La labor de la RAE tendría que ser descriptiva, nunca prescriptiva. Lo que pasa es que en estos momentos la existencia de la institución obedece más a motivos económicos que a lingüísticos. Les interesa sobremanera que el idioma esté unido, que no se acabe descomponiendo en diversas variantes. Solamente aceptan una reducida variabilidad.
Por ejemplo, en el plano fonético y fonológico, se admite el seseo como parte del habla culta -lógico, teniendo en cuenta que es una forma dialectal propia del 95% de los hablantes-. Sin embargo el ceceo y el seseo que no sea americano ni meridional (vasco, gallego, catalán...) ya se ven con peores ojos. La neutralización de /l/ y /r/ en posición implosiva se sanciona, así como la pérdida de /r/, /l/ y otros sonidos en posición final de palabra, la asibilación de la /r/, la pérdida de /d/ y /r/ intervocálica, la articulación como interdental de /k/ en posición implosiva, la pronunciación como
- de la /g/ en posición implosiva (estas dos últimas las hago yo), la pronunciación como
- que hacen algunos cántabros de la /f/, la asimilación de la /r/ en posición final de sílaba a la consonante siguiente y otros muchos fenómenos no entran dentro de su norma.
Personalmente creo que como nacionalistas deberíamos proteger lo que nos es propio, las variedades que se hablan en Castilla. Si finalmente las diversas variedades terminan divergiendo y la lengua acaba fragmentándose, pues mala suerte, pero al fin y al cabo es lo normal en la evolución de una lengua. Ahora con los medios de comunicación masivos -el gran aliado de los imperialistas lingüísticos- este proceso será más difícil o más lento.
Naturalmente, la pregunta de quiénes hablan mejor el idioma no tiene consistencia desde un punto de vista lingüístico. ¿Qué variante es mejor?
a) Se me ha caído el libro.
b) Me se ha caído el libro.
c) He caído el libro. (Típica de Valladolid, Zamora...)
Lingüísticamente ninguna de ellas es mejor que las demás. Un tipo de lenguaje nunca es superior a otro. Sin embargo, la única normativa es la primera, puesto que es la más propia de personas
cultas. ¿Y qué es una persona culta? En definitiva, se escogen unas variantes u otras por motivos sociales, no lingüísticos.
En mi pueblo hay un señor que dice
melecina y todos los vulgarismos que
sos podáis imaginar. A mí me hacía gracia de pequeño. Durante mi adolescencia descubrí esta palabra en la literatura clásica (no sé si en el Quijote, La Celestina o el Lazarillo...), la busqué en el diccionario y ahí estaba: forma anticuada, úsase como vulgarismo. Los sefardíes siguen diciendo
melezina, por cierto. A veces viendo un atlas lingüístico se aprende más historia que leyendo cien páginas de un libro de Historia, valga la redundancia. Muchos imbéciles al escuchar palabras como ésta (o esta, si lo preferís xD) quizá dirían: "Qué mal habla. Si Cervantes levantara la cabeza...". Si Cervantes
levantaría la cabeza puede que le extrañase más oír medicina que melecina. Y bien, ¿este hablante es inculto? A ojos de la mayoría está claro que sí, pero
ensín que él lo sepa, es una de las personas de las que más he aprendido (sobre toponimia, etnografía, etc.) ¿Es el Cayo Fernández de Delibes un tipo inculto?
En nuestros tiempos está de moda llamar fascista a cualquier cosa, de tal manera que esta palabra parece haber perdido ya su valor. Pues bien yo no voy a ser menos: "La lengua es fascista". Tranquilos, esta frase en realidad no es de un mindundi como yo. La pronunció el semiólogo francés Roland Barthes en su discurso de investidura en el
Collège de France, en 1977. Pienso que con un poco de suerte en aquellos tiempos la palabra fascista aún no se había descargado del todo de su valor...Bien, este hombre dijo: "La lengua no es ni reaccionaria ni progresista; es simplemente fascista;puesto que el fascismo no es impedir decir, es obligar a decir."
En resumen, haced lo que os dicte la conciencia. Mi recomendación es que no seáis demasiado esclavos de la norma académica, al menos para hablar -para escribir, que es al fin y al cabo de lo que trata este hilo, quizá sí que debamos adaptarnos más a una norma-.

