Enmohecida en la panoplia
la vieja espada de Toledo,
parece hablarnos la otra vida,
parece hablarnos de otro tiempo...
Yo sé tu historia, vieja espada
santa reliquia que conservo
como la joya más preciada
que me legaran mis abuelos.
Yo sé tu historia de hidalguía,
vieja espada, que en el férreo
brazo de un noble castellano
a combatir, al campo abierto
de Villalar, saliste un día
con tanto arrojo y tal denuedo
que hiciste mella entre las huestes
del poderoso rey flamenco.
Bajo tu filo las cabezas
de mil contrarios se abatieron
y se tiñó de sangre hirviente
la limpia estela de tu acero.
Y al ser adversa la fortuna
y caer los nobles comuneros,
y caer con ellos de Castilla
las libertades y los fueros,
volviste a entrar en la casona
y desde entonces ya no has vuelto
a tomar parte en más contiendas
ni a combatir en más encuentros.
¡ Oh, vieja espada enmohecida,
santa reliquia que conservo
como la joya más preciada
que me legaran mis abuelos !
Tú no saliste de Castilla
a combatir bajo otros cielos;
no fuiste a Flandes, ni a Lepanto,
ni de galantes escarceos,
mas es tu timbre de nobleza
tan alto... Tal fue el empeño
con que luchaste por Castilla
que, aun conquistando el mundo entero
y combatiendo en mil batallas,
no hallarás timbre más excelso
que aquel que un día conquistaste
al defender nuestros fueros.
Nicomedes Sanz y Ruiz de la Peña. El Pardo, 1928.( Publicado en el
"Noticiero de Soria", nº 4927. 29 de octubre de 1928 )