Éste post trata sobre los inicios del PCE, como su título indica. Desde su fundación hasta 1933, fecha en la que el partido logra entrar en las Cortes. Debido a que mi texto excedía el máximo de caracteres permitidos en un post, lo pongo en dos partes.El triunfo de la revolución rusa y la aparición del bolchevismo tuvieron una enorme repercusión entre las masas obreras de todo el mundo. En España, conceptos como soviet o leninismo se hicieron populares entre los trabajadores, e incluso entre los medios social-demócratas.
Tres días después del derrocamiento del Gobierno provisional ruso por los bolcheviques,
El Socialista criticó este golpe de Estado, tachándolo de
“inoportuno y quizá lamentable”, puesto que suponía que la preocupación principal de las fuerzas progresistas era derrotar al militarismo de los imperios centrales. Los dirigentes del PSOE rechazaron algunos aspectos del nuevo régimen ruso, aunque no lo denunciaron con los mismos argumentos morales que sus homólogos franceses y alemanes. No obstante, para muchos socialistas el régimen de Lenin era el primer ejemplo de dictadura del proletariado, que seguía siendo la meta común de todos los marxistas. Así, el abogado
M. García Cortés, miembro de la Comisión Ejecutiva del PSOE, había fundado el panfleto pro-bolchevique
Nuestra Palabra y otro socialista prominente, el historiador
Núñez de Arce, formó un Comité por la III Internacional, cuyo órgano de expresión era el periódico
La Internacional.En diciembre de 1919 tuvo lugar en Madrid un Congreso extraordinario del PSOE. En él se aprobó, por 14010 votos contra 12497 votos, la propuesta de continuar en la reformista II Internacional hasta su próximo Congreso. Si entonces la II Internacional no se unía a la III Internacional (o Komintern), el PSOE se integraría en ésta última.
El apoyo más fuerte al bolchevismo dentro del PSOE provino de su sección juvenil. En abril de 1920, las Juventudes Socialistas (JJ.SS.) declararon que pasaban a llamarse Partido Comunista de España, integrándose en la Komintern. Ésta nueva organización política contaba con cerca de un millar de afiliados, siendo R. Merino Gracia su secretario general. Contaban con el periódico
El Comunista como órgano de expresión (su tirada era de 2000 a 3000 ejemplares).
A pesar de ésta escisión, el PSOE logró retener el control de la mayoría de células locales de las JJ.SS., pero hubo tal avalancha de críticas entre la militancia que fue necesario un nuevo Congreso extraordinario.
En éste nuevo cónclave ganaron los socialistas favorables al ingreso en la Komintern, y consiguieron que se enviara una delegación a Moscú encargada de tratar las condiciones de ingreso. Esta delegación estaba formada por Fernando de los Ríos y Daniel Anguiano. A su regreso a España, el primero se manifestó en contra de la adhesión a la Komintern, el segundo habló a favor. Según el socialista Andrés Saborit :
“las conversaciones de Fernando de los Ríos con el patriarca del anarquismo, Pedro Kropotkin, fueron determinantes para convencerle de que, si bien había sido destronado el odioso zarismo, había surgido en Rusia una nueva tiranía de tipo personal, por lo que sus conclusiones fueron del todo contrarias al ingreso en la III Internacional”. 
En un tercer Congreso extraordinario, el PSOE decidió, por 8808 votos contra 6025, permanecer en la II Internacional y no adherirse a la Komintern. Por su parte,
Julián Besteiro, que había hecho sensatas declaraciones en nombre del Comité Ejecutivo del partido, señaló que algunos de los hombres que más activamente intentaban orientar al PSOE hacia el bolchevismo tenían un historial político sumamente dudoso. Aunque éste prestigioso dirigente socialista no atacara al bolchevismo de manera directa, opinó que ésta ideología era imposible de aplicar en España. Pare él no existía ninguna distinción entre evolución y revolución en las tácticas socialistas, debido a que cualquier actividad que acelerara el advenimiento de una sociedad sin clases constituía un acto revolucionario.
En un documento fechado el 13 de abril de 1920, los socialistas partidarios de la Komintern expresaron su voluntad de abandonar el partido y fundar otro de acuerdo a las directrices de Moscú. Nacía así el Partido Comunista Obrero Español (PCOE). En ésta nueva formación militaban personas como
Óscar Pérez Solís, García Quejido, Facundo Perezagua y
Acevedo (todos ellos habían sido socialistas importantes) así como una desconocida Dolores Ibárruri.
