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Autor Tema: SOMALIA PARAISO LIBERAL  (Leído 2096 veces)
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Mozolo
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« : Marzo 07, 2009, 00:43:54 »


Si una de las criticas al comunismo es que haya personas que defiendan al régimen norcoreano, esto creo que a los liberales os deja un poco a la altura del betún (a ver que opina de estos Leka). Yo ya estoy preparando las maletas e irme a vivir al paraiso somalí

http://www.juandemariana.org/comentario/2984/somalia/anarquia/caos/
11/12/2008 - Albert Esplugas Boter
Somalia, ¿anarquía o caos?

Somalia no tiene un Gobierno nacional formal desde 1991. Tras la caída del dictador socialista Siad Barre las facciones rivales se enzarzaron en una guerra civil, varias zonas pasaron a ser regiones autónomas sin reconocimiento internacional y otras, como la capital Mogadiscio, fueron subdivididas y controladas informalmente por "señores de la guerra". La soberanía de Somalia es reclamada por el Gobierno Federal de Transición, formado por una variopinta coalición de señores de la guerra y líderes tribales. Este Gobierno no tiene ninguna autoridad sobre la mayoría del país y no ha sido capaz de recaudar impuestos todavía.

Somalia es reivindicado como ejemplo tanto por algunos anarco-capitalistas como por sus críticos. Para los primeros Somalia es una prueba de que el anarco-capitalismo es viable mientras que para los segundos demuestra que tiene resultados tercermundistas. Hay una tercera posibilidad y es que Somalia no sea un retrato fiel de una sociedad anarco-capitalista y no sirva como ejemplo a ninguno de los dos.

El anarco-capitalismo según sus proponentes es un sistema en el que todos los servicios son provistos por el mercado, no hay impuestos sino precios que se pagan voluntariamente, y nadie detenta el monopolio de la fuerza en un determinado territorio. Pero en muchas áreas de Somalia no hay empresas de protección compitiendo entre ellas por clientes sino señores de la guerra con monopolios locales y con capacidad para cargar ciertos tributos. En una sociedad anarco-capitalista la ley es un bien de mercado y su contenido obedece a la demanda de los consumidores. Para que el anarco-capitalismo tenga el resultado liberal que defienden sus valedores la mayoría de la población debe tener inclinaciones liberales y demandar leyes inspiradas en estos principios, y no parece que se cumpla esta premisa.

Pero Somalia tampoco encaja como ejemplo de una sociedad estatista. No hay un monopolio de la fuerza sobre todo el territorio. Hay milicias locales pero su control no es del todo efectivo ni tan intrusivo. No hay regulaciones ni licencias, y los tributos que se cobran por algunos servicios son muy reducidos. Existe, además, un sistema de ley consuetudinaria tradicional denominada xeer que tiene muchas similitudes con la common law anglosajona. El antropólogo liberal Spencer MacCallum señala que en la xeer los crímenes están definidos en función de los derechos de propiedad, la justicia criminal está orientada a compensar a la víctima, y sus preceptos se oponen a cualquier forma de impuestos. Según MacCallum la xeer y su sistema de resolución de disputas (ligado a una estructura descentralizada de clanes de libre adscripción) ha permitido que sea posible la actividad económica y el desarrollo en Somalia.

Somalia parece estar a medio camino entre la anarquía y el equilibrio tenso entre diversas milicias o mini-Estados, todo ello en el contexto de una sociedad pauperizada tras décadas de socialismo duro, con fuerte conflictividad social e importante arraigo islamista. Un escenario un poco extremo para poner a prueba el anarco-capitalismo. No obstante, la realidad es menos negra de lo que asumen quienes utilizan Somalia como ariete anti-anarcocapitalista, y fuentes tan poco sospechosas de anarquismo como The Economist o el Banco Mundial se han sorprendido de los progresos de Somalia en ciertos sectores en ausencia de un Estado formal.

