Una conocida me prestó hace poco un CD de este grupo de música folk que hasta ahora desconocÃa. Me lo prestó porque la última vez que estuve en Salamanca, coincidà con el hombre que toca el pito y el tamboril en el grupo y muy amablemente se prestó a tocarnos para bailar la Jota del Puente de Aranda, entre muchas de las canciones que él se sabe del rico legado musical salmantino.
El disco que llegó a mis manos llevaba por tÃtulo: "Semblanza" y recogÃa las siguientes canciones:
Al campo con el alba
Baile de cántaros
Bandera de Barruecopardo
Calle de la botica (Robleda)
Canción de corro
Canto de comba (Guijuelo)
Charafallos (Villavieja de Yeltes y Masueco)
Cuando la zorra viene (Peñaparda)
Cuchillito de oro (Villoria y Villar de Gallimazo)
Danza de Tapaderas
Fandango serrano (Herguijuela de la Sierra)
Jota de liberina (Santa Teresa -Galisancho-)
Jota de Mieza de la Ribera
Jota de vendimia (Arribes del Duero, Villarino de los Aires)
La fuente castellana (Villoria)
Lavanderas (Cantalapiedra y Poveda de las Cintas)
Nana (Villoria)
Paloteo del Cristo (Villoruela)
Rueda de Peñaranda y Jota de ronda (Peñaranda de Bracamonte)
Sape que sape (Peñaparda)
Tonada de acribar el muelo
Y como nota curiosa, la introducción al disco con orgullo castellano incluido:
“Echa surcos derechos a mi ventana:
labrador de mis padres serás mañanaâ€
A los cinco años vi y escuché por primera vez a un tamborilero. Aún recuerdo a aquel hombre, vestido de negro, sujetando unos instrumentos que pendÃan de sus brazos como dos objetos con vida propia, mágicos… tan mágicos que seguÃan sonando en la lejanÃa y transmitÃan mucho más que notas musicales: la esencia de un pueblo.
En mis primeros años de adolescencia vi bailar y danzar en tardes de Carnaval. Bailaban mozos y mozas. Ellos con traje oscuro, y ellas con sus refajos, sayas y dengues rojos, gualdos, morados o verdes. ParecÃan al danzar afinadamente, al compás de la gaita y el tamboril, grandes flores de azucena y retama. TransmitÃan su esencia a través de calles y plazas. Es algo ancestral.
Aquello, que debÃa ser lo que acompañaba al abuelo cuando ordeñaba, segaba o vendimiaba, tenÃa que recuperarse y manifestarse en toda su pureza. Asà en 1989 no sospechábamos la realidad en la que Ãbamos a sumergirnos cuando Cefe Torres, sentado sobre un escaño de una añeja cocina castellana, ponÃa en marcha el mejor homenaje, la más sublime transmisión a las nuevas generaciones y el respeto a las particularidades musicales y provinciales, a la cultura tradicional salmantina. Junto a una lumbre con leña de encina, una jarra y una hogaza de pan, una cerrada noche de invierno nació Surco.
Cefe y su grupo llevan mucho tiempo amando y defendiendo seriamente la pureza de la cultura tradicional. Surco es un claro exponente de la dinamización del folklore general salmantino. Mimbres y paloteos de Villoruela; vendimia de Las Arribes; sementeras de La Armuña; matanzas con chanza; charradas a ritmo de yunques en oscuras fraguas; bueyes, mulas, carros, sudor y frÃo: frescura, desaliño, una brisa oxigenada de playa en la estepa castellana, ecos de antaño, de los más profundos sentimientos, los que nos transmite Surco con su música y coreografÃas.
Será por que son saludablemente inconformistas, pero han traÃdo a Salamanca savia nueva en la rancia tradición. Qué decir de ellos: ¿Que cada montaje que realizan gusta más que el anterior? Todo esto y mucho más se podrÃa decir de Surco. Pero sobre todo, su encanto escapa a todas las modas y estilos y, por eso mismo, deben tener un hueco en el panorama cultural de la región. Sin duda, son uno de los proyectos musicales de la provincia y, por qué no, de la yerta Castilla.
De ellos es todo el esfuerzo que se manifiesta en este espléndido disco: la recopilación, la dirección musical, la calidad de las interpretaciones y la ilusión de unos jóvenes que llevan mucho tiempo llenando iglesias y plazas de alegrÃa y arte, ejemplo de la cultura tradicional.

