¡RESURGE, MADRE CASTILLA!La raza no está muerta; está triste, cansada;
desfallece rendida, como harta de vivir;
nuestra madre Castilla llora desconsolada
y como quien no tiene por descubrir ya nada,
parece que se acuesta, en su lecho, a dormir.
Y llora por la ausencia de aquellos altaneros
de la Cruz de Santiago y de la Flor de Lis;
del chambergo y la capa, tercos, rudos y fieros,
unas veces de pícaros, siempre de caballeros,
que llamaron don Mendo, don Íñigo y don Luis.
Por la de aquellas damas que fueron maravilla,
y el orgullo y la gala del solar español;
de discretos decires, de cofia y de mantilla,
damas de romancero, corazón de Castilla;
aquellas doña Clara, doña Luz, doña Sol.
Murieron para siempre aquellos hechos grandes
de Pavía, las Navas, Zaragoza y Bailén;
de las Comunidades, de los tercios de Flandes;
y también los Alfonsos y los Garci-Fernández,
y por eso, Castilla, llora triste también.
Adoro aquellos tiempos y aquellos tiempos lloro
adoro a aquellas damas, y el sereno valor
de aquellos caballeros que son nuestro tesoro;
de aquellos caballeros que, para más desdoro,
han cambiado la espada por el Libro Mayor.
¡Buena vuelta le han dado a la literatura
de Miguel de Cervantes, de Hurtado y Moratín!
Robaron los sayones su clara fermosura
o ignominiosamente le han, dado la postura
de una chica lasciva bailando el garrotín.
¡Ya no somos aquellos altivos castellanos
descubriendo otros mundos, ensanchando el solar
Vivimos de recuerdos tan orondos y ufanos;
si nos dan la limosna, tendemos nuestras manos,
y mientras llega, en casa, aprendiendo a rezar.
¡Bien dijo un caballero denodado y resuelto
que pongan siete llaves al sepulcro del Cid!
Bien dijo; porque todo del revés está vuelto
y el espíritu patrio parece que se ha envuelto
en un negro sudario que le tendió un ardid.
No es rebelde ya el pueblo; cuando se le moteja,
contestar sólo sabe moviendo la testuz;
si aprietan demasiado, alguna vez se queja:
por símbolo le pongo un sombrero de teja,
una vieja beata, un santo óleo, una cruz.
Pero yo de los tiempos presentes no reniego;
yo nunca he protestado de tanta humillación;
es la leña podrida la que da mejor fuego;
por eso es mi confianza, y a predecirme llego
que harás, madre Castilla, la gran revolución.
La que traiga los tiempos de una buena ventura
y derrame en la tierra la paz universal;
la que borre fronteras y derrumbe la altura,
la que nos haga hermanos y traiga la ternura,
para todos los hombres, de un beso fraternal.
Y tengo esa confianza, en los tiempos presentes
porque miro al pasado y miro al porvenir,
que aquellos caballeros que miramos ausentes
serán los que nos tráiganlos nuevos combatientes,
y por eso la raza jamás podrá morir.
Porque del viejo tronco nueva rama ha brotado
y nacen nuevas rosas en el suelo español;
y ni está obscuro el cielo, ni el Sol háse ocultado;
si tiene el horizonte negro muro cerrado,
derrumbemos el muro, y veremos el Sol.
FRANCISCO IZQUIERDOSanta Cruz de TenerifePoema publicado en «Vida Socialista», nº 43, 23 de octubre de 1910.