Peter Leeson estudia 18 indicadores sociales y económicos durante el período anterior y posterior a la caída del gobierno de Barre y concluye que los somalíes están mejor sin Estado que con Estado. Bajo el régimen de Barre la libertad de viajar estaba severamente restringida. La libertad de expresión a menudo se castigaba con la muerte. Hoy en día los somalíes son libres de viajar donde quieran (los límites los ponen los otros Estados) y aunque sigue habiendo intimidación contra periodistas por parte de los distintos grupos armados hay más libertad de expresión y más medios de comunicación privados. En el ámbito judicial, las disputas se resuelven de forma más rápida por árbitros y tribunales privados, y en ausencia de Estado no hay tanta corrupción ni presiones políticas. Bajo el gobierno de Barre la "justicia" era pura represión contra el disidente.

Leeson también compara el progreso de Somalia en su período anarquizante con el de sus vecinos estatistas, Kenya, Djibuti y Etiopía. En la mayoría de indicadores Somalia muestra mayores progresos. Ben Powell compara las condiciones de vida en Somalia con la de 42 otros países sub-saharianos antes y después de la caída del Estado central. Las condiciones de Somalia mejoraron en términos absolutos y en general han mejorado por encima de la media de los demás Estados sub-saharianos.
El sector de las telecomunicaciones de Somalia es uno de los más desarrollados de África oriental. La enérgica competencia ha reducido los precios por debajo de los niveles típicos africanos y el número de teléfonos fijos y móviles por habitante supera el de la mayoría de países. El sector aeronáutico cuenta con 15 compañías, 60 aviones y 6 destinos internacionales. En 1989 había una compañía nacional, un avión y un destino internacional. El agua, la electricidad, la educación o la sanidad están siendo provistas por empresarios. La escasez sigue siendo rampante pero la oferta de estos servicios ha aumentado y es dudoso que un Estado fuera a hacerlo mejor. En el actual contexto resulta demasiado costoso para un empresario privado invertir en carreteras y cobrar peajes, pero las autoridades municipales de Berbera-Hargeisa recaudan peajes y tampoco los invierten en el mantenimiento de las infraestructuras.

Para los estándares occidentales Somalia sigue siendo un país tercermundista, violento y repleto de miseria. Pero una crítica honesta de Somalia como ejemplo imperfecto de una sociedad sin Estado no puede reducirse a un "si tan genial es el anarco-capitalismo por qué no te vas a vivir allí". Primero porque no está claro que Somalia se ajuste a la definición de anarco-capitalismo. Y segundo, porque si se quiere evaluar un sistema político frente a otro hay que comparar su aplicación en escenarios similares (social, económica y culturalmente). Si queremos estudiar si una dieta para adelgazar es mejor que otra no es serio probarlas respectivamente en un sujeto obeso y uno flaco y luego, aunque el obeso adelgace más que el flaco, decir que la dieta del obeso no funciona porque aún está mucho más gordo que el flaco. Somalia sigue siendo muy pobre y lo seguirá siendo por todo el bagaje social, económico y cultural que arrastra. La cuestión es si Somalia está mejor sin Estado de lo que estaba con Estado. Y si en otros países, con otro bagaje histórico, también estaríamos mejor sin Estado.
http://www.liberalismo.org/bitacoras/1/1807/anarquia/funciona/banco/mundial/

Todo un hombre de Estado
Bitácora de Juan Ramón Rallo Julián
La anarquía funciona según el Banco Mundial

Atención a este informe del Banco Mundial sobre la situación en Somalia:

