EL PSOE, contra su aliado de trincheras y gobiernos
Los promotores de la ilegalización de ANV llevan las mismas siglas del partido con el que compartió trinchera en el 36, Gobierno Vasco durante muchos años y hasta Consejo de Ministros varios meses (hubo un ministro ekintzale en el Gobierno del dirigente del PSOE Juan Negrín). Nada menos que 550 gudaris de ANV murieron por la República y frente al fascismo. Ninguno de ellos habría sospechado entonces que el PSOE cambiaría de bando y se apoyaría en la derecha posfranquista para intentar sacarle del mapa legal español.
Ramón SOLA
Más de medio millar de vidas de gudaris de EAE-ANV, partido que por aquel entonces apenas sumaba seis años de trayectoria, se quedaron para siempre en los campos de batalla de las Intxortas, Bizkargi, Albertia o Sollube en el combate contra el fascismo. Corrían los años 1936 y 1937, en los que EAE-ANV compartía con el PSOE presencia en el Frente Popular y hasta participación en dos gobiernos: el vasco de José Antonio Agirre y el español de Juan Negrín (aunque la historia sea muy poco conocida, hubo un ministro ekintzale -Tomás Bilbao- en uno de los ejecutivos estatales que intentaron detener el avance franquista). Echar la vista atrás, por tanto, hace más sangrante la decisión de los herederos de las siglas del PSOE de ilegalizar al histórico partido abertzale y alinearse así con los sucesores ideológicos de Franco.
La cadena de las relaciones entre ambos partidos tiene eslabones antes, durante y después del conflicto bélico. Hasta 1936, ANV y PSOE coincidieron -con matices y altibajos- en la defensa de la II República y el impulso a un Estatuto para los territorios vascos. Y después seguirían juntos durante muchas décadas tanto en el Gobierno Vasco en el exilio como en los sucesivos acuerdos antifranquistas.
Con todo, la alianza que por sus características debería resultar indestructible es la tejida en el campo de batalla. Un espacio en el que EAE-ANV se desangró materialmente y desde el primer momento, al contrario de lo que harían fuerzas como el PNV, que no se implicaron con decisión en la defensa de la República hasta que el PSOE dio luz verde al Estatuto y se formó el Gobierno Vasco, en octubre de 1936.
«ANV, el otro nacionalismo» (Eduardo Renobales, Editorial Txalaparta, 2005) resume aquel ejemplo de heroísmo, iniciado cuando, nada más generalizarse el golpe de Estado fascista, militantes ekintzales y milicianos de izquierda trataron de frenar el paso a Gipuzkoa de las columnas carlistas que llegaban desde Nafarroa, hasta la caída de Irun el 5 de setiembre. La implicación de ANV era coherente con su integración en el Frente Popular, con el que había concurrido a las elecciones de 1936 en la mayor parte de los herrialdes, en alianza con el PSOE y otras fuerzas. Otro tanto habían hecho ya en 1931, en el seno del denominado Bloque Antimonárquico, tanto en las elecciones municipales como en las estatales.
En ambos casos, ANV no dudó en trazar esta alianza con el objetivo de impulsar un Estatuto autonómico para Hego Euskal Herria y un nuevo diseño federal y laico para el conjunto del Estado. Lo hizo por encima de sus divergencias internas... y de episodios más espinosos, como la muerte de uno de sus militantes (Hermenegildo Alvariño) a manos de pistoleros socialistas el día de las elecciones de 1933. Por cierto, las de 1931 y 1936, en que concurrió con el PSOE, serían las elecciones más exitosas de la historia de EAE-ANV, hasta llegar a las pasadas municipales de mayo de 2007.
En primera línea del frente
La implicación de ANV en la guerra fue mucho más allá de lo que correspondía a un partido incipiente y con una implantación muy desigual. Por aportar un dato referencial, en las municipales de 1931 sumó en los cuatro herrialdes 36 concejales frente a los 163 del PSOE, los 330 republicanos, los 508 jeltzales y los 2.750 monárquicos.
