http://comunidadcomunera.wordpress.com/2013/02/01/espana-es-corrupcion-negocio-y-represion/España, corrupción, negocio y represión. Son las cuatro palabras que dan sentido al enunciado de este artículo. También es cierto que conforman una rima, pero no aparecen juntas fruto de la casualidad o de la inspiración lírica, como tampoco es un azar el orden que guardan en la frase. Comenzamos por el nombre del producto, que a la vez es el nombre de la empresa, y continuamos con las consecuencias del invento, que a su vez son la razón de ser del mismo. Un nombre, España, que por encima de las distintas significaciones históricas o políticas que pueda suscitar, tiene adosadas (por “méritos” propios) tres facultades (corrupción, negocio y represión), que podrían ser muchas más, pero que traducen bien la identidad de un proyecto político y económico que poco o nada tiene que ver con la idea que, de manera general, tienen la mayoría de los ciudadanos que viven bajo jurisdicción del reino de España, también denominado Estado español.
No es nuevo ni tampoco es fruto de la casualidad el hecho de que las administraciones centrales y autonómicas, así como otros ámbitos más locales como son los ayuntamientos, diputaciones y mancomunidades, se conviertan en centros de poder desde los que se producen, de manera regular, casos sobresalientes de corrupción política, fruto del negocio desenfrenado, de la falta de escrúpulos y de una legislación y cultura política que, por regla general, no están a la altura de lo que se podría esperar en un sistema llamado democrático. También desde muchos de esos estamentos administrativos, en conexión con otros entramados económicos y financieros y de manera paralela a la vida política de conocimiento público, esos grupos y redes formados por personas con nombre y apellidos actúan con total connivencia, al margen y muchas veces por encima del sistema de leyes que ellos mismos determinan y legislan. La represión jurídico-policial (en la que el entramado mediático juega un papel fundamental) se convierte así en otro arma más al servicio de esas jerarquías “corruptas”, muchas veces encabezadas por los más altos cargos en funciones. Y esto se produce bajo gobiernos de distinto signo político (con el PSOE, el PP y CiU a la cabeza) pero que responden a los mismos intereses, variando el modus operandi: KIO, fondos reservados, Rumasa, Filesa, Ave, Cesid, Guerra, Casinos, Ibercorp, Urralburu, Estevill, Turiben, Roldán, Banesto, GAL, PSV, Pérez Villar, Zamora, Lino, Forcem, Gescartera, Bolin, EREs falsos, Malaya, Gürtel, Matas, Pretoria, Nóos, Dívar, Alcorcón, o el reciente caso Bárcenas, son ejemplos contemporáneos de corrupción que han cobrado trascendencia pública, a los que se ha de añadir la función de criminalización y represión llevada a cabo contra las diferentes luchas obreras y populares (incluyendo detenciones ilegales y arbitrarias y prácticas de tortura por parte de diferentes cuerpos policiales). La codicia y la mentira no conocen límites.
Y aunque es cierto que el título de este articulo responde a una situación alarmante y de plena actualidad, la verdad es que se refiere más bien a una lógica que tiene diferentes lecturas en el tiempo, situándose como un capítulo más de una dinámica estructural, que sin miedo a equivocarnos podríamos calificar de histórica. Porque bastante tiempo ha pasado ya desde que todo esto comenzó, y porque esa ha sido la tónica general que ha caracterizado a los diferentes equipos que han gobernado las administraciones españolas. Y, por extensión, nos referimos a los diferentes regímenes políticos en que se ha enmarcado el proyecto español, desde el absolutismo y la anterior apuesta imperial hasta el actual sistema autonómico pasando por los raros momentos republicanos, las numerosas dictaduras, y prestando especial atención a la época más contemporánea, que podemos situar en el conjunto de sucesos acaecidos a partir del alzamiento franquista y la correspondiente guerra civil. Y es que ese pesado e interminable capítulo representado por el régimen franquista ha sido un momento histórico que, por desgracia, ha marcado una manera de pensar y de gobernar España, conformando un legado y un concepto que se ha reproducido desde el poder ajustándolo a los distintos cambios que ha experimentado la sociedad. La llamada transición hacia un sistema más democrático que dinamizó el propio régimen ha sido un claro ejemplo de ello, tanto en las formas como en el fondo.
