Manuel Carrasco i Formiguera, destacado representante del catalanismo conservador, nació en Barcelona en 1890. Es en la ciudad condal donde se especializa en Derecho Mercantil y llega, incluso, a impartir clase de esta materia en la alta Escuela de Estudios Comerciales de la Mancomunidad de Cataluña. Tras unos años dedicado a la docencia, en 1928 publica una obra de divulgación llamada Normas del Comerciante.
Pero Carrasco destacará más en la política; siendo elegido a los 30 años concejal en su ciudad por la Lliga Regionalista de Francesc Cambó i Batlle
Éste partido burgués apareció en 1901, creado como un amplio frente catalanista en el que militaban desde industriales, conservadores y ultracatólicos hasta republicanos y liberales. Carrasco i Formiguera decide incorporarse al partido Acció Catalana en 1922, aparecido ese mismo año a partir de una escisión en las Juventudes de la Lliga. Dirigida por Antoni Rovira i Virgili y Nicolau D´Olwer; defendía Acció Catalana un catalanismo más radical y progresista que el del partido de Cambó.
Tras el golpe de Estado del capitán general de Cataluña, Miguel Primo de Rivera y Orbaneja, ingresa en prisión Carrasco i Formiguera (en aquella época director del semanario nacionalista L´Estevet) por la publicación de unas caricaturas contra la actuación militar española en Marruecos. Posteriormente, será confinado a una prisión en Tamarit de Llitera (Aragón), al negarse tanto él como sus compañeros de la Junta Jurídica Catalana a dejar de editar la Guía Jurídica de Cataluña, en la que él mismo colabora.
Tras este período, sigue ejerciendo su lucha contra la dictadura desde la clandestinidad, aunque colabora con publicaciones como "El Matí", "La Rambla de Cataluña", "El Temps" y "Cataluña Comercial".
En agosto de 1930, los representantes de los principales partidos que se oponen a la Dictadura llegan a un acuerdo de acción: el Pacto de San Sebastián. En él participan cuatro grupos nacionalistas: el Estat Catalá de Francesc Maciá i Llusá, la Acció Republicana de Catalunya, la ORGA (Organización Republicana Gallega Autónoma) de Santiago Casares Quiroga, y Acció Catalana, el partido en el que milita Carrasco i Formiguera. Éste actuará como portavoz de su organización en las reuniones del Pacto.
La primera de estas asambleas tiene lugar en el Casino Republicano de la capital donostiarra. En ella, junto a
Jaume Aiguader i Miró (representante de Estat Catalá) alega que si llega a implantarse la República, ésta habría de reconocer a Cataluña su personalidad y dar completa satisfacción a sus aspiraciones. Las pretensiones de ambos catalanistas fueron acogidas con bastantes reparos por parte de Alejandro Lerroux (representante de Alianza Republicana), que conocía mejor que nadie la forma de proceder de los nacionalistas catalanes. Según relata Miguel Maura (prohombre del partido Derecha Liberal Republicana y uno de los participantes en el Pacto de San Sebastián), Carrasco i Formiguera planteó la cuestión catalana con estas palabras:
“A nosotros, los catalanes, no nos interesa esta reunión si, previamente, no se conviene en que el advenimiento de la República entraña la más absoluta autonomía para Cataluña. A partir del nacimiento del nuevo régimen, Cataluña recaba su derecho a la autodeterminación y se dará a sí misma el régimen que la convenga.” Cuando el 14 de abril de 1931 se proclama la República, pasará Carrasco i Formiguera a formar parte del recién creado Gobierno catalán, constituido por Francesc Maciá i Llusá; primero como consejero de comunicaciones, y luego en Sanidad y Beneficencia.
Posteriormente, en julio de ese mismo año, es elegido diputado por la provincia de Gerona. Ya en Madrid, destacará por su defensa del Estatuto de Nuria ( aprobado un año después por referéndum) así como por la especial atención que presta a la Iglesia Católica y a distintas congregaciones religiosas. Las diferencias con su partido, a raíz de la cuestión religiosa, le hacen abandonarlo e incorporarse a
Unió Democrática de Catalunya (UDC), organización política centro-derechista y confesionalmente católica. Ante la intentona catalanista de 1934, la UDC hace notar su desacuerdo; y este partido no participará en las elecciones de 1936.