Con sus gudaris se conformaron tres grandes batallones, unidades que agrupaban a una media de unos 700 soldados, y dos menores. Aproximadamente uno de cada cinco combatientes ekintzales perdería la vida peleando contra el franquismo. Tras unos primeros meses de resistencia caótica -en los que los voluntarios de EAE-ANV tuvieron un papel decisivo en la defensa de Donostia frente a los amotinados en los cuarteles de Loiola o en el María Cristina-, en noviembre el Gobierno Vasco de Agirre lograría estructurar un ejército formado por 25.000 hombres englobados en 33 batallones (entre ellos los cuatro de ANV). Ekintzale era uno de los cinco comisarios generales, Luis Ruiz de Agirre; al mismo nivel, por tanto, que el PSOE, que aportaba otro cargo de este rango. Ekintzales serían también dos de los principales jefes militares, Saseta y Ordoki. Y ekintzale fue el responsable del Servicio Cartográfico y Topográfico, Uribe-Etxeberria. Como recuerda Renobales, Ordoki sería luego comandante del Batallón Gernika, estructurado dentro del Ejército francés y que ayudó a detener a los nazis, a quienes -por cierto- sobrevivió al lanzarse del camión en el que lo llevaban para fusilarlo.
Los datos objetivos son concluyentes del sacrificio de ANV. Se calcula la cifra de 550 combatientes muertos. Sus bajas alcanzaron el 23% frente a una media general situada en torno al 10%. Hubo dos momentos especialmente trágicos: la batalla de Albertia, junto a Legutio, donde el partido celebra su fiesta anual en la actualidad, y los combates de Areces, en el intento de recuperar el control de Oviedo, la capital asturiana. En ambas ofensivas se produjeron más de 800 bajas ekintzales, entre heridos y muertos.
Unas 300 se registraron en las faldas del Albertia, en la que fue la mayor ofensiva del Ejército vasco recientemente constituido. Peleó allí durante casi un mes -desde el 30 de noviembre hasta el 24 de diciembre- con casi todos sus batallones. Pero la victoria fue franquista. «Aquí tuvimos nuestro Irak», afirmaba un superviviente en una reciente conmemoración oficial.
Pese al desprecio con que el PNV ha tratado tradicionalmente a ANV, aquel esfuerzo ha sido reconocido incluso por dirigentes jeltzales tan poco sospechosos de afinidad a la izquierda abertzale como Josu Jon Imaz. En el último Alderdi Eguna, Imaz se refería a EAE-ANV como «una sigla histórica llena de dignidad y heroísmo».
Compañeros en dos gobiernos
La lógica dinámica de la guerra y del Ejército vasco -que actuaba de modo ciertamente independiente respecto a Madrid- hizo que en aquellos años EAE-ANV se aproximara paulatinamente al PNV en detrimento del PSOE y, por ejemplo, abandonara el Frente Popular. Sin embargo, la lealtad al proyecto republicano y antifascista quedó plasmado en agosto de 1938, cuando el ekintzale Tomás Bilbao Hospitalet, que había sido teniente alcalde de Bilbo y cónsul de la República en Perpinyá, fue reclamado por el Gobierno legítimo estatal para formar parte del Consejo de Ministros, en calidad de ministro sin cartera. Ocuparía el puesto del jelkide Manuel de Irujo. El PNV dio su conformidad a que el cargo pasara a ANV, y Bilbao desempeñó la cartera entre agosto de 1938 y abril de 1939 a las órdenes del socialista Juan Negrín. Compartiría ejecutivo con cinco dirigentes del PSOE, cinco republicanos, uno del PCE, otro de la CNT y uno más de ERC. La dirección de ANV vaciló, pero aceptó la decisión de Bilbao y le dio su apoyo.
Desde la perspectiva actual, no deja de ser impactante encontrar un ministro de ANV en un gobierno del PSOE. Más tarde, en 1946, otro presidente español en el exilio, Giral, volvería a llamar a Bilbao para reclamar su presencia en un ejecutivo reconstituido, pero entonces la oferta fue rechazada.
Si aquel episodio ha quedado como una rareza histórica, la coincidencia de ANV y PSOE en sucesivos gobiernos vascos en el exilio sería una constante hasta después de la muerte de Francisco Franco. En el primero formado por José Antonio Agirre en octubre de 1936 participaban cuatro representantes del PNV, tres del PSOE y uno de ANV. Era Gonzalo Nardiz, al que se encomendó el área de Agricultura. Ekintzales y socialistas integrarían los ejecutivos mantenidos después en el exilio, y ambos partidos darían su visto bueno -como componentes del llamado Consejo Consultivo Vasco- al nombramiento como lehendakari de Jesús María Leizaola tras la muerte de Agirre.
Juntos contra Franco
Tan poco conocida como la presencia de Tomás Bilbao en el Gobierno de Madrid resulta la cooperación puntual de ANV y PSOE en la iniciativas de unidad de acción antifranquista. ``ANV, el otro nacionalismo'' o ``El péndulo patriótico'' recogen algunos episodios.
