrenal de la vida,
cual si pote de oro,
cual si bella y magnificente coraza dorada con sus genes, arrobos y brillos divinos;
... ah, ah los hatillos terrestres, los que han cruzado y sostenido puentes sobre dolidas aguas,
ah los pechos helados con alientos gélidos por entre mármoles fríos,
ah las alboradas de hambre
las navajas del miedo
las hogueras-castigo
las humillaciones
las violaciones
las traiciones
las batallas
las torturas
las terribles y horrendas muertes,
los saqueos,
y, sin embargo, y a pesar del cansancio ímprobo de los materiales, sin embargo, digo,
os habéis puesto en marcha y habéis venido, habéis llegado y estáis aquí, aquí, aquí...
ah la esperanza y fe, las de de pedernal y espíritu,
y ah, ah y al fin, la voluntad e ímpetu del ser, su luz;
... qué síntesis tan breve para un camino ingente con tan ingente honor,
soledad y silencio son justicias-sufrimiento para el dios carnal y solamente para él,
pero ay, ay la piedad, la compasión y el perdón, esas fuerzas que renacen, que vibran y fulgen,
las que abrasan e impulsan, las que nos izan y avanzan, llevándonos más y más allá;
y oh, oh vosotros, mi pobre canto y mi pobre himno,
tú, mi humilde, mi humildísimo canto, mi estimado himno doliente y verdadero.
Antonio Justel
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