Otra versión de la Navidad, en clave de humor. Dedicada con cariño al sector bolcho del foro, sin los cuales esto seria mucho más aburrido. :lol: :wink:
LA VERSIÓN GILIPROGRE
El nacimiento del ciudadano JesúsPor Pablo Molina
María y José eran dos ciudadan@s palestin@s de la clase proletaria a l@s que el imperialismo romano, que en aquellas fechas se enseñoreaba de las tierras de Siempre Hamás para esquilmar sus recursos naturales e imponer su sistema político centralista a través de la guerra preventiva, obligó a realizar un viaje para que quedaran debidamente registrad@s (fichad@s, pues) en el censo poblacional.
El pueblo palestino, cuya fuerte conciencia nacional tiene su origen en la noche de los tiempos, luchaba sin descanso contra la superpotencia invasora, al objeto de liberar los territorios ocupados por las legiones romanas y, ya puestos, echar a los y las judíos y judías al mar; aunque esto último sólo adquirió carta de naturaleza luego de que el bueno de Mahoma, seis siglos y medio más tarde, procurara al personal las herramientas dialécticas imprescindibles para dialogar a base de bien con los descendientes y las descendientas de David y demás morralla infiel.
La orden de desplazamiento no pudo ser más inoportuna, pues la ciudadana María estaba por aquellas fechas en avanzado estado de gestación y el ginecólogo de la ONG que velaba por la salud reproductiva de la población femenina de su aldea había desaconsejado enérgicamente, con buen criterio, cualquier traslado. Sin embargo, el temor a que la pérfida Roma desatara una oleada represiva de tintes busheanos obligó a todos y a todas, y a la ciudadana María la primera, a cumplir la orden, en virtud de la cual debían acudir a su lugar de nacimiento e inscribirse en la correspondiente oficina del censo.
El problema de la vivienda era ya una realidad en aquella época; un problema empeorado por las políticas antisociales de Roma, que, entre otras canalladas, se negaba a fomentar el alquiler mediante la expropiación de las propiedades de los oligarcos y las oligarcas. El absurdo apego del opresor a los principios del derecho público romano, un instrumento más para garantizar la dominación burguesa, impedía que el pueblo accediera a una vivienda digna mediante la expropiación forzosa o la okupación pacífica como medio alternativo de vida, de tal forma que las clases pudientes podían tener varias residencias desocupadas gran parte del año, mientras los jóvenes y las jóvenas, aun los/las más comprometidos/as con la lucha por un mundo más justo, se veían obligados/as a doblar el lomo con el ganado o la agricultura para pagar la hipoteca de la choza y alcanzar la independencia.
L@s ciudadan@s José y María llegaron a Belén, donde hubieron de hacer una escala técnica forzad@s por las circunstancias. Todos los establecimientos hoteleros donde intentaron alojarse estaban completos, y eso que la Navidad todavía no se había inventado y el turismo rural estaba dando aún sus primeros pasos. Por no existir no existía ni El Corte Inglés, fíjense ustedes qué felicidad. No vivían en los tiempos del consumismo desenfrenado, pero así y con todo no había quien se hiciera con una cama en todo el pueblo.
Probablemente acudieran a alguna ONG en busca de justicia social en forma de solución habitacional, pero no hubo manera, así que no tuvieron más remedio que okupar un pequeño pesebre, con la única compañía de una mula y un buey. Allí se produjo el nacimiento del ciudadano Jesús.
Hasta aquí todo bien; ahora toca sortear los peligros de la superstición vaticanista. Los estudiosos progresistas han dejado meridianamente claro que sí, que una ciudadana María dio a luz a un ciudadano Jesús en Belén en aquellos tiempos, pero que ir más allá, con los milagritos y tal, es caer en el fabulacionismo cristiano, que se apropió –también– de las celebraciones laicas que conmemoraban el solsticio de invierno. Por cierto, fuentes bien informadas apuntan a que las impagables huestes de psicopedagog@s que tanto han hecho por nuestra escuela pública están a un tris de reivindicar aquéllas, a la mayor gloria del laicismo, el progresismo y el republicanismo. De momento, han empezado por prohibir la representación del nacimiento del ciudadano Jesús en algunos colegios públicos. Lo siguiente será erradicar el traje de pastorcillo, disfrazar a los niños de druidas y ponerles a danzar en torno a una hoguera en homenaje al Sol y a las energías cósmicas, como manda la New Age.