Somalia ha carecido de gobierno reconocido desde 1991 -una temporada insualmente larga. En unas condiciones extremadamente complicadas, el sector privado ha demostrado su valiosa capacidad para hacer que las cosas funcionen. Para enfrentarse con la ausencia del imperio de la ley, las empresas privadas han estado usando jurisdicciones extranjeras e instituciones para ayudar con algunas tareas, operando dentro de redes de confianza para fortalecer losd derechos de propiedad, y simplificando las transacciones hasta el punto de no requerirlas. La experiencia dell sector privado de Somalia sugiere que puede ser más sencillo de lo que popularmente se piensa que el sistema financiero y algunos servicios de infraestructuras funcionen allí donde el gobierno es extremadamente débil o inexistente.
El artículo es harto recomendable, pues muestra cómo una sociedad puede alcanzar un orden totalmente espontáneo sin la mediación organizativa del gobierno. Sin embargo, según el Banco Mundial, existen problemas y limitaciones. El sistema jurídico, por ejemplo, no posee los conceptos de contrato o de responsabilidad limitada. De la misma manera, al estar basado en las resoluciones de los ancianos dentro del clan, funciona deficientemente para los problemas que se producen entre personas de distintos clanes. También reconoce las limitaciones en la construcción de carreteras, debiado a lo que los neoclásicos llaman costes de transacción y el pillaje de los free-rider; así como en una baja tasa de escolaridad del 17%, frente al 81% de sus vecinos. Conviene hacer algunas matizaciones, pues, sobre estas conclusiones parcialmente adversas para la causa anarquista.

En primer lugar, el hecho de que sólo hayan transcurrido 13 años desde la desaparición de facto del gobierno, sugiere que las instituciones, en este caso las jurídicas, todavía están poco desarrolladas. No es que la evolución institucional pueda considerarse desarrollada en algún punto (pues está en continua evolución adaptándose a las necesidades cambiantes de la sociedad), pero sí es evidente que tiene un corto recorrido para resolver la mayoría de las controversias que aquejan a una sociedad precapitalista.

En segundo lugar, algunos de los defectos que el Banco Mundial haya encontrado pueden deberse simplemente al error de observar un país sin Estado a través del prisma de uno con Estado. Esto es, querer que en Somalia sucedan fenómenos similares a los de otros países subdesarrollados con Estado (como una prematura construcción de infraestructuras) supone un grave equívoco. De hecho, el mercado no es bueno si es capaz de llevarnos allí donde nos habría llevado el Estado; el mercado, la libertad individual y el orden espontáneo, son precisamente superiores porque omiten los errores estructurales que comete el intervencionismo estatal.

El intervencionista suele creer que cuando X unidades de determinado bien no son producidas, ello supone un fallo de mercado (el mercado no es capaz de producir X unidades de ese bien) La cuestión es si realmente esas X unidades suponían necesidades de la gente, o son sólo apreciaciones de un dirigente o analista que, como todos, carece de la información suficiente para afirmar semejantes extremos.

La "pésima" red de carreteras de la que habla el informe puede deberse a que los somalíes tienen otras necesidades prioritarias. De hecho, cuando el Banco Mundial se queja de que "a un empresario el construir una carretera y recaudar las tarifas que cubran sus costes le es aparentemente difícil", por los problemas que ya hemos señalado, costes de transacción y free-riders. Éstos son, en realidad, problemas artificiales. El auténtico coste es el de oportunidad; cuando un empresario no posee el capital suficiente como para emprender anticipadamente la construcción de una carretera (de manera que puediera, una vez construida, cobrar las tarifas pertienentes y discriminar el acceso como sucede en nuestras autopistas) significa que tendrá que sustraerlo del resto de ciudadanos. En algunos casos, las aportaciones voluntarias pueden funcionar, en otros, como éste, la imposibilidad para hacerlo demuestra que el coste de la carretera (no el monetario, sino el de oportunidad, incluido el tiempo de ocio al que renuncia el empresario para recolectar uno a uno el dinero) no compensa los beneficios esperados por la carretera, especialmente, los beneficios esperados en un determinado momento futuro -por cuestiones de preferencia temporal.

