Del Partido Comunista al Frente Nacional
Los obreros franceses prefieren a Le Pen
POR JUAN PEDRO QUIÑONERO
CORRESPONSAL
PARÍS. El Frente Nacional (extrema derecha), liderado por Jean-Marie Le Pen, se consolida como primer partido obrero de Francia, con más intenciones de voto popular que el PCF y el PS, que continúan alejándose de sus antiguos electores, quienes se sienten igualmente alejados de las diversas familias de extrema izquierda.
Según varios estudios sindicales, un 26 ó un 27 por ciento de los obreros franceses son simpatizantes o se dicen dispuestos a votar por Le Pen en las elecciones presidenciales del próximo mes de abril.
El PCF está estancado con menos de un 10 por ciento de intenciones de voto, cuando Le Pen se cotiza al 17 por ciento. La gran mayoría de los electores comunistas son funcionarios del escalafón bajo o medio, con ingresos y jubilaciones muy superiores a las de los obreros poco calificados que integran el grueso de los batallones electorales de la extrema derecha.
La candidata o candidato socialista puede contar con el 30 ó 40 por ciento de los votos de la primera vuelta presidencial. Pero apenas un 8 ó un 10 por ciento de obreros votan socialista. Los electores socialistas franceses son muy mayoritariamente funcionarios de grado medio y superior, y cuadros superiores.
Los candidatos centrista y conservador (Bayrou y Sarkozy) tienen un cierto electorado popular (en torno al 15 ó el 20 por ciento), pero ellos cuentan con el voto de las clases medias, que no son forzosamente mayoritarias, en un país con muchísimos funcionarios y una burocracia sindical poco representativa pero muy poderosa.
Seducidos por la palabra
Ante tal fragmentación social, la extrema derecha cuenta con las intenciones de voto del 26 por ciento de los obreros, el 22 por ciento de los jubilados, el 18 por ciento de los empleados, el 15 por ciento de los pequeños comerciantes.
Ningún partido tiene una base tan popular y obrera como el FN, que se beneficia de varios procesos sociales de mucho calado.
En la periferia de París, el legendario «cinturón rojo», que votó masivamente comunista, entre 1945 y 1978, se ha fragmentado de trágica manera. El PCF se hundió durante los años 80 del siglo pasado. Y el clima de inseguridad permanente es una fuente inagotable de votos para la extrema derecha.
Los antiguos bastiones obreros del sector público nacionalizado se han convertido en focos de inmovilismo social absoluto. Los pequeños funcionarios cobran mejores sueldos, tienen mejores jubilaciones y se jubilan antes que los obreros del sector privado. Y esa injusticia palmaria crea resentimientos de fondo. Los obreros peor calificados, los pequeños patronos y los pequeños comerciantes son muy sensibles al populismo inflamable de la extrema derecha.
En el campo y el sector privado más expuesto a las deslocalizaciones, la construcción política de Europa se percibe con verdadera angustia. Se pierden subvenciones, se pierden puestos de trabajo. Y las elites políticas y sindicales no han conseguido conectar con los sectores más pobres, más humildes y más angustiados de la sociedad francesa.
Los sindicatos se limitan a constatar que pierden militantes. El PCF agoniza lentamente. El PS está dividido entre partidarios de un giro a la izquierda (Fabius), los reformistas (Strauss-Kahn) y la populista de izquierda (Ségol_ne Royal). Los obreros no entienden esas bizantinas disputas políticas, seducidos por la retórica de Jean-Marie Le Pen.