Pues sí, es una cagada (paradójicamente en el Colegio de Arquitectos, vaya gusto tienen estos "arquitectos")
Las fotos, fenomenales.
He extraído unos párrafos de un artículo titulado "Mañana de sol en Toledo", que me parecen bonitos.
MAÑANA DE SOL EN TOLEDO
"Hemos llegado a la imperial ciudad en una mañana clara, fúlgida y luciente, una de estas mañanas de Castilla que no tienen igual en el Mundo. uN sol de oro da relieve y prestigio a las piedras viejas de la ciudad.. Es Toledo ciudad que pierde entre la niebla y la bruma; los días nublados no le van, y pierde toda su excelsitud. Yo he visto a Toledo enterrado bajo la nieve y tampoco era bello; sobre la ciudad dormida los copos de nieve eran harapos de una blanca mortaja. Todos los rostros enjutos y ásperos de Toledo perdían animación bajo la nieve blanca, y todas las figuras de sus hidalgos parecían salidas del "Entierro del Conde de Orgaz", por lo tristes y por lo amarillas de oro viejo...
Cuando Toledo adquiere toda su sustantiva belleza y aparece en todo su inmaculado vigor, que los siglos no han resquebrajado aún, es en los días de sol espléndido, de cielo conmovedoramente azul, en esas mañanas invernales en que toda la gloria de la vieja Castilla parece haberse posado en las piedras arcaicas e irradiar desde las murallas, desde los torreones, desde los campanarios de las iglesias innúmeras...
En una de esas mañanas de sol maravilloso, de cielo espléndido, que entolda la ciudad bajo un dosel de gloria, Toledo es un refugio de paz viniendo de la urbe ruidosa y atrafagada, henchida en demasía de maquinismo trepidante [...]
En unas macetas se mustian lánguidamente geranios, alelíes y claveles, el suelo está limpio, aljofifado, reluciente, con esa clásica limpieza de las mujeres toledanas que ya Antonio Pons ensalzaba en el siglo XVIII; los saicos del pavimento relumbran de nitidez; el toldo puesto en lo alto del patio, entre los cuatro compartimientos del edificio, atenúa y tamiza la mañana cruda del sol de Castilla... Y todo está bañado en una dulzura, entre mística y voluptuosa, de ciudad morisca... ¡entre arábiga y cristiana, dormida y perezosa bajo el sol, con silencios infinitos, rasgados por la voz de un vendedor de arrope, por el susurrante arrullo de un piano o por el repique de unas campanas monjiles!"
Andrés González-Blanco.
Un saludo, talaverano.