Facundo PerezaguaAsí que durante un tiempo existieron en nuestro país dos partidos bolcheviques, el Partido Comunista de España y el PCOE. Con el objetivo de que éstas dos organizaciones se fusionaran, la Komintern envió a España al comunista italiano
Antonio Graziadei, uno de sus agentes. Junto con Merino Gracia y Núñez de Arenas, Graziadei consiguió que los dos partidos se unieran, surgiendo así el Partido Comunista de España (PCE) en noviembre de 1921. Su medio de expresión fue el semanario
La Antorcha.El PCE, considerado ya como la sección española de la Komintern, tenía en sus inicios una estructura muy semejante a la del PSOE, estando organizado en células locales agrupadas en federaciones regionales. Los escasos seguidores del comunismo español se encontraban entre los ex socialistas de las zonas industriales vascas y asturianas. Su único apoyo sindical provenía del Sindicato de Obreros de Vizcaya, tal vez el más poderoso sindicato autónomo de España. Si bien éste sindicato estaba dentro de la UGT, en realidad estaba completamente dominado por los comunistas.
En cuanto a los dirigentes del PCE, procedían todos, sin excepción, del PSOE:
César R. González (secretario general),
Juan Andrade (director de
La Antorcha, conocido por sus artículos incisivos y crueles),
Ramón Lamoneda (secretario de trabajo),
Evaristo Gil, José Baena, Luis Portela (procedente de las JJ.SS.) y el tipógrafo
Antonio García Quejido (uno de los fundadores del PSOE, llegó a ser tan célebre como Pablo Iglesias).
Estaba controlado el PCE por una serie de representantes de la Komintern, los primeros de una larga serie de agentes comunistas que hasta 1939 vendrían a España para dirigir al partido. Entre ellos estaban el hindú
N.M. Roy (calificado por Pablo Iglesias como “
una víctima de un nuevo fanatismo”), el intelectual Graziadei, el revolucionario
Borodin y un tal
Jules Humbert Droz (fundador del PC suizo).

En su libro
“La revolútion et la guerre d´Espagne” los historiadores Pierre Broué y Émile Témine afirman:
“Tres corrientes se habían encontrado para fundar el Partido Comunista de España: las Juventudes Socialistas al principio, con Andrade y Portela, después la minoría socialista, con Pérez Solís, García Quejido, Anguiano y Lamoneda, y el grupo de dirigentes de la CNT que animaban Andrés Nin y Joaquín Maurín”. Vamos a ocuparnos de ésta última corriente.
Cuando el bolchevismo aparece en 1917, paradójicamente, levantó más admiración entre los anarcosindicalistas que entre las filas del PSOE. Se había difundido la mentira de que Rusia estaba gobernada por soviets democráticos; al principio esta falsedad no sólo fue aceptada por los anarcosindicalistas de Madrid o Barcelona, sino por los de Berlín, Budapest y otras muchas capitales europeas.
La CNT envió a Moscú al eficaz Ángel Pestaña para tratar su ingreso en la Komintern. Pestaña regresaría con una opinión muy desfavorable del bolchevismo, expresada en un informe. Sin embargo, tras la represión policial que tuvo lugar en 1921, la dirección de la CNT fue tomada por elementos pro-bolcheviques como Joaquín Maurín y Andreu Nin. Pero la crisis económica que se produjo entonces reforzó la tendencia apolítica de la CNT, al mismo tiempo que aumentaban en su seno los grupos anarquistas más ortodoxos.
Joaquín MaurínEn la conferencia que tuvo lugar en Zaragoza el día 11 de junio de 1922, la CNT decidió retirar su adhesión al bolchevismo y afiliarse a la Asociación Internacional de Trabajadores, de inspiración ácrata. El bolchevismo ya no podría triunfar en la CNT. Reducidos y marginados, los pro-bolcheviques decidieron permanecer en el sindicato como portavoces de la Komintern. A finales de 1924 se retiraron de la CNT, incorporándose al PCE con el nombre de Federació Comunista Catalano- Balear (FCCB).
El primer congreso del PCE tuvo lugar en 1923. Meses después, para protestar contra los envíos de tropas a Marruecos, los comunistas vizcaínos declararon una huelga general. En Bilbao, el secretario general del partido, Óscar Pérez Solís, asaltó la sede del PSOE con un centenar de camaradas. El murciano Jesús Hernández, que había sido uno de los fundadores del PCE en Vizcaya y ejercía como escolta de Pérez Solís, fue detenido por atentar contra la sede del diario
El Liberal.Tras el acceso al poder del general Miguel Primo de Rivera y Orbaneja en septiembre de aquel mismo año, casi todos los dirigentes comunistas fueron arrestados. Durante un breve período (1925) el partido tuvo una enérgica dirección en la cual estaban, entre otros, Joaquín Maurín y Rodríguez Canet. Éstos dirigentes empezaron a editar prensa clandestina y a combatir a la Dictadura (cosa hasta enonces inédita en el PCE). Fueron encarcelados muy pronto.