Ya en 1945, ambos coinciden en el Pacto de Baiona, suscrito por los partidos y sindicatos vascos y que entre otras cosas supone la reafirmación del Estatuto de Autonomía y del Gobierno Vasco en el exilio como referencia. Además, en 1947 el PSOE ofrece al partido abertzale la posibilidad de integrarse en la plataforma Solidaridad Española, lo que no deja dudas de que lo considera de nuevo como un aliado. ANV declina la invitación con buenas palabras. «No podemos pactar con aquellos que no se declaren abiertamente resueltos a reconocer el Estatuto de Autonomía reconocido por la República y protegerlo contra cualquier ataque», había afirmado poco antes su Comité Nacional en una nota titulada «La voz del interior a nuestros hermanos del exterior».
Diez años después, por impulso del socialista Enrique Tierno Galván, tomaría cuerpo el Pacto de París, en el que ekintzales y jeltzales, así como sindicalistas de STV, unen su firma con la del PSOE para abogar por un gobierno democrático que pueda preparar unas elecciones que decidan la forma política del futuro Estado español. Puro voluntarismo, queda claro, pero a la vez nueva muestra contundente de que ANV y PSOE estaban en el mismo lado.
Mientras tanto, en el interior un representante ekintzale y otro socialista comparti- rían filas en el llamado Consejo Delegado del Gobierno de Euskadi en Navarra. En 1970, ambos partidos coincidirían en consejos similares para los otros herrialdes, también sin efectividad alguna. Por último, en setiembre de 1974 ANV, PNV y PSOE estampaban su firma en un mismo documento destinado a remarcar que en 1936 había tomado cuerpo un «frente nacional» liderado por Agirre en el que se había practicado «la lucha armada contra la rebelión».
Mirando ya al futuro, los firmantes tomaban entonces posiciones para el escenario posfranquista que se avecinaba comprometiéndose a exigir «un régimen provisional en Euzkadi paralelo al régimen provisional español» y a reivindicar que «de la misma manera que Navarra se ha incorporado a nuestra lucha común de resistencia, ocupe también el puesto que legítimamente le está reservado en el Estatuto de Autonomía». No pasarían muchos años antes de que el PSOE acometiera un espectacular giro en este terreno.
Incluso después de la muerte de Franco se puede encontrar una cierta sintonía entre el PSOE y ANV. En la confusa fase previa de las elecciones estatales del 15 de junio de 1977, tras los días en que el PNV descartó en Txiberta alcanzar una unidad de acción con la izquierda abertzale que hubiera cambiado el futuro, la firma de ANV se encuentra en el denominado «compromiso autonómico» junto a las de PNV, PSOE, ESEI, PC o DCV; el partido abertzale compartiría incluso listas con el PSN en Nafarroa, en el llamado «frente autonómico» que concurrió al Senado. En el resto concurrió por su cuenta, y los resultados del conjunto del partido fueron malos.
A partir de ahí, superada otra de sus crisis internas, ANV se ubicaría inequívocamente en el ámbito de la izquierda abertzale, a la que había puesto pilares ideológicos desde 1930, y su camino apenas se rozaría con el del PSOE. El partido mantuvo en cualquier caso su plena independencia orgánica, tanto tras la conformación de la Mesa Nacional de Herri Batasuna en 1979 como a la culminación del proceso Batasuna, en 2001. En el año 2005, con motivo del día de San Andrés, varias organizaciones de la izquierda abertzale suscribirían un manifiesto presentado públicamente en el que se reconocía a Batasuna y ANV como diferentes expresiones políticas de la izquierda abertzale. Un texto que, paradójicamente, la Abogacía del Estado ha llevado ahora a los tribunales afirmando que de él se desprende justo lo contrario.
EAE-ANV fue relegalizado sin traba alguna por el sistema posfranquista en 1977 y así ha seguido funcionando durante 30 largos años bajo gobiernos de UCD, PP y PSOE. Hasta la actualidad.
La última reunión con el PSE
Los caminos de PSOE y ANV en los últimos años apenas se han cruzado. Dentro de la izquierda abertzale, el partido de Rodríguez Zapatero ha priorizado la interlocución con Batasuna, aunque sólo en una ocasión se celebrara un contacto con carácter público. Pero sí hubo una reunión entre PSOE y ANV hace ya varios meses, según confirmaron a GARA fuentes ekintzales. En ella, la representación del PSE estuvo encabezada por el dirigente guipuzcoano Alberto Buen -representante de Política Municipal dentro de la Ejecutiva del PSE-. En la mesa se constataron las diferencias, pero se acordó también seguir hablando. El PSOE ha preferido ilegalizar. R.S.