Tras el Alzamiento nacional del 18 de julio del 36, y el consiguiente golpe fallido de Manuel Goded en Barcelona, Carrasco i Formiguera se mantiene fiel a la Generalitat y a la República. Consigue el cargo de asesor jurídico de la Consejería de Finanzas del Gobierno catalán; y con el nombramiento de Josep Tarradellas i Joan como conseller en cap (septiembre de 1936) su actividad se intensifica. Según el escritor Joseph M. Bricall, su papel como asesor es muy significativo, llegando incluso a acompañar a Tarradellas a París para redactar el contrato de compra de una fábrica que se instalará en Cataluña. Huye a Bilbao en diciembre del 36, al considerar que su condición de católico practicante puede llegar a ponerle en peligro, ya que es amenazado de muerte por los anarquistas desde el periódico Solidaridad Obrera.
En febrero del 37 regresa a Barcelona, y al llegar al aeropuerto del Prat, unos milicianos le reconocen y tiene que escapar a Francia, donde días después se reúne con su mujer e hijos.Tarradellas propone a Carrasco i Formiguera instalarse en Perpignan o Toulouse, debido a su situación de inseguridad en la zona republicana, pero éste rechaza la oferta argumentando que
“no quería vivir como tantos otros, entregado a la buena vida bajo el pretexto de estar realizando importantes misiones para la República”. Admirador del pueblo vasco y de su capacidad para evitar la persecución religiosa que padecía el resto de la zona republicana, Carrasco i Formiguera vuelve al País Vasco desde Bayona. El barco en el que viaja es capturado por un buque del bando franquista, el Canarias, apostado en las costas guipuzcoanas. Es trasladado a Burgos, y allí se le juzga por
“adhesión a la rebelión -el Gobierno de Franco denomina rebeldes a los republicanos-
con circunstancias agravantes de la trascendencia y grave daños producidos al Estado Español”.Los cardenales Vidal i Barraquer ,Gomá, y Antoniutti hacen gestiones para salvar la vida de Carrasco i Formiguera. El gobierno de la República, por su parte, no hace nada por salvarle. El 8 de abril de 1938, Franco firma su sentencia de muerte. Cabe recordar que, ese mismo día, el ministro del Interior franquista Ramón Serrano Súñer deroga el Estatuto catalán, por el que tanto luchara Carrasco i Formiguera.
Éste, en sus últimos momentos, es atendido por el jesuita Ignacio Romaña, quien se da cuenta de que el político catalán está escribiendo una carta a Lluís Compayns rogándole que bajo ninguna circunstancia se tomen represalias por su muerte.
Al amanecer del día 9, Carrasco i Formiguera es fusilado en Burgos; pronunciando, como recuerda Francesc Cambó,
“palabras de fervor, para Jesús y Cataluña”.Nos dice también Cambó que [i]"murió heroicamente, elegantemente, sin violencia contra los que le mataban, mostrándose alegre hasta el fin(...). Su valiente muerte ha hecho de Carrasco un mártir y un héroe: mártir y héroe de Cataluña y de su fe. Aumentará la lista, ya larga, de los héroes-mártires de Cataluña. Su recuerdo, que el tiempo engrandecerá, dejará más claro por qué es tan difícil la reconciliación entre Cataluña y España”. En julio de 2005, el pleno del Ayuntamiento de Barcelona aprueba unánimemente una declaración constitucional en la que solicita al Congreso de los diputados la anulación del consejo de guerra sumarísimo al que fue sometido este político catalán una vez apresado en Burgos, sin ninguna garantía legal. Se solicita el reconocimiento de este hombre que aunó sus ideales nacionalistas con su fe cristiana; hecho que ha planteado incluso su posible beatificación por parte del Vaticano.
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