La dirección fue asumida entonces por Óscar Pérez Solís (antiguo artillero), José Bullejos (funcionario de correos) y Gabriel León Trilla (estudiante y cuñado del anterior). Más que dirigentes políticos eran oscuros conspiradores en la clandestinidad. Actuaban desde París, debido a las dificultades para operar en España.
Entre estos primeros comunistas habría que destacar (tanto por sus orígenes como por su trayectoria posterior) a Julián Gómez, alias Gorkin (contracción de Gorki y Lenin). Hijo de un carpintero analfabeto de fuertes sentimientos republicanos, Gorkin militó en las JJ.SS. de Valencia, pero, fascinado por la Revolución rusa, creó la sección regional del PCE. Huyó a Francia, siendo perseguido por la policía, y pasó a la clandestinidad a sueldo de la Komintern, actuando como representante de ésta organización entre los exiliados españoles. Gorkin abandonó el PCE porque descubrió que Moscú le espiaba por medio de una joven pagada por la GPU (policía política soviética). Otros motivos que le llevaron a dejar el partido fueron sus crecientes simpatías hacia Trotsky a fines de los años 20 y las órdenes que recibió de asesinar al general Primo de Rivera (aunque después se abandonara el plan).
Antonio MijeEn 1927 los comunistas consiguieron la adhesión de unos cenetistas de Sevilla que habían evolucionado hacia el bolchevismo, entre ellos José Díaz, Mije y Delicado. Tenían éstos influencia entre los panaderos, los obreros portuarios y los metalúrgicos. Esto reforzó al PCE en aquella ciudad, dándole cierta importancia.
Un año después, tuvo lugar en Vizcaya una conferencia del partido en la cual se discutió si había que participar (o no) en la Asamblea Nacional, remedo de Parlamento creado por Primo de Rivera. El veterano comunista polaco Henry Walecki (agente de la Komintern) defendió la participación, pero su moción fue rechazada. Era la primera vez que el PCE desobedecía a la Komintern. Tras esto, iniciaron los comunistas una campaña de agitación contra la Asamblea Nacional, que se saldó con algunas detenciones.
En agosto de 1929 se celebró en París el III Congreso del PCE, durante el cual se agravaron las diferencias entre la dirección del partido y la Federació Comunista Catalano-Balear (FCCB). Ésta criticaba el burocratismo reinante en el PCE y el no haber sabido aprovechar el desprestigio de los socialistas por su colaboración con la Dictadura. En el tema sindical, la FCCB era partidaria de infiltrarse en la CNT y cambiar su orientación anarcosindicalista. Finalmente, defendía una alianza con los elementos izquierdistas de la pequeña burguesía, así como la instauración en España de una República Federal Socialista. Pues bien, en septiembre de aquel año, la FCCB fue expulsada del partido, quedándose el PCE con unas minúsculas agrupaciones en Barcelona, Cornellá y Badalona.
Ya en el verano de 1930, con Primo de Rivera retirado y Berenguer gobernando, se constituyó el Pacto de San Sebastián, coalición de fuerzas opositoras al régimen formada por el PSOE, la UGT, Acción Republicana, la ORGA, Acció Catalana, Estat Catalá, Derecha Liberal Republicana, los radical-socialistas y los radicales de Alejandro Lerroux. La CNT, por su parte, no intervino en el Pacto, aunque sus firmantes trataron con ella.
Los comunistas decidieron no participar en ésta coalición, considerando que los
“estériles” anarquistas y los
“social-fascistas” (esto es, los socialistas) eran más perniciosos que los partidos políticos burgueses.
José BullejosLa caída de la Dictadura sorprendió a Moscú y, por tanto, a la dirección española del partido. Bullejos declaró que no había cambiado nada en España. Y eso mientras los exiliados regresaban, los presos salían de las cárceles, se anunciaban elecciones, se reorganizaban los sindicatos y los partidos políticos volvían a la vida pública.
En 1931, al proclamarse la II República, el PCE tachó al nuevo régimen de engendro
“burgués” y defendió la implantación de un estado soviético en España, de acuerdo con las instrucciones que dictaba una delegación de la Komintern compuesta por Jules Humbert Droz, el suizo Edgar Woods (alias
Stirner) y los franceses Octave Rabaté y Jacques Duclós (futuro líder del PCF).