De aquellos polvos, estos lodos. Y es que la sabiduría popular es agradecida en dichos y refranes que contienen muchos valores e ideas que a la vez ayudan a encontrar respuestas a ciertos problemas que a fuerza de repetirse se convierten en males mayores. Y ahí nos encontramos.
Viene a colación otro proverbio, de sobra conocido pero no por ello siempre aplicado correctamente, y es que “no se puede pedir peras al olmo”. De hecho sí que se puede (reclamar peras a un olmo), pero ya de antemano podemos augurar una larga espera, ciertamente infinita. En nuestro caso, la figura del olmo estaría representada por el Estado, por el propio cuerpo ideológico de España, y las peras serían el conjunto de las legítimas reivindicaciones populares, entre las que se encuentra la defensa de Castilla como realidad histórica y como realidad social que no puede encontrar respuestas a sus necesidades de la parte de una estructura política y económica que niega o tergiversa a placer esa misma realidad. Y es que España no produce Castillas, de la misma manera que un olmo no da peras, pues no está en su naturaleza el tan siquiera poder intentarlo. La idea de España, como concepto desarrollado mediante el nacionalismo español, se nutre del hecho diferencial castellano para argumentar su propia existencia y legitimar cambios que en nada atañen al pueblo castellano y que perjudican claramente a Castilla. Solo el pueblo castellano puede dar solución a esta problemática. Y las numerosas dificultades que este camino entraña no pueden servir de excusa que justifique la inacción y la aceptación del actual estado de cosas. Eso sería claudicar ante la razón de la fuerza y la calumnia.
Hemos de ser conscientes de la utilidad real que tienen las actuales estructuras españolas de gestión política y, en este sentido, hemos de determinar qué papel ha de jugar el movimiento popular respecto de la confrontación electoral. La lucha política no puede ser reducida al terreno electoral, sino que ha de dotarse de una autonomía y una unidad en la acción, máxime cuando queda probada la inutilidad de ciertos organismos de gestión institucional cuando de lo que se trata es de mejorar la calidad de vida del conjunto de la población (atacando de raíz las diferentes causas responsables de las diferencias sociales), de articular la soberanía (política, económica, energética y alimentaria) de la comunidad para así poder asegurar el desarrollo del progreso social y la efectiva aplicación de una democracia real (directa y transparente), contribuyendo desde Castilla a un cambio integral y global que asegure una redistribución de la riqueza social y posibilite la armonización de la interacción de los grupos humanos con nuestro entorno natural (uno de los retos vitales del momento actual).
No se trata tanto de fomentar la protesta con la intención de que las autoridades concernidas cambien de dinámica (gracias a la presión social o/y a una cuestión de imagen y de potencial pérdida de votos), o enfocando la indignación con la perspectiva de provocar cambios de gobierno que no hará más que perpetuar el sistema que se quiere transformar, movimientos que incluso contribuirán a consolidar ese sistema al favorecer la asimilación del movimiento social y anular su potencial político. La idea principal, y que ha de tener un papel de eje estratégico ayudando a coordinar las diferentes luchas sociales y populares, es el cambio de sistema, transformación social que forzosamente ha de venir desde abajo y empujada por la dinámica social gracias a la constitución y desarrollo de estructuras participativas que propicien la democracia plena y el acercamiento del poder al pueblo soberano.
La única manera de evitar que se vuelvan a repetir actuaciones fraudulentas que van contra los intereses de tod@s es fomentar el conocimiento, la cultura y el espíritu crítico hacia esas mismas formas de actuar, edificando un sistema político diferente que responda a otros valores y a otras maneras de trabajar, creando una dinámica política que sí represente el sentir popular. En Castilla, el protagonista de todos estos cambios ha de ser el propio pueblo castellano, el primer concernido y el único sujeto capaz de realizar una tarea de tales dimensiones. Estamos hablando de la vida política y económica del común, de todo el país, de la gestión de nuestro día a día como sociedad, una responsabilidad que corresponde a todas las personas que formamos parte de la comunidad, una tarea que no podemos volver a dejar una y otra vez en manos de una casta política parasitaria que solo busca el beneficio lucrativo personal y que se encuadra en estructuras políticas y económicas muy concretas cuya única razón de existir es la gestión del poder.