La leyenda atribuye el color rojo a la sangre vasca derramada en unión con CastillaSe nos enseña tan poco sobre la Patria que cabe preguntarse si mucha gente conoce la leyenda que da origen al color rojo de la bandera nacional.
Refleja la sangre de un soldado vasco muerto en defensa de la bandera blanca de Castilla. Conocí por primera vez esta leyenda en Nueva York, a través de un ensayo escrito por un periodista vizcaíno y que fue editado en Bilbao el año 1953. Como el libro está dedicado a la memoria de Enrique, su hermano, sospecho que fue regalo del embajador José Félix de Lequerica (1).
Nos recuerda este ensayo el amor histórico existente entre Vasconia y Castilla, amor entreverado de no pocas reservas por parte de la primera, siempre celosa de sus libertades y fueros. Fueros y libertades que en realidad no estaban en peligro por la simple razón de que era mas fuerte el peso de Vasconia sobre Castilla que viceversa. Ya dice don Claudio Sánchez Albornoz que Castilla es un reflejo de Vasconia.
A través de ese flujo histórico de atracción y rechazo se forja la leyenda que da origen a la bandera de España.
Todos sabemos que en principio no podía existir la tal bandera porque no existía tampoco España como nación. El fondo del pendón de Castilla era blanco hasta que lo tiñó de sangre un alférez de Baquio apellidado Olea. La leyenda de la muerte del caballero Olea fue recogida por Navarro Villoslada en su novela histórica "Doña Urraca de Castilla". También la recoge el historiador Layburo en su "Historia del Señorío de Vizcaya". Ocurrió en tiempos de la extravagante reina doña Urraca -tan familiar para nosotros los gallegos, tan ligada a la historia compostelana-. Tras pelearse a muerte con su marido Alfonso I, Urraca llevó a las huestes de Castilla a pelear contra las aragonesas y navarras que mandaba Alfonso. Con los castellanos iban también muchos vascos y la batalla de Camp de Espina tuvo lugar el año 1111 cerca de Sepúlveda.
El caballero Olea, un vizcaíno portaba la bandera blanca de Castilla. Cercado por los enemigos que se la querían arrebatar, al alférez le segaron de un tajo la mano derecha, que sostenía el estandarte. Lo pasó entonces a la mano izquierda, se la segaron también. Con los muñones cruzados como garfios de hierro mantuvo enhiesta la bandera. Le segaron el brazo derecho. Con los dientes y el muñón que le quedaba aún la sostuvo, hasta que perdió también el brazo izquierdo. Cayó entonces, y con su cuerpo protegió la bandera y mientras le remataban aún se le oía gritar: "Castilla y Olea".
También el pendón real era de color carmesí recamado en oro, el cual, con las armas tradicionales de Castilla y León, fue el distintivo de los ejércitos desde el Medievo. Así era el estandarte que llevó Fernando III a la conquista de Sevilla. Los Reyes Católicos le agregaron las armas de Aragón y de Sicilia.
Así se fueron forjando los colores nacionales al paso que se forjaba España. Los soldados de Carlos V llevaban calzas y gorra roja acuchillada de amarillo. Los de Felipe II, uniformes amarillos acuchillados de rojo. La decoración adamascada del buque real era carmesí recamada de oro.
Cuando vinieron los Borbones a España trajeron su propia bandera blanca con sus propios símbolos. En cierta manera los antiguos colores de Castilla fueron cayendo en el olvido hasta el día en que, tras apercibirse que la bandera blanca de sus buques se confundía con las similares utilizadas por las otras naciones que como Francia, Náopoles, Toscana y Palma también estaban regidas por la Casa de Borbón, Carlos III le encargó a su ministro de Marina que se estudiase un posible cambio de bandera.
Los expertos a los que el ministro encargó del tema tuvieron en cuenta los colores tradicionales de la dinastía de los Austrias. El ministro le presentó al rey doce modelos distintos de bandera y en once predominaba el color rojo. Tras elegir la bandera actual, Carlos III la convirtió en oficial para todos los los buques del Reino a través del real decreto del 28 de mayo de 1785. Sólo en tiempos, de Isabel II la bandera bicolor se convierte (real orden del 20 de diciembre de 1843) en la oficial de todos los Ejércitos.
Este es el origen y el simbolismo de la bandera, cuyo color predominante refleja la legendaria unión entre Vasconia y Castilla.
También resulta interesante conocer el simbolismo y el origen de la bandera republicana tricolor.
Es sabido que el color morado pretende ser el reflejo del pendón de las Comunidades de Castilla. Pretensión que ha dado lugar a grandes controversias históricas no enteramente resueltas.
La opinión de historiadores como Lafuente o Fernández Duro, a los que apoyaba Cánovas, es que, siendo aquel movimiento comunero por su propia esencia aristocrático, nunca se supo que hicieran uso del tal pendón morado; antes parece probado que utilizaban tanto el pendón como el sello real.
Lo que sí parece probado es que la bandera, o pendón morado con un castillo de plata en el centro, era el distintivo de "Los Comuneros", logia masónica que desarrolló una gran influencia hacia el año 1820.
En 1869, los concejales republicanos de Madrid, al filo de la revolución septembrina, adoptaron unas fajas tricolores morado, amarillo y rojo, una clara imitación de las fajas azules blanco y rojas que estilaron los revolucionarios franceses, cocarda republicana que simbolizaba el tríptico jacobino "libertad, igualdad, fraternidad", que posteriormente pasó a convertirse en bandera de Francia.
Ángel Fernández de los Ríos presentó un informe al Congreso documentando al color morado como fondo del pendón de Castilla, y dijo también que el desdichado Juan de Padilla lo llevaba como enseña. Era, pues, símbolo de la resistencia comunera. Ello fascinó a los septembrinos, que intentaron, como luego se insistiría en la Primera República, cambiar la bicolor por la tricolor. No lo consiguieron. El historiador Lafuente consideró que lo del Pendón morado comunero era una patraña. Establecida de nuevo la Monarquía, Alfonso XII adoptó como guión real el supuesto pendón morado de Castilla.
Con la Segunda República cundió la especie de que la bandera roja y gualda servía a modo de distintivo personal de la dinastía destronada. Había que desterrarla también, sustituyéndola por la de los comuneros. Se trataba de una estupidez; pero ya ha prevenido don Manuel Azaña de los peligros de dejarlas sueltas por Madrid, dado que arraigan mejor que las acacias.
Haciendo gala de una brutal ignorancia, se arrojó de los edificios oficiales a la bandera tradicional de España, la que simbolizaba la unión de Vasconia y Castilla, la unidad de la Patria y las glorias y las penas del Imperio español. La Constitución de 1931 estableció que la bandera de la República, sería roja, amarilla y morada. Venía la República con una explosión del triste color morado.
Fue restablecida la antigua bandera el año 1936, y una vez más, en nuestra dramática historia, teñida por mucha sangre.
Ahora, cuando mirando hacia las Vascongadas, estamos viendo lo que vemos, produce como una sensación de angustia recordar la vieja leyenda y a la vez repetir las palabras con que fue apostillada por el historiador Layburo:
"Así defendieron siempre, y así defenderemos hoy los hijos de Vizcaya la bandera nacional, que si en el siglo XII era solo de Castilla, hoy es de España".
(1) E. Calle Iturrino. "Origen y simbolismo de la bandera nacional, Bilbao, 1953.

