EDIMBURGO-. El Gobierno escocés ha dado el primer paso en su plan de convocar un referéndum de autodeterminación para este año. La presentación del proyecto de ley reabre el debate no sólo sobre el futuro de una Escocia independiente, sino también de la preservación de Gran Bretaña como estructura política.
Sólo la independencia permitirá a Escocia alcanzar su potencial real y es responsabilidad del Parlamento escocés darle la palabra al pueblo. Ése es en esencia el argumento del primer ministro nacionalista, Alex Salmond, que ha presentado su proyecto de ley para la convocatoria de un referéndum de autodeterminación.
Sin embargo, la clave de la consulta constitucional, la pregunta que se presentará ante los electores el día de la votación, no será desvelada hasta la publicación oficial de la propuesta legislativa el 25 de enero. El primer ministro escocés, Alex Salmond, líder del Partido Nacionalista Escocés (SNP), reiteró su preferencia por una pregunta "simple y clara" en la papeleta, pero en el documento que se presente en el Parlamento este mes, los partidos de la oposición tendrán la oportunidad de introducir modificaciones a la propuesta del SNP, incluyendo una pregunta múltiple que recoja una opción adicional -más transferencias autonómicas en lugar de la independencia-.
Esta es la estrategia del SNP para intentar lograr los suficientes apoyos entre los miembros del Parlamento, en su mayoría constituido por partidos opuestos a la opción independentista. La coalición de Gobierno ha dejado claro también que, a pesar de aceptar la introducción de otras posibilidades en el referéndum, la única opción que apoya y por la que hará campaña es la de la independencia, ya que considera que "la prosperidad y desarrollo futuro de Escocia sólo pueden alcanzarse con el establecimiento de una nación independiente".
Desde la elección de Salmond como primer ministro tras las elecciones de 2007, cuando el SNP superó al laborista como partido más votado con un marcado énfasis en la propuesta independentista y con una fecha para el referéndum de autodeterminación (el 30 de noviembre del 2010), la cuestión de la soberanía ha vuelto a ser la clave en la discusión política.
Este documento es el resultado de varios años de debate con distintas instancias y activistas de la sociedad, que se inició en agosto de 2007, un mes después de la elección de Salmond. Fue entonces que el premier escocés decidió abrir las puertas de la política a la ciudadanía, en lo que el proyecto de ley describe como "un ejercicio de democracia participativa".
El proceso, que ha incluido desde reuniones a puerta abierta por toda Escocia a la publicación de propuestas políticas en internet para permitir la interacción con los votantes, ha permitido al pueblo expresar sus opiniones sobre la futura dirección de la nación.
La publicación de este proyecto de ley desmonta las críticas de la oposición a Salmond, que apuntaban a que la promesa de una votación se caería por su propio peso una vez que los nacionalistas se enfrentaran al día a día del Gobierno. Ahora se puede decir que el balón está en su tejado, porque como Salmond sostiene, su propuesta se basa en darle la voz y el voto al pueblo escocés para que decida sobre su futuro, mientras que a la oposición no le queda sino decirle a los ciudadanos que ellos se la van a negar.
"Se trata del tipo de cambio que buscamos y del derecho del pueblo a escoger ese futuro en un referéndum libre y justo," insistió Salmond, que considera que la cuestión de la soberanía no sólo debe ponerse sobre la mesa y debatirse, sino que puede ganarse, pese a que los medios y la oposición mantienen que este tema no cuenta con el apoyo o interés de los votantes.
La propuesta incide en que "un referéndum es esencial porque el Gobierno de Escocia cree que este debate no puede limitarse al Parlamento", y para Salmond, la clave de la oposición al referéndum está en el miedo de los partidos "unionistas" británicos temían perder la votación.
"Creo que la independencia es la opción más fuerte y, a diferencia de otros políticos, estoy dispuesto de someter este tema a examen público. No temo al debate. Sólo me sorprende que los que se muestran tan confiados de conocer el resultado, no están dispuestos a hacer la pregunta", afirmó.
Salmond escogió una fecha significativa, la celebración de San Andrés, el patrón de Escocia, para presentar su hoja de ruta hacia la independencia, el único escenario político en el que Salmond considera que la nación escocesa podrá alcanzar su potencial total en la fecha planeada para el referéndum. La propuesta del SNP llegó días después de que el Gobierno británico propusiera mayores transferencias a Edimburgo, tal y como había recomendado el comité parlamentario encabezado por Kenneth Calman.
El 25 de noviembre de 2009, el secretario de Estado británico para Escocia, Jim Murphy, anunció más transferencias, pero advirtió que no se materializarán en al menos seis años y que dependerán de la permanencia de los laboristas en el Gobierno de Londres después de las elecciones del próximo año. Entre las propuestas se incluye la posibilidad de que el Gobierno escocés pueda recaudar sus propios impuestos.
En las 176 páginas del proyecto de ley, el Gobierno analiza y compara las opciones de futuro para Escocia si su relación con Gran Bretaña se mantiene como hasta ahora, con una ampliación menor o mayor de las transferencias, o si logra la independencia. La conclusión es siempre la misma: mayores niveles de soberanía garantizan una mejor situación.
Según una encuesta del "Daily Telegraph", un 12% de los escoceses consideran el referéndum una prioridad, y un 29% desean la escisión de Escocia de Gran Bretaña. Según un estudio publicado ayer, un 50% de los encuestados apuestan por celebrar la consulta en unos años, mientras que un 25% quiere que se produzca lo antes posible.
A pesar de las encuestas de opinión, el Gobierno escocés cree que la opción independentista puede ganar "siempre y cuando tengamos al pueblo de nuestro lado y le podamos explicar los beneficios de la independencia".
El Partido Nacionalista Escocés (SNP), que cuenta con 47 diputados, necesita el apoyo de los dos diputados de los Verdes, que forman parte de la coalición de gobierno, y el de otros 16 diputados en el Parlamento de Edimburgo para conseguir la mayoría que necesita para sacar adelante la ley para la convocatoria del referéndum.
Desde la oposición, los laboristas, liderados por Iain Gray, insistían en que no temen el resultado del referéndum, a la vez que instan al Gobierno de Salmond a abandonar el plan para la votación para centrarse en preocupaciones más inmediatas, como el impacto de la recesión en Escocia. Basa sus críticas en su cálculo de que el referéndum podría costar alrededor de trece millones de euros a las arcas públicas, a pesar de que el Gobierno escocés ha cifrado el coste en diez millones. "No deberíamos distraernos con un referéndum con una pregunta que ni sabemos cuál es, con opciones que no conocemos", argumentaba Gray.
Annabel Goldie, líder de los conservadores en Escocia, empleó términos similares para atacar el proyecto de Salmond. En su opinión, "se trata de un despilfarro de recursos públicos en algo que los escoceses claramente no quieren".