Fontanarejo despide siempre este mes rezumando costumbrismo. En mi pueblo mantenemos viva la llama de una tradición secular que consiste en encender lumbres del romero más verde a las puertas de nuestras casas cada 30 de abril. El acontecimiento se repite año tras año al atardecer, entre dos luces, al toque de la campana de nuestra centenaria Iglesia que, repicando a rebato, da la señal para que el vecindario prendamos enseguida nuestras “luminarias”. En pocos instantes todo queda inundado por el olor, el color y calor del romero en un momento mágico y singular.
Desde antaño, y tal como hacían fielmente nuestros antepasados, los de Fontanarejo abrimos puertas y ventanas de casas, tenadas, cámaras, trojes, pajares y algorínes para que el humo purificador se meta dentro y lo impregne todo. Creemos, aunque no tenemos constancia documental pero sí abundante trasmisión oral, que nuestra tradición más querida tuvo orígenes epidémicos/desinfectantes. Estamos hablando probablemente de la alta Edad Media, un tiempo duro en el que los fontanarejeños seguramente echaron mano del romero, que tanto abunda en nuestros montes, como un peculiar método de purificación, a modo de gran sahumerio, para hacer frente a algún tipo de efermedad.
Otras versiones apuntan al homenaje, en forma de “luminarias”, que se rendiría a través del tiempo a nuestros patronos, San Felipe y Santiago, que salen al día siguiente en procesión por las calles de Fontanarejo. Sea por un motivo o por el otro, o seguramente por ambos a la vez, la tradición se ha perpetuado.
Pues bien, si por tradición entendemos el conjunto de patrones culturales que una generación hereda de las anteriores y los trasmite a las siguientes, esta cadena se ha mantenido fiel en nuestro pueblo hasta nuestros días. El testigo ha ido pasando felizmente de generación en generación. Los méritos, por tanto, los únicos méritos, son de todos mis paisanos a lo largo de los siglos que han mantenido vivo el rescoldo y la llama de una tradición que perdura. Cuando hablo de paisanaje y de un testimonio ancestral me estoy refiriendo, por poner un ejemplo, a los cabreros y a los pastores que, antaño, encendían sus "luminarias" en la sierra, a pie de chozo y a la hora convenida. Eran otros tiempos no tan lejanos en los que muchos ganaderos permanecían, jornada tras jornada, en las majadas cuidando del rebaño, pero sin olvidarse de cumplir con la costumbre cada 30 de abril.
Por otro lado, algunos fontanarejeños que viven a cientos de kilómetros de su patria chica me han contado en más de una ocasión que, el último día del mes de abril, prenden una lumbre de romero en sus lugares de destino. Hasta allí llega el tirón y la fuerza de la costumbre. Así lo haré yo este año en el que, por circunstancias adversas, no podré estar en mi pueblo el próximo día 30. En la lejanía, y al atardecer, encenderé puntualmente mi simbólica "luminaria". Con el olor y el calor del romero me uniré en la distancia a un momento tan sublime y gritaré un fuerte.:.!!Viva san Felipe y Santiago!! cuyo eco estoy seguro que resonará unido al que voceen mis paisanos en las calles, en las plazas y en los rincones de Fontanarejo.
A todos los que no conocen esta peculiar tradición, les animamos a que acudan al "pueblo de las luminarias"cualquier 30 de abril para que descubran el encanto de nuestra tradición más querida.
(*) Justo Muñoz Fernández es miembro de la "Asociación Amigos de las Luminarias" de Fontanarejo y parte del texto es un extracto de su intervención tras recoger el galardón "Monteños Distinguidos" concedido recientemente a la citada entidad por la asociación cultural "Montes de Toledo".
http://www.lanzadigital.com/opinion/la_llama_de_los_siglos_prende_las_luminarias_de_fontanarejo-21233.html