Esta apropiación de la simbología laica con fines opresores tiene su parangón opuesto en la figura de Santa (con perdón) Claus, tomada por la multinacional Coca-Cola de la tradición europea de San (con perdón) Nicolás, que era un viejecito muy correcto dedicado a anunciar la llegada de la Navidad con un cochinillo rosa bajo el brazo la mar de simpático. El consumismo de nuestra época capitalista ha sustituido el cerdito por la Play Station, y al bueno de Colás, tocado de obispo, por un anciano borrachín vestido con prendas de un absurdo tono rojo reventón y subido en un trineo volador por obra y gracia de unos renos politoxicómanos y sin el debido chip de identificación en el cuello.
Pero volvamos al día de autos. Varios grupos de pastores insurgentes se hallaban reunidos para planear un nuevo golpe contra el invasor imperialista. En éstas apareció una nave extraterrestre, muy cerca de las borregas. De ella descendió un guía espiritual con unos chakras brillantes... que daba gusto verlo, oyes (la Iglesia Católica transformó este encuentro en la tercera fase en una aparición celestial, pero basta leer cualquier libro de Juan José Benítez para salir del error). Los señores trabajadores del sector ganadero dejaron por un momento la apasionante discusión sobre dialéctica protomarxista en que estaban enfrascados y prestaron atención al visitante, el cual les facilitó la dirección del lugar donde se había producido el nacimiento de un ciudadano llamado a liberar al pueblo palestino de la tiranía romano-sionista.
Los citados técnicos en desarrollo agropecuario acudieron al lugar de los hechos y se encontraron con la estampa entrañable de un joven matrimonio con su bebé recién nacido. No tenían otra fuente de calor que el aliento de dos semovientes. Como las clases trabajadoras han estado siempre muy unidas, rápidamente se puso en marcha una cadena solidaria para abastecerles de los medios más elementales de subsistencia, confiados todos en que algún día ese niño les llevara por fin a la libertad.
... Y así hubiera sido transmitido a través de las generaciones el acontecimiento si la Iglesia Católica no hubiera logrado desvirtuar, con el paso de los siglos, el mensaje revolucionario del ciudadano Jesús, que, como todos los progres saben, era marxista y republicano.
Todo empezó a joderse cuando aparecieron, a los pocos días, tres miembros de la realeza de la zona y secuestraron la atención del recién nacido, para tratar de inculcarle ya desde niño el veneno monárquico. Le ofrecieron productos suntuosos típicos de la alta aristocracia, como el oro, el incienso y la mirra. Los pastores seguramente estudiarían la posibilidad de llevar a las tres cabezas coronadas ante un tribunal popular, para que fueran juzgadas por antirrevolucionarias, pero como ya empezaba a extenderse el rumor de que Herodes, un aristócrata de la zona vendido al romano, les tenía preparado algo parecido, decidieron esperar acontecimientos.
Sin embargo, por alguna extraña razón, y por desgracia para el Progreso, los tres reyes se zafaron de la emboscada. El camino para la extensión de la superstición vaticanista quedó expedito; para desgracia de nuestr@s chiquill@s, que llegadas estas fechas se dedican a pedir juguetes en lugar de darle a la revolución social pendiente.
Sirvan estas fechas para reflexionar sobre el grave pecado de nuestra sociedad consumista; a poder ser, confortablemente instalados frente a la chimenea de nuestra segunda vivienda, en medio del campo. Porque, por fortuna, los progresistas no tenemos de qué preocuparnos. La ciudadana Trujillo sabe bien a quién hay que exigirle solidaridad habitacional, y quién merece por su trayectoria y origen gozar de estos pequeños placeres domésticos.