También puede suceder que el ingreso monetario esperado por el empresario una vez construida la carretera no supere el coste monetario del proyecto. En este caso, resulta evidente, que tal proyecto no debe emprenderse (a menos -y esto es un matiz bastante innecesario- que el empresario obtenga un ingreso psicológico mayor que el coste psicológico del proyecto, de manera que no le importa observar cómo se consume su capital)

Por último, el tema de la educación resulta paradigmático de por qué el informe señala errores dónde no debería hacerlo. Contrastar los datos de escolaridad de dos sociedades distintas es un error, principalmente si lo que se quiere es trazar las diferencias entre una sociedad sin Estado y una sociedad con Estado. Que sólo un 17% de los somalíes esté escolarizado sin Estado no significa que la anarquía no funcione, pues la cuestión (aparte de consideraciones sobre si la escolaridad supone un valor que deben perseguir todos los individuos) es si el Estado en Somalia hubiera conseguido incrementar esa tasa de escolaridad. Debe compararse la escolaridad sin Estado en Somalia con la escolaridad con Estado en Somalia.

Claro que el problema es que para el segundo caso no disponemos de datos, pues no existen; la escolaridad con Estado en Somalia supone una abstracción. Y precisamente para ello disponemos de la teoría económica, para saber con certeza apodíctica que el Estado nunca puede superar al mercado. De hecho, el propio Banco Mundial en su informe lo reconoce: Los fallos en el sistema educativo se deben en parte a que la mitad de los somalíes son nómadas. No queda claro que el gobierno pudiera hacerlo mucho mejor, especialmente debido a que las escuelas privadas tienen un prestigio mayor que las públicas.

Por tanto, querer estudiar el desarrollo de Somalia a partir de esquemas occidentales -esquemas occidentales producidos en buena medida por la intervención siempre errónea del Estado-, dejando de lado los deseos de los individuos y sus tradiciones, no nos lleva a ningún lado. El mercado no deja de funcionar por el hecho de que los Aimish vivan en parte como hace 500 años. Tampoco porque los somalíes no vayan en muchos casos a la escuela. La conscripción gubernamental no solucionaria sus vidas; podría incrementar artificialmente la tasa de escolaridad, hundiendo la calidad de la enseñanaza, empobreciendo a los somalíes de aquellos productos que necesitan (los que subjetivamente crean que necesiten, desde luego no educación) para costear el proyecto, y creando una distorsión entre la dirección de la sociedad y la del gobierno, que requeriría, como si de un ciclo económico se tratara, una catársis social posterior (en forma de sublevaciones armadas, migraciones, caída del gobierno, crisis económica...)

Éstos son, por tanto, algunos de los "fallos" que el Banco Mundial ha encontrado en la sociedad somalí. Fallos que, en mi opinión, o no son tales, o no son fallos irresolubles mediante una cierta evolución institucional que adecúe el sistema a las necesidades de los individuos. Pero en todo caso, aún con semejantes fallos, el Banco Mundial no ha dudado en sorprenderse de la capacidad de los individuos para organizarse espontáneamente sin que nadie les mande o dirija: El sector privado ha demostrado su valiosa capacidad para hacer que las cosas funcionen.

Otros no nos hemos sorprendido tanto. Siempre hemos creído en los individuos y en la sociedad; siempre hemos desconfiado del Estado y de la dirección coactiva. En definitiva, otra prueba más, para quienes las necesiten, de que el mercado, la libertad, siempre funciona.
« Última modificación: Marzo 07, 2009, 00:49:17 por Mozolo » En línea

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« Respuesta #1 : Marzo 07, 2009, 01:02:56 »


De esto ya hemos hablado alguna vez, lso liberales nop tenemso como ejemplo un sistema somalí, sino el useño pre II guerra mundial, por ejemplo.

COmo bien dicen, Somalia es el ejempo de los anarcocapitalistas, que son al liberalismo lo que el comunismo a la socialdemcoracia.

De todas formas al final hacen una reflexión muy buena...mejor o peor con estado??, porque Zimbawe tiene estado y no les veo yo mejor.

Desde mi punto de vista con estado, peqeño, sólido, democrátco y liberal, pero con estado.
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De todos los libros del mundo el que debería ser prohibido antes que ningún otro es el catálogo de los libros prohibidos.(Lichtenberg)
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