Los batallones de EAE-ANV
Cinco batallones formados o integrados por militantes de EAE-ANV se dejaron la piel en la refriega antifranquista. Sus datos han sido recopilados por el historiador Eduardo Renobales:
Número 6, ANV-1 o Batallón Olabarri. Batallón de infantería formado oficialmente en octubre de 1936 y que homenajea al primer muerto en combate de ANV: Claudio Olabarri, Txato, fallecido en peñas de Aia. Estaba conformado por 688 gudaris y participó en la batalla de Albertia, dejando atrás más de 150 muertos. Luego luchó en Gorbeia, Durango, Sollube, Bizkargi, Orduña o Artzeniega, y también en Santoña-Laredo. Una de sus compañías acudiría también a Asturias a reforzar a ANV-II.
Número 23, ANV-2 o Batallón Eusko Indarra. Se formó en octubre de 1936 y llegaría a englobar más de 800 gudaris con sede en la sociedad donostiarra Eusko Indarra, situada en la calle 31 de agosto. Participó en la defensa de Gipuzkoa y en el asalto a Albertia antes de acudir a Asturias. Allí debió cruzar el río Nalón mediante gabarras en estado enemigo y bajo el fuego rival; Eusko Indarra debía pasar en tercer lugar, pero decidió tomar la cabeza por ser el batallón más curtido. Iba comandado por Cándido Saseta, uno de los jefes militares más carismáticos y capacitados del Ejército vasco. Saseta cayó en Asturias, en la batalla de Areces.
Número 68 o ANV-3. Se formó en abril de 1937, con la participación de 468 gudaris y con José Zapirain como comandante. Aun estando incompleto, tuvo que acudir a frentes como el de Sollube o Artxanda. ANV decidió finalmente disolverlo al encontrarse muy mermado, en vísperas de la caída de Bilbo, y envió a los supervivientes a cubrir las bajas del Olabarri y el Eusko Indarra.
Ingenieros número 8 o Askatasuna. Con Isidro Olaizola como comandante, se formó en abril de 1937 y estaba formado por zapadores. Su trabajo de fortificación sin cobertura de ninguna clase y muy cerca del enemigo le provocó numerosas bajas.
Batallón Gordexola. Aunque ha sido considerado como un batallón jelkide, en realidad lo integraban muchos militantes de ANV de Barakaldo que al estallar la guerra habían sido expulsados por no acatar el ingreso en el Frente Popular. Tomaba su nombre de la localidad en la que las tropas castellanas invasoras fueron derrotadas en 1355. El batallón se formó en octubre de 1936, y tendría unos 750 gudaris. Combatió en Elgeta, Sollube o Artxanda. GARA
EL partido que fusionó la lucha de clases con el abertzalismo
No es de extrañar que ANV y PSOE tuvieran coincidencias desde el inicio de su historia, porque los ekintzales fueron la primera formación inequívocamente de izquierdas en el ámbito del nacionalismo vasco, hasta entonces copado por el PNV de Sabino Arana. ANV optó por dotar al abertzalismo de contenido social, fusionándolo con el concepto de la lucha de clases (de hecho, muchos de sus primeros afiliados eran de zonas marcadamente obreras como Barakaldo). Además, eliminó el concepto de la raza que había impregnado el discurso de Arana, a la vez que daba prioridad a otras cuestiones como la lengua. E introdujo dos concepciones que tendrían enorme futuro hasta llegar a la actualidad: en primer lugar, la de la decisión popular -luego formulada como derecho de autodeterminación-como clave de bóveda del abertzalismo, en detrimento de cuestiones como los apellidos; y en segundo lugar, la defensa de la autonomía como logro gradual hasta llegar al objetivo final de la independencia. Junto a ello, la apuesta por el laicismo le acercaba a las posiciones del PSOE y ahondaba aún más la brecha inicial respecto al PNV.
El Manifiesto de San Andrés, texto fundacional de EAE-ANV, da muestra de todo ello: prioriza la unidad con los abertzales, pero innova al apostar también por «colaborar» con los partidos españoles «que reconozcan los derechos de las colectividades nacionales a disponer de sus destinos; que tiendan a una estructuración del Estado español menos utilitarista que la actual; que mejor garanticen los derechos individuales, incompatible con todo sistema de dictadura, arbitrariedad o poder personal; que resuelvan con mayor espíritu de justicia y equidad los problemas sociales; que reduzcan el Ejército a la esfera de su propia función, con derogación de la Ley de Jurisdicciones; y, en fin, que propugnen un régimen jurídico-político más en armonía con los imperativos democráticos bajo los que ha vivido y quiere vivir nuestro país».