Un día después de proclamarse la II República, el 15 de abril de 1931, unos pocos militantes del PCE se manifestaron en la Puerta del Sol, gritando la consigna de Moscú:”
¡Abajo la República burguesa! ¡Vivan los soviets!¡Todo el poder para los soviets!”. En Barcelona ni eso hubo, porque allí había tantos partidarios del PCE como soviets existían en España. Es decir, ninguno.
En mayo de aquel año, Bullejos viajó a Moscú, donde le ordenaron
“provocar la crisis por todos los medios posibles, tratar de impedir el establecimiento firme del régimen republicano, frustrar las posibilidades de revolución social eficaz y, en la medida de lo posible, crear soviets”. Mientras tanto, en Madrid, Humbert Droz y su camarada
Stirner escribían la mayoría de los artículos de la prensa comunista. Ellos y el resto de agentes de la Komintern tenían muy poco que hacer en España. Stirner daba muchos paseos por la ciudad, mientras que Octave Rabaté se levantaba al mediodía, leía la prensa en un café, tomaba un aperitivo, comía bien, volvía al café y después pasaba el resto del día en el cine o en las tabernas. Parece ser que surgió cierta enemistad entre los dirigentes del PCE y la delegación de la Komintern, que tomaba prácticamente todas las decisiones.
En las elecciones para las Cortes Constituyentes del 1931, los comunistas consiguieron 190000 votos, pero ningún diputado. El partido estaba aislado por completo y bajo de moral. Sólo tenía 800 militantes (la mayoría reclutados en 1930), siendo inexistente por completo en Barcelona y contando con sólo 14 afiliados en Bilbao (!).
Durante el año siguiente, aunque la inestabilidad de la II República ofrecía óptimas condiciones para las acciones subversivas del PCE, pero éste siguió aislado. Por si fuera poco, la Komintern impuso una dirección nueva en el partido, desplazando a la anterior (que, recordemos, estaba compuesta por Bullejos, Trilla y Adame). Destacaban en la nueva dirección el antiguo cenetista José Díaz, el metalúrgico vasco Vicente Uribe, el valenciano Pedro Checa (tal vez el más competente) y Dolores Ibárruri, que aunque procedía del equipo de Bullejos, se había desmarcado a tiempo de él, criticándolo ahora severamente.

En el verano de 1932 el navarro
José Sanjurjo Sacanell (Director de la Guardia Civil y ferviente monárquico) encabezó un golpe de Estado que, al no obtener apoyo en los cuarteles madrileños, fracasó por completo. Ésta sublevación derechista hizo que el PCE publicara un manifiesto (entre cuyos autores estaba Bullejos) y lanzara la consigna
“defensa de la República”. A continuación, los enviados de la Komintern en España (siguiendo instrucciones de Moscú) dijeron a la opinión pública que el enemigo era el
“Gobierno carnicero" de Azaña, no los monárquicos. Bullejos rechazó esta consigna y viajó a Moscú para rebatirla. Allí fue retenido por la fuerza, y no regresó a España hasta pasados cinco meses. Ni que decir hay que Bullejos fue expulsado del PCE (junto con otros comunistas de peso como Etelvino Vega y Gabriel León Trilla; éste último volvió a ingresar en el partido, a pesar de todo, años más tarde).
Tras estas expulsiones, tuvo lugar la primera reunión plenaria del Comité Central del Partido. Asistieron 94 afiliados, y según las cifras que se expusieron en éste acto, el partido contaba con 20000 afiliados. Hay que tener en cuenta que el Partido Social Revolucionario (PSR) de José Antonio Balbontín, que contaba con 8000 afiliados, se había adherido recientemente al PCE. Puede estimarse que entre 4000 y 5000 afiliados del PSR pasaron al PCE.
A finales de 1932, para reemplazar a la expulsada FCCB, el PCE creó una nueva sección catalana: el Partit Comunista de Catalunya (PCC). Desde el mismo momento de su aparición, el PCC estuvo dirigido por el húngaro Ërno Gëro, agente de la Komintern. Los dirigentes nominales del PCC (
Ramón Casanellas i Lluch, Manuel Trueba i Mirones, José del Barrio Navarro) eran personas de poco talento y de nula imaginación política. El PCC (cuyo órgano de expresión era el periódico
Treball) sería un grupo político totalmente irrelevante hasta 1936, año en que se fusiona con la sección catalana del PSOE, el Partit Catalá Proletari y la Unió Socialista de Catalunya, naciendo así el PSUC.


